Por estos días el reportero de TeleSUR William Parra concluye en Cuba su rehabilitación luego de ser herido en Siria mientras trabajaba allí para esa cadena de televisión latinoamericana. No ha sido esta la primera vez que su vida ha peligrado. Antes fue secuestrado y apuñalado en Colombia, su país de origen, por denunciar las masacres de campesinos a manos de paramilitares.
¿Quién es William Parra?
Es muy difícil. Profesionalmente, me defino siempre como un reportero. Humanamente, como un soñador. Como un hombre que cree que todavía las utopías son posibles, y un hombre que cree en las luchas por la humanidad, por las causas justas de la humanidad. Un enamorado del amor, también.
Tú has tenido una historia profesional interesante, en medios importantes. Has trabajado en Reuters, en Caracol, luego en TeleSUR… y has tenido también problemas por los que tuviste que salir de tu país, de persecución tanto armada como política ¿Puedes detallar un poco eso?
Siempre el periodismo cuando llega a tocar determinados…cayos se vuelve peligroso e incómodo para el stablishment. En Colombia hubo un momento en que se empezó a forjar el paramilitarismo, organizaciones de ultraderecha para asesinar campesinos. Con un grupo de periodistas empezamos a denunciarlo. El grupo realmente no era muy grande, dos o tres, eso era el grupo. Siempre mi periodismo me llevó hacia ese lado del conflicto, a denunciar de qué manera esos paramilitares, auspiciados por el estado colombiano, estaban asesinando campesinos. Eso, en primer lugar, me valió ponernos en una lista.
Había un humorista muy famoso en Colombia que se llamaba Jaime Garzón. A él lo asesinaron el 3 de agosto de 1999. Él era el primero de la lista que salió, de varios periodistas que iban a asesinar. Por denunciar las masacres de los paramilitares éramos vistos como pertenecientes a la guerrilla, como terroristas.
El día que mataron a Garzón, llamaron a Caracol, que era donde yo trabajaba, y dijeron que yo seguía en la lista. Hablé con amigos míos que trabajaban en el tema de la defensa de los derechos humanos y ellos lograron sacarme de Colombia.
Luego de estar en España dos años y medio, pensé que ya había condiciones para regresar y regresé para trabajar con Reuters. Ahí hubo un episodio muy especial, y es que después de hacer una entrevista al Comandante de las FARC Raúl Reyes, el director de la policía, el General Daniel Castro en ese momento, me llamó, y como yo no tenía contactos con la policía pregunté para qué era y me dijeron que era para mi seguridad y entonces fui a la policía. El General bajó hasta la oficina de prensa, a donde acudí con otros dos compañeros que estuvieron conmigo en la entrevista sin pensar en las repercusiones que tenía la cosa.
El General me preguntó: “usted en qué posición está y de qué lado está”. “Es que necesitamos que usted nos colabore”, dijo, “que nos dé una conferencia sobre las FARC” y al responderle yo que no era el más capacitado para eso, me dice “es que usted acaba de entrevistar a Raúl Reyes”. Yo le digo que lo máximo que le puedo decir es lo que está en la nota y él me dice que ellos están librando una lucha contra el terrorismo y yo debo decidir de qué lado estoy. Yo le pregunté exactamente qué quería, y él me contestó: “queremos que nos lleve donde está Raúl Reyes” e insiste en que yo debo decidir si estoy con ellos o contra ellos. Le respondí que yo no podía decirle eso, porque además de que la guerrilla se movía de lugar y no estarían en la misma zona, la Constitución me protegía sobre la confidencialidad de las fuentes. Él me dijo que allí me esperaría cuando yo decidiera pasarme “para este lado”, o sea, ya me estaba poniendo en el lado de los supuestos terroristas, y me explicó por qué había bajado y no me había dejado subir: es que allá arriba, en su oficina, estaba todo el alto mando esperando la decisión que yo iba a tomar para ir a hacer el operativo donde yo los condujera. Al salir de allí informé a Reuters y enviaron una carta pero la policía les pidió que no armaran escándalo y ellos manejaron todo de muy bajo perfil.
