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General: la rebelión de los computadores de raul reyes ?
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 29/04/2014 13:13

¿La rebelión de los computadores?

Por
webmaster
26/04/2014Colocado en: Derechos Humanos

Nadie se explica cómo esos computadores “blindados” pueden resistir semejantes bombardeos que destruyen y destrozan todo lo que encuentran a su alrededor

Con abogados en el Buen Pastor1

La prisionera política Liliany Obando, en la cárcel del Buen Pastor, acompañada de sus abogados

Wldarico Flórez-Peña
Abogado defensor de DDHH

El 1 de marzo de 2008, la Fuerza Pública realizó un operativo contra la guerrilla de las FARC-EP, donde murió el comandante guerrillero Luis Édgar Devia Silva (alias Raúl Reyes) y entre sus enseres fueron encontrados computadores, discos duros, USB, en cuyos archivos electrónicos supuestamente aparecen los nombres de distinguidas personalidades del país como la senadora Gloria Inés Ramírez, el ex representante Wilson Alfonso Borja Díaz e intelectuales y académicos como Miguel Ángel Beltrán, sociólogo de la Universidad Nacional, y Liliany Patricia Obando Villota, también socióloga de la UN, que utiliza los seudónimos de “Sara” o “Pastusa” y se encargaba desde 1996 de conseguir recursos económicos para el grupo ilegal del FARC.

Todo aquello sucedió en la acción militar denominada Operación Fénix, que se ejecuta en el marco de programa de gobierno de la política de “seguridad democrática” del señor Álvaro Uribe Vélez”, operación bélica dentro de la táctica y estrategia de la concepción militar del “conflicto de baja intensidad”, donde se bombardeó territorio ecuatoriano de manera ilegal e inconstitucional y de igual forma los “operadores judiciales” que legalizaron de manera irregular las pruebas recaudadas en dicho operativo, entre otras la lámpara de Aladino de Raúl Reyes, que resistió las toneladas de explosivos que fueron arrojadas contra su campamento, incluidas las bombas inteligentes con el apoyo de la CIA.

El 3 de marzo de 2008, cuando Pablo Montoya, alias ‘Rojas’, se entregó al Ejército, llevaba consigo la cédula, el pasaporte y la mano derecha de ‘Iván Ríos’ como una prueba de que él había asesinado al integrante más joven del Secretariado de las FARC.

El guerrillero también entregó a las autoridades algo que consideraba tan importante como el cuerpo de ‘Ríos’: el computador del jefe subversivo.

‘Rojas’ estaba seguro de que el portátil del hombre que asesinó podía resultar tan revelador como los que habían sido encontrados en el campamento de Raúl Reyes, en Ecuador. ‘Rojas’ estaba equivocado.

Increíblemente, en el proceso contra Liliany Patricia Obando Villota, que se inicia con el computador de alias Raúl Reyes y como la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Penal- el 18 de mayo de 2011 declaró “nulas de pleno derecho” dichas pruebas, ya que las autoridades nacionales desprovistas de facultades de policía judicial, desatendiendo la anterior preceptiva, desde la Constitución Política hasta los convenios de cooperación judicial y asistencia suscritos y ratificados por Colombia, pasando por las leyes de procedimiento penal vigentes (leyes 600 de 2000 y 906 de 2004), practican inspecciones y recogen elementos de conocimiento que luego incorporan al país y propugnan por su judicialización, dado el carácter de esencialidad que reviste la falta, esas pruebas son ilegales y conforme lo manda el artículo 29 de la carta fundamental les aplica la cláusula de exclusión.

Démonos cuenta de que alias Rojas asesinó en estado de indefensión al comandante Iván Ríos y que, de acuerdo con el párrafo anterior, este asesino (Rojas) embala la cédula, el pasaporte y la mano derecha de ‘Iván Ríos’ y su computador como una prueba. ¿Desde cuándo alias Rojas cumple funciones de policía judicial? No podía entonces en el caso de Liliany allegarse de una manera triangulada del computador de Raúl Reyes al de Iván Ríos, remitidos por la sección de delitos informáticos. Esa prueba también ha debido excluirse porque es nula de pleno derecho.

También se conoce que han aparecido los computadores de alias el Mono Jojoy, alias Alfonso Cano, alias Chucho y muchos otros de jefes guerrilleros que han sido abatidos o capturados en operativos militares donde se utilizan bombas inteligentes, cada una pesa unos 300 ó 350 kilos, cargada. Sólo los explosivos pueden pesar entre 150 y 200 kilos.

