16.6.2014
COLOMBIA. Triunfó Santos, lo menos malo de los muy malo que la política colombiana ofrecía a sus ciudadanos. El otro candidato, Zuluaga, era un peón del pérfido narcopolítico Álvaro Uribe Vélez, el mismo que ya fuera de la presidencia dijo que "no invadí Venezuela porque no tuve tiempo". Ante esto, Hugo Chávez le replicó, sin pelos en la lengua y con toda la razón de su lado: "¡Uribe: no invadiste Venezuela porque no tuviste cojones!". Por ahora, este energúmeno al servicio del imperio no contará con uno de sus lugartenientes para gobernar Colombia.
Pero, quien volvió a ganar las elecciones fue la abstención, síntoma inequívoco del déficit democrático del capitalismo colombiano: de 32.500.000 de electores inscriptos acudieron a las urnas poco menos que la mitad, 15.800.000. Los no votantes fueron 16.700.000. Santos obtuvo la "mayoría", pero sacó 7.605.424 votos, lo que representa el 50,80 DE LOS QUE VOTARON. Su rival, Zuluaga, obtuvo 6.757.628 votos, o el 45,13% DE LOS QUE VOTARON. En blanco: 619.000, 3.9 %. Si a los ausentistas sumamos los votos en blanco resulta que quienes repudiaron la oferta electoral del establishment fueron 17.350.000 colombianas y colombianos, es decir, alrededor de un 53 % del electorado.
El arcaico sistema partidario colombiano no da para más, y junto con la paz se impone una transformación revolucionaria del estado que siente nuevas bases de legitimidad popular. Las protestas y enormes manifestaciones que conmovieron al país en los últimos tiempo lo reclaman a gritos. El fosilizado sistema de partidos es sordo, ciego y mudo, y parece imperturbable. Pero como decía Galileo ante sus inquisidores eclesiásticos que negaban el movimiento de la tierra, "eppur si muove" ( "sin embargo se mueve"), y la Colombia profunda se está moviendo, ¡y cómo! Todo mi cariño y mi solidaridad con su pueblo, martirizado por su oligarquía y amenazado con las siete bases que, como mínimo, el imperio ha instalado en su territorio.¡Viva Colombia!