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General: ELN: ¡Por fin!
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De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA  (Mensaje original) Enviado: 08/04/2016 23:39

ELN: ¡Por fin!

Después de una larga espera, comienza el proceso con los elenos. La paz con este grupo es conveniente

y necesaria, pero tiene problemas de credibilidad, de tiempo y de coordinación con la Mesa de las Farc.

 Pocos creían que el ELN fuera a participar en un proceso de paz. Después de años de frustradas negociaciones no se veía luz al final del túnel.

Sin embargo, la semana pasada sucedió. El anuncio, hecho desde la Cancillería venezolana, tuvo una recepción mixta.

Para algunos podía significar el capítulo final que le faltaba al proceso de paz, y para otros otra muestra

de que en ese proceso hasta ahora hay más ilusiones que realidades.

El escepticismo obedecía a que el periodo exploratorio se había prolongado demasiado

y los contactos con ese grupo subversivo estaban congelados desde hacía seis meses.

El último desacuerdo tuvo que ver con la escogencia de la sede para la etapa formal.

Desde septiembre pasado ya estaba terminada la agenda de seis puntos que fue anunciada la semana

pasada en la Casa Amarilla, sede del Ministerio de Relaciones de Venezuela, en Caracas.

Pero el gobierno colombiano insistía en que la negociación formal se llevara a cabo en

Ecuador y el grupo guerrillero se arranchaba en que debía hacerse en Caracas.

La fórmula final, que permitió el postergado banderazo, fue la de hacer la ceremonia de

lanzamiento en Caracas y la apertura de la mesa de negociación en Quito,

con posteriores rotaciones no solo entre estos dos países sino también en Cuba, Chile y Brasil.

Más que la definición de esta fórmula, sin embargo, el proceso de paz entre el gobierno

y el ELN se inicia porque les conviene a las dos partes.

El presidente Santos siempre se ha referido a la búsqueda de un fin integral del conflicto armado,

y al avance con las Farc le quedaba una pata coja sin un avance en la negociación con el ELN.

La apertura de la mesa era un pendiente para el gobierno. En la otra esquina, al grupo

guerrillero no le beneficiaba quedarse en un tren que iba en contravía de

la historia después del final de la Guerra Fría y que, con los 1.700 miembros que tiene hoy,

carecía de viabilidad como grupo insurgente y como alternativa de poder.

De lado y lado hubo también razones pragmáticas.

El gobierno tiene la capacidad militar para tener a raya al ELN,

pero después de haber invertido en los últimos años sus esfuerzos –particularmente en inteligencia–

en las Farc, medírsele a una guerra frontal contra el ELN

requeriría concentrar todos los recursos en un frente que no había sido hasta ahora el prioritario.

Eso requiere un ajuste que no se hace de un día para otro.

Además, desde hace meses, ese grupo tiene en su cúpula a un porcentaje significativo

de combatientes en Venezuela, donde se protege de la acción del Ejército.

Y en cuanto al ELN, la geopolítica regional ha debilitado su posición. Cuba se ha

concentrado en la normalización de las relaciones con Estados Unidos,

la izquierda ha recibido palizas electorales en Argentina, Bolivia y está débil en Brasil,

y la derrota del chavismo en Venezuela en diciembre fue un campanazo

en el sentido de que el apoyo que hasta ahora ha prestado

el gobierno de la revolución bolivariana puede agotarse.

Arranque difícil

Sin embargo, una cosa es que la apertura del proceso de paz entre el gobierno

del presidente Santos y el ELN sea lógico, y asumido con seriedad por las partes,

y otra, muy distinta, que sea fácil. El arranque demostró que el camino está lleno de espinas.

Para empezar, porque el texto del Acuerdo de Diálogos para la

Paz de Colombia tiene un lenguaje gaseoso y poco preciso. Expresiones como “participación

de la sociedad en la construcción de la paz”, “democracia para la paz”,

y “transformaciones para la paz”, que son los tres primeros puntos de la agenda pactada,

suenan más a lugar común que a una hoja de ruta.

Y ausencias precisas sobre asuntos claves como la dejación de armas

hacen pensar que hay mucho camino por recorrer.

Para la opinión pública, en un momento de escepticismo frente a la solución negociada

de los conflictos por la dilación de la firma de un acuerdo con las Farc,

el texto de la agenda con el ELN no es suficientemente concreto ni refleja las 1.000

horas de negociaciones que se necesitaron para su firma.

La proliferación de países sede genera interrogantes sobre su utilidad, costos y trastornos logísticos.

