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General: El barrio Santa inés o del Cartucho donde nací
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 17/01/2016 02:02

EL CARTUCHO: DE LA OPULENCIA A LA INDIGENCIA

Qué tienen en común el ex presidente Julio Cesar Turbay Ayala con el Comanche ? Lo mismo que tienen los historiadores Germán Arciniégas e Indalecio Liévano Aguirre con Clara la loca o con el Papá de la Pipa : todos fueron en un momento u otro habitantes de la zona conocida hoy como El Cartucho.

Por: Juanita León Redactora de EL TIEMPO

Este sector de Bogotá ubicado entre la calle 6 y la calle 10 entre la avenida Caracas y la carrera 11 que es hoy objeto de polémica porque será demolido se convirtió en los en los últimos años en el símbolo nacional de la miseria.

Pero no siempre fue así.

Durante la primera mitad de este siglo vivieron allí en lo que se llamaba el Barrio Liévano no sólo personas reconocidas hoy como el ex presidente Turbay Ayala, sino algunas de las familias más prestigiosas de la época: la de Nicolás Liévano Danies, uno de los pioneros del urbanismo de Bogotá, la del ex presidente de la asamblea de la ONU Indalecio Liévano Aguirre; la del historiador Germán Arciniegas y las familia Anzola Gómez y Torrente.

Y cómo vivían! Había tertulias culturales en donde se escuchaban pianistas, violinistas y lecturas de poesía con declamadores , recuerda María Eugenia Liévano, nieta de Nicolás Liévano Danies, el constructor de ese barrio.

Vivía gente culta que hacía impromptus sobre diferentes temas y los cantantes improvisaban áreas de ópera y zarzuela, que estaba en vigor en ese entonces , agrega Hernando Rosillo, historiador cuya familia también vivió allí.

Por allí, donde desde hace un par de décadas van a parar los que salen de la cárcel sin familia ni futuro, los que pierden la esperanza de conseguir un empleo, los drogadictos, los locos, los prófugos y los destechados que no tienen a donde ir desfilaban antes señoras con vestido largo, pieles y guantes.

Y este sector donde hoy abundan proxenetas, traficantes de droga, vendedores de armas, falsificadores, autoridades que cobran vacunas a los delincuentes para dejarlos operar, y todos los demás comerciantes de la ilegalidad, concretaba en 1920 las aspiraciones republicanas de los colombianos.

Recuerdo un barrio muy lindo y arborizado con faroles de tres luces , dice Liévano, quien vivió allí durante su infancia. Era un barrio francés republicano .

Claro, al lado de estas calles elegantes que ella recuerda, había otras no tan glamorosas.

Por ejemplo, desde finales del siglo XVI ya existía la plaza de San Victorino. Desde ese entonces se concentraban allí los vendedores ambulantes y los recién llegados a la ciudad.

En la callecita específica del Cartucho ya se conseguían a mediados de siglo envases, papel, desechos de construcción. Y también habitaban las calles los famosos piperos, que consumían alcohol industrial mezclado con Coca Cola, recuerda el arquitecto Carlos Alvarez, cuya familia ha tenido un negocio en el sector de San Victorino desde 1955.

Sin embargo el sector comenzó a decaer a mediados de siglo.

Que pasó? Varios factores confluyeron. El primero fue el Bogotazo del 9 de abril de 1948.

Se incendió el centro de la ciudad y la gente entró en pánico , recuerda Rosillo. Empiezan a atacar a las señoras, escupiéndoles pepas de mamoncillos en los sombreros .

La gente acaudalada se asustó y se fue hacia el norte en ese entonces a Palermo y Santa Teresita para alejarse de los poderes gubernamentales que atraían a la gente de menos recursos.

La gente comienza a arrendar su casa al primero que aparezca y la tierra empieza a perder valor porque todos abandonan el sector , agrega María Inés Avila, arquitecta quien hizo su tesis sobre la evolución del sector.

Entre 1948 y 1955, también se abren la Caracas y la carrera 10 como dos grandes avenidas. Además, se demuele el principal mercado de la ciudad que estaba localizado en Santa Inés, en la calle 10 con carrera 10 y se traslada a la Plaza España.

La apertura de estas avenidas es importante porque van a aislar el sector , explica el urbanista Carlos Niño. Se crea un sector con una circulación cerrada .

Así como una mano se muere si se aprieta lo suficiente para impedir la circulación de la sangre, así se muere un sector cuando una zona se queda sin puentes que la integren a otras zonas, dice Niño.

