¿Y qué hay del sexo oral en las mujeres? La pregunta, formulada por un amable lector en la web de EL TIEMPO, no me sorprendió. De hecho, esperaba las reacciones de muchas mujeres tras leer mi pasada columna, en la que me refería a los beneficios en la salud que, según un estudio científico, tiene el semen. Este fluido sexual posee sustancias que incluso logran alejar el fantasma de la depresión.
Y aquí surge otra vez el interrogante: ¿qué pasa con los líquidos que produce la vagina? No sé de ningún estudio que aborde esta cuestión, pero lo que no admite discusión es que el cunnilingus es una de las prácticas más placenteras y que mayores posibilidades ofrece en una relación sexual. El problema, dicen algunos expertos de la sexualidad, es que, al menos en Colombia, no existe la cultura del sexo oral. En ninguno de los dos bandos. Históricamente se nos ha transmitido la creencia de que ciertas costumbres (como esta que nos ocupa) merecerían ser desterradas. Nada de eso. La cama es un territorio libre. El escenario donde manda el placer.
Veo con asombro que muchos hombres parecen obviar la importancia de una buena dosis de gozo clitoriano y se decantan por ir directo al grano. Es más, pasan por alto el hecho de que algunas obtienen más orgasmos por esa vía que por el avance imparable del pene. Peor aún: hay mujeres que, quizás por temor o falta de confianza, no se atreven a dejarles claro a ellos que el sexo no es solo la penetración.
Una buena amiga mía española lo llama ‘bajar a la fuente’. Una bonita metáfora sobre lo que significa darse un paseo por esa zona, así sea para conocerla o para familiarizarse con las maravillas que encierra un área tan pequeña como el clítoris, con sus 8.000 terminaciones nerviosas, el doble que en los señores, destinadas solo al placer; o la increíble capacidad de adaptación a la precedencia masculina del relieve circundante durante el aquello. Sin duda, una excursión necesaria que, con las excepciones de rigor, nosotras disfrutamos. Claro que si se trata del placer mutuo, siempre existe el socorrido recurso del setenta menos uno. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO