|
General: Gabo,amigo íntimo de Fidel Castro
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 18/04/2014 11:12 |
Gabo, amigo íntimo de Fidel Castro
Fidel y García Márquez en La Habana.
Amigo íntimo de Fidel Castro, Gabriel García Márquez era “un hombre con bondad de niño y talento cósmico”, según el líder de la revolución cubana que lo ha evocado como “un hombre de mañana, al que agradecemos haber vivido esa vida para contarla”.
Los dos hombres -el cubano es siete meses mayor- se conocieron en los primeros días de la revolución, en enero de 1959, cuando Gabo llegó a la isla como periodista a cubrir la llegada al poder de los guerrilleros “barbudos” que comandaba Castro.
Siguieron decenios de amistad, con algunos desacuerdos entre dos hombres a quienes les gustaba tacharse mutuamente de “desmesurados” y “exagerados”.
Crítico de las dictaduras y los regímenes autoritarios de derecha de América Latina, García Márquez permaneció siempre fiel a esa amistad con Fidel Castro, incluso a veces a riesgo de ser criticado.
“Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares”, relató Castro en 2008 cuando recibió a Gabo y su esposa Mercedes, dos años después de la crisis de salud que lo llevó a dejar el poder en 2006.
García Márquez, quien fijaría largo tiempo su domicilio en La Habana, participó en 1959 en la formación de la agencia cubana Prensa Latina y en 1986 en la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, 30 kilómetros al suroeste de La Habana, que ha formado a generaciones de cineastas.
Visitas nocturnas
Gabo, quien recibía en su hogar de La Habana frecuentes visitas nocturnas de Fidel, destacaba a su vez “su devoción por las palabras, su poder de seducción”. “Fatigado de conversar, descansa conversando”, escribió sobre el líder cubano.
Una de esas noches, contó el escritor colombiano en 1988, le preguntó qué era lo que más le gustaría hacer en el mundo. “Pararme en una esquina”, le respondió inmediatamente Fidel.
Su historia común pudo haber comenzado en Colombia en abril de 1948: al día siguiente del asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán, Fidel Castro y Gabriel García Márquez, ambos de 21 años, participaron en la revuelta que pasó a la historia con el nombre de “El Bogotazo”. “Ninguno tenía noticias del otro. No nos conocía nadie, ni siquiera nosotros mismos”, recordó Castro en un artículo publicado en 2002 con ocasión del lanzamiento del libro Vivir para contarla del Premio Nobel de Literatura.
Siempre fiel defensor de la revolución cubana, García Márquez sirvió de emisario especial del líder ante el presidente estadounidense Bill Clinton.
En 1994 participó en la solución de la crisis que culminó con un acuerdo migratorio entre La Habana y Washington.
En 1997, Gabo llevó a Bill Clinton -quien le había contado que Cien años de soledad era su novela favorita- un mensaje de Fidel Castro en el que proponía a Estados Unidos cooperación en la lucha contra el terrorismo.
La cooperación cubano-estadunidense fue efímera. Washington reaccionó apresando a los luchadores antiterroristas cubanos en septiembre de 1998 que alertaban desde la Florida los planes y atentados criminales que organizaba los extremistas de Miami.
Los amigos de Gabo
García Márquez fue amigo de escritores como Mario Vargas Llosa, Alvaro Mutis, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Pablo Neruda y también del director español Luis Buñuel.
Pero ninguna amistad lo marcó tanto como la que cultivó durante medio siglo con Fidel Castro. Eran tan cercanos que, dicen, García Márquez mandaba los borradores de sus novelas a Fidel para que los leyera antes de publicarlos.
“Soy amigo de Fidel y no soy enemigo de la revolución. Eso es todo”, dijo en una oportunidad García Márquez, según relata el libro Gabo y Fidel.
Su salud empezó a flaquear en 1999, cuando fue tratado de un cáncer linfático. En 2012 sus familiares explicaron que tenía problemas de memoria y había dejado de escribir.
García Márquez fue hospitalizado a fines marzo debido a una infección pulmonar. Y cuando le dieron de alta la semana pasada, los médicos advirtieron que su salud era delicada.
