La educación como herramienta eficaz para acabar con 168 millones de niños trabajadores en el planeta constituye un desafío para las 150 naciones que ratificaron su compromiso con la abolición de las diversas formas de empleo de la infancia.
Tal decisión fue fijada por los representantes de esas naciones participantes en esta capital de la III Conferencia mundial sobre el Trabajo Infantil, en la cual se reflejo el largo camino que queda por recorrer para lograr acabar con el empleo de mano de obra de la niñez.
En este encuentro se aprobó la Declaración de Brasilia, la cual revalida la voluntad de eliminar las peores formas de trabajo de infantes hasta 2016, reconocidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como son la esclavitud, la servidumbre, el trabajo forzoso y sexual.
La Conferencia abogó por garantizar el acceso a la educación gratuita, obligatoria y de calidad para todos los niños, así como la progresiva universalización de la protección social.
Para la ministra brasileña de Desarrollo Social y Combate al Hambre, Tereza Campelho, hay que transformar las escuelas y convertirlas en centros más atrayentes, así como implementar programas sociales y de transferencia de renta, como Bolsa de Familia que en este garantiza una mejor vida para más de 11 millones de hogares pobres.
La titular rechazó las políticas de algunas naciones que en medio de los problemas financieros, lo primero que hacen es recortar los gastos de los sectores sociales.
Las acciones punitivas son bienvenidas, más no resuelven el problema del trabajo infantil, subrayó al corroborar sobre la importancia de ejecutar políticas en beneficios de los menos favorecidos y darle continuidad.
Al igual que Campelho, el representante de la Organización Internacional de Empleadores, Octavio Bustamante, defendió la idea de fortalecer el papel del educador en la erradicación de trabajo infantil.
Abrazamos la causa de los profesores y es importante invertir en la formación de buenos maestros y pedagogos, apuntó.
Según datos de la OIT, cerca de 10,5 millones de niños laboran como empleados domésticos en casas de familia, y en ocasiones realizan actividades peligrosas, en régimen de esclavitud.
Las estadísticas de esta agrupación revelan que un 71 por ciento de esos niños son del sexo femenino.
A pesar de lo avanzado, el presidente de la OIT, Guy Rider, señaló que no cumplirán con la meta fijada hace una década de eliminar en 2016 las peores formas de trabajo infantil, como la esclavitud, la servidumbre, el trabajo forzoso y la explotación sexual.
Del trabajo infantil, se estima que el 58,6 por ciento se concentra en la agricultura, afectando a más de 98 millones de niñas y niños.
La OIT considera que la presencia de niños y adolescentes en el campo puede estar relacionada con la vulnerabilidad económica de las familias, el menor acceso a servicios públicos de calidad, la ausencia o inadecuación del uso de tecnología agrícola en el campo y la menor disponibilidad de oportunidades laborales para los adultos. La III Conferencia fue clausurada por el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien recordó que uno su más importantes compromisos cuando llegó en 2003 a la presidencia de la República fue “acabar con el hambre en este país”, el cual -dijo- es uno de los grandes motivos del trabajo infantil.
“El mapa del trabajo infantil coincide rigurosamente con el mapa del hambre y la miseria”, por lo cual la primera medida para eliminar el empleo de infantes es lograr una mejor distribución de renta en todas las regiones más pobres del planeta”, subrayó.
Tras rememorar su niñez, durante la cual fue vendedor de naranjas, de maní, lustrador de zapatos y trabajó en una tintorería antes adquirir su primer título profesional como tornero, destacó la necesidad de los gobiernos de contar con voluntad política para enfrentar este grave problema.
Uno tiene que llevar comida a su casa, hasta pone su propia vida en juego para conseguirlo, y por eso vemos tantas niñas en la prostitución en el mundo, enfatizó al criticar que se gasten tantos miles de millones de dólares en ayudar a sistemas financieros irresponsables y otros miles de millones más en guerras.
Estos gastos evidencian que hay recursos para combatir el trabajo infantil, pero se requiere de “voluntad política” para hacerlo, recalcó.
La tarea de acabar con la explotación de infantes demanda voluntad política, un trabajo coordinado y articulado de administraciones nacionales, organismos internacionales y de todos los sectores de la sociedad, apuntó.
Al igual que Lula da Silva, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, habló sobre este y alertó que “la eliminación del trabajo infantil depende de las oportunidades de empleo y generación de ingresos para los adultos de las familias”.
Se trata -dijo- de lograr un modelo de desarrollo inclusivo, como el adoptado por su Gobierno, en el cual la prioridad dada a la educación fue la responsables de la reducción del trabajo infantil en Brasil, entre 2000 y 2012, en un 67 por ciento. El índice es mayor que el promedio global, que fue del 36 por ciento.
Brasil aparece asimismo como un ejemplo de que con voluntad política y acciones coherentes, continuas y permanentes, es posible poner en acción el poder transformador de la cooperación que dará lugar a la erradicación del estas formas de explotación de los menores.
(Tomado de Prensa Latina)