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General: FELICIDADES SHAKESPEARE !
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 06/05/2014 10:34 |
¡Felicidades, Shakespeare!
El 450º aniversario del nacimiento del dramaturgo es la excusa perfecta para recorrer su villa natal, Stratford-upon-Avon, con sus teatros, sus cafés y sus coquetas calles
M ás inglesa imposible, la ciudad que vio nacer y morir a William Shakespeare (1564-1616) es la quintaesencia de lo que uno espera del medievo británico. De 25.000 habitantes, tiene casas blancas con entramados de madera y techos de paja, magníficos castillos e iglesias góticas, extensas superficies verdes, coffee and tea shops y pubs, muchos pubs.La semana pasada, con el 450º aniversario de su nacimiento —el 23 de abril—, arrancó un año de celebraciones por todo lo alto.
8.30 Desayuno en Hobson’s
Shakespeare nació en Henley Street (1), en una amplia casa que ha sido recuperada recreando con la máxima fidelidad detalles de la vida cotidiana del siglo XVII. Junto a ella se halla el Shakespeare Centre (2) (Henley St). “El mundo sería un lugar mucho más pobre sin la obra de William Shakespeare”, se lee en uno de los paneles de la exposición que analiza la obra del dramaturgo inglés. Henley Street es una de las arterias principales de Stratford-upon-Avon y forma parte de la decena de antiguas calles que prosperaron como mercado en la Edad Media. A pesar de las apariencias, tiene un trasfondo vibrante, con excelentes restaurantes y un entorno precioso para andar. Cerca de la casa de Shakespeare, Hobson’s Pastisseries (3) (1 Henley St.) tienta con irresistibles pasteles y convence a cualquiera para entrar a desayunar, a la espera de que abran las puertas del Shakespeare Centre a las 9.00.
10.00 Cinco edificios
El callejeo se impone tras esta primera aproximación al universo shakespeariano: Bridge Street y High Street, donde se halla la casa de otro eminente ciudadano de Stratford, John Harvard (4) (1607-1638), fundador de la universidad americana que lleva su nombre; en Chapel Street se visita otro de los cinco edificios relacionados con la vida de William Shakespeare, la Nash’s House & New Place (5). Aquí vivió Elisabeth, una de las hijas del escritor, y aquí decidió Shakespeare, en New Place, pasar sus últimos días. Si se tiene un poco de hambre, merece la pena detenerse en el agradable café de época de la casa. En Church Street (6) se extiende una hilera de preciosas casitas del siglo XVI, las Almshouses, construidas para albergar a personas necesitadas y que hoy, todavía, son el hogar de ancianos con pocos recursos.
La ciudad se va volviendo verde cuando se toma Old Town —camino de la Holy Trinity Church (7)—, donde se halla otra casa vinculada a Shakespeare, la lujosa Hall’s Croft (8), en la que residió su hija Sussana. Al final de la calle despunta la silueta del templo gótico. Existen auténticos peregrinajes para rendir homenaje a la sepultura de Shakespeare situada en el presbiterio, donde el escritor yace junto a su esposa ante la atenta mirada de un busto policromado del dramaturgo que data de 1623.
12.00 Tres teatros
La picuda torre de la Holy Trinity se refleja en el río Avon. Allí empieza Southern Lane, el paseo fluvial que regresa hasta el centro de la ciudad y en el que se ubican las tres grandes instalaciones teatrales de la Royal Shakespeare Company. Para conocerlas bien merece la pena apuntarse a una de las rutas guiadas que organiza a diario la institución. Tres teatros de tamaño distinto y con distinta finalidad: el Courtyard Theatre (9), dedicado a las propuestas más innovadoras; el Swan Theatre (10), de aforo pequeño, apto para montajes cercanos, y el Royal Shakespeare Theatre (11), magnífico, en el que se ponen en escena las grandes obras shakespearianas (en estos momentos y hasta el 6 de septiembre está programado un fabuloso Enrique IV). Hora del almuerzo y varias opciones, desde el mismo restaurante del teatro, el Rooftop, situado en la tercera planta, moderno y con unas vistas magníficas sobre el río Avon; o el clásico Black Swan (Waterside), también llamado Dirty Duck (12), frecuentado por los actores de la RSC y de cuyas paredes cuelgan fotografías de famosos actores que han colaborado con la compañía. Otra propuesta es The Arden Hotel (13) (Waterside), con una magnífica terraza y comida excelente.
15.00 La torre y el río Avon
Para tomar las medidas de la ciudad y sus alrededores hay que subir a la torre del Royal Shakespeare Theatre, de 36 metros de altura. Forma parte de la última reconstrucción del teatro, inaugurada en 2010. La torre se inspira en la que tuvo el edificio victoriano original, que quedó casi totalmente destruido por un voraz incendio en 1926. El Avon lame el costado derecho de este edificio ecléctico; el bar de la planta baja y la cafetería art déco del primer piso disfrutan de la vista del río y de los jardines que lo flanquean. Los barcos lo surcan cerca del medieval Bridgefoot, a cuyo alrededor se hallan animados locales —The Lazy Cow (14) (Bridgefoot), con mesas junto al río— que abren desde la tarde hasta medianoche. Aquí también empieza el canal navegable que une Stratford con Birmingham.
