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General: Oscar López Rivera : El preso que quería ver el mar
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 23/06/2014 14:40

Oscar López Rivera: El preso que quería ver el mar

29 diciembre 2013 | 3
El prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera lleva 32 años encarcelado. Foto: El Nuevo Día.

El prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera lleva 32 años encarcelado. Foto: El Nuevo Día.

Por Luce López-Baralt

“Desde esta cárcel podría verse el mar”, pondera melancólicamente José Hierro de una posibilidad acariciada, pero siempre incumplida: desde las prisiones de la Posguerra española donde el poeta estuvo preso nunca pudo atisbar las ansiadas ondas. “Los que no te ven sueñan con verte”, afirma Pedro Salinas, solidario con los huérfanos de las olas, mientras contempla extasiado el mar de Puerto Rico.

El preso puertorriqueño Oscar López Rivera sueña con ver el mar. También para él queda restringido a la esfera del sueño y al espacio misericordioso de la palabra. Así lo dejó dicho a su nieta Karina: “La palabra es una ventana perfecta para contemplar el mundo exterior”.

Lleva razón Oscar: todo preso es un aislado de la belleza que ni siquiera puede mirar los objetos distantes, situación que lo predispone a posibles problemas oculares. Pero también es cierto que al preso, víctima de una severa privación sensorial, se le potencia el lenguaje. Las palabras muestran para él todas sus entrañas, como un fruto maduro o un cohete en el momento de estallar: así lo dejó dicho Octavio Paz pensando en el misterio de la poesía, pero sospecho que para el ser cuasi monacal que es Oscar, cada palabra es un poema, un milagro que le restituye algo de la realidad que le ha sido negada. Van aquí para él unas breves ventanas a un mar de palabras, mientras aguarda su anhelado encuentro con las olas.

El mar, que los antiguos griegos celebraban en sus versos asociándolo con el color del vino, lo contempló Salinas como una danza incesante de azules:

“En los atlas, / un azul te finge, falso./ Pero a mí no me engañó/ ese engaño. / Te busqué el azul verdad; /un ángel, azul celeste, / me llevaba de la mano./ Y allí en tu azul te encontré/ jugando con tus azules,/ a encenderlos, a apagarlos./ ¿Eras como te pensaba? /Más azul”.

José Hierro cantó, por su parte, al verde marino, y bajo la máscara literaria de Lope de Vega deseó encontrar la cifra del universo en las pupilas glaucas de Marta de Nevárez: “Abre tus ojos verdes, Marta, / que quiero oír el mar”. Otros poetas, como Paul Valéry, también prestaron oído al fluir de las olas, que nos convocan a un renacimiento incesante, anticipo de la eternidad: “La mer, la mer, toujours ecommencé”. Salinas oyó a su vez el mar -ese “gran taller del gozo /a los espacios abiertos”- e incorporó el vaivén de las olas al ritmo de sus versos:

“Ola tras ola sigue a ola tras ola,/ persigue espuma a espuma fugitiva,/ dádivas sobre dádivas ofrecen/ felicidades siempre repetidas”.

Para los antiguos, Venus, símbolo del amor, surgió de las ondas, mientras que la huidiza ninfa Galatea, hecha de evanescente espuma, escapó para siempre del acecho de su enamorado Polifemo en los versos inmortales de Ovidio y de Góngora. Con ellos dialoga nuestro Palés Matos cuando concibe a su inaprehensible Filí Melé como imposible odalisca esculpida en burbujas marinas:

“Pienso, Fili-Melé, que en el buscarte/ ya te estoy encontrando/ y te vuelvo a perder en el oleaje/ donde a cincel de espuma te has formado./ Pienso que de tu pena hasta la mía/ se tiende un puente de armonioso llanto/ tan quebradizo y frágil, que en la sombra sólo puede el silencio atravesarlo”. Ferdinand Padrón Jiménez canta con gozo la experiencia íntima de abrazar el océano: “…como el joven/ que a los quince años detiene su cuerpo ante el mar;/ ausculta el horizonte y, pleno de amor, / asume las ondas”.

Rubén Darío, íntimo, susurra a su amada con sosiego de “connaisseur”: “Margarita, está linda la mar”.

Basta. Oscar López Rivera merece ver el mar. Y merece verlo más allá de la representación de su imagen en un desvalido puñado de signos verbales. Huérfano de sus azules, Oscar ha sido capaz, sin embargo, de alzarse con un auténtico milagro: unir en una sola voluntad a su pueblo abrazado por el mar. Todo puertorriqueño exige su liberación inmediata, no importa a qué presunción política pertenezca. Sorprende la unanimidad de nuestra posición colectiva. Ni la indignación por la pena de muerte, que en Puerto Rico tiene la tristeza añadida de poseer un horrible sello colonial norteamericano, ni la lucha por Vieques, han sido capaces de lograr una unanimidad tan rotunda. Oscar López Rivera, desde su “black hole” carcelario “donde no se puede ver el mar”, ha logrado él solo la gesta de un plebiscito sin precedentes: todos estamos de acuerdo en que sea libre.

Quién le hubiera dicho al “marinero en tierra” cuando ingresó en la cárcel hace décadas que pasados los años tendría el privilegio de ayudar a levantar las energías espirituales de su país. No es poca hazaña, máxime en medio de nuestro desasosiego económico y de nuestras esperanzas quebradas. Todos hemos sentido instintivamente -lo admitan algunos o no- la indignidad de experimentar que otro país decida la vida de uno de nuestros hijos. Para colmo, haciendo caso omiso de la voluntad de todo un pueblo, incluyendo a su gobernador estadolibrista y a su comisionado residente anexionista. La indignación de sentir en carne viva que no mandamos sobre nuestro destino me ha movido a escribir estas líneas marinas en apoyo solidario a Oscar López Rivera.

Sé que Oscar verá el mar y asumirá las ondas. Que sea inmediatamente.

(Tomado de El Nuevo Día, de Puerto Rico)

 


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De: Ruben1919 Enviado: 23/06/2014 14:42

El mensaje de Oscar

30 mayo 2014 | 3

oscar lópez riveraPor José A. Delgado

Con ocasión del 33 aniversario de su arresto y después de la entrevista que publica hoy El Nuevo Día en su edición impresa, el prisionero político Oscar López Rivera me envío una declaración, que quería sumar a las cosas dichas por teléfono a mediados de mes.

Puertorriqueños de todas las ideologías, los presidentes de los tres partidos políticos inscritos de la isla, líderes religiosos y obreros apoyan su excarcelación.

Fue convicto por el delito de sedición, equivalente a querer derrocar la presencia del gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico a través de las actividades del grupo clandestino Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). “No tengo sangre en mis manos”, ha dicho anteriormente a El Nuevo Día López Rivera, al desvincularse del ataque a la FrauncesTavern, en Nueva York.

En 1999, el entonces presidente Bill Clinton consideró que López Rivera debía ser excarcelado en 2009. López Rivera rechazó la oferta porque dos de sus compañeros seguirían en prisión y desconfiaba del largo tiempo de espera.

Hoy, es el único antiguo miembro de la FALN que sigue encarcelado. Ningún otro prisionero político puertorriqueño ha pasado tanto tiempo en prisión. Desde hace más de tres años presentó una petición de clemencia al presidente Barack Obama. A los 71 años, después de estar toda una generación encarcelado, ha solicitado al mismo gobierno que le hubiese liberado hace 5 años, dejarlo regresar a su familia y su isla.

Este es su mensaje de hoy al país, el cual escribió en inglés y traduje al español:

“Amar la patria no cuesta nada, lo que sí costaría es perderla. Para cualquier puertorriqueño que tenga dudas sobre cuán costoso sería perder nuestra patria le sugiero que visite las reservaciones de los Navajos o de los Dakotas. Allí puede ver qué le sucede a las personas que pierden su terruño. Debemos enfrentarnos a la verdad y lidiar con ella. Como puertorriqueños tenemos que aceptar el hecho de que Puerto Rico es una colonia y de que el colonialismo es inaceptable para la mayoría de los puertorriqueños y para la mayoría de las naciones en el mundo. Si aceptamos esta verdad, entonces debemos estar dispuestos y preparados a despuntar un proyecto de descolonización.

Este proyecto debe hacer un llamado a la unidad de todas las facciones del movimiento independentista y los elementos progresistas que ven la necesidad de crear nuestra nación propia. Un proyecto de descolonización rebasa una Asamblea Constitucional. Debemos asegurarnos de que el gobierno de Estados Unidos y la comunidad internacional (en particular los países de América Latina) asuman sus responsabilidades y se comprometan a ayudar con la implantación del proyecto. Tenemos que definir el papel de la diáspora puertorriqueña.