Pero el mayor baldado de agua fría se produjo por la falta de una declaración

contundente de algún vocero del ELN contra el secuestro.

En su alocución del mediodía del miércoles, el presidente Santos dijo que el inicio del diálogo

formal tendría como prerrequisito la liberación de todos los secuestrados

que están en poder de ese grupo, y la respuesta de Antonio García y Pablo Beltrán,

en declaraciones a los medios de comunicación, fue todo un desafío.

García dijo que no podía aceptar condiciones y Beltrán complementó equiparando al secuestro,

como fuente de financiación, con la ayuda que

Estados Unidos le ha dado a Colombia para la guerra. Todo esto, además, cuando estaban

abiertas las heridas causadas por la liberación de Ramón José Cabrales,

después del pago de un rescate, y de nuevas denuncias sobre personas

capturadas con fines extorsionistas, incluidos menores de edad.

El acuerdo, sin embargo, tiene también aspectos positivos. Por primera vez el

ELN reconoce que el fin de las conversaciones es “terminar el conflicto

armado para erradicar la violencia en la política y propiciar el tránsito del ELN a la política legal”,

como dice el texto firmado por las dos delegaciones.

La inclusión de esta frase fue objeto de meses de diálogos y en anteriores

oportunidades en las que distintos gobiernos se sentaron con representantes

elenos jamás se había llegado a un punto semejante. Ni siquiera después de cinco años de diálogos

durante el gobierno de Álvaro Uribe –dos en fase secreta y tres en etapa pública en La Habana-.

Qué se acordó

De los seis puntos acordados por las delegaciones, encabezadas por Frank Pearl,

jefe de la del gobierno, y Antonio García, cabeza del equipo del ELN,

hay algunos que coinciden, en su enunciado, con la agenda de negociación del

proceso de paz con las Farc: el de víctimas y el del fin del conflicto armado.

Los otros –participación de la sociedad, democracia, transformaciones para la paz

e implementación- también incluyen aspectos que se han conversado o

decidido en La Habana. La mayor diferencia entre las dos agendas se refiere a

que habrá una mayor participación de la sociedad en los diálogos con el ELN.

Este aspecto está, por ahora, enunciado, pero las fórmulas concretas serán objeto

de discusión y, de hecho, con este punto se iniciará el trabajo de la mesa en

Ecuador. Serán distintos, y de mayor importancia, que los foros que se han llevado

a cabo con convocatorias de las Naciones Unidas y de la Universidad Nacional

sobre los temas de negociación con las Farc, y que las delegaciones de expertos

que se han encontrado con la Mesa de La Habana. Y obedecen a planteamientos

que el ELN ha hecho desde hace años sobre un proceso que, según este grupo, más que una

negociación con el gobierno, es un diálogo con la sociedad a través de una convención.

La comparación de las agendas con el ELN y con las Farc sugiere que las mayores

diferencias son de forma que de fondo, pero en realidad obedecen a que las

dos organizaciones tienen estructuras muy distintas. Las Farc actúan como

un ejército con estructura de poder y autoridad rígida y obediencia de las bases.

El ELN, aunque también se denomina a sí mismo como ejército, tiene una mayor relación

de colaboradores civiles y, por consiguiente, una menor relación hombres-armas.

Sus frentes practican mecanismos de deliberación que hacen más compleja la toma

de decisiones e incluso la comunicación con las bases. En el programa Semana en vivo,

Joe Broderick –biógrafo del cura Manuel Pérez, legendario jefe del ELN-

dijo que “en el ELN los jefes no dan órdenes sino instrucciones”.

Más allá de las diferencias en la naturaleza de las Farc y del ELN, la gran pregunta es

cómo se van a relacionar los dos procesos. ¿Se mantendrán mesas separadas hasta el final?

¿Se complementarán? ¿Se frenarán los diálogos de La Habana, que están en su recta final,

para esperar acuerdos con el ELN? El hecho de que en la agenda con el ELN aparezcan

temas que ya han sido negociados con las Farc abre oportunidades pero también crea riesgos.

Hay aspectos como el sistema especial de justicia transicional, la verificación

del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Comisión de la Verdad, que ya tienen una

configuración precisa, pactada en la Mesa de La Habana.

Y el gobierno no podría crear fórmulas paralelas diferentes para el ELN:

no puede haber dos justicias, dos verificaciones, etcétera. Si los elenos se acogen a ellas, el diálogo podría ahorrarse

mucho tiempo y concentrarse en los elementos prioritarios para este grupo, como la participación de la sociedad.