17.00 La hora del té
Nos dirigimos a Sheep Street (15), la calle de los restaurantes, de los coffee shops y los establecimientos más a la última. Cordelia (31 Sheep St.) es buen ejemplo de ello, una tienda de ropa vintage regentada por dos simpatiquísimas mujeres dispuestas a contar que el edificio en el que se ubica la tienda fue construido en 1485 —“seguro que Shakespeare estuvo aquí”, bromean—. Ellas mismas nos indican que en Stratford hay que tomar un té en The Fourteas (24 Sheep St.), situado enfrente. Fourteas (juego de palabras con fourty’s) recrea la Inglaterra de los años cuarenta. La oferta de tés y pasteles caseros es excepcional, y sus camareras vestidas de época no tienen desperdicio. Muy cerca se halla una de las dos galerías de arte de la ciudad, la Whitewall Gallery (50 Sheep St.), atendida por Josephine, una madrileña encantada de mostrar su Stratford de adopción. Ella nos guía hasta el restaurante Loxley’s (3 Sheep St.), con interesantes propuestas culinarias que reinterpretan recetas tradicionales británicas. El Opposition Bistro (The Oppo, 13 Sheep St.), justo al lado, es otra más que recomendable opción.
Sheep Street comunica con Ely Street y el Antiques Centre (16) (60 Ely St.), una suerte de galería con más de 50 puestos repartidos en dos plantas, repleta de antigüedades y piezas de coleccionista donde hay que perderse buscando el objeto más peculiar o el más valioso.
19.00 A la luz de las velas
Una visita a Stratford no estaría completa sin asistir a una representación de la Royal Shakespeare Company (Waterside) en el Swan o en el Royal. ¿Y qué mejor que acabar una sesión teatral con un delicioso tentempié amenizado con música en directo? Nos dirigimos al Church Street Townhouse (17) 16 Church St.), un hotelito con 12 habitaciones, restaurante y bar de copas ubicado en un precioso edificio del siglo XVI. En una de sus mesitas, rodeados de penumbra, observamos grabados del Stratford-upon-Avon que vio nacer y morir a Shakespeare mientras disfrutamos de una cena a la luz de las velas.
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Shakespeare esquivo
Su localidad natal, Stratford-upon-Avon, recuerda al célebre y misterioso dramaturgo inglés
Es paradójico que sepamos tan poco del hombre que encarnó “el espíritu de su época”. Acerca de William Shakespeare ignoramos datos tan esenciales como la fecha en que nació o la razón de su muerte; en su biografía hay espacios en blanco de varios años, y no contamos con ninguna descripción de su carácter. La oscuridad que lo rodea se evidencia en que, siendo el escritor más importante de todos los tiempos, solo se conservan 14 palabras de su puño y letra: seis firmas y la declaración “por mí” al final de su testamento. No es de extrañar que el admirador de Shakespeare peregrine a su pueblo natal, Stratford-upon-Avon, a la espera de averiguar más sobre el dramaturgo.
Stratford, en el condado de Warwickshire, cobró fama en el siglo XIII por sus mercados. Hoy vive sobre todo del turismo en torno a la figura de su vecino más célebre. Lo primero que sorprende es lo evidente; en Stratford las calles están asfaltadas y hay supermercados y franquicias de comida rápida. Nada de suelos embarrados ni de banda sonora de repiques de herreros y gruñidos de cerdos que hozan en los patios. Quien espere disfrutar de una experiencia isabelina, o algo parecido, debe dirigirse a la céntrica Henley Street, donde se encuentra la casa natal de William Shakespeare.
Es una construcción sencilla, con dos plantas y estructura de roble, aunque mayor que la media de las viviendas de la época. El padre de William, John Shakespeare, fue un hombre próspero. Era artesano guantero y desempeñó varios cargos públicos, desde el muy agradecido de catador de cerveza al de alguacil. Tenía su taller en la planta baja. Los procesos para tratar la piel de los guantes eran fuente continua de malos olores, quizá de ahí las muchas referencias en las obras de Shakespeare a la fetidez. También en la planta baja se encuentra la cocina. Atiborrada de utensilios y con una profunda chimenea, es donde más fácil resulta imaginar cómo era el lugar cuando el pequeño Shakespeare correteaba por allí. No es extraño que Benito Pérez Galdós, también de peregrinación, escogiera uno de los bancos a los costados de la chimenea para sentarse un rato en silencio, como recogió en sus memorias.