Es lo que le está sucediendo al Barrio Santa Fe, que se encuentra aprisionado entre el Cementerio Central, la carrilera del tren y la Avenida Caracas y lo que le podría llegar a suceder a otros barrios al borde de la troncal de la Caracas, según expertos.

Además de estas circunstancias objetivas, también influyó el concepto social del Norte .

Las clases emergentes no echan raíces porque la dinámica es seguir ascendiendo y trasladándose , dice el historiador de la arquitectura Germán Tellez. El Cartucho es la creación cronológica de vacíos dejados por una clase que emigra a otra parte .

Pero no todos emigraron. Emilia Aguirre de Liévano, se queda en el barrio que construyó su esposo Nicolás hasta que muere en 1981.

Una decisión valiente. Tras la desbandada de las clases más acomodadas, llegan otras que empiezan a dividir las viviendas y a crear inquilinatos.

En la calle 10 comienza la prostitución , dice Liévano, quien siguió yendo al barrio a visitar a su abuela. Paulatinamente comienza el deterioro de las fachadas en cuanto aseo. En los 60, ya no se pintan las casas. Empieza a haber gente en la ventana en chancletas, con la ropa colgada .

Luego, desocupan el Laboratorio Nacional de Higiene en la calle 6. El edificio que fue demolido hace seis meses es presa de los vándalos y se convierte en un foco de deterioro del sector, que se viene a sumar a la llegada de la marihuana.

En la década de los 80, aparecen los primeros comerciantes del papel y luego los proveedores del reciclaje. El problema se agudiza cuando algunos dueños de los depósitos de papel comienzan a pagarle con basuco a los recicladores, quienes cumplen una función social importante de recolección del papel que desecha la ciudad.

En 1981, la abuela Liévano fallece. La familia cierra su casa con la esperanza que la alcaldía emprenda alguno de los muchos proyectos de recuperación del sector presentados por la ciudadanía.

Pero sucede lo impensable..

Empiezan a llevarse partes de las casas , recuerda Liévano. Los vándalos se llevaban las cornisas, las molduras y hasta los tapices de las paredes .

La policía se negó a intervenir para evitar el saqueo que ocurría a tres cuadras de su estación, dicen Rosillo y Liévano.

En un mes la casa de la familia Liévano desapareció. En una semana se llevaron cinco casas. Se llevaron la fachada, las puertas y las rejas , dice Liévano. Quedó sólo el lote .

El lote y el testimonio de cómo Bogotá al igual que otras ciudades del país abandonó su centro y con él, parte de su memoria.



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De: Ruben1919 Enviado: 17/01/2016 02:06

Liévano Aguirre, Indalecio

Indalecio Liévano Aguirre

Ficha Bibliográfica

Título: Liévano Aguirre, Indalecio
Palabras clave: BiografíaColombiaHistoriadorPolítico

Historiador, político y estadista nacido en Bogotá, el 24 de julio de 1917, muerto en la misma ciudad, el 29 de marzo de 1982. Hijo de Nicolás Liévano Danies y Emilia Aguirre, Indalecio Liévano Aguirre hizo sus estudios de secundaria en el Colegio Nacional de San Bartolomé, donde obtuvo el diploma de bachiller en Filosofía y Letras en el año 1939. Posteriormente realizó sus estudios universitarios de Derecho y Ciencias Sociales y Económicas en la Universidad Javeriana, donde se graduó en 1944. Su tesis de grado fue una biografía de Rafael Núñez. Esta fue su primera obra de investigación histórica, la cual le mereció la alta distinción de miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia en 1944.

En una época en que la interpretación histórica sobre Rafael Núñez y la Regeneración era negativa para la democracia y la utilización de las libertades, el joven Liévano Aguirre se preocupó por estudiarlo con imparcialidad; con su tesis, defendió y reivindicó al caudillo liberal. Fue elevado a la categoría de miembro de número en la sesión del 1 de junio de 1950, en la silla que ates ocupara Max Grillo, la número 19. Su posesión académica fue un lustro después, el día 6 de julio de 1955, con el tema "La Generación del Centenario"; le dio respuesta al historiador Luis Martínez Delgado. Desde la década de los cuarenta, su principal pasión humanística fue la historia. Entre sus obras más destacadas señalamos Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Biografía de Bolívar, El proceso de Mosquera ante el Senado y Bolivarismo y Monroísmo.