Sabemos que cualquier problema creado por el hombre tiene solución. El colonialismo es un problema creado por el hombre. También sabemos que contamos con los recursos humanos en Puerto Rico y en la diáspora puertorriqueña para resolver este problema. Sabemos que en casi un siglo de ser colonia de Estados Unidos el desarrollo de nuestra nación ha sido frustrado y descarrilado. Sabemos que tenemos una deuda que le tomará a muchas generaciones futuras resarcir. No podemos permitir que la herencia que le dejemos a las generaciones futuras solo sea una de deudas y problemas sociales, políticos y económicos.  Enfrentemos el problema de nuestro status colonial. Trabajemos juntos para encontrar una solución. Descolonicemos nuestras mentes y espíritu y convirtámonos en ciudadanos de Puerto Rico.

Para aquellas personas que han dicho que yo no quiero salir de prisión, les sugiero que presten atención a lo que he dicho durante todos estos años que llevo encerrado y en el historial de nuestros prisioneros políticos. El hecho de que sea el prisionero político puertorriqueño con más años en prisión no borra el hecho de que otros prisioneros políticos puertorriqueños han estado casi tantos años (en cautiverio) como yo.

Por ejemplo, Carlos Alberto Torres, pasó más de 30 años en prisión y don Oscar Collazo López, 29 años. Rafael Cancel Miranda, estuvo 27 años y Lolita Lebrón e Irving Flores Rodríguez pasaron 25; y, Andrés Figueroa Cordero estuvo 24. Muchos de los compañeros(as) que salieron de prisión cuando (Bill) Clinton se los permitió en 1999 pasaron más de 19 años y los otros 16 años. Esos son muchos años de encierro para los prisioneros políticos puertorriqueños.  Si fuéramos a preguntarle a cualquiera de los prisioneros políticos arriba mencionados si ellos querían salir de prisión, sus respuestas serían en la afirmativa. Para empezar, ninguno queríamos estar en prisión y ninguno de nosotros ha entretenido la absurda idea de permanecer encerrados.

Antes de llegar a prisión gozaba de una vida llena de experiencias enriquecedoras. Disfrutaba y celebraba aquella vida. En prisión, a pesar de ser el ambiente más deshumanizante, tóxico y hostil que cualquier ser humano pueda experimentar, aún siento que he tenido una vida y que puedo celebrar toda mi vida por todas las magníficas cosas que me ha dado. No siento odio ni miedo en mi corazón y quiero irme de la cárcel con mi honor, mi dignidad y mi espíritu intacto, seguro y sano.

Soy creyente de que la verdad sobrevivirá y prevalecerá tal como nuestra batalla y noble causa han podido hacerlo durante siglos. Soy puertorriqueño y no quiero ser ninguna otra cosa. Pero también me considero un ciudadano de este universo en que vivimos. Creo que es posible un mundo mejor y más justo y es por tal una de las razones que elijo luchar por la independencia de mi patria. Reclamo “¡ay de él/ella que no tiene patria!”. Mucho amor. EN RESISTENCIA Y LUCHA, OLR”.

(Tomado de El Nuevo Día)


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 23/06/2014 14:44

El umbral del infierno

26 abril 2014 | 10
oscar-mural_noticel

Mural en reclamo de la liberación de Oscar López Rivera, cuando cumplía 30 años en prisión.

El Nuevo Día publica periódicamente los sábados las cartas que el preso político Óscar López Rivera le envía desde prisión a su nieta Karina, a la cual solo ha conocido a través de los barrotes de la cárcel.

Querida Karina, cuando se tiene mi edad y se sabe que la vida es frágil, y se ve partir a las personas que uno más admira —¡cuánto me ha dolido la muerte de Cheo Feliciano!—, se aprecia más el abrazo de los familiares, el cariño de una hija o la sonrisa de una nieta.

No ignoro, sin embargo, los sacrificios que debe hacer mi hija Clarisa (y tú, cuando vienes con ella), para llegar desde Puerto Rico a esta remota prisión de Terre Haute. Hace tiempo le pedí que me contara cómo era el viaje para anotarlo en un cuadernillo. Y ahora, cuando anuncia que viene, releo esos datos para acompañarla, aunque sea en espíritu.

Primero, Clarisa vuela a Chicago. Después, alquila un carro y sale como a las tres de la mañana, en invierno con vientos y nevadas fuertes. El viaje a Terre Haute desde Chicago dura cuatro horas y media, y más si se detiene para tomar café en algún pueblo que encuentre por la ruta.

