Apenas el 36 % de los ciudadanos estadounidenses aprueba la gestión de su actual presidente, Donald Trump, a tan sólo seis meses de haber entrado en la Casa Blanca. Así lo ha revelado una nueva encuesta de Langer Research Associates para los medios estadounidenses ABC News y The Washington Post. Según el sondeo, el índice es el mínimo registrado en los últimos 70 años.
portazo de Trump al Acuerdo de París lo aísla del mundo
El mundo de la medicina y de las ciencias, gobernadores, alcaldes, rectores de universidades y empresarios estadounidenses se han mostrado extremadamente alarmados por la decisión del presidente Donald Trump
WASHINGTON, junio 2.— Además de las reacciones de rechazo de numerosos gobiernos, entidades internacionales, grupos ecologistas y multitud de personas en todo el planeta, el mundo de la medicina y de las ciencias, gobernadores, alcaldes, rectores de universidades y empresarios estadounidenses se han mostrado extremadamente alarmados por la decisión del presidente Donald Trump de salirse del Acuerdo del Clima de París.
«Sin duda aumenta las posibilidades de que los esfuerzos generales de otros países para reducir las emisiones de monóxido de carbono no sean suficientes para evitar consecuencias catastróficas para la salud humana», dijo Jack Ende, presidente de Colegio Médico de Estados Unidos, lo que fue corroborado por el director de la Asociación de Enfermedades Pulmonares, Harold Wimmer.
«El cambio del clima, ya en curso, está haciendo que la salud humana se vea afectada y las consecuencias serán aún más dramáticas sin el Acuerdo de París», advirtió, por su parte, el nuevo Consorcio Médico de Salud y Clima, que incluye grupos de la sociedad, pediatras y alergólogos.
Minutos después del anuncio de Trump, los gobernadores de los estados de Nueva York, California y Washington —que representan a 68 millones de personas— anunciaron la creación de una «alianza por el clima», que buscará cumplir la meta estadounidense prometida en 2015 en el acuerdo de París, dijo AFP que, además, cita un reciente sondeo del programa de cambio climático de la Universidad de Yale, donde se muestra que una mayoría de estadounidenses en cada estado —69 por ciento de los votantes del país— está a favor del acuerdo. Mientras, se producen manifestaciones frente a la Casa Blanca, en Washington y frente a la Trump Tower en Nueva York, agregó la misma agencia noticiosa.
«Los estadounidenses honrarán el acuerdo de París liderando de abajo hacia arriba, y no hay nada que Washington pueda hacer para detenernos», declaró el exalcalde de Nueva York y multimillonario, Michael Bloomberg, quien habló a nombre de un grupo organizado con ese propósito.
Al menos 83 alcaldes, entre ellos los de Nueva York, Los Ángeles, Boston, Houston, Seattle y Chicago, aseguraron en un comunicado conjunto que «aumentaremos nuestros esfuerzos para cortar las emisiones, crear una economía de energía limpia y defender la justicia ambiental. Y si el Presidente quiere romper las promesas hechas a nuestros aliados (...) construiremos y fortaleceremos las relaciones alrededor del mundo para proteger al planeta de los devastadores riesgos climáticos».
Pero ANSA cita al jefe de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU., Scott Pruitt, quien aseguró que fue «una decisión muy valiente» tomada por el presidente Donald Trump, quien «puso a Estados Unidos en primer lugar, no hay nada de qué disculparse», amplió el funcionario tajante en una conferencia de prensa en la Casa Blanc
En octubre de 2015 Antonio Battaglia registró en México la marca “Trump” en el rubro papel higiénico. Y ahora se prepara a lanzarlo con estrépito en todo el país. Los slogans ya están preparados: “Suavidad sin fronteras” y “Este es el muro que sí vamos a pagar”. El empresario ya adelantó que destinará el 30 por ciento de las ganancias a programas de apoyo a migrantes.