Pero también hay riesgos. Que el ELN, por ejemplo, quiera reabrir en su mesa discusiones

que ya se han cerrado en la de La Habana, y que impongan un ritmo lento

que contagie al proceso con las Farc y le introduzca demoras adicionales. El gobierno tendrá que

vigilar las dos negociaciones y buscar que los diálogos sean más complementarios que divergentes.

Pero solo una vez comiencen los diálogos se sabrá si los negociadores del ELN aceptan

las fórmulas que vienen de La Habana.

El año pasado los jefes de las dos guerrillas,

Timoleón Jiménez –Timochenko- y Nicolás Rodríguez –Gabino-, se encontraron en Cuba

y desde entonces se especuló si exploraron caminos de convergencia para los

dos procesos. No se puede pasar por alto, sin embargo, que en general las relaciones

entre los dos grupos han sido complejas y hasta conflictivas, sobre todo en

escenarios como Arauca en el que los enfrentamientos llegaron a producir

víctimas entre las dos partes que se habrían aproximado a 1.000.

Los desafíos

Algunos analistas han hablado sobre la consolidación de “un proceso y dos mesas”.

Es decir, que las negociaciones sigan en forma simultánea y paralela con los

dos grupos, pero que haya algún tipo de comunicación entre las dos.

El aspecto central es el del cese al fuego. Si se termina de concretar un acuerdo entre el gobierno

y las Farc para un cese del fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo –que se espera

que sea el siguiente paso en La Habana-, el mantenimiento simultáneo de la

confrontación con el ELN puede generar muchos problemas: la dificultad, para la fuerza pública,

de mantener acciones contra los elenos y no contra las Farc (que estarían concentradas),

pero, también, las inquietudes que habría dentro de las Farc por la operación militar del ELN

sin contrapeso en algunas zonas donde competían por el poder regional, como en Arauca.

Un alto al fuego simultáneo, además, podría consolidar el descenso que se ha producido en todos

los índices de violencia causada por el conflicto interno. Sería, de hecho, el fin de la guerra.

Pero el camino para llegar allí también es tortuoso. Sobre todo, porque los diálogos formales con el ELN

se iniciarán con temas como la participación política, que podrían tomar semanas,

o incluso meses, mientras que el proceso con las Farc se encuentra en un punto de definiciones

sobre temas como concentración y dejación de armas, que no dan mucha espera.

El tiempo, de hecho, es uno de los grandes desafíos que tiene por delante el proceso con el ELN.

La duración de la fase exploratoria no permite mucho optimismo sobre las

posibilidades de un avance rápido en los diálogos. Pero ni el gobierno, ni la opinión pública tienen

mucho margen. Ni siquiera las Farc: la campaña electoral para 2018 comenzará

a sentirse desde mediados de 2017, lo cual establece un límite para definiciones de los miembros

de los dos grupos armados que eventualmente vayan a participar. Y de paso,

para el gobierno, la hipótesis de una competencia electoral con negociaciones abiertas con el ELN

(asumiendo un acuerdo final con las Farc) podría generarle muchos dolores de cabeza.

¿Son conscientes los elenos de que no tienen el tiempo que tuvieron las Farc? ¿Hubo avances en la

fase exploratoria que no se reflejan en el texto del acuerdo anunciado la semana pasada?

El atasco más complejo, sin embargo, es el escepticismo de la opinión pública.

En su largo proceso en La Habana, las Farc han aprendido lecciones. Del lenguaje

y actitudes de Iván Márquez en su discurso de lanzamiento en Oslo, al tono que ahora usa Timochenko,

hay un largo trecho y hoy es mucho más constructivo.

Las declaraciones de Antonio García y Pablo Beltrán sobre el secuestro han sido ofensivas

y les dan munición a quienes no son partidarios de la solución política

de los conflictos armados. Diversas voces de la izquierda –Antonio Navarro, León Valencia-

han señalado que la confianza de la opinión pública sobre el nuevo

proceso de paz depende, en buena medida, de afirmaciones y acciones contundentes

por parte de la cúpula elena contra el secuestro. ¿Son conscientes García

y Beltrán del momento político? ¿Están dispuestos a sintonizarse con la opinión pública?

El diálogo con el ELN es necesario. Forma parte de una tendencia evidente y esperanzadora

hacia el fin de la lucha armada y su reemplazo por la acción política legal.

Facilita la etapa final y la implementación de los acuerdos con las Farc. Es coherente para

un gobierno que se ha jugado –ahora sí en forma definitiva- su legado histórico

en la búsqueda de la paz. Y, sobre todo, le permite a Colombia dejar atrás un ciclo de violencia

doloroso e inútil y le abre, en cambio, la oportunidad de una reconciliación.