Casado desde hace cinco décadas y media con Mercedes Barcha, García Márquez tuvo dos hijos. El mayor, Rodrigo, dirigió varias películas de Hollywood como Nine Lives y Albert Nobbs.
En los últimos años regresaba de vez en cuando a Colombia, aunque para refugiarse en su residencia en la ciudad colonial de Cartagena de Indias.
Gabo apareció por última vez en público en la puerta de su casa de Ciudad de México el 6 de marzo, el día de su cumpleaños 87. No dijo ni una palabra, apenas regaló una sonrisa cansada a los periodistas que le cantaron las Mañanitas. En la solapa del traje llevaba una rosa amarilla.
(Tomado de La Jornada)
Fidel y García Márquez en La Habana
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 7 de 7
Siguiente
Último
|
|
Frases célebres de Gabriel García Márquez (+ Video)
|
|
|
|
Cuba amará siempre a García Márquez: Miguel Barnet
17 abril 2014 |
El presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Miguel Barnet, afirmó hoy que Cuba “amará siempre” al escritor colombiano Gabriel García Márquez, cuya pérdida calificó de “grande e “irremplazable”.
“Los escritores cubanos sufren esa pérdida grande e irremplazable. Gabo amó a Cuba y Cuba lo amará siempre”, declaró Barnet a EFE, tras conocer el fallecimiento de García Márquez hoy en Ciudad de México, donde residía.
El poeta y novelista cubano señaló que “pocos escritores de esta época como García Márquez han revelado en un espejo mágico los lados más preciosos de la mitología latinoamericana”.
“Con la poesía de José Lezama Lima y la obra de Juan Rulfo el Gabo trazó un arco luminoso de metáforas que identificaron esa dimensión de la compleja espiritualidad del continente”, resaltó.
Barnet señaló que García Márquez “habló desde las raíces, del cuentero y el fabulador, y recreó sus historias con prodigiosa alquimia”.
Y consideró que, además de todo eso, fue un periodista “atento a la convulsa realidad que vivió con una posición ventajosa sobre otros contemporáneos porque fue vocero del alma popular”.
La última aparición pública de García Márquez en Cuba fue en diciembre de 2010, cuando asistió al 32 Festival de Cine de La Habana donde su presencia era tradición hasta hace algunos años.
(Con información de AP)
|
|
|
|
Red en Defensa de la Humanidad: Gabo será eterno
Gabriel García Márquez marca un hito en la historia de la cultura latinoamericana y caribeña. Pero no solo para nuestra región su partida significa un gran vacío; el mundo entero ha perdido a uno de sus más lúcidos y genuinos intelectuales.
Gabo, como también se le conoció, fue fundador de la Red En Defensa de la Humanidad, estuvo siempre en la primera línea de combate contra la injusticia y su voz se alzó en repetidas ocasiones para denunciar las violaciones de la soberanía y de los derechos de los pueblos y minorías en cualquier parte.Acompañó y defendió a Cuba en su lucha contra el terrorismo y en sus denodados esfuerzos por llevar salud y conocimiento a los humildes de la tierra.
Para los cubanos, la amistad de García Márquez con nuestro pueblo y, en particular con Fidel, es ejemplo de honestidad y hermandad. Sabemos cuánto dolor provoca su ausencia. Sin embargo, como expresara Martí: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien con la obra de la vida”. Gabo será eterno.
Unimos nuestros sentimientos a la familia del entrañable amigo, en particular a Mercedes y a sus hijos Gonzalo y Rodrigo. Saben que en Cuba siempre tendrán su casa.
Red de Redes En Defensa de la Humanidad-Cuba.
|
|
|
|
García Márquez ingresa a la inmortalidad
Por: Gloria Inés Ramírez, senadora de la República
El pasado 17 de abril murió en su residencia en ciudad de México el insigne escritor y periodista colombiano, Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.
Este infausto suceso ha dado lugar a las manifestaciones más diversas, que van desde quienes lamentan su desaparición como una gran pérdida para nuestro país y le rinden un sincero homenaje, hasta los que no son capaces de disimular la alegría que les produce su muerte, pasando por la variada gama de los aduladores, los hipócritas y los oportunistas.
