Debido a la brutalidad de los acontecimientos del 2 de mayo, los habitantes de Odesa siguen sin dar crédito de lo ocurrido. “Nadie podía imaginar que aquí podía ocurrir algo así”, comenta Tatiana Latij, natural odesita.
El pasado 2 de mayo murieron 48 personas en la Casa de los Sindicatos de Odesa tras un incendio provocado por nacionalistas ucranianos. El Kremlin acusó al “Gobierno de Ucrania de tener las manos manchadas de sangre”. Se ha abierto una investigación para esclarecer lo sucedido.
“El ambiente era tranquilo y pacífico. Los partidarios del Euromaidán se habían instalado junto al monumento del duque de Richelieu y los partidarios de la federalización instalaron su campamento en otra parte de la ciudad, la plaza de Kulikovo Polie; ambos bandos estaban conformes. Los habitantes de Odesa siempre consiguen llegar a un acuerdo. Por supuesto que a veces también hay gente que se grita o se insulta, pero al final siempre se acaban separando”.
“Mi madre es ucraniana y mi padre ruso”, dice Valentina Yúreva dispuesta a enseñar su certificado de nacimiento para demostrarlo. “¿Qué hago, me peleo conmigo misma? Hablo ucraniano y ruso perfectamente (recita en ambas lenguas). Los libros los leo tanto en ucraniano como en ruso. Eso sí, nunca me he metido en política”. El 2 de mayo Valentina estaba esperando que llegaran sus hijos a casa cuando anunciaron por televisión que en Odesa se estaban produciendo enfrentamientos.
“Me llamó la atención una frase del presentador: ‘la gente está sentada tranquilamente’. A eso de las cinco de la tarde salí a la calle principal, la calle Deribasovskaya, y allí vi como un puñado de gente de unos y otros se enfrentaban. Quién atacaba a quién no estaba claro. Cerca del lugar estaban dando patadas a un chico herido, corrí hacia allí y lo cubrí con mi cuerpo. Me intentaron apartar: ‘¡Señora, apártese!’ Por suerte llegó una ambulancia y se llevó al herido”, respira aliviada Valentina.
Al principio nadie se tomó en serio lo que estaba ocurriendo. “Todos pensábamos que enseguida llegaría más gente, se pondrían a gritar y después la policía los echaría a todos —esto es Odesa, no el Maidán—, por eso decidimos refugiarnos en la Casa de los Sindicatos, nos parecía lo más lógico”, explica Valentina. “Algunas piedras y unos iconos, esas eran todas las armas que teníamos”.
Otra mujer que prefiere no dar su nombre nos cuenta con dificultad que perdió a su hijo en el incendio del 2 de mayo. “Mi hijo nunca había ido a ningún mitin”, explica. “Yo sí que iba, pero él nunca. Compartía mis convicciones políticas, pero no era un activista. Y el 2 de mayo, en cuanto se enteró de lo que estaba pasando, se fue directamente a Kulikovo Polie”.
La mujer nos cuenta que no fue enseguida a buscar a su hijo; primero fue a la farmacia a comprar unos medicamentos, porque ya se sabía que se habían producido los primeros heridos y quería ayudar. Cuando ella misma llegó a Kulikovo Polie, su hijo ya se encontraba en la Casa de los Sindicatos. Según cuentan las mujeres, los vecinos seguían teniendo una sensación de relativa seguridad, ya que en la plaza estaba la policía y los servicios antidisturbios.
Sin embargo, cuando empezaron los ataques contra los que se encontraban dentro de la Casa de los Sindicatos, las fuerzas de seguridad no reaccionaron. “Yo pedía a la policía que los detuvieran, pero estos miraban hacia otro lado y repetían ‘no tenemos ninguna orden’. No sé cómo pude mantener la calma; ahora entiendo que estaba conmocionada, tenía la boca completamente seca. Lo que pasó después lo recuerdo vagamente. Solo recuerdo que me llamó mi hijo por teléfono y me dijo: ‘¡Mamá, vete! ¡Por favor, vete!’ Y después, cuando ya quedó claro que salir vivo de la Casa de los Sindicatos era prácticamente imposible, mi hijo me llamó otra vez para despedirse: ‘Mamá, te quiero mucho’”, concluye la mujer.
Valentina Yúreva cuenta también que vio cómo dos policías salvaban a dos heridos; desplazaron en silencio la hilera por delante de estos para separarlos de la muchedumbre hasta que llegaran los médicos. A algunas personas las rescataron los transeúntes, Valentina está convencida de que eran odesitas.
Liudmila Sólntseva cuenta que en su Odesa natal nunca ha habido separatistas. “Lo único que queríamos era celebrar un referéndum para que el ruso fuera lengua oficial. Queríamos conservar Ucrania. ¿Y ahora qué? Se me han quitado las ganas de vivir. Todo esto parece irreal, parece que me haya quedado dormida durante un viaje y lo haya soñado todo”, dice Liudmila.
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El 2 de mayo ella también se encontraba en Kulikovo Polie. “Abandonamos las tiendas y corrimos a refugiarnos al edificio —alrededor hay una zona verde— y las personas que simplemente pasaban por ahí también se escondieron en la Casa de los Sindicatos. Levantamos barricadas como pudimos, pero la defensa no duró mucho”, explica.
En el edificio se refugiaron realmente todos los que se encontraban por la zona: unos activistas cristianos, unas maestras jóvenes, un fontanero y algunos transeúntes. Liudmila asegura que “ahora la ciudad de Odesa está atemorizada. Se han cancelado las clases en las escuelas y en las facultades; yo no dejo salir a mis hijos a la calle”.
A partir de material publicado en ruso en la revista Ogoniok.