Pero no será fácil. Si se compara el momento actual con aquel en el que arrancó el diálogo

con las Farc, el gobierno de Juan Manuel Santos es más débil y

la polarización política se ha incrementado. El apoyo y el consenso hacia los diálogos es menor.

Y el tiempo corre. El fin de la confrontación con el ELN es posible,

necesario y conveniente, pero enfrenta obstáculos que se pueden vencer, si hay voluntad y claridad

sobre cómo hacerlo. Es necesario moderar el optimismo, pero también el pesimismo.

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: RADIOPIPOLLSINFRONTERA Enviado: 08/04/2016 23:56

Frank Pearl, el dueño de la llave que abrió los diálogos

Frank Pearl hizo los primeros contactos para los procesos de paz tanto con las Farc como con el ELN.

Esta es la historia de cómo fue esa fase secreta.

Si todo sale bien con el ELN, los tres procesos de paz que se han dado en la última década habrían tenido un denominador común: Frank Pearl.

El economista llegó a conocer a los grupos armados ilegales del país en parte por casualidad y en parte por pasión.

Aunque es un hombre discreto que maneja un bajo perfil, si se llega a una firma con las Farc y los elenos,

un enorme componente de la esquiva paz que Colombia ha buscado por décadas se le deberá a él.

Pearl fue el contacto inicial de ambos grupos guerrilleros. Pero su trabajo en el conflicto armado comenzó mucho antes. Para finales de los noventa,

el joven ejecutivo era una más de las promesas del sector privado en el país. Graduado de un máster de negocios en Canadá, llevaba varios años

en una carrera ascendente. Había sido asesor de la consultora internacional McKinsey & Co. y fue nombrado presidente de Valores Bavaria (Valorem),

el holding del Grupo Santo Domingo, para manejar las inversiones en diversos sectores económicos. Estuvo a la cabeza de esa compañía hasta 2006.

Sin embargo, su trabajo en la empresa privada tenía una particularidad. A pesar de que esos cargos suelen consumir 24 horas al día y 7 días

a la semana, Pearl tenía una labor casi igual de importante en el sector público. En el año 2002, cuando fue elegido Álvaro Uribe como presidente,

él hizo parte de un grupo de empresarios que frecuentemente daban ideas y asesoraban algunos de los principales programas de ese gobierno.

El entonces presidente de empresa había conocido al vicepresidente Francisco Santos, pues juntos habían liderado las marchas contra

el secuestro del No Más, en el que él había servido como miembro de la junta directiva. Pearl se reunía con Santos al menos una vez al mes,

y en poco tiempo comenzó a hacer lo mismo con la primera dama Lina Moreno. Esos encuentros se convirtieron en una

especie de consejo consultivo en el que todos aportaban su experiencia. En ese ejercicio pasaron casi cuatro años.

En 2006, Pearl se reunió con la primera dama para hablar de un tema clave. Por cuenta de los diálogos con los grupos paramilitares,

desde 2003 más de 33 mil miembros de esos grupos ya se habían desmovilizado. Esa realidad estaba desbordando los programas

que existían para acogerlos y se necesitaba con urgencia crear políticas nuevas. Moreno le preguntó a Pearl qué haría

si estuviera frente a esa tarea, y él, como llevaba varios meses estudiando ese asunto, le contestó lo que tenía en mente.

A los pocos días de esa reunión, Pearl se fue a Londres a cerrar un negocio estructural para su compañía. Cuando volvió recibió una llamada

del Palacio de Nariño. Era el presidente quien le propuso sin introducciones que se sumara al gobierno de la seguridad democrática.

Uribe le dijo que iba a crear una alta consejería para la reintegración y que le parecía que él podría liderar esa difícil misión.

En ese momento, la vida del ejecutivo dio un giro de 180 grados. Asumió un cargo que no existía y creó un programa para darles oportunidades

a los miles de excombatientes que entraron a la vida civil. Centenares de empresas se sumaron para dar oportunidades a estas personas

y el programa de reintegración del gobierno llegó a 430 municipios. Para ser la primera vez que se desarrollaba un piloto con esas magnitudes

los resultados fueron satisfactorios. Como en todos estos procesos muchos volvieron a delinquir, pero la mayoría (el 75 por ciento)

se quedaron por fuera de la ilegalidad y en el esquema del gobierno. En los guerrilleros esa cifra alcanzó el 92 por ciento.

