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General: Roland Garros ...Rafa- Djoko ... una final titánica !
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De: Ruben1919  (Mensagem original) Enviado: 06/06/2014 22:07

Un pulso para toda la vida

Tras ganar a Murray y Gulbis, Nadal y Djokovic deciden a un partido el título, el número uno mundial y si el español iguala los 14 grandes de Sampras o el serbio completa el Grand Slam

Dos astros colisionan en la final de Roland Garros. Rafael Nadal (6-3, 6-2 y 6-1 a Andy Murray) y Novak Djokovic (6-3, 6-3, 3-6 y 6-3 a Ernests Gulbis), los dos mejores jugadores de la tierra, competirán mañana por el título en un duelo para toda la vida. El español, en su noveno encuentro decisivo en París, busca igualar los 14 títulos grandes de Pete Pistol Sampras y empatar con el estadounidense como el segundo tenista que más trofeos ha ganado de la máxima categoría (Roger Federer tiene 17). El serbio pelea por segunda vez por conquistar los cuatro grandes y completar el Grand Slam. El ganador será coronado como el número uno del mundo. Este es un pulso titánico. Un duelo en el Olimpo al que el campeón de 13 grandes llega tras protagonizar una metamorfosis como no se recuerda otra: del Nadal congelado que arrancó en Montecarlo la gira de tierra, al Nadal ardiente que abruma a Murray y defiende en París su reino (ocho títulos).

Enfrentamientos Nadal - Djokovic - Federer.  / MARIANO ZAFRA / EL PAÍS

¿Cómo se produce ese cambio? ¿Qué explica que el mallorquín gaste solo 712 minutos para llegar al partido decisivo, menos que nunca? ¿No era este un tenista martirizado por la espalda, sin confianza tras una primavera descolorida y acomplejado por cuatro derrotas seguidas contra su Némesis serbia? ¿Cómo ha mejorado de abril a junio?

“He mejorado por la exigencia mental del día a día, por saber que tengo que ir a mejor, por saber que con lo que hacía no bastaba”, contesta el campeón de 13 grandes antes de enfrentarse al de seis. “He mejorado por la ilusión de encontrar todas esas cosas que buscaba, por sentir que en cada torneo mejoraba, y porque cuando uno siente que va dando pasos adelante, semana a semana, mentalmente está más positivo y abierto a ver que hay una salida, un paso a mejor, como ha sido el caso”, añade tras una primavera que le vio ganar en Madrid, perder la final de Roma (ante Nole) y caer en cuartos de Montecarlo y Barcelona. “Estoy entrenándome mejor que en mucho tiempo. Cuando ocurre eso, normalmente soy capaz de jugar con la decisión y la intensidad adecuadas”, subraya. “Me falta solo un poco más de revés (...) Mi drive está yendo rápido de verdad otra vez”, avisa. “El partido que queda es especial. Es el rival más difícil posible. Pero siendo realistas, esta es la forma de llegar a la final. He dado un salto importante de nivel”, se despide.