Scott y Dickens
En la planta superior hay tres dormitorios. En uno de ellos nació Shakespeare. Hoy las paredes están restauradas y limpias. Hasta hace no mucho era costumbre entre los visitantes dejar su firma como testimonio de su paso. En una vitrina se conservan los cristales emplomados originales de la ventana, cubiertos de firmas trazadas con las piedras de los anillos. Entre las rúbricas, algunas tan insignes como las de Walter Scott y Charles Dickens, que producen una extraña combinación de mitomanía y desagrado, por lo que tienen de vandalismo. Gracias a Dickens podemos ver la casa en su ubicación original. A mediados del siglo XVIII, el empresario estadounidense P. T. Barnum quiso adquirirla, desmontarla piedra a piedra y llevársela a su país. La amenaza condujo a la creación del Shakespeare Birthplace Trust, y una campaña emprendida por Dickens permitió recaudar el dinero necesario para que la fundación comprara la casa, que desde entonces gestiona.
Las demás casas históricas de Stratford, como las granjas donde nacieron la madre y la mujer de Shakespeare, tienen una conexión más liviana con él, y en ellas aumenta el efecto parque temático. Lamentablemente no podemos ver New Place, la casa que Shakespeare adquirió en su madurez. Un propietario posterior, harto de las visitas inesperadas que pedían ver el lugar, tomó una decisión drástica: demoler la vivienda. En su tiempo fue la segunda más grande del pueblo, con diez chimeneas y dos jardines. Sin embargo, debido a la cercanía del mercado de quesos, Shakespeare no se libró de los malos olores.
Un corto paseo por calles con negocios con nombres de personajes de Shakespeare lleva al río Avon. Su placidez no debe engañarnos. En la obra del dramaturgo hay hasta 59 referencias a ríos, de las que 26 tienen que ver con inundaciones. Eran cosa frecuente en la época las crecidas repentinas.
A la orilla del Avon está la iglesia de la Santísima Trinidad, donde reposan los restos del autor. El terreno que la rodea, con árboles retorcidos y lápidas de piedra, nos retrotrae al Renacimiento inglés más incluso que la casa natal. El sigilo que impone el recinto sagrado mitiga el efecto de los turistas. Shakespeare descansa en el presbiterio y su epitafio maldice a quien ose cambiar de lugar sus huesos. Junto a la tumba, en uno de los muros, figura una de las pocas imágenes que se conservan de William Shakespeare: una escultura pintada que muestra al dramaturgo de cintura para arriba. Su autor la esculpió siete años después de la muerte de Shakespeare, pero al parecer lo conocía y la escultura contó con la aprobación de familiares del retratado. A Mark Twain no le gustó nada; dijo que tenía “la expresividad de una vejiga”. Por lo tanto, es un alivio averiguar que para entonces había sido blanqueada y repintada varias veces, así que los rasgos que vio, y que nosotros vemos ahora, tienen poco que ver con los verdaderos del dramaturgo. En el lado malo, Shakespeare, de un modo u otro, continúa ocultándose de nosotros.
» Jon Bilbao es autor de Shakespeare y la ballena blanca (Tusquets, 2013).
Guía
Visitas
» Casa Natal de Shakespeare (www.shakespeare.org.uk; +44 1789 20 40 16). Henley Street. Entrada adulto, 17,50 euros.
» Por 26,30 euros se puede comprar un pase para visitar los cinco lugares vinculados con el dramaturgo en Stratford.
Información
» Oficina de turismo de Stratford-upon-Avon (www.stratford-upon-avon.co.uk)
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La alquimia de Ferran Adrià, en versión inglesa
El 'chef' Heston Blumenthal revoluciona la cocina británica
En Maidenhead, un pueblecito de la campiña de Berkshire, se inicia esta ruta saboreando un gel de codorniz en el restaurante El Pato Gordo. Un espacio que rivaliza con El Bulli como imán de 'gourmets'.
El Sonido del Mar, plato fuerte, incluía espuma de ostras, almejas y algas sobre un lecho de arena playera. Y un iPod encajado en una caracola: había que probar el plato escuchando el sonido de olas y gaviotas
Casi 500 libras, o 739 euros, acaba costando el cubierto para dos personas. Sentarse a la mesa en el restaurante del audaz 'chef' británico es más una experiencia estimulante que un lugar donde uno querría almorzar a diario
Del Cisne de Stratford al Pato Gordo. O lo que es lo mismo, del culto nacional a William Shakespeare, emperador de la cultura inglesa, al Fat Duck, el restaurante hiperespacial meca de gourmets de todo el mundo: una evolución a la inversa que no es mal emblema de cómo han ido cambiando los modos (y las modas) de vida en Inglaterra tras diez años de agridulce tercera vía a la Blair. Stratford-on-Avon, cuna del Bardo y epicentro de la obsesión británica con su propia tradición, no está muy lejos de Maidenhead, el pueblecito de Berkshire donde el restaurante de Heston Blumenthal (41 años) acumula distinciones (entre ellas, las tres estrellas michelin) y rompe pérfidamente con todas las tradiciones culinarias de una Albión encantada con el meneo.