Nadie se explica cómo esos computadores “blindados” pueden resistir semejantes bombardeos que destruyen y destrozan todo lo que encuentran a su alrededor, pero los únicos sobrevivientes son los computadores que han decidido rebelarse contra las Fuerzas Militares y la Justicia colombiana y como en la serie de Misión Imposible decidieron autodestruirse para que no se realicen más en Colombia “falsos positivos judiciales”.

Abril 14 de 2014.

 


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De: Ruben1919 Enviado: 29/04/2014 13:14

El coletazo de la Operación Fénix

Por
webmaster
22/04/2014Colocado en: Centro, Documentos

Las perversiones de un montaje judicial contra la oposición política 

Foto: Justice for Colombia. Marzo 1 de 2012

Foto: Justice for Colombia. Marzo 1 de 2012

“No me juzgues por mis éxitos,
júzgame por las veces que me caí
y volví a levantarme”
Nelson Mandela

Liliany Obando*

Un proceso sin garantías

El 1 de marzo de 2012, me fue finalmente concedida la libertad provisional, coincidencialmente a cuatro años de haberse llevado a cabo la Operación Fénix en Sucumbíos, Ecuador, en la que fuera abatido el líder de las FARC-EP Raúl Reyes, junto a otras 26 personas entre guerrilleros y civiles, y de cuyo campamento se sustrajeran ilegalmente supuestas evidencias sobre las que meses después se edificaría el esperpento de la “farc-política”1, proceso político-jurídico en el que fui una de las vinculadas. Habían pasado entonces 43 meses físicos de detención preventiva, es decir, como sindicada, sin haber sido condenada por los delitos que se me imputaban: rebelión2 y administración de recursos con fines terroristas3.

La libertad provisional me fue concedida después de varios intentos fallidos ante los tribunales. Fue decisiva la presión internacional que señalaba la evidente prolongación ilegal de la privación de mi libertad sin que hasta esa fecha se hubiese proferido un fallo. Entre tanto, el proceso judicial seguiría su curso.

Durante estos dos años de libertad provisional, un “batir de alas” prestado, he tratado, no sin dificultad, de continuar con mi vida en todos sus campos: el político, el de activista por los derechos humanos, el de madre, el de hija, el de estudiante, el de profesional, etc. Pretendiendo hacer una vida “normal” bajo la presión permanente y la incertidumbre ante el proceso penal irresuelto.

Con el concurso de mi defensor4 y conocedores de memoria de un proceso atravesado de principio a fin de ilegalidades, agotamos uno a uno los recursos jurídicos ante la legislación colombiana durante estos casi seis años desde que fui detenida el 8 de agosto de 2008. Uno y otros jueces de conocimiento asumieron mi proceso durante el tiempo del juicio. También cambiaron varias veces los delegados del ministerio público, el que debe garantizar la “legalidad” del proceso. La fiscal de hierro, Nancy Esperanza Pardo Bonilla, fiscal 19 de la Unidad Nacional contra el Terrorismo, en cambio, permaneció inamovible todo el tiempo.

La última jueza de conocimiento de mi proceso, Ximena Vidal Perdomo, del juzgado noveno penal del circuito especializado de Bogotá, como una maga, sacó un as bajo la manga y decidió retirar del proceso la práctica de pruebas en el exterior, a favor de la defensa, que había sido aprobada desde el principio del mismo, dejando a la defensa sin una prueba importante y vulnerando así el debido proceso.

El afán que veríamos hasta el final en jueces y fiscales, que actuaban bien orquestados, obedecía claramente a la decisión de no permitir que el proceso prescribiera5. La fecha de prescripción del proceso tendría lugar el 8 de abril del presente. La jueza entonces procedió prontamente a proferir sentencia el 28 de junio de 2013: se me condenó entonces por el delito de “rebelión” a una sentencia de 70 meses de prisión, una multa de 121 salarios mínimos mensuales legales vigentes ($707 millones de pesos, unos USD 368.347) y una pena accesoria de inhabilitación para el ejercicio de derechos y cargos públicos por el mismo lapso de la pena principal.