Como escritor, García Márquez ascendió a las más elevadas cumbres de las letras, de lo cual es prueba irrefutable el Premio Nobel de Literatura, lo mismo que la opinión autorizada de los más grandes literatos de nuestro tiempo a lo largo y ancho del mundo.
Fue dueño de un pensamiento avanzado y, a diferencia de algunos escritores de su época que terminaron en las toldas de la derecha, mantuvo durante toda su vida una posición progresista coherente y jamás permitió que la oligarquía colombiana lo utilizara para ponerlo al servicio de sus intereses.
Fue amigo de Cuba y se desempeñó como corresponsal de la agencia cubana de noticias Prensa Latina en Nueva York, de donde tuvo que salir hacia México por amenazas de los contrarrevolucionarios radicados en Estados Unidos.
Acompañó al general Omar Torrijos en la lucha por la recuperación de la soberanía de Panamá sobre la zona del Canal. Estuvo al lado de los pueblos en las luchas contra las dictaduras militares que por largo tiempo asolaron a América Latina y El Caribe con el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos.
En Colombia, fundó con algunos intelectuales la Revista Alternativa, que se convirtió en una tribuna del pensamiento progresista y de izquierda, y fue siempre un demócrata integral y un luchador consecuente por la paz.
Todas estas posiciones le granjearon el odio, a veces mal disimulado, de los sectores más derechistas de la oligarquía.
A comienzos de los años 80 del siglo pasado, el reaccionario gobierno de Turbay Ayala expidió el llamado “Estatuto de Seguridad” a cuyo amparo se desató una oleada de allanamientos, detenciones y torturas que provocaron un escándalo mundial-
y que hicieron blanco de la persecución a destacadas figuras del arte y la cultura, entre ellas, la escultora Feliza Bursztyn, el poeta nacional Luís Vidales y García Márquez, a quien los extremistas de la derecha y los militares acusaban calumniosamente de tener vínculos con el M-19.
El fantasma del Ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, reencarnado en el militarismo colombiano volvía a repetir “Cada vez que oigo la palabra cultura, desenfundo mi pistola”.
Son estas las verdaderas razones que llevaron a nuestro más grande escritor a buscar refugio en México, hecho que él mismo explicó en su momento diciendo “Ahora se sabe por qué me buscaban, por qué tuve que irme y por qué tendré que seguir viviendo fuera de Colombia, quién sabe hasta cuándo, contra mi voluntad”.
Son las razones que esconden cuidadosamente los fascistas, a quienes ni siquiera la muerte de García Márquez les produce un poco de respeto.
Gabriel García Márquez es, sin ninguna duda, uno de los más grandes colombianos de todos los tiempos, por lo que expresamos nuestra admiración por su vida y obra, nos inclinamos respetuosos y adoloridos ante su tumba y le rendimos nuestro modesto pero sentido homenaje. Fotos: Latam y Notimundo. |
|
|
|
El homenaje que nadie quiere hacer a Gabriel García Márquez
"Nota ciudadana" es un espacio generado por nuestros lectores y no refleja o compromete el pensamiento ni la opinión de Las 2 orillas.
No paran las malas noticias. De esas que incomodan. Aspiran a que el nuevo edificio del Congreso lleve el impecable nombre de Gabriel García Márquez.
Tengo que confesar que no quedé nada satisfecho con los honores a nuestro escritor; a ese Gabo, uno de esos colombianos de alabar, pero que hoy, con su ausencia, todos lamentamos y nos deja el legado inagotable de su majestuosa obra.
En momentos en que las secuelas que vituperan la memoria de nuestro premio nobel aún siguen latentes, para completar, los padres de la patria pretenden el gran homenaje que nunca tuvo y debió hacerse en su momento a uno de los literatos más importantes de los últimos tiempos.