En la misma forma, reseñamos sus estudios: "Una política para América" (la concepción bolivariana y santanderista), "Las diferencias entre Bolívar y Santander", "El empréstito inglés y la conspiración septembrina", "colonización española y luchas sociales del Nuevo Mundo", "La independencia americana. Factores de desintegración de la comunidad", "Semblanza política de Alfonso López Michelsen", "El renacimiento del sector rural", "EJ Plan para cerrar la brecha", "La descapitalización del campo" y otros. Liévano Aguirre hizo aportes significativos a la historiografía revisionista de Colombia, interesada en la revisión de los marcos tradicionales de la investigación histórica, en la interpretación de los conflictos y frustraciones sociales de las masas, el estudio de los caudillos y las oligarquías colombianas e hispanoamericanas y el análisis humanístico de los héroes, bajados ahora de los altares hieráticos de la historiografía romántica.

En su obra Los grandes conflictos, se interesó por una nueva interpretación de Gonzalo Jiménez de Quesada y la elite de los encomenderos; la labor misional indigenista de fray Juan del Valle y de fray Juan de los Barrios; la actuación de los encomenderos, burócratas los misioneros, y los conflictos sociales en los diversos estamentos de la sociedad colonial; la situación indígena de la encomienda, el resguardo y la mita; los conflictos económicos en la Colonia y la revolución de los Comuneros; la actuación de la fronda aristocrática en la revolución criolla de 1810l la participación de José María Carbonell, el chispero del 20 de julio, y las masas santafereñas y cartageneras en la Independencia; la posición elitista de Camilo Torres; el sentimiento nacional y popular de Nariño y de Bolívar y, en general, los grandes conflictos sociales y económicos entre las masas y las elites colombianas, hasta Ja revolución de independencia.

Su reflexión historiográfica revisionista presenta una línea de continuidad entre Los grandes conflictos y el análisis de las ideas, la obra, la acción y el ambiente histórico de la Gran Colombia, a través de la Vida de Bolívar. Su biografía del Libertador ha sido considerada como una de las mejores que se han hecho en Hispanoamérica; es una biografía social, que busca el estudio de su pensamiento y acción integrada al proceso histórico de la Independencia, y en especial de la Gran Colombia. En su obra Bolivarismo y Monroísmo, Liévano comparó la ideología hispanoamericanista del Libertador, con la doctrina monroísta del imperialismo norteamericano, la cual engendró el panamericanísmo en la última década del siglo XIX. Estas ideas las analizó también en su estudio Independencia americana, factores de desintegración de 1a comunidad, en la cual analizó los factores externos e internos que llevaron a la desintegración de la Gran Colombia.

Dentro de su actividad periodística, Liévano Aguirre colaboró con El Tiempo, El Espectador, La Calle, El Liberal, El Siglo, La Nueva Prensa, Semana, Sábado, Revista de las Indias y otros. Fue gerente del periódico EI Liberal y miembro del cuerpo de redactores del periódico La Calle, cuyo director era Alfonso López Michelsen. Como político y diplomático, Liévano Aguirre desarrolló una importante, labor desde Ja década de los cuarenta. En 1943 fue nombrado secretario privado de la Presidencia de la República, en el segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo. Entre los años 1945-1946 actuó como encargado de negocios de Colombia en Londres. En 1953 fue nombrado ministro plenipotenciario de Colombia en Cuba, y al año siguiente, ministro consejero de la delegación de Colombia en la Organización de Estados Americanos (OEA).

En esos años fue delegado a la Conferencia Grancolombiana que se reunió en Quito; delegado a la Conferencia del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) realizada en Annecy (1948); secretario de la delegación colombiana a la Conferencia de Comercio y Empleo que se reunió en La Habana; miembro de varias delegaciones con rango de embajador a conferencias internacionales y a las Naciones Unidas y embajador permanente de Colombia ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En la década del sesenta dedicó su actividad política al Congreso Nacional; fue elegido representante a la Cámara para el período 1964-1970, y en los cuatrienios 1970-1974 y 19741978 fue elegido senador de la República. El presidente Alfonso López Michelsen lo nombró ministro de Relaciones Exteriores mediante el decreto número 1713 del 7 de agosto de 1974.

Fue el ministro estrella del presidente López, lo acompañó en todo su mandato y manejó las relaciones internacionales siguiendo una política de buenas relaciones con todas las naciones del mundo. En 1976 fue elegido primer designado a la Presidencia de la República; en el mes de octubre del mismo año, como ministro delegatario, se encargó de la primera magistratura del país. Sus actividades diplomáticas en la Organización de las Naciones Unidas fueron muy importantes; fue presidente de la delegación de Colombia en el trigésimo primero, trigésimo segundo y trigésimo tercer períodos de sesiones celebradas en la ciudad de Nueva York en los años 1976, 1977 y 1978; también le correspondió presidir la asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.