La UE y el mundo deben unirse para aislar a EE UU y obligarle a rectificar su decisión de abandonar el acuerdo de París sobre el cambio climático
Los demás países deben seguir adelante con las medidas acordadas. La retirada de EE UU afecta directa y gravemente a intereses clave de los europeos. Por eso la Unión Europea ha de asumir, con el concurso de China y cuantos más países quieran sumarse, el liderazgo del Acuerdo de París y redoblar los esfuerzos por sacar adelante la agenda prevista. El cambio climático es ya una amenaza para la seguridad de todos. La evidencia científica no deja lugar a dudas. Los efectos del calentamiento global están teniendo enormes costes y se incrementarán en los próximos años con desarreglos climáticos graves y migraciones masivas. Podemos y debemos evitarlo. La lucha contra el cambio climático se ha convertido además en una oportunidad económica y de cambio tecnológico. Con su decisión, Estados Unidos se apea de una revolución que ya es irreversible y que tiene como objetivo cambiar por completo el modelo productivo.
Ahora, lo prioritario es trabajar para que EE UU rectifique lo más pronto posible. Demostrarle a Trump que está solo y que lo único que logrará con decisiones como esta es debilitarle como potencia geoestratégica y erosionar su economía. Y hacerle ver que ni siquiera dispone del consenso necesario en su propio país. En estos momentos, 29 estados norteamericanos tienen aprobadas políticas de reducción de emisiones y apoyo a las energías renovables, entre ellos California, que por sí sola sería la sexta economía mundial. Muchos de ellos ya han anunciado que no las van a cambiar.
Importantes sectores empresariales se han sumado también a las voces que claman contra este gravísimo error. Cada vez hay más empresarios que expresan su preocupación por los efectos que para sus negocios puede tener la falta de preparación, los prejuicios y la bravuconería de una presidencia errática que ignora todas las llamadas a la sensatez. Grandes empresas de la nueva economía como Facebook, Google, Apple, Microsoft, pero también de sectores tradicionales como Pepsi, Disney, Walmart o General Motors, y hasta algunos gigantes energéticos como Exxon, General Electric o Chevron, han manifestado su oposición a la descabellada política ambiental de Trump.
Desde Europa hemos de apoyar cuantas iniciativas internas contribuyan a la rectificación. La diplomacia europea debe hacer notar a Trump que su decisión deteriora las gravemente las relaciones transatlánticas y que eso va a tener consecuencias en todos los órdenes. Vivimos en un mundo globalizado en el que todos somos corresponsables de lo que nos ocurre. No podemos separar las cuestiones comerciales o económicas de las climáticas. Y todas tienen repercusiones sobre la seguridad colectiva. Es sintomático que Trump no se haya atrevido esta vez a justificar la retirada en base a las tesis negacionistas, que no reconocen la evidencia científica del cambio climático. Se ha limitado a decir que es un acuerdo lesivo y perjudicial para los intereses económicos de EE UU. Su pretensión de negociar un nuevo acuerdo más favorable es del todo inaceptable. Ni Europa ni el resto de países deben prestarse a una renegociación del Acuerdo de París. A diferencia de lo que ocurrió en 2001, cuando el presidente Bush decidió retirarse del protocolo de Kioto, el mundo ha tomado conciencia de que estamos en una emergencia planetaria. Solo dos países –Nicaragua y Siria- habían quedado fuera del consenso de París. Los norteamericanos deben entender que ya no estamos a tiempo de volver atrás. No podemos permitirnos ni dudas ni demoras. No es el mundo el que debe cambiar su agenda a conveniencia de EE UU. Es EE UU el que debe rectificar. Y con urgencia.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, ha advertido a Rusia que debe elegir entre alinearse con Estados Unidos o seguir apoyando al presidente sirio, Bachar el Asad, junto con Irán y el partido-milicia chií libanés Hezbolá. Washington, ha dicho Tillerson en el marco de la reunión del G7 en la localidad italiana de Lucca, "espera" la salida de El Asad. El responsable de política exterior de Donald Trump endurece así su postura sobre el presidente sirio y se alinea con la de otros miembros del Gabinete republicano que, como la embajadora ante la ONU, Nikki Haley, han exigido que El Asad abandone el poder en Siria. El secretario de Estado de EE UU hace estas declaraciones solo un par de horas antes de emprender su viaje hacia Moscú, donde empezará una visita clave para las relaciones de su país con Rusia.