Por un lado, el Ministerio de Cultura, el Gobierno Nacional y el país en general se han quedado cortos en reconocimiento a la memoria del verdadero “Gran colombiano”. Una celebridad que, sin esperar nada a cambio, con su sola presencia engrandecía una identidad tanto afuera como al interior del país. Ese “Gran colombiano” que sus nacionales no reconocieron y que con cierta indiferencia -valga recordarlo- si le dieron a uno de los políticos y ex presidentes más cuestionados y con más procesos judiciales del país. Esa es una de las paradojas de todo esto. Ese es el sentido de pertenencia con quien verdaderamente deberíamos tener ¿No les parece? Insólito por decir lo menos, pero que refleja ese pensamiento criollo, retrógrado y contradictorio que nos caracteriza. Pequeño detalle como para reflexionar.
Como una mancha negra en un impecable liquiliqui blanco, el pasado 22 de abril en Bogotá pasó inadvertida la falta de organización y de convocatoria, por parte del Ministerio de Cultura, para unificar y realizar la más grande loa al hijo ilustre de Aracataca. Cada región del país hizo lo suyo por su cuenta. Debió hacerse algo sincronizado a nivel nacional y en todas las embajadas; algo a la altura de un escritor de semejantes quilates. Fueron actos desordenados que se hicieron en un mismo día para evocar a uno de los principales exponentes del realismo mágico. En definitiva, esos eventos pusieron a prueba la incapacidad de la Ministra Mariana Garcés Córdoba, y dejaron en evidencia su ineptitud, improvisada además. Pero se disfrazó, en cambio, un pomposo gasto de materialismo y ausencia de formalidad, eso sí, con derroche de desfile de toda la élite bogotana que, vaya uno a saber si en verdad asistieron a la catedral primada de Colombia para honrar un acto solemne o un acto político. Seguramente, más respeto ha tenido México -de sobra-, Rusia o España para con “nuestro” nobel.
Por otro lado, para colmo de males, mientras todos concentran su atención en otra clase de entretenimiento, se ha radicado en el Senado de la República el Proyecto de Ley número 190 de 2014* que “rinde honores a la memoria del nobel Colombiano Gabriel García Márquez”. Así lo ha hecho saber el presidente del congreso Juan Fernando Cristo en su cuenta de twitter. El mencionado proyecto consta de 12 artículos, en donde cabe indicar que el numeral 3, 4 y 7 (éste último, a mi juicio el peor de todos), parecen una burla a la realidad. *[Ver proyecto de ley en: http://190.26.211.102/proyectos/images/documentos/Textos%20Radicados/proyectos%20de%20ley/2013%20-%202014/PL%20190-14%20S%20GABO.pdf ]
El artículo 3, pretende que en todas las aulas de educación pública se instaure la “cátedra Gabriel García Márquez”. No está mal la intención de esta cátedra, pero ¡Por favor! Con semejante modelo educativo -¿Hay modelo educativo?- dudo que sea una realidad. Sumado a que los últimos gobiernos no han sido capaces de demostrar que sus estudiantes logren resultados sorprendentes en interpretación de lectura en las pruebas estatales ¿Qué se puede esperar para que la “cátedra Gabriel García Márquez” sea todo un éxito?
En tanto que, el artículo 4 anuncia que para las próximas emisiones de billetes que realice el Banco de la República lleve impresa, en una de sus caras, la figura de Gabo. Espaldarazo a esa iniciativa, pero, si fueron capaces, hace algún tiempo, de proponer que un pelagato como el ex presidente y ahora -deshonesto e indecoroso- senador Álvaro Uribe Vélez tuviera impresa su cara de yo no fui y de perro degollado en los billetes que en el futuro imprimiera el Banco de la República, aún cuando existen figuras más dignas de ese honor ¿Qué se puede esperar que hagan los congresistas para que las nuevas emisiones de billetes lleven la imagen del gran Gabriel García Márquez? En cualquier momento, si se les pega en gana, no se les haga extraño que pueda resultar, primero, la cara de Francisco “Kiko” Gómez y de Álvaro Uribe, antes que la de Gabriel García Márquez, Augusto Ramírez Ocampo o Alfonso López Michelsen. ¡A menos que no respeten un orden cronológico de cada uno de sus decesos! Uno nunca sabe, la política en este país no se mueve precisamente por ética y respeto a sus grandes personajes sino por la cantidad de zalameros a cualquier “personajillo”.