En un fin de semana se pueden visitar estos dos puntos calientes de la campiña inglesa profunda, y sacar luego las conclusiones que se estimen oportunas: ¿té o nitrógeno? ¿Gel de codorniz o apple pie de la tía Mary Stuart?
El Fat Duck exhibe la modestia que sólo se pueden permitir los más exitosos. Una plaquita de latón sobre el dintel garantiza la licencia de Blumenthal para servir comidas y alcohol, y sobre ella, una enseña que anuncia las intenciones de retorcer con ironía las viejas tradiciones: al estilo de los pubs con solera, luce el emblema de la casa: tres cubiertos procedentes de un pato desmembrado. Ni nombre a la vista, ni cartel con sus tres estrellas Michelin, ni lista de condecoraciones (y las tiene todas). Quienes lo atraviesan abandonan toda esperanza de comer como antes; o simplemente como hasta hoy.
Gachas de caracol
Dentro, una sala modesta y de techos bajos, como la de cualquier cottage de las islas. Paredes blancas, pintura de embajada y mesas cercanas pero no apretujadas, llenas de parejas arregladas para la ocasión y grupos de cuatro o cinco ejecutivos trasplantados de la City.
Blumenthal empieza desplegando todo su arsenal. Un camarero acerca su carrito y con un chorro de nitrógeno transforma una mezcla de claras de huevo, lima y vodka en un merengue helado. El comensal recibe la orden de tragárselo de un golpe. Y ya no recupera el aliento durante las cuatro horas que dura la montaña rusa gastronómica de 16 platos (con sus correspondientes y sofisticadísimos vinos, de Canadá a Portugal, pasando por un sake japonés) que propone el Pato Gordo.
En el menú que me tocó en suerte había platos tan temibles sobre el papel como unas inquietantes gachas de caracol. Sin embargo, uno entiende enseguida que está en buenas manos: el nombre del porridge habría bastado para fulminar a la incombustible señorita Marple, pero sobre las gachas de un verde fosforescente a base de perejil se situaban tres caracolitos tiernos e inofensivos y virutas de un jamón Joselito excelente. Pasado el susto (y apreciada la broma), llegan otros platos marcianos, estrafalarios y hermosos a su manera: helado de mostaza con gazpacho de lombarda, gelatina de codorniz, salmón marinado en regaliz, ostras con fruta de la pasión.
Sabor a musgo húmedo y a humo
Todo esto, poco a poco, hace pensar en cosas que uno ha vivido o leído de niño. Algo lleno del mismo humor británico flemático y extravagante de los platos que se suceden sobre la mesa.
Llega el camarero con una cajita diminuta; dentro hay una de esas láminas finísimas que se toma la gente cuando tiene mal sabor de boca y es demasiado vaga para masticar un chicle. Sabe a musgo húmedo y a humo, y casi a paseo por el bosque en una tarde de invierno. Y entonces se cae en la cuenta: Roald Dahl. El Pato Gordo es, de alguna manera, el heredero directo de la fábrica de chocolate de su libro más famoso. Blumenthal es el Señor Wonka de los cocineros, y todos, un poco Charlie -o un poco Veruca Salt, o Augustus Gloop- al sentarnos a su mesa y comenzar el desfile de prodigios comestibles.
Hay, claro, una línea muy delgada entre lo genial y lo pretencioso. A veces, uno se cansa de tantos sobresaltos: el Sonido del Mar, plato fuerte, incluía espuma de ostras, almejas y algas sobre un lecho de arena playera hiperrealista a base de tapioca y diminutas angulas. Incluía un iPod encajado en una caracola: había que probar el plato escuchando el sonido de olas y gaviotas. Mi amiga y comensal, con sensatez británica, se resistió murmurando algo acerca de la caída del Imperio Romano y los últimos días de Pompeya. Por suerte, todo el mundo estaba demasiado ocupado con sus auriculares, sorbiendo el mar, para escucharla.
Blumenthal dinamita otras tradiciones inglesas: su helado de beicon con huevo al nitrógeno haría palidecer al mismísimo lord Fauntleroy, y su versión del black pudding (la morcilla de las islas) debe tanto a nuestra ya casi olvidada sangre frita como al busto de sangre coagulada del escultor británico Marc Quinn, uno de aquellos artistas de la cuadra Saatchi hoy desaparecido en combate.
Al final, emocionalmente exhaustos todos y ahítos (los paneros harán bien en no tocar los bollitos, que se reponen como por arte de magia, si quieren llegar con vida al último postre), un camarero acaba de causar la consternación y el pánico general acercándose a la mesa al grito de ¡Buenos días!: trae el desayuno, a base de cereales (hechos con copos de chirivía y bañados en leche de chirivía también).
