El levantamiento popular en el este y sur de Ucrania obedece a que el gobierno golpista de Kiev no cuenta con el apoyo de la mayoritaria población de origen ruso o rusohablante de esa región, que no solo no se siente representada por este sino lo ve como una amenaza. No debe olvidarse que Stepan Bandera, ídolo de los nuevos gobernantes instalados por la OTAN fue un importante colaborador de los nazis, cuya ocupación y horrendos crímenes en Ucrania no han sido olvidados y han reflotado en estos días.
¿No les suena familiar? John Brennan, director de la CIA, visita a sus compinches en Kiev el 12 de abril y horas después se anunciaba la peculiar operación “antiterrorista”, precisamente contra la población de origen ruso o rusohablante de la región del Donets, sublevada pacíficamente desde hace días. Si usted no se subordina a Estados Unidos hoy lo clasifican como terrorista; en cambio si se le somete ganará la calificación de rebelde o insurgente.
Milicias y grupos de autodefensa rusos o rusoparlantes que rechazan al gobierno golpista de Kiev, tomaron, en al menos 12 ciudades, con gran apoyo de la población local, las comisarías de policía, así como las unidades del Servicio Federal de Seguridad y del Ministerio del Interior, que no solo no hicieron resistencia apenas sino en muchos casos se pasaron a los alzados con armas y bagaje.
La denominada operación “antiterrorista” de los nazis de Kiev contra el este de Ucrania hizo correr sangre de los sublevados pero en un incidente aislado que al parecer no pasará a mayores.
El enviado de EFE al aeropuerto de Kramatorsk, lugar donde se produjeron las bajas, cita a un líder insurgente local: “un avión de combate sobrevoló el campo y disparó una ráfaga de advertencia. Al sobrevolar el campo por segunda vez disparó contra los milicianos”. Varios reportes de fuentes rusas y ucranianas coinciden en que fueron las ráfagas de la aeronave las que mataron e hirieron algunos milicianos. Pese al revés sufrido –añade EFE-, los prorrusos no se arredraron y varios centenares de civiles desarmados, entre los que figuran mujeres y ancianos, han bloqueado con sacos y neumáticos los accesos al aeródromo, mientras los insurgentes siguen controlando Kramatorsk, ciudad aledaña al aeropuerto.
Lo sustantivo es que los “terroristas” han rechazado enérgicamente la operación sin apenas disparar un tiro y, de hecho, con el apoyo del pueblo de la región la han desmontado pacíficamente, mientras se pasaban de su lado o se les rendían tropas de infantería o blindados de las unidades regulares ucranianas enviadas a combatirlos. Las tropas, abordadas por vecinos desamados, han izado la bandera rusa en sus vehículos y asegurado que no dispararán contra el pueblo. Aunque el gobierno anunció el envío de un batallón de participantes del Maidan y grupos del ultrafascista Sector Derecho, estos no parecen haberse atrevido a entrar en combate.
A diferencia de Crimea, donde la independencia y anexión a Rusia era una clamorosa exigencia popular, en el industrializado este de Ucrania la población rusoparlante reclama la federalización del país como demanda fundamental, que –se da por descontado-, incluiría un grado importante de autonomía de las regiones respecto al poder central, el derecho a tener el ruso como idioma oficial junto al ucraniano y a preservar su cultura. A la vez, se oponen terminantemente al ingreso de Ucrania en la OTAN e incluso en la Unión Europa (UE) por considerarlo altamente lesivo a sus intereses como colectividad.
El ingreso en la UE, por ejemplo significaría el desmantelamiento de la industria de esa región, cuyo cliente es Rusia, y el sometimiento a salvajes planes de ajuste del Fondo Monetario Internacional. También levantan el reclamo de no continuar financiando la economía del occidente del país y que todas estas demandas sean recogidas en la nueva constitución. Con las tropas enviadas por Kiev negándose a disparar contra sus hermanos rusohablantes la ofensiva del gobierno ilegítimo se ha convertido en una gran derrota para sus integrantes.
A la lúcida y realista dirección de Rusia no le interesa invadir ni anexar Ucrania pero tampoco va a permitir su ingreso a la OTAN ni que no se tomen en cuenta en el nuevo ordenamiento constitucional las opiniones y los derechos de la población de origen ruso. Armonizar estas demandas y las de la población proocidental del oeste de Ucrania exigirá talento y espíritu constructivo, que no sobran en Washington ni en Bruselas.
(Tomado de La Jornada, de México)