Por último, el artículo 7 busca establecer “la denominación ‘Edificio Gabriel García Márquez’ al actual Edificio Nuevo del Congreso, ubicado al costado sur oriental del Capitolio Nacional, con entronización de la placa respectiva en acto solemne con la presencia de las Academias de Historia y de la Lengua”. Es decir ¿Pretenden que un edificio que agrupa a varios de los peores corruptos, lleve el nombre de un gran escritor? ¿Acaso no pueden hacer una propuesta más inteligente que ponerle el nombre, de un eminente personaje, al edificio de una de las instituciones más desprestigiadas del país? Que el nuevo edificio del Congreso lleve como nombre Gabriel García Márquez no es ningún homenaje, más bien es un irrespeto, un insulto a su memoria.
Mientras se debate en el congreso, los colombianos estaremos agradecidos de que se retire el artículo 7 del mencionado Proyecto de Ley que propiamente no brilla por su lucidez y respeto, sino que se ve opacado por semejante esperpento de orangután. Es inaceptable que tengamos que acostumbrarnos, una vez más, a que gracias a las ideas -nada elogiables- de nuestros “honorables congresistas” se cometan semejantes barbaridades.
Twitter: @Alonrop
|
|
|
|
¿Por qué García Márquez tuvo que asilarse en México?
La expedición del Estatuto de Seguridad por el Presidente Julio Cesar Turbay como respuesta represiva al robo de armas del Cantón norte por el M-19 forzó a Gabo a salir del país
En la última semana de marzo de 1981, Gabriel Garcia Márquez, con Mercedes Barcha, su esposa, viajó a México, ante la inminencia de una detención por parte del Ejercito Colombiano, que sospechaba que tenia vínculos con el M-19, en el gobierno de Julio Cesar Turbay, fueron varios los intelectuales, que fueron detenidos y atropellados, entre ellos Luis Vidales, la Pianista Teresita Gomez y la escultora Feliza Bursztyn, el siguiente es un texto de García Márquez publicado en EL PAÍS de España, a la semana del incidente.
Punto final a un incidente ingrato
Nunca, desde que tengo memoria, he dado las gracias por un elogio escrito ni me he contrariado por una injuria de Prensa. Es justo cuando uno se expone a la contemplación pública a través de sus libros y sus actos, como yo lo he hecho, los lectores deben disfrutar del privilegio de decir lo que piensan, aunque sean pensamientos infames. Por eso renuncié hace mucho tiempo al derecho de réplica y rectificación -que debía considerarse como uno de los derechos humanos- y, desde entonces, en ningún caso y ni una sola vez en ninguna parte del inundo he respondido a ninguno de los tantos agravios que se me han hecho, y de un modo especial en Colombia. Me veo obligado a permitirme ahora una sola excepción, para comentar los dos argumentos únicos con que el Gobierno ha querido explicar mi intempestiva salida de Colombia la semana pasada. Distintos funcionarios, en todos los tonos y en todas las formas, han coincidido en dos cargos concretos. El primero es que me fui de Colombia para darle una mayor resonancia publicitaria a mi próximo libro. El segundo es que lo hice en apoyo de una campaña internacional para desprestigiar al país. Ambas acusaciones son tan frívolas, además de contradictorias, que uno se pregunta escandalizado si de veras habrá alguien con dos dedos de frente en el timón de nuestros destinos.
La única desdicha grande que he conocido en mi vida es el asedio de la publicidad. Esto, al contrario de lo que creo merecer, me ha condenado a vivir como un fugitivo No asisto nunca a actos públicos ni a reuniones multitudinarias, no he dictado nunca una conferencia, no he participado ni pienso participar jamás en el lanzamiento de un libro, les tengo tanto miedo a los micrófonos y a las cámaras de televisión como a los aviones, y a los periodistas les consta que cuando concedo una entrevista es porque respeto tanto su oficio que no tengo corazón para decirles que no.