Cuando llega a la cárcel, el guardia que está en la garita pregunta que a qué viene. Clarisa le dice que a visitar a un preso. Le indican donde estacionarse y entra al vestíbulo.

Ese es, al fin y al cabo, el verdadero umbral del infierno.

Clarisa llena la boleta de visita y se la entrega al guardia junto a una identificación con foto. Si tú la acompañas, sé que también debes presentar la licencia de conducir o el pasaporte.

Luego, el siguiente paso es que el guardia busque en la computadora los nombres de las personas autorizadas para visitarme. Antes de entrar, le piden las llaves del auto y le dan un número para que las recoja cuando termine la visita.

Como medida adicional, luego del “clearance”, le marcan la mano con un sello de goma y le asignan un guardia que la escoltará hasta el lugar donde nos vamos a ver. Allí, si lleva abrigo, deberá colocarlo en un área común, donde también se guardan los de otros visitantes. A veces, el abrigo de Clarisa queda bajo una montaña de ropa ajena. En una ocasión, sobre el de ella pusieron un abrigo muy sucio, lleno de porquerías, con un olor terrible. No me lo quiso contar hasta pasado mucho tiempo, pero decidió nunca más entrar con abrigo en la prisión.

Otro guardia le asigna un lugar para sentarse. Sé que usualmente a nosotros nos ubican donde hay más cámaras de seguridad. Cuando por fin nos encontramos, sonreímos a pesar de todo. Ella trae una bolsita plástica con lo único que le permiten: veinte dólares en menudo para comprar alguna bebida o comida. Sólo venden comidas rápidas, con demasiado condimento o carne, que me rehúso a comer.

La distribución de los asientos es caótica. Está diseñada para que no podamos conversar. Son filas de aproximadamente veinte asientos, con personas detrás y adelante, y es posible que sea gente bulliciosa, que además se pone inquieta por la tensión de estar allí. A veces el vocerío se hace insoportable, tu mamá y yo nos limitamos a mirarnos. Me apena que haga ese largo trayecto lleno de sacrificios solo para eso. Un padre sufre lo indecible. Y un abuelo —cuando vienes tú— se aflige y se avergüenza de las condiciones.

Al final, siempre abrazo a tu mamá y le susurro que ella y tú son mi mundo, que las quiero y que deben cuidarse mucho en el largo viaje de regreso. ¿Sabes cómo se me oprime el corazón cuando pienso que tendrá que guiar casi cinco horas de nuevo hasta Chicago?

La última humillación se produce cuando termina la hora de visitas y llega el momento de contar a los presos. Antes nos contaban en los propios asientos, que era menos violento. Ahora nos obligan a pararnos frente a una pared, de espaldas a nuestros seres queridos. Clarisa se desmorona porque dice que le da la impresión de que nos van a fusilar.

En estos treinta y tres años, tu madre me ha dicho muchas veces que el estruendo de la puerta cuando se cierra a sus espaldas, después de hacerme la visita, es uno de los peores sonidos de su vida. Mientras el guardia la escolta hasta la salida no llora, pero luego, en el carro, da rienda suelta a su tristeza. Llora sin decir palabra. Sin mirarte, cuando vas con ella. Una al lado de la otra, en silencio. Y yo, de vuelta en la celda, destrozado también, pienso en el amor de ustedes. En resistencia y lucha, recibe un beso agradecido de tu abuelo.

(Tomado de El Nuevo Día)


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 23/06/2014 14:48

“El tiempo va a ser mío”: Oscar López Rivera (+ Video)

20 junio 2013 | 1

oscar lópez rivera Por José A. Delgado

Al prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera su largo encierro le ha hecho apreciar cada minuto en el que puede hablar con su familia, contestar una carta o dibujar.

Después de 32 años  en cárceles estadounidenses, su esperanza de volver a pisar Chicago (Illinois), donde logró entender a su Puerto Rico, y San Sebastián, donde nació y se crió, está más vigente que nunca.

Pero mira el proceso sobre su solicitud de clemencia al presidente Barack Obama con el mismo tesón que aprendió durante sus 12 años en solitaria, reconociendo que puede tener que estar otra década más en la prisión de Terre Haute (Indiana), donde, a pesar de la notoriedad de su caso,  sigue siendo el prisionero 87651-024.

