Que a Luis Suárez lo saquen del Mundial me parece justo. Que lo sancione la FIFA, por dura que sean las medidas, también es atinado; porque la total inutilidad de su mordida ha dejado a Uruguay sin su referente en la delantera, porque la infausta decisión de “probar” el hombro de Chiellini complica para los charrúas su camino en Brasil.
Dos días después del incidente, en el partido que decretó el despido de Italia de esta Copa, la FIFA ha dado a conocer su fallo: salida inmediata del Mundial, nueve partidos suspendido de la selección uruguaya, cuatro meses suspendido de cualquier actividad oficial relacionada con el fútbol —durante los cuales no podrá ingresar a ningún estadio— y deberá pagar una multa de 100 mil francos suizos (112 mil dólares u 82 mil euros).
Si Suárez pensó en quedar impune de esta nueva incursión “canivalesca” no contó entonces con las potentísimas cámaras que pululan en los estadios brasileños, dejando constancia en ultra alta definición 4K de cuanto paso se da sobre el césped.
Una simple revisión del video bastó para ratificar la queja de Giorgio Chiellini, quien se dirigió al colegiado de turno para mostrar la “huella” de la curiosa caricia sin ser tomado en cuenta. Para el mexicano Marco Rodríguez, máximo responsable del orden sobre la cancha, esperemos que la FIFA tenga también algún correctivo, o por lo menos que prescinda de sus servicios permanentemente.
Por lo pronto, el delantero “destrozado” por la noticia, verá desde fuera del Maracaná el partido de octavos de final entre los suyos y una Colombia desbordada, que respira aliviada ante la noticia. Ya era un partido duro para los uruguayos, ahora es una colina empinada que precisan escalar si quieren mantenerse en este Mundial.
A Luisito, ese “chiquilín de barrio” como lo calificó el presidente uruguayo Pepe Mujica, bien hacen en escarmentarlo con todo el peso de la FIFA, porque ya está demostrado que el hombre ha convertido sus dientes en arma habitual.
En noviembre del 2010, mientras jugada en el Ajax holandés, Suárez hizo presa del hombro del centrocampista Otman Bakkal, quien por entonces militaba en el PSV Eindhoven. Esta primera impertinencia del charrúa fue sancionada con siete partidos de separación por parte de la Federación Holandesa, a los cuales se unieron otros dos choques por decisión de su equipo que, además, añadió una multa económica.
Sin embargo, el delantero no aprendió bien la lección y tres años más tarde, en abril del 2013 y como jugador del Liverpool, rubricó su impresión dental en el serbio Branislav Ivanovic, defensor del Chelsea. Esta segunda mordida representó diez partidos fuera de la Premier League, con lo cual Luisito no pudo iniciar la campaña con su equipo, aunque más tarde marcó 31 goles vistiendo la casaca roja.
Ahora, en pleno Mundial, a Suárez se le ocurre la muy brillante idea de dejarle un recuerdo a Chiellini; en medio del área y con todas las luces del estadio encendidas, para volver a la andas esta vez en otro continente. Por eso, por una cuestión meramente educativa y para evitar futuras complicaciones, la FIFA ha impuesto una sanción severa y, por demás, merecidísima.
“No se puede tolerar este tipo de comportamiento en un terreno de juego, especialmente en una Copa Mundial de la FIFA, cuando millones de personas tienen la vista puesta en los jugadores”, ha dicho Claudio Sulser, presidente de la Comisión Disciplinaria de la FIFA.
La organización rectora del fútbol en el planeta ha sido muy clara al respecto: Suárez fue sancionado por “asalto” y “acto antideportivo hacia otro jugador”.
Ya han viajado un grupo de defensores hasta Río de Janeiro para tramitar la apelación por parte de la Federación Uruguaya, los cuales esgrimen la ausencia de derecho en esta decisión, así como la ausencia de precedentes en estas instancias para aplicar semejante sanción.
Sin embargo, la FIFA hasta ahora ha sido firme en su decisión de defender a capa y espada el sacrosanto fairplay, a la vez que justificó cuidadosamente cada uno de los cargos imputados a Luisito.
Bien visto, al “Mordelón” Suárez la sanción le vendrá de maravillas para repensarse el uso de los dientes en este deporte. Además, si este tiempo de retiro espiritual no cambia los instintos del “chiquilín Luisito”, al maestro Óscar Washington Tabárez siempre queda la opción de emplear esos cuatro meses en dos acciones que parecen imprescindibles: vacunar al muchacho y adaptarlo al bozal.