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“Luego, a partir de la caída estrepitosa de las Torres Gemelas en una acción de la guerra asimétrica de respuesta a la prepotencia estadounidense, se precipitó la invasión a Afganistán. Y las consecuencias de esta nueva algarada bélica son similares a lo ocurrido en Iraq. Por la parte occidental, sólo se generó un discurso de muerte y opresión, mientras que la población afgana, así como hizo frente al intervencionismo soviético décadas atrás, logró frenar a los invasores con su resistencia, pero también con sus acciones ofensivas contra quienes intentaron humillarles y asesinarles masivamente.
Conclusión: notorio fracaso de sus objetivos de apoderarse de un país que el imperio consideraba estratégico, por su proximidad geográfica con los países de la exUnión Soviética, y por otro, derrota militar que no logran ocultar con sus proclamas triunfalistas y, por último, retirada paulatina sin haber conseguido nada más que aumentar el odio que los pueblos árabes y musulmanes sienten por occidente”.
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“Siria no ha caído aún, debido a que el pueblo, más allá de los cuestionamientos que algunos sectores internos puedan hacerle al presidente Bachar Al-Asad, se ha unido férreamente para rechazar a los invasores. A esto, se ha sumado el ejército, profundamente inspirado por el ideario nacionalista del partido oficial Baath, quien está jugando un papel fundamental para evitar que la Nación siria corra el destino de Libia. De todas maneras, lo que el imperio sí ha logrado ya, es generar entre la población una significativa desestabilización que provoca a diario, por lo menos en algunas zonas muy golpeadas por el terrorismo, la huida hacia países vecinos o más lejanos. De esta manera, aunque no consigan dominar al país como se proponen, sí generan el miedo a vivir en él, y esto no es poca cosa.”
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Frente a esta oleada de invasiones parcialmente frustradas en el Medio y Extremo oriente, quienes manejan los hilos del poder en occidente comenzaron a visualizar como única salida a sus ambiciones expansionistas y de enriquecimiento, aumentar aún más la presión sobre un territorio que siempre consideraron su “patio trasero”. Latinoamérica y el Caribe son para esa idea imperial de asegurar su sobrevivencia a fu- turo, el terreno ideal para saquear riquezas muy codiciadas. Desde el indispensable petróleo y el gas, hasta un recurso que cada vez se hace más indispensable, el agua”.
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“América Latina y el Caribe soportan hoy una ofensiva en toda regla del Imperio, que se vale de todas sus argucias para instalar el conocido discurso de sostenimiento del capitalismo. Cuando las maniobras de cooptación económica no alcanzan, cuando las estrategias de “ayuda humanitaria” son denunciadas por las organizaciones populares, siempre queda el recurso de incentivar las bases militares y los convenios con gobiernos abiertamente de derecha o con otros que, a pesar de proclamar su “progresismo”, no dudan en firmar convenios que terminan en relaciones carnales con Washington. Eso es así, pero no es toda la realidad.
Es verdad que la injerencia casi representa una marca registrada para Estados Unidos y sus aliados europeos, pero los pueblos ya no son lo sumisos que ellos desearían, ni el continente desea ser patio trasero de ningún poderoso. Con Chávez, con Fidel y Raúl, con Evo y Correa, con Daniel Ortega, con los zapatistas y los campesinos sin tierra de Brasil, caminan Bolívar y San Martín, Manuelita Sáenz y Bartolina Sisa, Tiradentes y Sandino, Farabundo Martí y el Che Guevara. Con semejante fuerza patriótica, la segunda y definitiva independencia ya no parece una quimera inalcanzable”.
“La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) es la agencia estadounidense encargada de distribuir la mayor parte de la ayuda exterior de carácter no militar. Autodefinida como un organismo “independiente”, en realidad es uno de los buques insignias de la CIA y del Departamento de Estado para penetrar los estamentos culturales, económicos y políticos del continente latinoamericano-caribeño.
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Se sabe que la USAID ha “guerreado” constantemente contra el Presidente Hugo Chávez, a quien no le tembló el pulso para denunciarlos públicamente, al igual que su colega boliviano Evo Morales, quien expulsó tiempo atrás a los representantes de dicha organización por promover un plan de desestabilización en el país. La entidad estadounidense había invertido 85 millones de dólares destinados a acosar por todos los medios al gobierno de Evo.
También, la USAID ha apoyado el fallido golpe de estado en Ecuador durante el cual el presidente Rafael Correa resultó ileso de un intento de asesinarlo.
En el mes de junio de 2011, los ministros de relaciones exteriores de los países del ALBA consensuaron una resolución respecto de la USAID. Decía así: “Citando como pretexto la asistencia en la planificación y coordinación al exterior, la USAID abiertamente se inmiscuye en los asuntos internos de países soberanos, patrocinando organizaciones no gubernamentales y actividades de protesta que apuntan a la desestabilización de gobiernos legítimos que no son asequibles desde la perspectiva de Estados Unidos. Los documentos publicados por el archivo del Departamento de Estado estadounidense evidencian el apoyo financiero que ha sido otorgado a partidos y agrupaciones de oposición a los gobiernos de los países del ALBA, práctica que equivale a una temeraria y no disimulada interferencia por parte de Estados Unidos. En la mayoría de los países del ALBA la USAID opera por vía de una extensa red de de organizaciones no gubernamentales que ella controla fuera del marco debidamente legal y también de manera ilícita financia a agrupaciones políticas y medios de comunicación. “Estamos convencidos de que nuestros países no necesitan apoyo financiero extranjero para sostener la democracia establecida por las naciones de América Latina y el Caribe o de organizaciones dirigidas desde el extranjero, las cuales tratan de debilitar o desplazar a nuestras instituciones de gobierno.” La resolución fue firmada por Bolivia, Cuba, Ecuador, la República Dominicana, Nicaragua y Venezuela.
Mark Feierstein, administrador adjunto de la USAID para América Latina y el Caribe, fue jefe de proyectos en la guerra sucia de Estados Unidos contra los sandinistas nicaragüenses en los años 90 y asesor del embajador de William Clinton en la OEA. Con esos títulos, no es extraño que siempre esté muy activo en América Latina. Por ejemplo, cuando actuó como incentivador de los derrocamientos de los legítimos presidentes de Honduras y Paraguay.
A pesar de las múltiples acusaciones recibidas, la USAID, como la “pantera rosa” de la película de Blake Edwards y Peter Sellers, sigue caminando en ciertos países de punta de pie y, en otros, embiste como un lobo feroz. Claro que es un lobo con muchos millones de dólares para repartir entre sus acólitos, sean ellos (o ellas) presidentes, diputadas, funcionarios de cultura o periodistas.
Pruebas al canto: en los últimos meses, de las arcas de la USAID salieron otros 170 millones de dólares para Colombia y 100 millones para Guatemala. A pesar de que en ambos países se violan repetidamente los derechos humanos, el parlamento estadounidense dio luz verde para estas nuevas prebendas a los presidentes “amigos” como Juan Manuel Santos y el general genocida Otto Pérez Molina.
Esta mano abierta para los presidentes de derecha proimperialista, cambia radicalmente cuando se convierte en acciones periódicas para estimular las maniobras de desestabilización contra Cuba.