Aunque uno sea millonario (y hay que serlo para poderse permitir una cena para dos que cuesta 500 libras -739,64 euros-) el Fat Duck es más una experiencia estimulante que un lugar donde uno querría almorzar a diario.
Shakespeare sin respiro
Y para curarse de tantas novedades, desde luego, nada mejor que una excursión hacia el norte, hasta el epicentro mismo de la Merry England, que tal vez nunca existió, pero que reinventaron con todo detalle en el siglo XIX los victorianos más sentimentales. A orillas del río Avon, la cuna de Shakespeare es un poco lo que Salzburgo a Austria o Bayreuth a Alemania: un relicario nacional donde casi cada esquina, cada casa y cada pub tiene connotaciones históricas y simbólicas (y su correspondiente placa explicativa). Es una excursión ilustrativa, a medias divertida y a medias agotadora.
La casa del Bardo se conserva en la calle principal como sanctasanctórum de la historia y la literatura inglesas: todo en ella remite a Shakespeare, y permite desplegar en toda su gloria el gusto nacional por la memorabilia, por las figuras de cera y crin de caballo y la reconstrucción tal cual de ambientes y épocas. No sólo se conservan manuscritos shakespearianos y la cama, la pluma y casi hasta el orinal del genio. Incluso la orgullosa cofia de una señora que heredó la casa en el siglo XIX tiene derecho a vitrina.
Grupos de japoneses y estadounidenses recién desembarcados de sus autobuses abarrotan los cuartitos humildes; y un contingente abrumador de jubilados voluntarios acecha para explicarte, en cuanto bajas la guardia, detalles de la biografía de Shakespeare y de la vida cotidiana en sus tiempos: yo mismo recibí de boca de una ancianita imperiosa toda una clase magistral sobre la forma en que se desplumaba una perdiz o se cardaba la lana de los colchones sobre los que durmió el genio.
La visita organizada a Stratford suele incluir (y es una razón suficientemente buena para llegar hasta allá) una función de tarde de los montajes que la Royal Shakespeare Company representa en alguna de sus sedes en el pueblo. La más carismática es el noble Royal Shakespeare Theatre, construido en los años treinta a orillas del río por la arquitecta Elisabeth Scott.
Parece que la fábrica de ladrillo rojo es tan imponente como inadecuada, pero tras una agria polémica, los partidarios del apaño (británica virtud) han ganado a quienes proponían el derribo y la reconstrucción firmada por algún arquitecto glamuroso.
Durante este verano, por eso, las funciones tienen lugar en la sede provisional al otro lado de la calle. En el Courtyard Theatre, el gran Ian McKellen cumple con la cuasi obligatoria tradición actoral de ofrecer en su madurez su propia versión de El rey Lear, saltándose ágilmente el dicho de los teatreros ingleses: "Cuando eres lo bastante viejo para hacer de Lear, eres demasiado viejo para hacerlo". Pero en Stratford las viejas esencias se conservan tan frescas como el primer día (o casi), y nada nunca es demasiado antiguo.
- Javier Montes es coautor de La ceremonia del porno, premio Anagrama de Ensayo 2007.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegarMaidenhead (Berkshire) está a 50 kilómetros al este de Londres y a 135 kilómetros al sureste de Stratford-upon-Avon (Warwickshire). - Easyjet (www.easyjet.com) ofrece vuelos directos de ida y vuelta entre Madrid y el aeropuerto londinense de Luton desde 77 euros, tasas y cargos incluidos (para viajar en septiembre).- Con Iberia (www.iberia.com; 902 400 500), ida y vuelta a Londres-Gatwick cuesta, en septiembre, desde 127 euros, precio final.Dormir- STRATFORD-UPON-AVON: Ravenhurst Guest House (www.stratford-ravenhurst.co.uk; 0044 1789 29 25 15). Broad Walk, 2. Bed & breakfast en una casa victoriana. Unos 40 euros por persona.- Oxstalls Farm Stud (0044 1789 20 52 77; www.oxstallsfarm.com). Warwick Road.Una granja rodeada de jardines. Entre 40 y 55 euros por persona.Comer - MAIDENHEAD (BERKSHIRE):- Fat Duck (www.fatduck.co.uk; 0044 1628 58 03 33). High Street. Reservas de 10.00 a 17.00 de lunes a viernes. Máximo, grupos de seis personas. Abierto de 12.00 a 14.00 y de 19.00 a 21.30 de martes a domingos.- Hinds Head Pub (0044 1628 62 61 51; www.thehindsheadhotel.com). High Street. Alternativa barata del Fat Duck. Precio medio: 25 euros.Información- www.visitbritain.es.
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En la cocina con Shakespeare
Ruta por los Cotswolds, la región inglesa donde vivieron el dramaturgo y su mujer
En el Anne Hathaway's Cottage, vivienda de la mujer del autor de 'Hamlet', se inicia una ruta de suaves colinas. Los trapos de cocina con la silueta de la casa son el recuerdo más típico de la visita.