A los dos meses, tuve un atentado estando con mi hija en un restaurante, cerca de Bogotá. Se suben al carro dos tipos, me pasearon durante tres horas. Desde que empezaron a hablar, y por su forma física, me percaté de que eran militares. Recibí ocho puñaladas, incluyendo una en un pulmón. En el segundo hospital al que llegué, porque en el primero no tenían condiciones para atenderme, el muchacho que me cosió las heridas y me puso a drenar la del pulmón me preguntó a qué virgen me encomendaba porque todas las heridas habían sido a milímetros de órganos vitales; definitivamente me trasladaron a una clínica donde estuve quince días y logré recuperarme. Esa fue la directa consecuencia de no haberle dicho al General dónde estaba Raúl Reyes. En el momento del atentado yo había dejado Reuters y me preparaba para ser el corresponsal de TeleSUR en Colombia.
¿Estando ya en Venezuela es que te acusa la fiscalía colombiana?
Es la historia de un “falso positivo” judicial. Haciendo un reportaje para TeleSUR sobre los retenidos que tenían las FARC y el intercambio humanitario, contacté a un grupo guerrillero que tenía un capitán retenido. Después de pensarlo mucho me permiten las FARC entrevistar al capitán, que me pidió le llevara un video con un mensaje a su familia. Ellos vivían en Cartagena y les llevé el video. La familia me pidió les dejara una copia de esa parte del video, cosa que hice, pero la policía -que los estaba vigilando- obtuvo el video, y el mismo día en que TeleSUR anunció que iba a sacar el reportaje, el General Naranjo –que es ahora el jefe de la policía- salió a decir que yo era parte de los secuestradores y puso la parte del video que yo entregué a la familia, negando fuera una entrevista. Él dijo que yo iba a terminar en la cárcel. A partir de ahí, me llamó el presidente de TeleSUR, Andrés Izarra, y me dijo que obviamente no podía quedarme en Colombia y me fui para Venezuela, donde estoy desde entonces.
Después, apareció la famosa computadora de Raúl Reyes y este enemigo obviamente tenía que estar ahí.
¿Qué coberturas te han impactado más de las que has hecho en TeleSUR?
La primera fue ir a la guerra del Líbano, en el 2006. Yo le decía a Andrés que TeleSURestaba muy chiquito, estaba naciendo, “necesitamos ir al Líbano, estas son las coyunturas que despegan a los grandes canales”. Discutimos mucho porque él me decía que no teníamos infraestructura para eso, además de que éramos un canal latinoamericano. Yo averigüé con varios amigos y encontramos una forma para poder transmitir desde allí pero finalmente no convencí mucho a Andrés, hasta que el presidente Chávez anunció que enviaría dos aviones para buscar a los venezolanos que estaban saliendo del Líbano. Me llamaron para que fuera y regresara con los aviones e hiciera una nota pero cuando llegué y vi que era importante quedarse, llamé y dije que me iba a quedar, que me dejaran quedarme una semana porque la próxima semana iba otro avión. Finalmente me quedé 34 días, el camarógrafo, el editor, el periodista, era yo, porque fui solo. Lo más impactante de aquello fue una imagen que jamás se me podrá olvidar, fue ver los tanques israelíes yéndose porque habían perdido la guerra. Esas son cosas que uno siempre sueña con verlas, por su gran significado: la quinta potencia militar del mundo, salir corriendo así de esa manera, verlos pasar la frontera y abandonar el Líbano fue impresionante, de los momentos más hermosos que yo he podido vivir en el periodismo.
¿Dónde estuviste después del Líbano?
En Gaza, Palestina, durante la operación “Plomo Fundido”. También 34 días. En Irán, en las elecciones del año pasado, y ahora en Siria.
Cuéntame de tu paso por Siria…
Siria tiene dos etapas, la del 2011 y ahora.