Esta determinación de no convertirme en un espectáculo público me ha permitido conquistar la única gloria que no tiene precio: la preservación de mi vida privada. A toda hora, en cualquier parte del mundo, mientras la fantasía pública me atribuye compromisos fabulosos, estoy siempre en el único ambiente en que me siento ser yo mismo: con un grupo de amigos. Mi mérito mayor no es haber escrito mis libros, sino haber defendido mi tiempo para ayudar a Mercedes a criar bien a nuestros hijos. Mi mayor satisfacción no es haber ganado tantos y tan maravillosos amigos nuevos, sino haber conservado, contra los vientos más bravos, el afecto de los más antiguos. Nunca he faltado a un compromiso, ni he revelado un secreto que me fuera confiado para guardar, ni me he ganado un centavo que no sea con la máquina de escribir. Tengo convicciones políticas claras y firmes, sustentadas, por encima de todo, en mi propio sentido de la realidad, y siempre las he dicho en público para que pueda oírlas el que las quiera oír. He pasado por casi todo en el mundo. Desde ser arrestado y escupido por la policía francesa, que me confundió con un rebelde argelino, hasta quedarme encerrado con el papa Juan Pablo II en su biblioteca privada, porque él mismo no lograba girar la llave en la cerradura. Desde haber comido las sobras de un cajón de basuras en París, hasta dormir en la cama romana donde murió el rey don Alfonso XIII. Pero nunca, ni en las verdes ni en las maduras, me he permitido la soberbia de olvidar que no soy nadie más que uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca. De esa lealtad a mi origen se deriva todo lo demás: mi condición humana, mi suerte literaria y mi honradez política.
He dicho alguna vez que todo honor se paga, que toda subvención compromete y que toda invitación se queda debiendo. Por eso he sido siempre tan cuidadoso en mi vida social. Nunca he aceptado más almuerzos que los de mis amigos probados. Hace muchos años, cuando era crítico de cine y estaba sometido a la presión de los exhibidores, conservaba siempre el pase de favor para demostrar que no había sido usado, y pagaba la entrada. No acepto invitaciones de viajes con gastos pagados.
El boleto de nuestro vuelo a México de la semana pasada -a pesar de la gentil resistencia de la embajadora de aquel país en Colombia- lo compramos con nuestro dinero. Pocos días antes, sin consultarlo conmigo, un amigo servicial le había pedido al alcalde de Bogotá que hiciera cambiar el horario del racionamiento eléctrico en mi casa, pues coincidía con mi tiempo de trabajo, y tengo un estudio sin luz natural y una máquina de escribir eléctrica. El alcalde le contestó, con toda la razón, que Balzac era mejor escritor que yo y, sin embargo, escribía con velas. Al amigo que me lo contó indignado le repliqué que el señor alcalde cumplió con su deber, y que contestó lo que debía contestar.
La gente que me conoce sabe que esta es mi personalidad real, más allá de la leyenda y la perfidia, y que si quedé mal hecho de fábrica ya es demasiado tarde para volverme a hacer nuevo. De modo que no ilustres oligarcas de pacotilla: nadie se construye una vida así, con las puras uñas, y con tanto rigor minuto a minuto, para salir de pronto con el chorro de babas de asilarse y exiliarse sólo para vender un millón de libros, que además ya estaban vendidos.
El segundo cargo, de que me fui de Colombia con el único propósito de desprestigiar al país, es todavía ni menos consistente. Pero tiene el mérito de ser una creación personal del presidente de la República, aturdido por la imagen cada vez más deplorable de su Gobierno en el exterior. Lo malo es que me lo haya atribuido a mí, pues tengo la buena suerte de disponer de dos argumentos para sacarlo de su error.
El primero es muy simple, pero quiero suplicar que lo lean con la mayor atención, porque puede resultar sorprendente. Es este: en ninguna de mis ya incontables entrevistas a través del mundo entero -hasta ahora- no había hecho nunca ninguna declaración sobre la situación interna de Colombia. Ni había escrito una palabra que pudiera ser utilizada contra ella. Era una norma moral que me había impuesto desde que tuve conciencia del poder indeseable que tenía entre manos, y logré mantenerla, contra viento y marea, durante casi 30 años de vida errante. Cada vez que quise hacer un comentario sobre la situación interna de Colombia lo vine a hacer dentro de ella o a través de nuestra prensa. El que tenga una evidencia contra esta afirmación le suplico que la haga conocer de inmediato, de un modo serio e inequívoco y con pruebas terminantes. Pues también suplico a mis lectores que si esas pruebas no aparecen, o no son convincentes, lo consideren y proclamen desde ahora y para siempre como un reconocimiento público de mi razón.
