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General: CAMILO CIENFUEGOS , 55 OCTUBRES ATRÁS
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 02/11/2014 03:02

Camilo, 55 octubres atrás

Fidel veía en él la más alta representación de la lealtad, la valentía y la audacia, al dirigente político de sólida e inquebrantable formación proletaria

Por PEDRO ANTONIO GARCIA
Fotos: Archivo de BOHEMIA

Desde su visita a la región agramontina en la segunda quincena de septiembre de 1959, el comandante Camilo Cienfuegos había percibido evidencias de la traición que allí se estaba gestando. Su sexto sentido de guerrillero le posibilitó descubrir que un grupúsculo se reunía en torno a Huber Matos, jefe del Ejército Rebelde en la entonces provincia de Camagüey, que incluía a Ciego de Ávila, con el objetivo de asestar un artero golpe al proceso revolucionario. Así, cuando la sedición contrarrevolucionaria se pronunció en ese territorio, Fidel y la dirección de la Revolución designaron al Señor de la Vanguardia para neutralizar el motín.

Durante la detención de los sediciosos (Camagüey, octubre de 1959).
Durante la detención de los sediciosos (Camagüey, octubre de 1959) (crédito: Autor no identificado)

Años después, al prologar una biografía sobre el héroe, el general de ejército Raúl Castro fundamentaría esa designación: “Fidel veía en él la más alta representación de la lealtad, la valentía y la audacia, pero simultáneamente veía en Camilo -para enfrentar un problema de abiertos matices ideológicos-, el dirigente político de sólida e inquebrantable formación proletaria”.

Una vez impartida la orden, el Héroe de Yaguajay alistó una compañía de Seguridad del Estado Mayor de las FAR y ordenó preparar tres aviones para trasladar a aquellos 20 hombres armados. Decidió partir en el primer vuelo para adelantársele a Fidel, con el propósito de evitar que el líder histórico de la Revolución se expusiera a graves peligros. Acompañado por el capitán rebelde Manolo Espinosa Díaz y los escoltas Félix Rodríguez y Salas Caballero, se personó en la pista de Ciudad Libertad para abordar su avión ejecutivo marca Cessna, un bimotor de cinco plazas pintado de rojo y blanco. Piloteaba la nave el primer teniente Luciano Fariñas.

Cuatro meses antes (Sagua la Grande, 28 de junio)

El sexto mes de la Revolución en el poder trajo para Camilo jornadas de intensa actividad. En un mismo día podía vérsele al amanecer en el aeropuerto de Ciudad Libertad, al mediodía en Matanzas o en la región central, al atardecer de nuevo en la capital. En menos de 24 horas sorprendía con su visita a los orientales, y por la noche presidía un evento cultural en La Habana o asistía a la premiere de un filme, como sucedió con el documental Esta tierra nuestra, en el cine Riviera.

Consciente de la existencia de planes para desestabilizar la Revolución, que incluían un levantamiento interno y una invasión armada desde un país vecino, advertía en la clausura del Tercer Curso de Miembros de la Policía Militar Revolucionaria: “Estamos dispuestos a tomar las armas y usarlas debidamente contra el enemigo que atente contra la libertad. No nos preocupan mucho las conspiraciones ni los enemigos de la Revolución que se reúnen en tierra extraña para intentar atacarnos. Sabemos que si ese día llega, ustedes y todo el pueblo de Cuba sabrán cavar en las mismas arenas las tumbas de los mercenarios que intenten arrebatarnos esta hermosa libertad que hoy vive la República de Cuba”.

Dentro de ese plan desestabilizador, se comenzó a desarrollar una serie de campañas con el propósito de dividir al pueblo, las cuales tenían como un objetivo priorizado el Ejército Rebelde. Cuando el 28 de junio Camilo visitó Sagua la Grande, una ciudad de destacada participación en la lucha contra la tiranía batistiana, se encontró con la existencia de una peligrosa división entre los revolucionarios. El acto de apoyo a la Reforma Agraria, programado en la mañana, resultó el más pobre en convocatoria y el menos entusiasta de los que él había presenciado en todo el archipiélago.