En noviembre de 1582, un joven de cabello rojizo y blanda papada, de oficio aprendiz de guantero, entró en la capilla del brazo de una mujer ocho años mayor. Se trataba de William Shakespeare y la que sería su esposa, Anne Hathaway, a la que conoció en Shottery, una aldea compuesta por un puñado de granjas a una milla de Stratford-upon-Avon. Él tenía dieciocho años, y ella estaba embarazada.
De Anne Hathaway se sabe muy poco, salvo eso, que debió de haber mantenido un idilio volcánico en alguna pradera cercana a Stratford con el que sería el poeta más grande de la lengua inglesa. Se sabe que Anne le dio tres hijos, y también se sabe que la única mención que William hizo de su esposa fue en su testamento, para donarle su segunda mejor cama. En torno a la boda y la relación que hubo entre la pareja, lo demás son conjeturas: que si la familia Hathaway obligó a Shakespeare a casarse al descubrir que ella estaba embarazada, y que para huir de ella, él vivió en Londres la mayor parte de su vida; incluso se ha llegado a decir (¡pero esto sí que es pura habladuría!) que ella es la verdadera autora de la genial obra del poeta inglés.
Estilo isabelino
Hoy, como entonces, se puede ir caminando desde Stratford hasta Shottery por un sendero estrecho salpicado de narcisos amarillos llegando hasta una casita que está en todas las cajas de chocolates y trapos de cocina que se llevan los visitantes, y que se llama "Anne Hathaway's Cottage", a unas 96 millas de Londres, y donde comienza nuestra ruta por los Cotswolds. El aspecto exterior de la casa sigue siendo el mismo que conoció el matrimonio Shakespeare: cubierta a dos aguas de paja, fachada de madera y ventanas de celosía. Pero, como es lógico, la estructura interna está muy alterada. Aun así, el visitante pasea por una casa isabelina con huerto y 12 habitaciones, un armatoste de cama con colchón cosido al cajón de madera, aparejos de la época y varias chimeneas del siglo XVI cuyo fuego debían mantener siempre encendido las mujeres. Cuentan los guías del cottage que por aquella época el hombre tenía derecho a azotar a la mujer si ésta permitía que el fuego del hogar se apagara; ahora, eso sí, con una vara que no fuera más gruesa que su pulgar (thumb). De ahí viene el dicho inglés de tener a la mujer "under one's thumb" (bajo el pulgar), que retoma la famosa canción de los Rolling Stones, "under my thumb, the girl who once had me down..." ("bajo mi pulgar, la chica que una vez me tuvo sometido...").
La cana natal
En la época de Shakespeare, Stratford-upon-Avon, situada al norte de la región de los Cotswolds, era una ciudad mercado, y albergaba una población de unos dos mil habitantes. La casa natal del escritor se encuentra en la calle de Henley y desde el siglo XVIII se puede visitar la habitación en la que se cree que nació, además de otras cuantas propiedades de la familia. En la obra Enrique V hay descripciones muy vivas del paisaje que circunda la ciudad, y que corresponden a esta interesante región que ahora nos ocupa. Los Cotswolds, conocida por sus suaves colinas (wolds) y sus pueblecitos con encanto tan típicamente ingleses, está comprendida entre los condados de Oxforshire, Gloucestershire, Wiltshire, Somerset, Warwickshire y Worcestershire.
En nuestra ruta nos detendremos en alguno de los pueblos más pequeños. Así, a unas diez millas al sur de Stratford está Chipping Campden, ciudad mercado construida en 1627 para la venta de mantequilla, quesos y aves. Un poco más hacia el sur, retomando la A-429, que lleva hasta la ciudad romana de Cirencester, nos encontramos con Moreton-in-Marsh (marsh es ciénaga, pantano), con sus elegantes edificios de los siglos XVII y XVIII enfilando la High Street, entre los que se encuentran el White Hart Royal (hoy día, hotel), en donde el rey Carlos I se refugió en el verano de 1644 durante la guerra civil inglesa. Si tenemos la suerte de que sea martes, este pueblo ofrece el espectáculo del mercado más grande de los Cotswolds: quesos, frutas, verduras y pasteles caseros, entre los que recomendamos los scones (bollos típicamente ingleses hechos de trigo y cebada o avena, y normalmente rellenos con uvas pasas), así como ropa interior de mujer y estrechísimos zapatos que dan dolor de pies con tan sólo mirarlos. Resulta delicioso escuchar a las viejas inglesas con su cesta de mimbre bajo el brazo, vestidas como sus propios enemigos con trajes de colores chillones, conversando sobre el tiempo, las estaciones y lo cara que está la vida, es decir, sobre nada..., ahora, eso sí, pendientes ni de ofender ni de ser ofendidas.