Recibió numerosas condecoraciones, entre ellas; las máximas que confiere España, Venezuela, la Santa Sede, Ecuador, Perú, China, Países Bajos, Argentina y la Gran Cruz de la Orden de Boyacá. Fue miembro de la Dirección Nacional Liberal y encargado de la dirección nacional de su partido. En 1981 renunció al cargo de embajador ante las Naciones Unidas, su objetivo era reintegrarse a sus actividades políticas. Los mayores aportes de Liévano Aguirre fueron a la historiografía revisionista, a la diplomacia mundial y al partido liberal, al que siempre sirvió con dedicación [Ver tomo S, Cultura, pp. 38 y 59].

JAVIER OCAMPO LÓPEZ

Bibliografía

LOPES MICHELSEN ALFONSO "Indalecio Liévano, el historiador". Credencial Historia, N 46 (Bogotá, octubre 1993). OCEMPO LOPEZ JAVIER"Liévano Aguirre y el Revisionismo histórico". Boletín de Historia y Antigüedades, Academia Colombiana de Historia, N 737 (abril-mayo-junio de 1982), pp. 358-366. TIRADO MEJIA, ALVARO "Liévano Aguirre y Antonio García". El Tiempo, Lecturas Dominicales, mayo 16 de 1982, p. 5.

Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 17/01/2016 02:17

Todo se lo debo a Alberto

PUBLICADO: 20/06/2013
Todo se lo debo a Alberto

Levantar a 13 hijos —cinco mujeres y ocho hombres— no fue tarea fácil para mi padre, el general Joaquín Castaño Ramírez.

Tuvo que hacer muchas pruebas, muchos esfuerzos, dedicarse a tareas diferentes a lo largo de una vida que comenzó en 1870 en Rionegro, Antioquia, y terminó en Bogotá en 1954. 

Dentro de tan variadas ocupaciones, mi padre tuvo una que me dio mucha alegría en mis años de adolescencia. Fundó una flota de buses que arrancaban de Bogotá y recorrían Cundinamarca, Boyacá, los Santanderes y luego regresaban a su sitio. La atendía un grupo de conductores muy variado y simpático, dentro de quienes recuerdo al señor León y al señor Garzón. Mi deber era acompañar a los conductores en sus viajes para lo cual me situaba junto a ellos, a la izquierda, en un sitio que me permitía sentirme dueño del vehículo y de sus alrededores. 

Esa ocupación tan cercana al turismo me permitió conocer una buena parte del país cuando mis contemporáneos nunca supieron dónde quedaba Capitanejo. La flota de buses se llamaba Corápido y los vehículos arrancaban de Bogotá a las seis de la mañana hacia Duitama, con Cúcuta como destino final. Yo pasaba en Duitama una noche común y corriente, que recuerdo principalmente por las fragantes manzanas que me llevaban a la hora del desayuno. Todavía percibo su aroma y de vez en cuando aparece algún churrito de tez sonrosada que me la reconstruye.

Era tan larga mi familia de 13 hermanos que había cupo para que los mayores fueran padrinos en la pila bautismal de los menores. Yo tuve la inmensa suerte de que en ese reparto me correspondiera ser ahijado de mi hermano Alberto, quien marcó mis primeros años con toda clase de generosidades y complacencias. 

Alberto era alto y delgado. Toda la vida he guardado un recorte de prensa, ya amarillento, bajo el vidrio de mi mesita de noche para tener más cerca de mi corazón su figura proustiana, ceñida por una camiseta deportiva. El recorte del periódico está justificado con esta leyenda: “Alberto Castaño Castillo. Del Colegio de Ramírez. Vencedor de las carreras de bicicleta del 21 de septiembre”. Las carreras fueron en Luna Park. No tiene fecha la foto y está bien que no la tenga porque esa imagen de Alberto recorre, sin límites, los primeros años de mi vida consciente y fue la fuente inagotable de mis juegos, de mis desafíos, de mis triunfos precoces. Alberto estuvo junto a mí como un munífico ángel tutelar que no se cansó nunca en el ejercicio de dármelo todo, desde mis primeros zapatos de tenis hasta aquel automóvil de juguete rutilante que copiaba a escala el modelo deportivo del Studebaker 1930, que me dio las ínfulas de sentirme el niño más rico del mundo. 