En 2009, el entonces alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, renunció a su cargo. Las relaciones entre Restrepo y Uribe

estaban tensas por cuenta de inconvenientes que se dieron en la liberación de algunos secuestrados, y por eso su salida del gobierno estaba cantada.

El presidente decidió nombrar a Pearl. Al gobierno solo le quedaba un año, y como la seguridad era la prioridad, ese cargo era muy significativo.

Pero el trabajo más importante de Pearl como comisionado era secreto. Desde ese cargo, el alto funcionario comenzó a buscar los

primeros contactos para tener un posible diálogo con las guerrillas.

En ambos grupos al margen de la ley logró avances.

Tuvo los primeros acercamientos con el ELN en agosto de 2009, en la cárcel de Bellavista, con Juan Carlos Cuéllar, un miembro de

la dirección nacional de ese grupo preso desde 2004. Pearl lo visitaba regularmente en ese centro penitenciario

y casi un año después, en junio de 2010, firmó un documento que sentaba las bases del proceso.

Con las Farc, el contacto se logró a través de Henry Acosta. El empresario valluno era amigo de infancia de Jorge Torres Victoria, Pablo Catatumbo.

La Oficina del Alto Comisionado le pidió a este que buscara un acercamiento para una reunión entre él y alguien del gobierno.

Las primeras comunicaciones de Pearl con la guerrilla se dieron gracias a Acosta y fue básicamente una relación epistolar. Así,

como en el proceso con el ELN, en estos acercamientos su mano derecha fue Alejandro Éder, quien luego lo sucedió en la Alta Consejería de la Reintegración.

Por medio de una carta, Pearl buscó concretar una reunión secreta en Brasil. Sin embargo, esta se frustró en un momento inesperado.

En mayo de 2010, las Farc hicieron un gesto de buena voluntad al entregar los restos del mayor Julián

Ernesto Guevara, quien había muerto en cautiverio. Uribe exigió la liberación de todos los secuestrados.

Días después, la agencia de noticias Anncol publicó un comunicado dirigido a Pearl en el que manifestaban su “interés por conversar”,

pero aclaraban que si había diálogos estos debían ser “en Colombia y de cara al país”. 

Como el cambio de gobierno se haría el 7 de agosto siguiente, las cosas quedaron paradas hasta entonces.

Juan Manuel Santos fue elegido presidente el domingo 30 de mayo, y el lunes siguiente llamó a Pearl para reunirse con él.

El martes se vieron. Ambos se conocían porque en los noventa, el Alto Comisionado había diseñado con Roberto Prieto

la estrategia para los primeros años de la Fundación Buen Gobierno. El presidente le pidió que le contara lo que había hecho, lo cual incluyó

un detallado reporte de estos contactos secretos. El seis de septiembre, Santos envió a las Farc una comunicación a través de Henry

Acosta indicando que uno de sus delegados sería Pearl. Lo que pasó después, el país lo conoce.

Algo similar sucedió con el ELN. El presidente designó a Sergio Jaramillo, Alejandro Éder y Jaime Avendaño para continuar con esos contactos.

Pearl se fue a estudiar a Harvard una maestría en Administración Pública, pero venía constantemente a Colombia para reunirse con Cuéllar.

Lo mismo sucedía cuando ocupó el Ministerio de Medio Ambiente pues, d

esde ese cargo, mantenía los contactos con ambos grupos guerrilleros.

El anuncio del pasado miércoles es producto de esos siete años de acercamientos. El equipo del gobierno, compuesto además por

Jaime Avendaño, el general Eduardo Herrera Berbel y José Noé Ríos, ha negociado más de 1.000 horas

y 19 rondas en diferentes países del continente como Ecuador, Venezuela y Brasil.

Quienes han seguido de cerca el trabajo de los negociadores resaltan siempre el enorme sacrificio personal que ha representado

para cada uno de ellos. En el caso de Pearl esa cuota la ha cumplido con muchísimas horas ausente de casa pues al mes, al

menos dos semanas está por fuera. Mientras los diálogos, Pearl ha tenido tres niñas y siempre le brillan los ojos cuando habla de ellas

y de su esposa. Todos aprendieron a usar Skype para no extrañarse. Hace tres años, cuando el proceso con las Farc estaba en un

momento trascendental, le diagnosticaron cáncer de próstata. El negociador se operó y trató esa

enfermedad sin dejar de lado su trabajo en La Habana. Hoy está completamente recuperado.

La foto símbolo de esta nueva era, del apretón de manos entre Pearl y el líder del ELN

Antonio García, es el resultado del trabajo de todos estos años.



 
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