Dicen que resulta difícil no distinguir a un cubano en cualquier parte de mundo. La generalidad, trasciende por características propias de una idiosincrasia peculiar que rebasa fronteras geográficas. Alegres, solidarios, hospitalarios, amistosos, sociables, extrovertidos, impulsivos, confianzudos…conforman una variada lista de adjetivos que nutren la denominada identidad cultural cubana, según muestran los estudios psicosociológicos realizados sobre el tema.
Un elemento consensuado en el complejo “ajiaco”, cómo diría Don Fernando Ortiz, resulta el fuerte sentimiento de identidad que posee el cubano, junto a un orgullo de su cultura y una autopercepción indudablemente positiva.
Identidad cultural cubana: ingredientes de un ajiaco
Según establece la doctora María Isabel Domínguez en su artículo Identidad nacional y sucesión generacional en Cuba, la identidad deviene en un mecanismo de autoidentificación de cualquier individuo o agrupación humana ante sí mismo y frente a otros. “De ahí su carácter polivalente para aludir a rasgos y niveles: abarca al individuo, la familia, los grupos de género, los generacionales, étnicos, raciales, ocupacionales, clasistas, territoriales y otros”.
En este sentido, teóricos sobre el tema recalcan en la manifestación del proceso a través de una serie de valores construidos socialmente dentro del devenir histórico como formas de guiar creencias, actitudes y comportamientos. Constituye, en esencia, un proceso psicosociológico de comunicación.
Por su parte, la titular de la Academia de Ciencias de Cuba insiste en percibir a la identidad cubana como un sistema dinámico fruto de una transculturación material y espiritual de las etnias que fueron conformando la población del pais.
Los topónimos de pueblos y regiones, incluido el propio nombre del país, constituyeron el legado aborigen; mientras, tradiciones culinarias, expresiones y una fuerte religiosidad popular quedaron insufladas en el ADN del cubano a través de sus ancestros hispanos y africanos. En ese largo proceso-en el cual intervinieron otras huellas como la china, la francesa, entre otras- se conformó la nacionalidad cubana para quedar nítidamente configurada en la segunda mitad del siglo XIX en las luchas por la independencia colonial. Con ello quedó establecida una parte de sus rasgos idiosincrásicos que se han nutrido, como acción dinámica, en todos estos años.
CUBANOS: “LOS MÁS MEJORES”
Desde hace décadas en el país existe un creciente interés por investigar sobre los temas relacionados a la identidad del cubano. Bajo tales miras, María Isabel Domínguez,directora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de Cuba, en sus variados acercamientos al tópico insiste en que los hijos de esta Isla poseen una clara autoimagen, estable en el tiempo y apoyada fundamentalmente en elementos positivos del carácter, así como en valores humanos y sociales que les identifican.
En esas ansias de “creernos” y proyectarnos como “los más mejores”, existen características enumeradas, incluso en antiguas pesquisas, como la “guapería”, una marcada exaltación rebelde y un sentimiento de orgullo nacional, que lleva a rechazar cualquier pretensión hegemónica o subvalorativa.
Pero uno de los elementos más mencionados en los trabajos investigativos es el carácter extrovertido del cubano y su “capacidad de choteo”, acción común de restar importancia a los problemas, burlarse de todo, hasta de sí mismos en cualquier circunstancia, lo cual sin dudas, según criterios de Domínguez y otros especialistas, debió haberse reforzado como estrategia de enfrentamiento en las difíciles condiciones en que surgió y se desarrolló la nación.
Diferentes estudios de Carolina de la Torre, Consuelo Martin y Maricela Perera, coinciden en establecer elementos positivos de la identidad cultural cubana como el “ser” alegres, solidarios, hospitalarios, generosos, amistosos, sociables, afectuosos, extrovertidos, valientes, dignos, honestos y revolucionarios.
Entre las nociones negativas sobresalieron la indisciplina, desorganización, impulsividad, excesiva confianza, inconstancia, informalidad, impuntualidad, y en ocasiones, la descortesía y vulgaridad.
Cómo núcleo consensuado emerge entonces el buen carácter y un sentido optimista de la vida como componentes estables de la cubanidad.
De igual forma se aclara que la identidad no conlleva necesariamente una situación geográfica: se puede “ser cubano”, fuera de Cuba. Roland Julio Rensoli, investigador del Centro de Estudios sobre la Juventud y profesor auxiliar de la Universidad de La Habana explicó en una entrevista a la prensa nacional que con la lejanía el sentimiento no se pierde. “Por el contrario, se exacerba el deseo de preservar las raíces y tradiciones: se cocinan los platos típicos, se pone la música salsera, se estampan pinturas en las paredes con lugares de nuestro país o se cuelga alguna bandera”.
CUBANO: ¿SER O NO SER?
Si se hiciera un análisis a priori del consumo cultural y las modas asumidas por las nuevas generaciones hoy, se asistiría a una duda razonable sobre la preservación de la identidad cultural en los más jóvenes representantes de la nación.
Más allá de la sobrevaloración de lo foráneo, principalmente por menores de 35 años, la IV Encuesta Nacional de Juventud, referenció en el 2012 que el 96 por ciento de la población entre 15 y 29 años de edad se sentía orgullosa de su cubanidad.
Aunque a lo largo de estas décadas continuó la consolidación de los sentimientos de autoestima nacional, incuestionable resulta que la identidad cultural puede ser erosionada paulatinamente y, a la larga, llevar a un cuestionamiento de la propia creación o supervivencia. También no es menos cierto, que diversas pesquisas han arrojado un debilitamiento del conocimiento, en los más jóvenes, de los vínculos entre el presente y el pasado de la nación, por insuficiencias en la enseñanza de la Historia y en la transmisión de tradiciones culturales.
Especialistas insisten en que el fenómeno no es exclusivo de Cuba, sino de todo el Tercer Mundo, que sufre múltiples influencias internas y externas que actúan sobre la identidad. La crisis contemporánea de idiosincrasia autóctona alcanza nivel mundial, y la complejidad de las interacciones internacionales en una época de desenfrenada globalización económica y cultural impone múltiples retos para las naciones que como Cuba, quieren y necesitan mantener sus esencias.
La solución es imposible hallarla en arcaicas fórmulas. En ello influye comprender a cabalidad la identidad cultural, siempre desde el entendimiento multidimensional de lo que Juan Pérez Rivas llamó “el verdadero pueblo cubano”.
En sentido general, urgen dinámicas, creativas e ingeniosas vías para potenciar una mayor preservación de la identidad en las nuevas generaciones, en un sentir que resume el propio el estudioso Enrique Ubieta cuando concluye: “Somos y no somos hispanos, somos y no somos africanos, somos americanos, pero sobre todo cubanos”.