Munar, primer finalista junior desde 2001

J. J. M.

Todavía lleva aparato corrector, pero ya enseña los colmillos. Jaume Antoni Munar, tenista de 17 años, se convirtió ayer en el primer español en la final de Roland Garros junior desde 2001 (Carlos Cuadrado). El mallorquín, un soplo de aire fresco para la decaída cantera española, jugará por el título contra el ruso Rublev tras ser uno de los integrantes de la selección española que el año pasado ganó la Copa Davis sub-16. Munar tiene quien le aconseje. De Mallorca es Carlos Moyà, exnúmero uno mundial y seleccionador español, que no se perdió su partido de semifinales. De Mallorca es también Rafael Nadal, con quien comparte agencia de representación, y de vez en cuando entrenamientos y confidencias. “En Mallorca es cultura jugar al tenis”, sonríe Munar, que mide 1,81m, es un fanático del Barça y empezó a jugar al tenis porque un vecino le inoculó el virus llevándoselo a jugar a una pista cerca de casa. “Desde Carlos [Moyà], la gente se fue aficionando [al tenis en Mallorca], pero como Rafa no hay ninguno, no comparemos”, recordó. “Hay academias que te hacen aprender, coger el camino, pero debe ser casualidad. Si nace otro con ambición, con ganas de trabajar, con ganas de competir, que crea que esto es lo suyo, puede que salga otro. Yo me defino como luchador. Intento competir al máximo. Me gusta jugar más a la contra y ataco bien con la derecha”. Munar se entrena en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat, en Barcelona y con la Federación española. Como casi todos sus compañeros de generación, es un español contracultural, que prefiere el cemento a la tierra batida. Solo este curso, y más tras su paso por París, ha redescubierto el amor por la tierra batida, que tan poco premia el ataque y tanto prima la construcción del punto. “He dado un paso adelante en madurez, en no desesperarme, en luchar más cada punto”, explica mientras sueña con que la Federación le de permiso para acudir a Wimbledon, que coincide con el Campeonato de España de su categoría. “Mi prioridad sobre cualquier cosa era el fútbol. Me hace especial ilusión jugar en hierba. Me gustaría vivir cuanto antes la experiencia”. Antes, la final junior de Roland Garros. Después, el difícil paso al profesionalismo. El pasado no asegura resultados, pero a veces sí da pistas: de los cuatro equipos españoles que ganaron la Davis sub-16 antes de que lo lograra el que integraba Munar, tres acabaron produciendo a un top-10.

“Le dije: ‘Oye, hay que relajarse y golpear la pelota”, fotografía Toni Nadal, tío y entrenador del número uno, sobre las conversaciones parisinas del dúo. “Estábamos jugando mal. La actitud no era buena en ningún sitio. La derrota de Montecarlo y la de Barcelona agravó el tema. Perdió confianza. No soltaba bien la mano. Iba golpeando con más tensión de la necesaria el drive”, añade. “Luego, empezó a jugar muy bien en los entrenamientos, y la consecuencia es el partido de Murray. Se ha recuperado por una cuestión de responsabilidad. De jugar. Ha buscado soluciones, y lo normal es que si eres un muy buen jugador, como él, las encuentres”.

Nadal vuelve a hacer daño con el drive, que de nuevo pica alto y muerde el hombro de sus rivales. Desde cuartos, y pese a sus problemas de espalda, que le sigue molestando, ha mejorado la velocidad de su primer saque (176 km/h de media ante Murray) aunque el segundo sigue siendo atacable (141 km/h). De jugar retrasado, cediendo metros, el mallorquín ha vuelto a posiciones de juego más agresivas. Su movilidad es equiparable a la de sus mejores tiempos. Su cabeza, que tantas veces le salvó, ha digerido los sinsabores y le ha devuelto a la lucha por su templo de arcilla. El problema es que todo eso junto, que es como poner una bomba atómica en una pista de tenis, no le asegura la victoria ante Nole. Este es un partido como un Miura, que busca quien lo dome. Como dijo su técnico: “Tiene que ser agresivo”.

“Y eso mismo haré yo”, dice Djokovic, que en semifinales, con el partido controladísimo, sufrió un golpe de calor que le costó una raqueta (reventada por él mismo contra la arena), una bronca del público (que le abucheó por el gesto) y casi tener que disputar un parcial decisivo, porque Gulbis aprovechó su pájara para ganar la tercera manga y recuperarle un break en el inicio de la cuarta. “Sé que esta es la pista en la que él es más dominante, que solo ha perdido una vez en su carrera y que aquí alcanza su máximo nivel”, resume. “Sé lo que tengo que hacer para ganar. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero haberle ganado los últimos partidos me da confianza. No es invencible”.

Nadal, de 28 años, domina 22-19 a Djokovic, de 27, en el cara a cara. Ha perdido los últimos cuatro precedentes. Siempre se ha impuesto cuando han jugado en París (5-0). Los datos, sin embargo, ya no cuentan. Son pasado. Lo que pesa mañana es el talento y el corazón, la raqueta y la estrategia, el alma, el sudor y cada gota de pasión competitiva. En París, los dos mejores se enfrentan en un partido para toda la vida.