Lo primero que nos pasó fue bastante duro. Yo quise ir a Yarmuk, un campo de refugiados palestinos, donde habían tirado muchos misiles y coordinamos una entrevista con víctimas de los bombardeos allí. Fuimos, grabamos una entrevista con el padre de un palestino asesinado, luego el vocero del Frente Popular de Liberación de Palestina nos llevó al lugar donde estaban cayendo los morteros. Hubo un momento de una revuelta impresionante y hasta el palestino que nos estaba llevando se perdió y debimos salir corriendo por el medio de las callejuelas hasta un sitio donde no me habían querido llevar, se veía una estación de policía totalmente incendiada; allí un señor nos contó una historia conmovedora: habían muerto sus dos hijos y había debido esperar cinco días para enterrarlos en el patio de la casa de un amigo, el único lugar que encontró. Le pedí al señor ir al lugar donde estaban sus hijos enterrados y grabamos allí pero nos sorprendieron otra vez los ataques porque sin darnos cuenta nos habíamos metido en el cuello de los combates y tuvimos que salir corriendo. Ese fue como mi bautizo en Siria.
En la cobertura de todos estos procesos en que has estado en el Oriente Medio, ¿viste a los medios occidentales dentro de esos escenarios?¿estaban allí CNN, BBC…?
No, no, yo nunca vi ningún periodista internacional. Cuando estábamos en el Líbano esta última vez para pasar a Damasco, todos estaban esperando visas y realmente el gobierno entrega pocas visas para entrar. Cuando fui en el 2011, me di cuenta de cómo trabajan los medios occidentales; están los que entran con la aprobación del gobierno, incluso estabanCNN, Al Jaazera y eso, y están los que entran con los grupos mercenarios, como los que fueron para Bengazi y llegaron con los “libertadores” de Libia.
Turquía opera como base mercenaria, Alepo, donde han sido las batallas más importantes en Siria, está muy cerca de allí. Los periodistas occidentales entraban con los mercenarios desde Turquía. Venían, estaban en Alepo dos horas, tres horas, los mercenarios les mostraban lo que ellos querían, tomaban algunas imágenes y se volvían, en Turquía escribían todo y decían que estaban en Alepo. Yo estuve 34 días en Alepo y al único periodista que vi fue al británico Robert Fisk.
Hay una historia que dice mucho de la forma como los periodistas cubren la guerra y la guerra siria especialmente. Había una periodista japonesa, muy famosa, que incluso tenía un premio por su periodismo de guerra. Ella, obviamente, venía desde Turquía y en el carro en que se transportaba dentro de una columna de mercenarios, venían infiltrados tres militares japoneses. El ejército sirio atacó esa caravana y murió la periodista junto a los militares japoneses. Se formó un gran escándalo diciendo que el gobierno sirio había asesinado una periodista y Siria imagino llamó al gobierno japonés diciendo que iba a revelar quiénes eran los otros tres supuestos periodistas que dicen que iban allí, que eran tres generales japoneses, y ahí mismo se acabó el tema.
¿Tú pudiste entrar en contacto con estos grupos que los medios llaman rebeldes?¿por qué les llamas mercenarios?
Son gente absolutamente pagada. Ahora están recurriendo a secuestrar personas para cobrar rescate. Como las monjas que liberaron en Malula, del monasterio de Santa Tecla, porque Qatar pagó millones de dólares. Hace poco liberaron un periodista y cobraron 450 000 dólares.
En Alepo, entré en contacto con los mercenarios, en una escuela que usaban como comando de batalla, allí tenían dos policías secuestrados, dijimos ser periodistas de Colombia, no de Venezuela porque nos secuestrarían. Lo primero que me impresionó fue que estaba la bandera de Al Qaeda, el jefe allí nos dijo que vivían con ellos un periodista y un fotógrafo de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), por eso si usted se pone a mirar todas las fotos de los mercenarios son de AFP. Todo el tiempo el jefe nos habló del apoyo que recibían desde Turquía y nos invitaron a ir con ellos y los de AFP en la noche y nosotros pensamos que en cuanto nos vieran los de AFP dirían que éramos de Venezuela y TeleSUR y hasta ahí llegamos.
¿En qué circunstancias te hieren a ti en Siria?