Al tiempo se me absolvió del delito de “administración de recursos con fines terroristas”, delito este último que me mantuvo en la órbita de la Justicia especializada antiterrorista6 y por cuenta de la cual tuve que pasar largos años en detención preventiva en establecimiento carcelario, pues era entonces considerada un “peligro para la sociedad”. Otra de las injusticias de este proceso.

Y para nuestra sorpresa, el fallo estaba basado ya no en los correos del computador de Raúl Reyes, declarados ilegales como prueba en cualquier proceso penal por la Corte Suprema de Justicia7, sino en un informe de policía judicial producido por el investigador de campo del CTI8 Néstor Alfonso Torres Ospina sobre los correos del computador de otro miembro del Secretariado de las FARC, Iván Ríos, quien fuera asesinado por un miembro de su guardia personal, el carnicero conocido como “Rojas”, cuyo nombre es Pedro Pablo Montoya, quien además cercenó la mano derecha de Ríos y sustrajo su computador personal para entregarse al Ejército Nacional junto con tan macabras “evidencias”.

Las otras perversiones fueron entonces que ni los informes de policía judicial tienen valor probatorio en un proceso penal, como el que se hizo valer en mi caso, y que ni siquiera la prueba reina, es decir, la copia espejo del computador de Iván Ríos, estuvo nunca en el expediente. ¿Cómo controvertiría la defensa una prueba que nunca conoció?

Y lo peor, ¿cómo es que ahora van a validar como prueba un computador, el de Iván Ríos, que fue obtenido tras su asesinato por un ex guerrillero y sin conservar las normas de manejo del levantamiento de pruebas técnicas? Hasta donde sabemos, “Rojas”, el asesino de Ríos, no era ningún perito de informática forense de la Policía Nacional.

Ante tal decisión procedió la defensa a interponer el recurso de apelación de la sentencia ante la siguiente instancia, de acuerdo a la legislación colombiana, la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá. En esta oportunidad, conociendo la dinámica de este proceso, más político que jurídico, ya no nos sorprendió ni la prontitud ni la decisión de esta instancia emitida el 11 de octubre de 2013, en el sentido de confirmar íntegramente la sentencia emitida por la jueza de primera instancia.

Nos quedaba entonces recurrir a la última instancia legal, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. ¿Cómo podría ser posible que siendo la misma Corte la que declarara la ilegalidad de las pruebas en el caso de los computadores de Raúl Reyes, emitiera sentencia en contra de su propia jurisprudencia? -pensé. Si estudiaba de fondo la apelación de la defensa se daría cuenta de que el proceso está lleno de ilegalidades.

Pero la Corte también tiene la potestad de inadmitir, es decir, no estudiar de fondo una petición de casación. Y justo eso fue lo que hizo en mi caso. También obrando con una celeridad no vista en otros procesos, resolvió como inadmisible la demanda el 3 de abril de 2014, es decir, faltando cinco días para que el proceso prescribiera. La sentencia así quedó en firme en última instancia.

Finalmente en la sentencia y después de 43 meses de prisión física y casi seis años de un proceso judicial tortuoso, ahora sí se me reconoce mi condición de madre cabeza de familia con menores de edad a cargo, nueve veces negada en el pasado, y además mi otra condición, la de una profesional, una socióloga, y así de repente dejé de ser “un peligro para la sociedad”, por lo tanto se me concedió la detención domiciliaria. Yo no soy abogada, pero lo vivido sí me permite hilar fino…

Ahora nos queda buscar justicia en las instancias internacionales y por eso presentaremos el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y hemos emprendido desde ya una amplia campaña de denuncia y búsqueda de solidaridad y acompañamiento nacional e internacional, entre otras cosas, porque mi caso es sólo la punta del iceberg de lo que puede venir después en contra de otros miembros de la oposición política en Colombia.

El proceso de las “farc-política”, segunda parte:

Muchas personas que me conocían creyeron que ese 1 de marzo de 2012 había recuperado mi libertad definitiva y pronto se olvidaron del caso. Y es que en nuestra patria cada día trae su afán, con tantos y tantos casos de violación y muerte.

Pero éste, el caso al que sus oscuros arquitectos denominaron “farc-política”, no ha muerto como pensamos tiempo atrás, cuando la Corte Suprema de Justicia declaró la ilegalidad e ilegitimidad de los computadores del abatido jefe insurgente Raúl Reyes. Lo han venido resucitando y perfeccionando con fina filigrana, conectándolo maquiavélicamente con otros supuestos correos extraídos, quién sabe con qué ilegalidades, de otros computadores de afamados jefes insurgentes abatidos en operaciones militares, no siempre respetando el marco de la legalidad y de una guerra “limpia”.