“Me tienen preso, pero el tiempo va a ser mío”, dijo ayer López Rivera, de 70 años, en una entrevista telefónica con El Nuevo Día.

López Rivera piensa que durante las últimas tres décadas el verdadero sacrificio ha sido el de su familia.

El amor hacia su hija y su nieta se forjó desde la distancia y la separación obligada que han tenido, primero por sus años en la clandestinidad y luego por su larga condena.

Su hija Clarisa, de 42 años, quien reside en Puerto Rico y  ha tenido  a su padre en prisión o la clandestinidad durante casi toda su vida,  viaja a verlo unas dos veces al año. Su nieta, Karina, quien se acaba de graduar de sicología y biología, lograba visitarlo con más frecuencia por haber estudiado en la Universidad de Chicago.

La mayor parte de la comunicación con su familia, abogados y amigos se hace por teléfono y  mensajes electrónicos que –siempre revisados por sus carceleros– puede enviarles.

“Tenemos una relación muy bonita. Vengo de una familia bastante unida y eso ha ayudado mucho, especialmente con mi hija y luego con mi nieta. A uno le hace una falta enorme la familia. Ni me imaginaba que la relación se iba a forjar bien. Hay mucho amor entre nosotros”, indicó.

Sentenciado a 70 años de cárcel sin haber sido convicto de matar a alguien, la fecha de su liberación, según el Negociado de Prisiones de Estados Unidos, sería el 26 de junio de 2023, cuando habría cumplido 42 años en prisión.

Llegó a Chicago de la mano de sus padres cuando tenía 14 años. Y en esa ciudad aprendió a tener pensamiento crítico, en momentos en que cobraba forma la lucha por los derechos civiles y leía letreros de restaurantes que gritaban racismo hacia las personas de origen mexicano –‘dogs or mexicans are not allowed’–, similares a los que sus compatriotas veían en Nueva York  dirigidos a ellos.

De su padre, dijo, heredó los principios. Recordó que le recomendó leer una historia en el periódico en el que se comentaba la decisión en la década de 1930 del pintor mexicano Diego Rivera de negarse a quitar el retrato de Vladimir Lenin de un mural que le había encomendado el multimillonario John Rockefeller.

A la guerra de Vietnam fue a causa del servicio militar obligatorio. Todavía no se consideraba independentista. La impresión que le dejó el campo de batalla, sin embargo, le lanzó al activismo político y comunitario y luego a la lucha por la independencia, a través del grupo clandestino Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

“La experiencia de la guerra transforma a las personas. Cuando regresé de la guerra, la comunidad puertorriqueña empezaba también a exigir que se le oyera y se le viera, salir de la invisibilidad en que estaba”, afirmó.

La historia de los presos nacionalistas, sobre todo de Lolita Lebrón, influenció su vida. “Me uní a la campaña por la liberación de ellos. Decidí hacer algo”, contó.

Pese a que en Puerto Rico se ha generado un significativo consenso a favor de su excarcelación, López Rivera reconoce que si su solicitud de clemencia llega a las manos del presidente de Estados Unidos la presión en su contra también  se intensificará.

La entrevista con López Rivera se realizó por teléfono después de que el alguacil de la cárcel de Terre Haute, John Oliver, rechazara un nuevo pedido de El Nuevo Día  poder conversar en persona. Para Oliver, “la entrevista (en persona) puede poner en peligro la seguridad e interrumpir el orden bajo el que funciona la institución”.

“No entiendo cómo un reportero puede representar una amenaza para la institución porque yo estoy preso y las entrevistas se hacen en un salón separado”, indicó López Rivera, quien desde el verano de 2006 –cuando El Nuevo Día también le entrevistó por teléfono– no tenía contacto con periodistas.

En su unidad de Terre Haute hay unos 50  presos. Es el único que tiene que reportarse cada dos horas ante los guardias penales.

¿Cómo está su salud?

“Para mis 70 años está buena”.

¿Cómo lo tratan?

“Dentro de la realidad me están tratando bien.  Siempre hay cositas que ocurren que son parte del medio ambiente”.

¿Le prohibieron algunas  comunicaciones?

“No me permiten –con excepción de  entrevistas  (ayer)– hacer  comentarios por teléfono que puedan ser publicados. Me dijeron  (si ocurre) ‘vas para el hueco’, es decir estar entre 30 y 60 días en segregación”.

Ha recibido un fuerte apoyo en  Puerto Rico y la diáspora.