Piedra del color de la miel
Y si el tiempo lo permite, en un mismo día podemos visitar otro pueblo de hermosa toponimia: Stow-on-the-Wold (algo así como "agazapado en la ondulada"), a pesar de ser el pueblo más alto de los Cotswolds. La plaza del mercado está construida con la piedra caliza (limestone) típica de la zona. Se trata de una piedra oolítica rica en fósiles, del color de la miel, que en las casas es el material principal, y que contribuye a la uniformidad de la arquitectura de la región. Porque por esta zona -como en el resto de Inglaterra- no se encuentra ni un solo edificio que distorsione la arquitectura, e incluso las casas más modestas resultan hermosas y dignas.
El siguiente pueblo en nuestro recorrido, a pocas millas de Stow-on-the-Wold, y posiblemente el más recomendable, es Bourton-on-the-Water, atravesado por el río Windrush y sus puentes de madera, con una réplica del pueblo en miniatura, un museo de automóviles y numerosas tiendas y cafés con encanto.
A unas tres millas al sureste de Stow-on-the-Wold se encuentran los pueblecitos de Upper and Lower Slaughter, conectados por el río Eye, a lo largo del cual se puede dar un paseo. Una vez más, estos pueblos comparten un nombre bien curioso: slaugther quiere decir matanza, carnicería, aunque, por lo visto, nada tiene que ver el actual nombre con ello. El nombre viene de miry place, variante de una antigua palabra que quiere decir lodazal y que también utiliza Shakespeare en un pasaje del acto IV de su obra La fierecilla domada ("... thou shouldst have heard in how miry a place, how she was bemoiled...").
El recorrido por los Cotswolds podría terminar con una visita a Oxford, o bien a Bath, Salisbury o Cheltenham, cuyo interés es innegable. Pero yo recomendaría a los visitantes que, si tienen tiempo (necesitarían otro día más, porque las carreteras son un tanto intrincadas), hagan otra cosa: al sur de estos pueblecitos de los Cotswolds, y a dos millas al este de la ciudad de Amesbury (en total, 90 millas al este de Londres), erigido en las llanuras de Wiltshire y en perpetua intimidad con la vida, se encuentra Stonehenge, el monumento megalítico de la edad del bronce y del neolítico más extraordinario y enigmático del mundo. Las leyendas en torno al monumento son muchas: que si las piedras habían sido llevadas a las llanuras de Wilshire desde Irlanda por el mago Merlín, que si los druidas fundaron el lugar para rendir culto al Sol y señalar las estaciones... Lo que llama la atención hoy día -y esto sí que parece ser una certeza- es que estas piedras azules solamente se encuentran en cantidad en los montes de Preselli, en el extremo oeste del País de Gales. Esto da idea del esfuerzo físico y de las dificultades que tuvieron que vencer los constructores de Stonehenge para trasladarlas hasta Wilshire.
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Cristina Sánchez-Andrade es autora de Ya no pisa la tierra tu rey (Anagrama)
GUÍA PRÁCTICA
Visitas- Toda la información sobre visitas a las casas relacionadas con Shakespeare en Stratford-upon-Avon: www.shakespeare.org.uk. Casa natal de Shakespeare (0044 1789 20 40 16). Henley Street. En septiembre y octubre abre de 10.00 a 17.00. Precio de la entrada: 11 euros. Anne Hathaway's Cottage (0044 1789 29 21 00). En septiembre y octubre abre de 10.00 a 17.00. Precio de la entrada: 8,10 euros. Existen entradas combinadas.Información- www.stratford-upon-avon.co.uk.- www.the-cotswolds.org.- Turismo británico en España (902 171 181 y www.visitbritain.es).- www.stonehenge.org.uk.
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Shakespeare por doquier
La atmósfera de Stratford transmite el veneno del teatro
El flujo de curiosos es incesante. Sólo Londres puede medirse con este pequeño enclave de 22.000 habitantes donde nació y murió el más grande dramaturgo de la historia de la literatura.
En Stratford, el reloj parece anclado en tiempos de Isabel I, la reina virgen, que rigió los destinos de Inglaterra entre 1558 y 1603. En este próspero pueblo ferial, bañado por el río Avon a su paso por el centro del país, nació y murió William Shakespeare (1564-1616), su más célebre inquilino. Al inmortal bardo dedicó el actor David Garrick en la plaza, en 1769, el primer festival de teatro, y, un siglo después, una asociación de vecinos apuntaló los cimientos de una rica herencia cultural al adquirir el solar de Henley Street donde nació Shakespeare.
A la vivienda natal pronto se sumaron otras cuatro propiedades familiares, que la comunidad ha ido restaurando a partir de documentos de la época. En el trayecto entre estas casitas de fachadas pardas entrecruzadas con vigas de madera, algunas con techumbre de paja y cuidados jardines, asoma la vieja escuela donde estudió el poeta y adonde todavía acuden a clase los niños del pueblo. A poca distancia, entre árboles frondosos, se eleva la iglesia medieval de la Holy Trinity, donde descansan los restos de Shakespeare junto a los de su viuda, Anne; su hija Susanna, y sus dos yernos.
