Jean-Luc Mélenchon, antiguo ministro socialista y eurodiputado en coalición con el Partido Comunista, se ha aupado en la campaña de las elecciones presidenciales francesas como el candidato que encarna el resurgir de la izquierda alternativa, un ascenso que bebe del hundimiento del Partido Socialista y que le ha situado con posibilidades de pasar a la segunda vuelta.
Mélenchon no deja de subir en los sondeos desde marzo, tras aparecer como el vencedor de los dos debates televisados entre los candidatos al Elíseo, lo que le concede una intención de voto similar a la de François Fillon, en torno al 18%, unos pocos puntos por detrás de la ultraderechista Marine le Pen y del socioliberal Emmanuel Macron; dados los márgenes de error y el número de indecisos, cualquiera de los cuatro tiene posibilidades de pasar a la segunda vuelta.
Para el viejo izquierdista de 65 años sería un éxito, pero los mercados financieros tiemblan ante la posibilidad de que el duelo definitivo se dirima entre él y Le Pen, los dos candidatos que propugnan la ruptura de Francia con la Unión Europea, los dos a quienes el presidente de la patronal francesa, Pierre Gattaz, calificaba recientemente de "aprendices de brujo de la economía".
Él, por su parte, ironiza sobre "las lluvias de ranas, los tanques del Ejército Rojo y el desembarco de venezolanos" que preconizan sus detractores si llega al poder, mientras intenta convencer a las decenas de miles de seguidores que abarrotan sus mítines de que esta vez tiene verdaderas posibilidades de llegar a la segunda vuelta y, quién sabe, alcanzar el Elíseo.
Una carrera política ligada al Partido Socialista
Jean-Luc Mélenchon nació en 1951 en Tánger, entonces ciudad internacional, donde sus padres, dos colonos de la Argelia francesa, trabajaban en aquella época. Tiene orígenes españoles -su abuelo materno nació cerca de Valencia y el paterno, Antonio Melenchón, era un murciano que emigró a Argelia a principios del siglo XX-, por lo que sabe hablar castellano con fluidez.
Tras el divorcio de sus padres, en 1962, deja Marruecos y se instala en la Francia metropolitana, donde se licenció en Filosofía en la Universidad de Besançon. A mediados de los años 70, Mélenchon ejerce de corrector de impresión, profesor de instituto y periodista, antes de convertirse en militante del Partido Socialista.
A principios de los 80, era uno de los principales dirigentes del partido en Essonne, el departamento que le eligió senador en 1986. Sin embargo, Mélenchon comenzaba a sentirse descontento con el socialismo de François Mitterrand y funda, junto a Julien Dray, un movimiento interno denominado Izquierda Socialista.
Aunque apoyó el Tratado de Maastricht, en los años siguientes empezó a enraizar en él un sentimiento de euroescepticismo, ante lo que considera una deriva liberal de la Unión Europea. Entre 2000 y 2002 fue ministro delegado de Formación Profesional en el gobierno de Lionel Jospin, el cargo de mayor relevancia que ha ostentado hasta ahora.
La ruptura, los mítines y el holograma
Tras años de distanciamiento progresivo con las ideas de su partido, en 2008 rompe definitivamente con el socialismo y poco después funda el Partido de Izquierda, con el que pretende articular un ideario social y ecologista. Y en 2012 se presenta por primera vez a las presidenciales como líder del Frente de Izquierdas, una coalición en la que participa, entre otras formaciones, el Partido Comunista de Francia.
La Francia Insumisa es heredera de aquel movimiento, aunque ahora Mélenchon se ve mucho más cerca del Elíseo que hace cinco años, cuando parecía que podía disputar la segunda vuelta pero fue víctima del voto útil, que prefirió volcarse con François Hollande, dejándole con un decepcionante 11 % de votos en la primera vuelta.
Con el viento a favor y una dinámica favorable, Mélenchon desgrana hoy su retórica antisistema en sus multitudinarios mítines. En pie, sin atril, el candidato deambula por un escenario amplio, sin leer un discurso, y despliega su retórica y su sentido del humor, mientras detalla propuestas y lanza dardos a sus rivales.
Los mítines se han convertido en su imagen de marca, hasta el punto de que se replican en paralelo en otras ciudades: mientras Mélenchon habla en un lugar, su imagen es reproducida con un holograma en otras. Y aunque es muy activo en Twitter o You Tube, su carisma atrae a sus fieles en persona: el 18 de marzo reunió a decenas de miles de personas en la plaza de la República de París y el 9 de abril repitió en Marsella, la segunda ciudad del país, cuyo emblemático puerto antiguo acogió a 70.000 entusiastas, según los organizadores.
Un discurso radical
A esos mítines acuden franceses de todo tipo e ideología: desde socialistas desilusionados con Benoît Hamon hasta los decepcionados con el quienquenio de Hollande, pasando por conservadores e incluso seguidores de la extrema derecha, atraídos por sus propuestas rompedoras y proteccionistas: su programa incluye la ruptura con los tratados de la Europa "liberal", la salida de Francia de la OTAN y acabar con la "monarquía presidencial francesa".
También propugna una "revolución fiscal" que imponga una tasa cercana al 100 % sobre los ingresos que superen 20 veces el ingreso mediano, otra iniciativa radical que suscita la inquietud de los mercados financieros. El propio Hollande ha advertido contra el "peligro" de contemplar "el espectáculo de la tribuna en lugar del contenido de su discurso".
“Tenemos una sociedad ultrarica repleta de pobres, un sistema productivo que disgusta a todo el mundo“
"Tenemos una sociedad ultrarica repleta de pobres, un sistema productivo que disgusta a todo el mundo", replica Mélenchon. "Pero la élites no sacan ninguna consecuencia. Es la corte de Versalles que se divierte mientras que el pueblo se muere de hambre. Se ha llegado al límite y yo soy el síntoma", proclama en sus mítines, que ya no cierran con La Internacional, sino con La Marsellesa, lo que revela hasta qué punto se ha ampliado su base electoral: muchos de sus seguidores no conocen el himno obrero, aunque se ven reflejados en sus consignas contra el sistema.
A lomos de ese entusiasmo, Jean-Luc Mélenchon aspira a esquivar la amenaza del voto útil y a colarse en la segunda vuelta, en lo que sería la mayor sorpresa de las elecciones presidenciales, además del gran éxito del veterano izquierdista.