“Ha sido maravilloso y conmovedor. Cuando personas que pensamos completamente diferente nos unimos  es algo muy significativo. Lo más lindo es el sentido de justicia dentro de nuestro  pueblo. Somos un pueblo solidario y con amor a la justicia”.

¿Todas sus comunicaciones se las interceptan?

“Las llamadas telefónicas son interceptadas completamente.  Si envío un correo electrónico en español, puede tardar de tres a cinco días en llegar”.

¿Tiene acceso a computadoras?

“Solamente para mensajes electrónicos (que no pueden salir de la institución hasta ser revisados por las autoridades penales). Nunca he visto (la red de Internet)”.

¿Cómo comparan sus condiciones actuales con los 12 años en solitaria?

“Es una diferencia como la noche y el día. Eso de estar en una celda de seis pies por nueve durante 22 horas y 45 minutos es muy duro. No hay casi contacto con presos. Cuando los guardias vienen a buscarte, te mantienen amarrado. Te menean las esposas para cortarte la piel”.

¿Cómo mantuvo la sanidad mental?

“Una de las cosas más importantes es el concepto que uno tiene del tiempo. Me tienen preso pero el tiempo va a ser mío. En una celda de seis por nueve, uno lo convierte en un todo, el estudio, el área de ejercicios, para leer”.

¿Cuál es su rutina?

“Me levanto a las 4:00 a.m. y desde la cama empiezo mis ejercicios de estiramiento. Me preparo una taza de café, hago más ejercicios y me baño entre 4:00 a.m. y 5:00 a.m.. Voy al gimnasio, que es el área donde pinto. Allí preparo la clase de arte que doy en las tardes. A las 8:00 a.m. abren el patio, donde estoy usualmente por una hora. Corro un poquito, me baño de nuevo. Soy el que limpio la celda, en eso soy bien estricto. Almuerzo. Y ya a la 1:00 p.m. regreso al gimnasio para pintar o dar mis clases. De 3:30 a 4:30 p.m. es el conteo de prisioneros. A las 5:00  ceno. (Al caer la noche) leo, contesto correspondencia y tengo dos radios en los que busco música para relajarme y dormir”.

¿Qué dibuja ahora?

“Una pintura del (fallecido)  abogado Juan Santiago Nieves”.

¿Qué lee?

“Hace poco terminé el libro sobre el FBI Enemies (de Tim Weiner) y otro sobre China de un periodista español”

“Soy bien ecléctico en la lectura. Hace poco terminé el libro sobre el FBI ‘Enemies’ (de Tim Weiner) y otro sobre China de un periodista español”.

Solicitó clemencia en el 2011, ¿espera obtenerla?

“He vivido esperanzado de muchísimas cosas, pero también soy bien práctico. Todo es impredecible. Estoy listo para lo que venga. Si pasa bien, sino arrastro lo que tengo que arrastrar”.

¿Por qué aceptarla ahora después de haberla rechazado en 1999, cuando el presidente Bill Clinton le otorgó clemencia a una docena de prisioneros políticos puertorriqueños?

“(Clinton)  excluyó a dos de los compañeros (Carlos Alberto Torres y Haydee Beltrán). Nunca, ni en Vietnam ni en la calle, dejé a nadie atrás. Se me hizo difícil sabiendo que podía salir primero que ellos. También en los 10 años adicionales de cárcel (que se le exigían) no podía cometer ninguna infracción y en la prisión uno nunca sabe lo que el carcelero puede querer hacer”.

Si hubiese aceptado la clemencia hubiese podido quedar en libertad hace 4 años, pero ahora le faltan 10 más.

“Sé que es posible que tenga que cumplir 10 años más. Tengo que estar listo para enfrentar la realidad. Desde que entré a prisión he estado listo para lo que venga. No es fácil, pero me atengo a las consecuencias”.

¿Para Obama es más fácil o complicado otorgarle clemencia? 

“Lo veo más difícil. Clinton es un poco más abierto y uno podía leerlo. Obama mantiene sus cartas bien cerca al pecho. Ha sido bien mezquino con la cuestión de otorgar perdón”.

En el proceso de petición de libertad bajo palabra, en 2011, exagentes del FBI y  familiares de víctimas del ataque a la Fraunces Tavern   de Nueva York fueron allí a influenciar en su caso. Aunque no se le haya vinculado a ese atentado, seguramente volverán a hacerlo con el procedimiento de clemencia.