Lo de Alepo, que te conté antes, fue en 2011. Ahora, cuando se desata la posibilidad de una invasión alrededor del tema de las armas de destrucción masiva, Patricia Villegas, la Presidenta de TeleSUR decide que regresemos.
Estuvimos unos días en el Líbano tratando de entrevistar a alguien de la resistencia libanesa sobre su apoyo a Siria en caso de que se produjera una invasión pero no lo logramos.
Llegamos desde el Líbano y nos encontramos con lo que estaba pasando en Malula, que es una población cristiana de más de 5000 años de antigüedad donde hablan el arameo. Allá estaban los mercenarios que secuestraron a las monjas y han destruido todas las iglesias. Desde ahí hicimos la primera transmisión en directo para TeleSUR: veinte minutos mostrando la guerra y los combates, y regresamos a Damasco.
A los dos días, decidimos regresar a Malula para ver la evolución de la situación, con un traductor que nos consiguió nuestro corresponsal en Siria. Pero el traductor no conocía la carretera y el guía entonces era yo, al llegar a Malula el ejército no nos dejó pasar y entonces tuvimos que retornar. Al regreso, por una autopista, nos topamos con un pueblo muy destruido donde había una valla mostrando a Bahar Al Assad junto al líder de Hezbollá y paramos allí a tomar imágenes, con el traductor muy asustado. Entramos al pueblo y cuando estábamos ya filmando cerca de un taxi también muy destruido explotó un mortero y nos empezaron a disparar, tratamos de retornar al carro pero ya no estaba, el traductor se lo había llevado.
En medio de las ráfagas el camarógrafo y yo pudimos llegar a unos árboles entre la autopista y el pueblo y allí me hieren en la pierna y tratamos de arrastrarnos hasta la autopista pero el fuego lo hacía imposible. Desde allí llamamos a nuestro corresponsal en Damasco a quien dimos más o menos nuestra ubicación -un lugar cercano a una autopista hacia Damasco donde había muchas concesionarias de automóviles- y a Patricia en Caracas, y el gobierno sirio –por orden del presidente Bashar- envió varias patrullas del ejército y nos pudieron sacar de allí luego de arrastrarnos nosotros hasta el lugar donde llegaron los soldados. Un soldado me cargó cerca de un kilómetro hasta los primeros edificios donde estaban los carros y de allí al hospital.
Llegaste a Cuba casi sin poder caminar, con una muleta…
Vine en virtud del convenio de salud Cuba-Venezuela. En Caracas me estaban diciendo que me tenían que operar, los médicos que piden y buscan plata. En Venezuela los médicos privados eso es lo primero que hacen y me pedían bastante.
En Siria había estado quince días con antibióticos hasta que se me cerró la herida y llegué a Venezuela con un yeso en la pierna. En Caracas había dos visiones encontradas: la de los médicos cubanos que decían no había que operar y la de los privados que sí. Al ritmo que iba allí hubiera tardado dos años en caminar.
Aquí ha sido excelente la atención y al poco tiempo de llegar pude soltar la muleta. La otra la había soltado gracias a los médicos cubanos en Venezuela.
¿Qué papel tú le atribuyes al periodismo en las circunstancias que has vivido?
En Colombia escogí la parte que nadie hacía y más costaba. Me indignaban mucho las masacres de campesinos por los paramilitares con la complicidad de los medios y el gobierno. Mi opción fue ser esa voz disidente y denunciar esa barbarie paramilitar.
Luego en el Líbano, Palestina y Siria vi cómo el periodismo estaba al servicio de los grandes intereses y tampoco existe esa voz que cuenta la otra verdad, que realmente es la verdad. Hacerlo para TeleSUR, sabiendo lo que es TeleSUR y para qué Fidel y Chávez hicieron TeleSUR: Ser la ventana para mostrar lo que otros medios no cuentan.
Trabajé primero para un medio privado porque era lo que existía. Pero estar en TeleSUR es lo más grande que me ha ocurrido. Porque si uno se pone a ver lo que informaban los grandes medios en Colombia, en el Líbano, en Palestina, en Siria, era pura manipulación. Y estar ahí con TeleSUR es hacer del periodismo un contador de verdades.