Con enorme pesar comunico a mis amigxs el fallecimiento de François Houtart, sacerdote católico, fundador de la Teología de la Liberación, sociólogo marxista y militante de todas las luchas sociales en contra del capitalismo y la injusticia. François me honró con su amistad y me enriqueció con sus consejos y con la sutileza y complejidad de sus análisis, siempre equilibrados, jamás sesgados o dejados llevar por la pasión. Además, compartía sus conocimientos con una generosidad infinita. Los recuerdo en los Foros Sociales "volanteando" por las más diversas causas con el entusiasmo de un adolescente: la
agricultura familiar en Brasil, la autonomía de los pueblos indígenas en Nuestra América, las tragedias de la penetración del agronegocios en África y América Latina, los movimientos campesinos en Vietnam, las amenazas de los transgénicos, la lucha por los derechos del pueblo Tamil, etcétera. Su activismo tenía como escenario todo el planeta. Allí donde hubiera un reclamo popular estaba François. Recordando su condición de sacerdote sus amigos le decíamos que si bien según sus enseñanzas "Dios estaba en todos lados" él, François, "ya había estado en todos lados". Con su muerte los movimientos sociales de América Latina y el Caribe, de Africa y de Asia pierden a un referente intelectual y político de primer orden. Maestro de varias generaciones de intelectuales y políticos de izquierda en el Tercer Mundo, Houtart era dueño de una enorme experiencia acumulada a lo largo de su vida. Falleció a los 92 años y hasta el último minuto estuvo batallando incansablemente en diferentes frentes. Respaldó a todos los gobiernos antiimperialistas en Asia, África y América Latina y el Caribe, pero sin caer jamás en la adulación y en el apoyo incondicional. Sabía, y nos lo enseñó, que la mejor manera de defender esas experiencias es señalar sus errores pero sin olvidar que sus gobiernos están librando una lucha sin cuartel contra el enemigo imperialista y sus aliados locales y que el afán de la crítica constructiva no debía eclipsar la dura realidad del imperialismo y sus tenebrosas secuelas. Lo echaremos de menos, pero sus enseñanzas vivirán para siempre entre nosotros.
¡Hasta la victoria siempre, querido François!!!