Los ideólogos de la “farc-política” también han experimentado con quienes hemos sido vinculados y puestos presos en este proceso, como es el caso del profesor Miguel Ángel Beltrán, el periodista y director de Anncol, Joaquín Pérez Becerra, y conmigo misma, en mi condición de socióloga y defensora de derechos humanos. Como no pudieron contra nuestra lealtad, firmeza y convicción de que el pensamiento crítico y la oposición son nuestros derechos, se propusieron condenarnos a toda costa sin importar cómo llegarían a ello.

Pero no se trata de nuestros casos individuales. Su apuesta es hacerlo extensivo a muchos más dentro de la amplia gama de la oposición política. Una sentencia como la mía, o la del periodista Joaquín Pérez Becerra, o la persecución administrativa que padece el profesor Miguel Ángel Beltrán de manos del procurador inquisidor Ordóñez, a pesar de haber sido absuelto del proceso penal, serán los referentes legales usados para criminalizar a esas otras y otros. Esa ha sido nuestra voz de alerta, que hicimos a todo pulmón incluso desde el encierro, aunque en ese entonces no llegó a muchos “oídos receptivos”.

El afuera después del encierro

Si bien estar confinado en una prisión colombiana es una situación terrible que nadie desea, otro tanto ocurre cuando recuperamos nuestra libertad. La situación de violaciones a los derechos humanos en Colombia es así de sistemática y grave y la perduración del conflicto interno tan larga como cruenta, que nuestros esfuerzos por denunciar y solidarizarnos con quienes las padecen parecen ser insuficientes.

No obstante, esa no puede ser excusa para no hacer el máximo esfuerzo. También hay que ser autocríticos frente a prácticas en las que la solidaridad es sólo discursiva, en las que nos volvemos indolentes ante el sufrimiento de nuestros propios compañeros y en las que se toleran inconsecuencias en el interior de nuestras organizaciones sociales y políticas.

Bien dice el dicho popular que “en la cárcel y en el hospital se conocen los amigos”. Tan cierto es, que después de vivir ciertas soledades de este tipo, empezamos a recomponer milimétricamente nuestras vidas contando con sólo algunas partes de lo que fuera el rompecabezas de nuestro pasado. Por esta cuenta nuestras familias se reducen a su mínima expresión, y la lista de amigos y compañeros se depura sustancialmente.

La estigmatización, persecución y soledad es la realidad que compartimos la mayoría de ex prisioneros políticos una vez fuera de las tenebrosas prisiones colombianas. Padecemos una especie de lepra que nos hace poco atractivos para ciertas personas con quienes ayer compartimos el aula, el sindicato, la oficina, la calle y hasta el amor. Algunos viejos conocidos con quienes te encuentras en la calle, aun tiempo después, evitan a toda costa el intercambiar su correo o número de teléfono y hasta saludarte en público.

Ya ante lo inevitable del encuentro abundan en excusas de todo tipo para justificar que nunca estuvieron acompañándonos en la adversidad. Las puertas laborales y académicas están prácticamente cerradas y no siempre hay una bienvenida para continuar con la militancia, con tu organización de base, aquella que vivíamos hasta que nos topamos con la cárcel y que resistentes también mantuvimos en el encierro. Pero nuestro compromiso testarudo nos hace permanecer y continuar en el intento. Bien dicen que “cada quien es dueño de sus propios miedos” y nosotros no estamos para juzgarles sino para construir con nuestro propio ejemplo.

Durante el presidio y al recuperar la libertad, escuchamos aún las especulaciones y desconfianzas que se tejen en voz baja en torno al por qué estuvimos en una cárcel… Por qué no hicieron esto o aquello, opinan otros, pero muy pocos propiciaron en su momento el escenario que ayudara a evitar situaciones de riesgo. Casi nadie se mete debajo de nuestra piel y existencia para entender que a veces, aunque se quiera, es difícil escapar de ciertas circunstancias que se nos ponen de camino y que no controlamos.

Después de la cárcel el proceso de volver a vivir es tan complejo como el mismo de afrontar la privación de la libertad. Viví, como muchos otros, con mi familia, una extenuante situación de zozobra en una gran soledad, con contadas, efectivas e inolvidables muestras solidarias, especialmente trasatlánticas.