Yo fui campeón de tenis a los 12 años. ¡Ah!, ese es un punto fundamental de mi adolescencia: Alberto, mi hermano, “le caminaba” a Carmelita Restrepo Cano, su novia con quien se casó. Yo era una adherencia de Alberto, mi padrino de bautismo, a todas partes le acompañaba y, desde luego, iba junto a él cuando pasábamos por Carmelita a casa de sus padres y la llevábamos en una acezante berlina, modelo 26, a un club deportivo del norte, donde ellos practicaban un tenis señorero, tomaban el salpicón de frutas y las empanadas tipo “tout va bien”. Yo era el caddie o recogebolas de ambos, pero cuando descansaban de su juego y se aplicaban los correspondientes besitos y los sorbos de salpicón, yo jugaba con los entrenadores de la época, que eran sencillamente extraordinarios: Aníbal Leal y la Tingua Montenegro.

Los besitos de Alberto y Carmelita debieron ser muchos porque los caddies —entrenadores— tuvieron tanto tiempo para prepararme que me hicieron campeón de La Salle a los 12 años de edad y como tal me enfrentaba por lo menos dos veces a la semana a Gonzalo Rueda Caro, campeón del Gimnasio Moderno. Los partidos eran a la hora del almuerzo en la cancha del Gimnasio. Asistía casi todo el colegio y nadie se movía de la tribuna de madera. 

Alberto me adoptó, me asumió, me sedujo, entre regalo y regalo, me convirtió en su valet de cámara, el encargado de custodiar su interminable ropero de elegancias. Alberto me transformó en un triunfador. Dentro de mis funciones estaba la de distribuir entre todos mis sobrinos el dinero, contante y sonante, que él les regalaba los días domingos. Esa intermediación, a pesar de que eran en cilindritos formados en monedas de 10 centavos, me hacía sentir poderoso, riquísimo, insolente. Asómbrense ustedes: a los cuatro días de su luna de miel que pasó en el Ocaso con Carmelita Restrepo, muy cerca del hotel de la Esperanza sobre la carrilera de Girardot, yo tuve el atrevimiento de aparecer. 

Cuando los recuerdos de Alberto se cuelan por todos los rincones de mi alma, no puedo menos que exclamar con Eduardo Carranza: “Allí fui niño, allí fui niño y tengo ganas de llorar/ Ah, tristemente os aseguro, tanta belleza fue verdad”. ¡A Alberto le debo tantas cosas!: mis trofeos de campeón de tenis, mi primer esmoquin y mi aversión a conducir automóviles, a causa de que un sobrino estrelló mi carro de juguete, de pedal —regalado por Alberto, desde luego, sobre el cual hacía yo toda clase de cabriolas y de audacias—, escandalosamente, y rompió en mil pedazos mi corazón de adolescente.

Muchas veces, mi alianza con Alberto comenzaba a las dos de la mañana, hora en que ensillaba su caballo Masarig en la casa de la calle 22 y me despertaba para que saliéramos al ordeño en la finca La Fragua, al sur de Bogotá. 

Yo estaba todavía medio dormido en la puerta de mi casa esperando a Alberto, en las ancas del caballo, cuando mi perro Carol puso inesperadamente su mano en los ijares del caballo y este me lanzó sobre la carrilera del tranvía de la calle 22. Fractura del cúbito y del radio.

Repuesto de la operación, mi hermana Ana decidió agasajarme con prendas elaboradas por ella. Lo grave no fue que estudiara corte y confección con una reputada modista de la época, sino que tuviera imaginación y me aplicara sobre el chasis de mi esternón creaciones extravagantes que se adherían a presión sobre mi pecho enteco con broches machihembrados. 

Doña Emilia Aguirre de Liévano, madre de mi condiscípulo Indalecio Liévano Aguirre, hacía la misma prueba y le aplicaba al pobre Indalecio cascadas de encajes. Ambos, Indalecio y yo, tuvimos que batirnos a muerte cuando las creaciones de doña Emilia y de Ana, mi hermana, imponían sus sedas versallescas y hacían que los otros niños nos gritaran nena o marica.

¡Ah!, mi capul, ¡mi peinado a la bomba!, cuántos desafíos tuve que afrontar para defender a puño limpio mi andrógina figura.
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Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 17/01/2016 02:19

[PDF]El Cartucho Del Barrio Santa Inés al Callejón de la Muerte

old.integracionsocial.gov.co/anexos/.../EL%20CARTUCHO.pdf
El Cartucho, Bogotá cuenta con nuevas generaciones de habitantes de calle que plantean ..... más de doscientos oratorios y capillas en casas particulares. ...... Emilia Aguirre de Liévano se quedó en el barrio que construyó su familia,


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