Preocupado, buscó enseguida el diálogo con el pueblo. Una mujer le advirtió acerca de los batistianos que hacían de las suyas en el cuartel de la localidad: “Sí, Comandante, quedan ocho y uno en la jefatura”. La gente agrupada en torno a ella asintió con gritos de apoyo. Camilo los calmó: “Esta misma tarde vamos a ir al cuartel a ver cuáles son los esbirros que visten el uniforme verde olivo de la Revolución. Porque nadie puede decir que nosotros amparamos a los esbirros”.

Con su maestría característica, el Señor de la Vanguardia logró desenmascarar a los verdaderos enemigos del proceso.

En Camagüey (octubre de 1959)

Camilo y Fidel una entrañable amistad
“En contra de Fidel ni en un juego de pelota”
(crédito: Autor no identificado)

Camilo llegó a la ciudad de Agramonte en horas de la mañana; ya los revolucionarios camagüeyanos, encabezados por el capitán rebelde Jorge Enrique Mendoza, entonces delegado del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en el territorio, tenían bajo su control las dos estaciones de policía, las Fuerzas Tácticas del Ejército Rebelde, el aeropuerto y la radio y la televisión provinciales. Una vez informado de esto, partió hacia la sede del regimiento Agramonte, refugio de los complotados.

Años después, Espinosa Díaz relataría a un periodista: “Había muchos oficiales en las calles interiores del cuartel, debido a que por la madrugada Huber Matos había sostenido varias reuniones con su Estado Mayor. Camilo preguntó por el jefe de la unidad. Este se encontraba en su cuarto, hacía poco que se había acostado. Tenía el uniforme puesto”. Cuentan que el Señor de la Vanguardia despertó al jefe sedicioso: “Huber, yo como jefe del Ejército Rebelde, asumo el mando de la provincia. Estás preso”.

Tres meses antes (Estadio del Cerro, 25 de julio)

El 15 de julio, el Héroe partió desde Yaguajay al frente de la Caballería Campesina con el propósito de participar en el acto conmemorativo por el 26 de Julio en La Habana. A su paso por Villa Clara y Matanzas, se le sumaron decenas de jinetes. Ocho días después de iniciada la marcha, la comitiva llegó al territorio que hoy ocupa la provincia de Mayabeque. En Madruga, la población los recibió con júbilo.

En la noche del 25 de julio, mientras la Caballería descansaba para hacer su entrada al día siguiente en la capital, el Señor de la Vanguardia se fue al Estadio del Cerro (hoy Latinoamericano), donde iba a celebrarse un partido de beisbol entre una selección de Barbudos (miembros del Ejército Rebelde) y el equipo de la Policía Nacional Revolucionaria. Se había anunciado por la prensa que los pitchers iban a ser Fidel y Camilo, pero al aparecer en la grama, este vestía el uniforme de los Barbudos y portaba en la mano una mascota de catcher. “Yo no estoy en contra de Fidel ni en un juego de pelota”, dijo a los periodistas, mientras se preparaba para recibir los lanzamientos del jefe de la Revolución.

La sedición derrotada (Camagüey, octubre de 1959)

En los momentos en que eran detenidos los principales complotados, Fidel arribaba a Camagüey. Inmediatamente orientó a Mendoza que convocara por la radio al pueblo camagüeyano a congregarse frente a las oficinas del INRA. Hacia allá también partió Camilo para informarle al Comandante en Jefe de la situación. Ambos se encaminaron al regimiento Agramonte, seguidos de un mar de pueblo. La sedición había sido derrotada.

Entre los complotados había gente honesta, confundida por la demagogia del jefe del regimiento Agramonte. A estos el Héroe les explicó el carácter y alcance de la Revolución, aclaró sus dudas, empezó a lanzarles interrogantes sobre las leyes revolucionarias.