“Uno de ellos era el agente a cargo del caso en Nueva York. Si hubiese tenido alguna vinculación, me hubiesen acusado. Ese mismo agente fue a las audiencias del Senado federal cuando Clinton ofreció clemencia. Me imagino que las familias quieren venganza. Entiendo, pero para mí es fuerte y doloroso que me  traten de culpar,  no tengo nada que ver. El Gobierno (de EE.UU.) ha hecho muchas acusaciones falsas”.

¿Qué percepción tiene sobre el Puerto Rico de hoy?

“La inseguridad, el costo de vida, el desempleo, corrupción, la juventud forzada a emigrar, la economía clandestina de las drogas.  Eso me duele. Perdemos el recurso principal, el recurso humano. Lo positivo es que se sigue luchando”.

¿Tiene vigencia la lucha armada?

“Los pueblos cambian, es un proceso evolutivo. Vimos algo bien importante con la lucha de Vieques, donde se logró (pacíficamente) lo que muchos pensaban no se lograría. Nunca he sido una persona dogmática.  Las cosas se hacen cuando se tienen que hacer. La lucha armada no es viable y quizá no sea algo necesario. Pero habla una persona que ha estado removido de Puerto Rico por 32 años. Uno no puede hacer un análisis de la sociedad desde la prisión”.

¿Cómo describe a las FALN, retrospectivamente?

“Hay cosas que se tienen que hacer y se hacen. Las personas que me conocen saben que respeto la vida humana. Cuando fui al Servicio Militar Obligatorio nunca había disparado un rifle. No fui a Vietnam porque tuviera ansias de matar o estar en una guerra. Lo más duro para un ser humano es ver la guerra”.

¿Será Puerto Rico independiente? 

“La esperanza mía es que sí. Dentro del ser puertorriqueño existe el deseo de afirmar su identidad nacional. El ELA les ha funcionado bien a los intereses de EE.UU., que si no ve algo roto no trata de repararlo”.

¿Ha valido la pena el sacrificio?

“Mi familia sí ha hecho sacrificios. La prisión es un sitio malísimo, bien deshumanizante, puede destruir a una persona, pero la idea del sacrificio no la veo. Quizá cuando me ponga más viejito”.

¿Cómo se lucha por la independencia después de ser prisionero político?

“Trabajar para que Puerto Rico sea mejor, que sea más seguro. Para mí eso es parte de la lucha. Martí dijo que para que un país sea libre tiene que ser culto. Tenemos que fomentar eso”.

¿A dónde irá cuando salga de prisión?

“Soy un poco impulsivo, pero tengo que ir primero a Chicago, donde tengo a mi hermano, sobrinos y mucha familia, antes de ir a Puerto Rico”.

¿Vivirá en San Sebastián?

‘Claro, soy pepiniano”.

¿Qué hará cuando regrese a Puerto Rico?

“Disfrutar de Puerto Rico, de mi familia. Pero, a mí me gusta trabajar. Tengo unas destrezas – organizar, ayudar a los jóvenes – que quiero compartir con la gente”.

¿Qué es lo que más ha extrañado? 

“La familia, el proceso de socialización, espacio”.

¿Comida?

“Arroz con gandules, aunque soy honesto que después de tantos años preso no recuerdo como sabe, (pero) era el plato favorito mío. Mi hermana mayor, que murió, siempre me decía ‘tengo gandules en la nevera para cuando salgas’”.

¿Le escriben mucho?

“He llegado a contestar 20 cartas en un día. Soy una persona que si alguien me escribe le contesto, no importa lo cansado que esté”.

 ¿Le ha escrito al presidente Obama?

“Lo único que he enviado es la solicitud(de clemencia) al abogado a cargo del procedimiento de perdón (en el Departamento de Justicia)”.

¿Si pudiera conversar con Obama que le diría?

“Le explicaría como Estados Unidos ha cometido una injusticia con Puerto Rico. El colonialismo es difícil de entender si uno no ha sido un ser colonizado, si no se ha vivido una vida dura. Le hablaría del caso de Puerto Rico y si cree que hay justicia en la lucha, que entonces tome su decisión. Se me hace difícil abogar por las cosas mías, pero le puedo explicar la razón de ser de la lucha por la independencia de Puerto Rico y como vi esa lucha hasta el momento en que fui capturado”.

(Tomado de El Nuevo Día)

 


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