Djokovic lamenta un fallo ante Gulbis. / DOMINIQUE FAGET (AFP)



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De: Ruben1919 Enviado: 06/06/2014 22:09

Nadal-Djokovic, una final titánica

El español y el serbio se jugarán el título y el número uno el domingo en París

Rafael Nadal devuelve una pelota en Roland Garros / STEPHANE MAHE (REUTERS)

Hierve la pista bajo el sol, y en la arena dejan su huella dos tenistas con la voracidad de dos caníbales. Rafael Nadal (6-3, 6-2 y 6-1 a Andy Murray) y Novak Djokovic (6-3, 6-3, 3-6 y 6-3 a Gulbis) jugarán el domingo en la final de Roland Garros el partido de los partidos (15.00). Es el número uno contra el número dos del mundo. Es el español buscando igualar los 14 títulos de Pete Pistol Sampras, lo que le permitiría empatar con el estadounidense como el segundo tenista con más trofeos grandes (Roger Federer tiene 17). Es el serbio aspirando a completar el Grand Slam, la conquista de las cuatro Copas de la máxima categoría (París es la única que le falta). Y son los dos jugándose a un partido el número uno del mundo: quien levante los brazos se sentará desde el próximo lunes en el trono.

"He jugado mi mejor tenis del año en Roland Garros", dice Nadal tras borrar a Murray de la central. "Es increíble volver a jugar la final, muy emotivo [es la novena]. Es un sueño", añade. "Me enfrento a un rival fantástico", cierra.

Djokovic, durante su partido con Gulbis. / DOMINIQUE FAGET (AFP)

Antes, un partido que acuna a Nadal antes de la batalla. El número uno llega a las semifinales con la espalda vendada, el revés entre interrogantes y un fiero contrario enfrente. Este es Andy Murray, doble campeón de grandes, defensor de imprevisibles contraataques. Este es el número ocho mundial, que hace quince días le dominaba 4-2 en la manga decisiva de los cuartos del Masters 1.000 de Roma. El cruce refleja a la perfección cuánto ha cambiado Nadal en el breve espacio de dos semanas. Su drive marca el partido igual que un rayo deja su sello en un árbol seco. Como si estuviera hecha de fuego, su pelota destruye las defensas de Murray, que solo gana tres puntos en los tres primeros juegos, pierde su primer servicio, y en diez minutos ya se ve 0-3. Nunca se pone a la par del español, que se pasa todo el encuentro mirando por el retrovisor, tan por delante como para sentirse liberado de cualquier cadena y protagonizar su mejor día al saque de todo el torneo.

Murray se desangra por su drive, el golpe que le separa de los mejores sobre tierra batida. No tiene pulmones para la batalla. Con casi cinco horas más de juego que su contrario cuando comienza el pulso, pronto se siente en inferioridad, superado por tierra, mar y aire. “No legs!”, grita a los cuatro vientos, negando la existencias de sus piernas, que nunca le acompañan ni le llevan hasta donde quiere. El campeón de 13 grandes jamás le abre la puerta, nunca le ofrece razones para la esperanza, no deja que salte la más mínima chispa con la que Murray pueda encender el fuego que impulse una de sus famosas y frecuentes remontadas.

El número uno no afronta ni una sola bola de break. Para cuando es oficial que luchará por la Copa, sabe que llega a la final con solo un set perdido, por los dos de Nole; pisando con paso seguro tras la peor gira de arcilla de su carrera (solo un título en primavera) y con las piernas frescas para la batalla. Eso le espera en la final. Una guerra. Djokovic, que ante Gulbis penó más por el calor (26 grados) que por el contrario, exigirá hasta la última gota de sudor. Nadal, en su novena final, se cobrará el tributo de cada gramo de energía, de fuerza y aliento. Cada punto ganado les restará años de vida, porque se enfrentan los dos mejores defensores y los dos mejores competidores del planeta. Está en juego Roland Garros, la historia y mucho de lo que pase en lo que queda de 2014. Es una final titánica entre los dos mejores tenistas que hoy pisan la tierra.



 
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