Una y otra vez les preguntaba si ellas no los habían beneficiado. Según testimonio de Jorge Enrique Mendoza, a alguien le preguntó por qué era anticomunista, “si el comunismo era una ideología que defendía a los pobres y discriminados”.

Esa noche, en diálogo con los soldados del regimiento, Camilo afirmaría: “No es necesario decir aquí hasta dónde va a llevar Fidel Castro la Revolución Cubana. Esta Revolución irá hasta sus límites finales, […] hasta la meta trazada, esta Revolución, como en los días de la guerra, solo tiene dos caminos: Vencer o Morir”.

Un mes antes (Ciego de Ávila, 19 de septiembre)

Para participar en distintos actos programados en la entonces provincia de Camagüey, Camilo se trasladó en su avión Sierra Maestra a la ciudad de Ciego de Ávila. Más de 40 mil campesinos participaron en la concentración en apoyo a las leyes revolucionarias y, en especial, a la Reforma Agraria.

En la Caballería Campesina. A su izquierda, el comandante Félix Torres
En la Caballería Campesina. A su izquierda, el comandante Félix Torres. (crédito: Autor no identificado)

Como parte de la sedición contrarrevolucionaria que taimadamente se estaba gestando, comenzaron a circular ciertas campañas para desacreditar ante las masas a los dirigentes de la Revolución. El Señor de la Vanguardia, al detectar el macabro plan, no fue remiso en declarar: “A los que piensan que el Che Guevara y yo decíamos que este no era un pueblo revolucionario, desde esta tribuna y frente a estos miles de hombres y mujeres, decimos que en Camagüey, que en Ciego de Ávila, hay conciencia revolucionaria y hay un pueblo que apoya al gobierno y apoya a la Revolución.

“El mejor ejército que tiene la Revolución no son los soldados, no somos nosotros, el mejor ejército -y ya lo dijo Fidel Castro-, es este pueblo heroico que hoy se congrega en esta plaza revolucionaria”.

Su última aparición pública (La Habana, 26 de octubre)

Para demostrar su apoyo a Fidel y al Gobierno Revolucionario, el pueblo se congregó ante el Palacio Presidencial. Esa concentración pasa a la historia porque en ella Fidel convocó a la creación de las Milicias Nacionales y en una hoja de libreta, estudiantes de la Universidad de La Habana estamparon su decisión de integrar el primer destacamento de milicianos en una casa de altos estudios.

Pero también porque allí, en ese acto, hizo el Señor de la Vanguardia su última aparición pública.

“Porque el pueblo cubano sabe que por cada traidor que surja, habrá mil soldados rebeldes dispuestos a morir defendiendo la libertad y la soberanía que conquistó este pueblo. Porque vimos los cartelones y oímos las voces de este pueblo valiente que dice: ¡Adelante Fidel, que Cuba está contigo!”, dijo en un momento de su intervención.

Dos días después, Camilo regresó a Camagüey, con el objetivo de concluir las actuaciones de la sedición y depurar responsabilidades. Al atardecer del 28 de octubre enrumbó hacia el aeropuerto agramontino para el regreso a La Habana. Pronto el Cessna 310 número 53 se convirtió, al despegar, en un punto que se disolvía en el horizonte.

El controlador de vuelo, diligente, anotó en un documento: “Tripulantes: comandante Camilo Cienfuegos; piloto: teniente Luciano Fariñas; escolta: sargento Félix Rodríguez. Ruta a seguir: Por razones de seguridad no es informado el vuelo ni la ruta”.

Hizo un alto en la escritura para escudriñar un reloj grande y redondo que descansaba en la pared. Con habilidad de calígrafo, consignó: “Hora: 6:01 p.m.”.

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Fuentes consultadas
Los libros Hablar de Camilo y Camilo Cienfuegos. El hombre de las mil anécdotas, de Guillermo Cabrera Álvarez; y Camilo, Señor de la Vanguardia, de William Gálvez. Informaciones periodísticas aparecidas en el diario Revolución de junio a octubre de 1959.



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