El segundo argumento es todavía más simple, y no ha dependido tanto de mí como de la fatalidad. Es este: tengo el inmenso honor de haberle dado más prestigio a mi país en el mundo entero que ningún otro colombiano en toda su historia, aún los más ilustres, y sin excluir, uno por uno, a todos los presidentes sucesivos de la República. De modo que cualquier daño que le pueda hacer mi forzosa decisión lo habría derrotado yo mismo de antemano, y también a mucha honra.
En realidad, el Gobierno se ha atrincherado en esas dos acusaciones pueriles, porque en el fondo sabe que mi sentido de la responsabilidad me impedirá revelar los nombres de quienes me previnieron a tiempo. Sé que la trampa estaba puesta y que mi condición de escritor no me iba a servir de nada, porque se trataba precisamente de demostrar que para las fuerzas de represión de Colombia no hay valores intocables. O como dijo el general Camacho cuando apresaron a Luis Vidales: «Aquí no hay poeta que valga». Mauro Huertas Rengifo, presidente de la Asamblea del Tolima, declaró a los periodistas y se publicó en el mundo entero que el Ejército me buscaba desde hacía diez días para interrogarme sobre supuestos vínculos con el M-19. El único comentario que conozco sobre esa declaración lo hizo un alto funcionario en privado: «Es un loquito». En cambio, el primer guerrillero que se declaró entrenado en Cuba provocó, de inmediato, la ruptura de relaciones con ese país. Pero hay algo no menos inquietante: a la medianoche del miércoles pasado, cuando mi esposa y yo teníamos más de seis horas de estar en la Embajada de México en Bogotá, el Gobierno colombiano fue informado de nuestra decisión, y de un modo oficial, a través del secretario general de la cancillería colombiana, el coronel Julio Londoño. A la mañana siguiente, cuando la noticia se divulgó contra nuestra voluntad, los periodistas de radio entrevistaron por teléfono al canciller Lemos Simonds y éste no sabía nada. Es decir: casi ocho horas después aún no había sido informado por su subalterno. El ministro de Gobierno, aún más despalomado, llegó hasta el extremo de desmentir la noticia. La verdad es que las voces de que me iban a arrestar eran de dominio público en Bogotá desde hacía varios días y -al contrario de los esposos cornudos- no fui el último en conocerlas. Alguien me dijo: «No hay mejor servicio de inteligencia que la amistad». Pero lo que me convenció por fin de que no era un simple rumor de altiplano fue que el martes 24 de marzo, en la noche, después de una cena en el palacio presidencial, un alto oficial del Ejército la comentó con más detalles. Entre otras cosas dijo: «El general Forero Delgadillo tendrá el gusto de ver a García Márquez en su oficina, pues tiene algunas preguntas que hacerle en relación con el M-19». En otra reunión diferente, esa misma noche, se comentó como una evidencia comprometedora un viaje que Mercedes y yo hicimos de Bogotá a La Habana, con escala en Panamá, del 28 de enero al 11 de febrero. El viaje fue cierto y publicar, como los tres o cuatro que hacemos todos los años a Cuba, y el motivo fue una reunión de escritores en la Casa de las Américas, a la cual asistieron también otros colombianos. Aunque sólo hubiera sido por la suposición escandalosa de que ese viaje tuvo alguna relación con el posterior desembarco de guerrilleros, habría tomado precauciones para no dejarme manosear por los militares. Pero hay más, y estoy seguro de que el tiempo lo irá sacando a flote.
La forma en que la Prensa oficial ha tratado el incidente está ya sacando algunas, y más de lo que parece.
