Fue un lunes sangriento el que asoló Iraq por todos sus rincones; dos atacantes suicidas, once coches-bomba y diecinueve vehículos con artefactos explosivos improvisados (VBIEDs, por las siglas en inglés que suele utilizar el Pentágono), con un resultado de casi 70 personas muertas y más de 300 heridos.