Con el nombramiento como primer ministro de la autoproclamada República de Donetsk de Alexander Borodai, un ruso de 41 años que ha trabajado los últimos meses en Crimea como “consultor y estratega político”, las cartas de Moscú en el este de Ucrania han quedado definitivamente sobre la mesa, por si alguien aún albergaba dudas sobre el protagonismo directo del Kremlin en la revuelta del Oriente ucranio.
Borodai, elegido por el nuevo Parlamento, ha reiterado la incorporación a Rusia de la República rebelde, que el pasado día 11 celebró un referéndum de autodeterminación y un día después proclamó la independencia, aseguró que no habrá elecciones presidenciales en la provincia el próximo 25 de mayo, unos comicios que en el este de Ucrania podrían boicotear alrededor de dos millones de electores, según cálculos de la comisión electoral en Kiev. Solo el censo de la provincia de Donetsk ronda los tres millones.
Desde el primer momento, Borodai, al que todos consideran el arquitecto de la anexión rusa de Crimea, ha optado por una calculada mezcla de sorna y despiste en la que por un lado no reniega de su identidad y por el otro rechaza cualquier vínculo con el Kremlin. “En realidad, soy lo que puede denominarse un consultor profesional. He resuelto toda clase de situaciones políticas complicadas, y por eso mi perfil se adecúa a las necesidades de la República de Donetsk”, dijo tras presentarse como “experto en conflictos étnicos” en su primera comparecencia ante la prensa, el sábado en un hotel de Donetsk.
Su perfil, aun opaco, deja sin embargo poco margen a la imaginación. Moscovita y residente en Moscú —”aunque pasaré en Donetsk todo el tiempo que sea necesario”—, es licenciado en Filosofía por la Universidad Estatal de la capital rusa, dirige una consultora en esa ciudad y ha trabajado en un gran fondo de inversiones.
Durante su estancia en Crimea, asesoró a Serguéi Axionov, primer ministro local, según el diario ruso Vedomosti. La experiencia secesionista de la península del mar Negro le trajo en volandas hasta Donetsk. “Lo que está pasando en el este de Ucrania forma parte del mismo proyecto geopolítico. El territorio de Crimea está estrechamente conectado con el de Donbas [la cuenca hullera de Donetsk y Lugansk], y la gente que alentó los movimientos [de autodeterminación] es la misma. Así que cuando acabé mi trabajo en Crimea, automáticamente me vine para acá”, contó.
El nombramiento de Borodai es visto como un intento de unificar bajo un mando neutral —y con poderes plenipotenciarios, los del Kremlin— a los diferentes actores de la República rebelde, y de acallar las presuntas disensiones entre ellos. “Donetsk está políticamente muy fragmentado, así que resultaba difícil hallar una figura de consenso que no estuviera demasiado conectada a alguno de los grupos” que forman el directorio prorruso, dijo el sábado Andréi Purguin, nuevo número dos del Gobierno y uno de los tres copresidentes de la República de Donetsk. Del directorio rebelde forman parte alrededor numerosos grupos, si bien la República de Donetsk, liderada por Purguin; las Milicias Populares de Donbas, con gran capacidad de movilización, y el paramilitar Oplot son los más representativos.
Para otros, sin embargo, el nombramiento de Borodai como jefe del Ejecutivo rebelde no es sino el reverso político, civil, del verdadero hombre fuerte de la República: el también presunto ruso Igor Strelkov, nuevo ministro de Defensa y comandante de las fuerzas prorrusas en Slaviansk, el bastión rebelde, donde ayer, por enésimo día consecutivo, el Ejército y la Guardia Nacional continuaron su ofensiva contra los milicianos prorrusos sin progreso aparente.
Coincidiendo con la celebración del referéndum, según algunas fuentes, Strelkov dio un puñetazo en la mesa y puso firmes a los líderes civiles sobre los pasos a dar en el futuro, con la incorporación a Rusia como el más importante de ellos. Strelkov ha rebatido las acusaciones del Servicio de Seguridad Interior de Ucrania (SBU) de ser un agente de la inteligencia militar rusa y afirma ser oriundo de Crimea. También Borodai, que admitió haber desembarcado en Donetsk “con un pequeño equipo de asesores”, desmintió en su día pertenecer al Servicio de Seguridad Federal ruso (FSB, antiguo KGB). El sábado, volvió a jugar la carta de la ironía al ser preguntado por dichos vínculos: “Si los tuviera, ¿ustedes creen que lo iba a confesar?”.