Ha habido de todo para escoger. Jaime Soto -a quien siempre tuve como un buen periodista y un viejo amigo a quien no veo hace muchos años- explicó mi viaje en la forma más boba: «El que la debe la teme». Sin embargo, el comentario más revelador se publicó en la página editorial de El Tiempo, el domingo pasado firmado con el seudónimo de Ayatola. No sé a ciencia cierta quién es, pero el estilo y la concepción de su nota lo delatan como un retrasado mental que carece por completo del sentido de las palabras, que deshonra el oficio más noble del mundo con su lógica de oligofrénico, que revela una absoluta falta de compasión por el pellejo ajeno y razona como alguien que no tiene ni la menor idea de cuán arduo y comprometedor es el trabajo de hacerse hombre.
A pesar de su propósito criminal, es una nota importante, pues en ella aparece por primera vez, en una tribuna respetable de la Prensa oficial, la pretensión de establecer una relación precisa, incluso cronológica, entre mi reciente viaje a La Habana y el desembarco guerrillero en el sur de Colombia. Es el mismo cargo que los militares pretendían hacerme, el mismo que me dio la mayoría de mis informantes, y del cual yo no había hablado hasta entonces en mis numerosas declaraciones de estos días. Es una acusación formal. La que el propio Gobierno trató de ocultar, y que echa por tierra, de una vez por todas, la patraña de la publicidad de mis libros y la campaña de desprestigio internacional. Ahora se sabe por qué me buscaban, por qué tuve que irme y por qué tendré que seguir viviendo fuera de Colombia, quién sabe hasta cuándo, contra mi voluntad.
No puedo terminar sin hacer una precisión de honestidad. Desde hace muchos años, el tiempo ha hecho constantes esfuerzos por dividir mi personalidad: de un lado, el escritor que ellos no vacilan en calificar de genial, y del otro lado, el comunista feroz que está dispuesto a destruir a su patria. Cometen un error de principio: soy un hombre indivisible, y mi posición política obedece a la misma ideología con que escribo mis libros. Sin embargo, el tiempo me ha consagrado con todos los elogios como escritor, inclusive exagerados, y al mismo tiempo me ha hecho víctima de todas las diatribas, aun las más infames, como animal político.
En ambos extremos, el tiempo ha hecho su oficio sin que yo haya intentado nunca ninguna réplica de ninguna clase, ni para dar las gracias ni para protestar. Desde hace más de treinta años, cuando todos éramos jóvenes y creíamos -como yo lo sigo creyendo- que nada hay más hermoso que vivir, he mantenido una amistad fiel y afectuosa con Hernando y Enrique Santos Castillo -a quienes quiero bien a pesar de nuestra distancia, porque he aprendido entenderlos bien- y con Roberto García Peña, a quien tengo por uno de los hombres más decentes de nuestro tiempo. Quiero suplicarles que digan a sus lectores si alguna vez les he hecho un reclamo por las injurias de su periódico, si alguna vez he rectificado en público o en privado cualquiera de sus excesos, o si éstos han alterado de algún modo mi sentido de la amistad. No; he tenido la buena salud mental de tratarlos como si ellos no tuvieran nada que ver con un periódico que siempre he visto como un engendro sin control que se envenena con sus propios hígados. Sin embargo, esta vez el engendro ha ido más allá de todo límite permisible y ha entrado en el ámbito sombrío de la delincuencia. Me pregunto, al cabo de tantos años, si yo también no me equivoqué al tratar de dividir la personalidad de sus domadores.
De modo que todo este ingrato incidente queda planteado, en definitiva, como una confrontación de credibilidades. De un lado está un Gobierno arrogante, resquebrajado y sin rumbo, respaldado por un periódico demente cuyo raro destino, desde hace muchos años, es jugárselas todas por presidentes que detesta. Del otro lado estoy yo, con mis amigos incontables, preparándome para iniciar una vejez inmerecida, pero meritoria. La opinión pública, no tiene más que una alternativa: ¿A quién creer? Yo, con mi paciencia sin término, no tengo ninguna prisa por su decisión. Espero.
Gabriel García Márquez. 8 de abril 1981
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 7 de 7
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|