Stratford-upon-Avon es lo más parecido a un parque temático shakespeariano. Combina su encanto arquitectónico con la inevitable servidumbre hacia el turismo. La sede central del Midland Bank, en la High Street, tiene relieves tallados en la fachada con escenas de las obras del dramaturgo. En el Queen Head's, antigua posada y pub, las habitaciones llevan nombres como Lady Macbeth, Hamlet o Richard II; en el salón Hathaway, tomado prestado del apellido de Anne, se sirve el tradicional té con scones (una especie de panecillos dulces). Además, la vida y costumbres de la Inglaterra isabelina se rememoran en los diferentes museos-viviendas y galerías de la localidad.
En barcas o en bicicleta
Hay formas de escapar a la bardomanía. En las grandes explanadas junto al Avon, navegando en barcas por el canal vecino, perdiéndose a pie o en bicicleta por los alrededores del pueblo. El mercado vibra los viernes en Rother Street, y, en el número 49 de esta calle, un jubilado obsesionado con los trenes de vapor pone en marcha su modelo en miniatura, a la misma hora y siguiendo el mismo recorrido que el que antaño cubría Stratford. La cuna de Shakespeare también sirve de trampolín para visitar otros centros históricos próximos, como el castillo de Warwick, las aldeas pintorescas de la región de Cotswolds o la universitaria Oxford.
Esta temporada, otro inquilino natural y célebre de Stratford, la Royal Shakespeare Company, se distancia parcialmente del autor sobre el que gira su repertorio habitual. En una apuesta novedosa, la compañía ha cedido al teatro clásico español uno de sus tres escenarios: el teatro Swan, construido al estilo del equivalente inglés de las corralas. Allí se ponen en escena obras rara vez interpretadas en España de los más famosos autores del Siglo de Oro: Lope de Vega, Tirso de Molina, Sor Juana Inés de la Cruz y Miguel de Cervantes.
Con ocho actuaciones semanales, salvo los domingos y alguna otra jornada aislada, y con más de 150 funciones hasta el próximo 2 de octubre, es difícil perderse alguno de los montajes de El perro del hortelano, La venganza de Tamar, Los empeños de una casa o Pedro de Urdemalas, respectivamente. Se representan en inglés, con textos fieles al espíritu del original, pero el posible obstáculo de la lengua se supera gracias a la destreza de la veintena de actores que intervienen en el ciclo. No en vano llevan más de un año estudiando su contenido, además de la cultura y costumbres del Siglo de Oro español. Por lo pronto ya han conquistado al público británico, que reconoce los modos de la época. Eso sí, se siente gratamente sorprendido por la agilidad y revueltas en las tramas de los contemporáneos de su admirado William Shakespeare.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos:
- Prefijo telefónico: 00 44.
- Población: 110.000 habitantes.
- Oficina de turismo: 17 89 29 31 27.
Cómo ir
- Trenes: Stratford-upon-Avon se ubica a unos 140 kilómetros de Londres. Desde la estación de Paddington hay un servicio regular de ferrocarril: directo, tarda dos horas, y con trasbordos, tres horas. El precio es de unos 35 euros, ida y vuelta.
- Autobuses: salen de la Coach Station de Victoria. El trayecto dura tres horas, y el billete de ida y vuelta cuesta 22 euros. Las excursiones turísticas de un día de duración suelen parar en Oxford y Warwick antes de llegar a Stratford.
Dormir
- The Shakespeare (87 04 00 81 82). En Chapel Street. Tiene el encanto de su edificio histórico y la comodidad de un hotel moderno. Habitaciones a partir de 95 euros.
- Cymbeline House (17 89 29 29 58; www.cynbelinehouse.co.uk). 24, Evesham Place. Bed and breakfast. Habitaciones dobles y familiares, con baño, entre 25 y 45 euros.
Comer
- Margaux (17 89 26 91 06). 6, Union Street. Cocina internacional con platos de temporada. Unos 36 euros por persona, incluida copa de vino. Comida, de 12.00 a 14.00; cenas, de 17.30 a22.00.
- King Fisher (17 89 20 49 14). 54, Ely Street. Tradicional fish and chips por 6,50 euros. El comedor se ubica en la parte trasera de la tienda de comida para llevar.
- The One Elm. Guild Street. Bar-restaurante de nuevo diseño. Convenientemente apartado, pero no alejado, del circuito turístico.
Información
- Royal Shakespeare Company (87 06 09 11 10). Programación y reserva de localidades en: www.rsc.org.uk.
- Shakespeare Birthplace Trust (17 89 20 18 23). Henley Street. Regenta las cinco casas-museos relacionadas con Shakespeare y ofrece un pase global por 18 euros. Información en: www.shakespeare.org.uk.
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