Por Alpher Rojas C. / El Tiempo
Conquistar la dignidad del trabajo es asunto de interés nacional que Clara López está liderando con gran eficiencia.
La designación de la economista y abogada Clara López Obregón —ex candidata presidencial de las izquierdas— como ministra de Trabajo es un hecho de extraordinaria importancia para el tránsito histórico que vive la sociedad colombiana. Ha sido recibida con esperanza en amplios sectores de opinión, incluso con resonancia internacional. Sin embargo, ha suscitado insulsas polémicas dentro de pequeñas agrupaciones más inclinadas al ejercicio dogmático y sectario de la política, incapaces de pensar racionalmente las dinámicas de la realidad sociopolítica.
Su incorporación al gabinete ministerial está directamente relacionada con su ascendente trayectoria académica, política y pública. El respaldo de sus dos millones de votos a la reelección de Santos en la pasada campaña presidencial garantizó la continuidad de los diálogos de La Habana. Tal decisión, tomada desafiando el ‘fuego amigo’, impidió la retoma del poder Ejecutivo por la extrema derecha, cuyo candidato ya había ganado la primera vuelta.
Como consecuencia, se acrecentó el perfil de estadista de la entonces dirigente del Polo Democrático, y el país la reconoció como figura pública indispensable para fortalecer el proceso de paz y su refrendación.
Ahora estamos en la fase final de los diálogos entre el Gobierno y las Farc, y se acaba de suscribir un acuerdo de cierre de la confrontación militar y de fin de hostilidades, un acontecimiento político determinante, alrededor del cual se alinderan distintos sectores de opinión: El ‘bloque de poder’ se ha fragmentado al ritmo del proceso; a favor de los acuerdos trabajan con fervor la comunidad internacional, la institucionalidad pública, las fuerzas de la Unidad Nacional, la insurgencia ‘fariana’, así como amplios sectores democráticos, populares, el Polo y el liberalismo socialdemócrata. Al otro lado, en “resistencia civil” como contradictores de la convivencia social y política, coinciden fuerzas de la extrema derecha, agresivamente opuestas a la restitución de tierras.
Simultáneamente, nuestro país registra un considerable déficit en derechos laborales y un atraso de tres décadas (de gobiernos neoliberales) con respecto a estándares internacionales (OIT). Por los elevados índices de violencia, sumados a una legislación laboral al servicio de la economía de mercado y los efectos derivados de una precaria ética gremial, el movimiento sindical se ha visto debilitado (una tasa de participación de solo un dígito) y convertido en actor subalterno.
Superar dichas patologías y conquistar la dignidad del trabajo es asunto de interés nacional que la ministra Clara López está liderando con gran eficiencia, tanto como la necesidad de formalizar millones de empleos juveniles y fortalecer las habilidades, destrezas y capacidades de la masa laboral y del trabajo profesional innovador, tecnológico y científico para compatibilizarlas con los requerimientos de modernización y ampliación cualificada de la producción nacional. Duro esfuerzo si se tiene en cuenta la composición de un gobierno y un gabinete hostiles a las demandas sociales. No obstante, si el presidente Santos quiere de verdad construir ‘una paz sostenible y duradera’, deberá abrirle espacios adecuados a la firme voluntad de la ministra de concretar las reivindicaciones históricamente aplazadas.
Por ello, la misión cardinal de la ministra, dadas las calidades de su liderazgo político, su sensibilidad social y su exquisita cultura, más allá de la temática laboral y social, es propiciar la articulación y movilización ciudadana mediante el diálogo social. Así, su proyecto ministerial trascenderá el cargo y no se parecerá en nada a la cooptación de líderes individuales con pasado de izquierda que desencantaron por su adaptación acrítica al modelo de concentración privilegiada.
Además, su gestión progresista será la oportunidad para abrirles camino a unas izquierdas modernas y democráticas, sintonizadas con las aspiraciones sentidas del pueblo colombiano. Cada vez más, en el corto plazo, imperará la necesidad ineludible de construir una plataforma social como alternativa al modelo de acumulación neoliberal, con una fuerza política transformadora, incluyente y ética que genere nuevas maneras de pensar la sociedad, la política y la historia.
El Tiempo, Bogotá, 6 de julio de 2016.