Cuba entre tres imperios
Para emerger como nación independiente, Cuba ha tenido que hacer frente a colosales desafíos derivados de los apetitos de viejos y nuevos imperios
Por ARMANDO HART DÁVALOS
10 de diciembre de 2014
La realización de esta iniciativa del Club Martiano de la Sociedad Cultural José Martí, que lleva el nombre de mi padre, Enrique Hart Ramírez, con la participación decidida y entusiasta de los jóvenes, me proporcionó mucha alegría y también un sentimiento de responsabilidad por la significación que esa figura entrañable tiene para mí, por estar vinculada, desde los días más tempranos de mi infancia, al interés por los temas jurídicos y éticos y, desde luego, por lo que él representó para la jurisprudencia cubana en la segunda mitad del siglo XX.
Tenemos la gran responsabilidad de dar a conocer más la importancia de la juridicidad en la historia de Cuba y cómo ella se inserta en la de nuestra región latinoamericana y caribeña, con una dilatada historia de saqueo, subdesarrollo y depredación por parte de metrópolis antiguas y modernas, con un destino de liberación y una tradición espiritual que sirve de fundamento a una vocación de integración regional. Por ello, nuestra región está en condiciones de hacer un aporte sustantivo para salvar a la especie humana y al planeta que habitamos de su extinción definitiva.
El tema de la ética, y en especial de la juridicidad, se ha revelado, en los tiempos de aguda crisis en que vivimos, como la cuestión clave que resolver para evitar un colapso definitivo de la civilización.
Por eso creo nuestro deber apoyarnos en la enorme tradición jurídica de la nación cubana para dar nuestro aporte a América y al mundo en el empeño que tenemos que hacer los seres humanos para salvar a nuestra especie.
Los acontecimientos que tienen lugar en nuestra patria latinoamericana y caribeña han puesto de manifiesto, una vez más, la enorme importancia de la juridicidad en la vida política de las naciones donde tienen lugar procesos de cambio que transitan en el marco de la legalidad empleada a favor de la justicia y de la revolución. Históricamente, han sido siempre la contrarrevolución y las clases reaccionarias de América Latina las que han pretendido presentarse, cínicamente, con las banderas del Derecho cuando en realidad han sido ellas las que se han colocado al margen de la legalidad.
En el caso de Cuba, aunque la Revolución triunfó por la vía de la insurrección armada, debemos subrayar el hecho de que el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se produjo poco antes de unas elecciones generales, en las cuales iba a triunfar un partido de amplia base popular. Con él, Fulgencio Batista, con el apoyo norteamericano, derrocó al Gobierno constitucional y abolió la Constitución de 1940. Fue precisamente la defensa del orden constitucional sustentado en aquella Constitución, que tomamos como bandera, y el rechazo del pueblo al régimen tiránico de Batista, lo que generó un proceso revolucionario radical que nos condujo al triunfo de la Revolución.
De ahí, la importancia de asumir en este continente la defensa de una tradición jurídica que consagre los derechos de los pueblos y de sus instituciones. No habrá socialismo en Cuba ni en ninguna parte sin que el sostén de la ley se corresponda con sus exigencias.
Esto debe tomarse en cuenta no solo hoy sino para cuando por ley de la vida otros revolucionarios asuman la dirección del país. Entonces, quien intente gobernar en Cuba sin fundamentos jurídicos o con artimañas legales les abriría el camino a la contrarrevolución y al imperialismo. Por eso, hay que dejarlo bien claro en la conciencia revolucionaria del país que quienes mañana traten de quebrantar la ley, cualesquiera sean sus propósitos o motivaciones, provocarán la división en el pueblo y, por tanto, facilitarán la acción del enemigo. De ahí, la insistencia del compañero Raúl en el respeto a la institucionalidad como garantía de la continuidad del socialismo en nuestro país.
Tenemos muchas razones para defender nuestro sistema de derecho basado en la Constitución socialista. Hoy tenemos una fuerza enorme, al haber creado nuestras leyes y haber sabido defenderlas y respetarlas. Eso es lo principal. El respeto al sistema jurídico que hemos creado y los principios éticos que emanaron de la Revolución resultan esenciales para hacer frente a los cambios legislativos que necesariamente trae consigo la actualización del modelo económico y social de nuestro país.
Como conclusión, en la conciencia cubana están grabadas dos categorías esenciales que andan divorciadas en el mundo de hoy: ética y derecho. Ambas solo pueden alcanzar plenitud de desarrollo cuando se articulan entre sí y orientan la acción popular en búsqueda de un mundo mejor. Cada pueblo escogerá su propio camino; pero el cubano, a partir de nuestra hermosa tradición histórica y la guía de Fidel, luchó por el socialismo como la única posibilidad de garantizar el equilibrio social indispensable para gobernar, y lo hicimos porque con Martí tomamos partido por los pobres de la tierra, y no solo de Cuba sino del mundo.
Recientemente expuse estos criterios, aprovechando el marco propicio de la presentación de un libro que nos introduce precisamente en esa rica historia de nuestra Patria, abordando un periodo poco estudiado que abarca los casi tres siglos que siguieron a la colonización y conquista de la Isla. Ese período histórico constituye, como bien apunta el autor, el fundamento de los importantes cambios que vendrían tras la toma de La Habana por los ingleses y en el que resulta posible comenzar a rastrear los incipientes procesos que conducen a la forja de una conciencia e identidad nacional. El libro Cuba entre tres imperios viene a subrayar como idea esencial de nuestro devenir histórico que Cuba, para emerger como nación independiente, ha tenido que hacer frente a colosales desafíos derivados de los apetitos de viejos y nuevos imperios. Felicito a su autor, Ernesto Limia, por su valiosa contribución, y al Club Martiano Enrique Hart Ramírez por esta iniciativa.