Durante este tiempo que permanecí con la “libertad prestada” seguí haciendo mi trabajo de hormiga para aportar con un granito de arena a este sueño de una patria justa y en paz y sin olvidar a quienes quedaron tras las rejas. Pero mi familia y yo seguimos siendo permanentemente hostigados, amenazados, fotografiados y seguidos por organismos de seguridad del Estado y otros… No hubo forma ni tiempo para terapias ni individuales ni colectivas que nos permitieran sobreponernos a esa realidad vivida contra nuestra voluntad.

La situación de seguridad y riesgo por mi presencia entre mi núcleo familiar se hizo tan difícil que tuve que tomar una decisión drástica para tratar de evitar el asedio a mis seres queridos. Pocas personas saben a ciencia cierta, por ejemplo, lo que significa para una madre con menores a su cargo el tener que separarse nuevamente, aunque sea de forma temporal, ante la eventualidad de una situación de riesgo, quedando unos y otra desolados en total impotencia. Esa otra separación para proteger las vidas, que viví por un tiempo, produjo un dolor desgarrador e indescriptible en nuestra familia.

Y quién pudiera imaginar que deambulando por la geografía patria de un lado a otro, en la búsqueda de solidaridades, a la espera de que el nivel de amenaza disminuyera, arrancando entre tanto la supervivencia personal y de los míos, sin dejar de lado mis convicciones comprometidas, me iba a topar con la peor experiencia de mi vida y me iba a convertir en una mujer más que era maltratada, desconocida y degradada en su más profunda esencia. Padecer largamente en silencio esa violencia que es invisible para otros, fue para mí una experiencia aún más terrorífica y dolorosa que la misma cárcel.

Porque en la cárcel sabes que estás en poder de quien te ve como su enemigo y se te vuelve un reto personal el resistirla. Pero la de las violencias contra las mujeres, incluso las más sutiles, esa es otra historia. La que viví aún no logro superarla y debo todavía procesar y en algún momento sacar a la luz lo vivido para que no se repita la historia. No por nada dejó en mi ser femenino su indeleble cicatriz para que no me permitiera olvidar. Sólo traigo aquí este trozo de mi historia personal para reflexionar colectivamente sobre aquellas vivencias extremas que en vez de derrotar, reafirman.

Mi compromiso y sueños, con la búsqueda de la paz con justicia social y la construcción de ese nuevo país, sigue incólume. Y como mujer defensora de derechos humanos, mi compromiso también se reafirma con esa militancia política revolucionaria en torno a lo femenino. Las violencias contra las mujeres son una afrenta a la dignidad humana y en la cárcel miles de mujeres soportan la indiferencia e invisibilidad.

Esta mujer del pueblo que las lógicas irracionales de la guerra quisieron silenciar y enterrar, está ahora más viva, colectiva y libertaria. Una vez más el ave fénix revolucionaria retorna de las cenizas en nuestra lucha…


Socióloga, defensora de derechos humanos, sobreviviente del genocidio contra la Unión Patriótica y prisionera política.

 
  1. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=133916
  2. La rebelión es de acuerdo a la legislación penal colombiana un delito político.
  3. La conducta punible de “administración de recursos con fines terroristas” se circunscribe dentro de los delitos no políticos de acuerdo a la legislación penal colombiana.
  4. Eduardo Matyas Camargo, abogado, catedrático y defensor de derechos humanos de la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos.
  5. De acuerdo al Código Penal colombiano, la acción penal y la pena privativa de la libertad “prescribe en el término fijado para ella en la sentencia o en el que falte por ejecutar, pero en ningún caso podrá ser inferior a cinco años. La pena no privativa de la libertad prescribe en cinco años”. Título IV. Capítulo Quinto, arts. 83 y 89.
  6. Los procesos judiciales que son llevados en los despachos de la Justicia especializada son atendidos por jueces y fiscales antiterrorismo. Varios de éstos pertenecen o fueron activos de las fuerzas de seguridad del Estado o reservistas de las mismas, lo que de entrada no garantiza el debido proceso a los imputados. Además los tiempos de los procesos ante la Justicia especializada se duplican, como también se agrava el tiempo de las condenas.
  7. El 18 de mayo de 2011, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia declaró “nulas de pleno derecho” dichas pruebas.
  8. Cuerpo Técnico de Investigaciones.


 
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