El ministro de Interior portugués, Miguel Macedo, no quería que los policías volvieran a invadir las escalinatas de acceso al Parlamento, como hicieron el pasado 21 de noviembre y por eso este jueves movilizó a un enorme contingente policial, incluso más numeroso que en partidos de fútbol de máximo riesgo. (Fuente: El Mundo)

Guillermo Tell

Protestas en Portugal con la intervención de la policía. Foto: Archivo.

Por insólito que parezca ver a policías contra policías, ya no debe extrañar si su origen está en las terapias de choque de los organismos financieros internacionales y las llamadas políticas de rescate de la Unión Europa, que castigan con severidad a Portugal sin perdonar a ningún sector que viva de un salario. Ni siquiera el aparato policial se libra.

Tanto en la protesta de noviembre como en esta última los agentes del orden se manifestaron contra la política de austeridad del gobierno conservador que han implicado para ellos recortes sucesivos de ingresos y que según uno de los coordinadores de las demostraciones “no les permiten vivir y ejercer su profesión con dignidad”.

Por supuesto que quienes integraban el cordón protector no actuaron igual que cuando se les envía contener otras protestas populares, y por el contrario fraternizaron con sus compañeros de filas del otro lado, entre los que hubieran estado de no encontrarse cumpliendo un turno de trabajo.

Al final fueron recibidos por la presidenta de la Asamblea de la República en medio de abucheos, en un sintomático incidente, a poco más de un mes de que se celebre el aniversario 40 de la Revolución de los Claveles que puso fin a la guerra colonial en África y la dictadura.