Mientras, los países del G7 —EE UU, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Canadá— han pedido un empujón diplomático para resolver el conflicto sirio y crear una paz duradera para una Siria unificada. "Nuestra esperanza es que El Asad no sea parte de ese futuro", ha recalcado Tillerson.
Sin embargo, los países del G7 y la UE —representada en la cita italiana por su responsable de Exteriores, Federica Mogherini— que se han reunido durante el lunes y este martes para abordar la guerra en Siria y mostrar su unidad antes del viaje del secretario de Estado de EE UU a Moscú, no han logrado trazar una postura común para imponer sanciones a Rusia y a Siria, después del ataque con armas químicas contra población civil en Jan Sheijun que el pasado 4 de abril acabó con la vida de más de 80 personas. Una posibilidad que había planteado Reino Unido.
Los ministros de Relaciones Exteriores de los países del G7 sí coinciden en que no hay ninguna solución para Siria mientras el presidente El Asad se mantenga en el poder, declaró el jefe de la diplomacia francesa Jean-Marc Ayrault en Lucca, Italia.
El G7 junto con Turquía y varios países árabes (Qatar, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí), que han participado en una reunión sobre el futuro de Siria, han insistido este martes en que "no hay un futuro posible para Siria con El Asad", tal y como ha declarado a la prensa Ayrault. "No es una posición agresiva respecto a los rusos, sino más bien una mano tendida", ha insistido, "Ya basta", ha dicho,"hay que salir de la hipocresía y entrar claramente en el proceso político", ha añadido. "Queremos que Rusia respalde el proceso político para una resolución pacífica del conflicto sirio", afirmó el ministro alemán de Exteriores, Sigmar Gabriel, citado en un comunicado.
Tillerson ha recalcado que no está claro si Rusia ha fallado en sus obligaciones en Siria o es que no se las ha tomado en serio. Sin embargo, "eso no les importa mucho a los muertos", ha declarado, recalcando que un ataque químico como el de la pasada semana es algo que no puede volver a suceder. "No podemos dejar que pase de nuevo".
Putin sobre Trump: "¿Cómo puedes ser amigo de alguien a quien no conoces?"
Publicado: 2 jun 2017 07:39 GMT
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El presidente ruso ha admitido que no es "amigo" de su homólogo estadounidense ya que ni siquiera se conocen en persona.
Sergey Guneev / Reuters
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"¿Cómo puedes ser amigo de alguien a quien no conoces?", se preguntó El presidente ruso Vladímir Putin al ser preguntado por su supuesta amistad con Donald Trump durante una reunión con periodistas extranjeros en marco del Foro Económico Internacional celebrado en San Petersburgo, recoge Bloomberg.
"No creo que él pueda llamarme amigo. Nunca nos hemos visto en persona", afirmó. Ambos presidentes se reunirán por primera vez en la cumbre del G20 en Hamburgo en julio. Pero Putin reconoció que, en general, le gusta la gente como Trump "Es directo y abierto", recalcó . "No se le puede poner en la misma categoría que los políticos tradicionales. Le veo grandes ventajas porque tiene una mirada fresca", explicó.
Asimismo, el mandatario ruso recordó que durante su campaña presidencial, Trump habló repetidamente sobre la necesidad de restablecer unas relaciones significativas entre Washington y Moscú. Según Putin, "estamos listos para ese diálogo con el presidente de EE.UU.".
En este mismo sentido, Putin subrayó que con Trump querría tener un "una relación de negocio y personal normal", al igual que con otros líderes mundiales.
El presidente estadounidense confirmó el retiro de su país del Acuerdo Climático de París, firmado en 2015 por 195 naciones para frenar el impacto del cambio climático. “Una por una hemos mantenido las promesas hechas durante la campaña”, dijo Trump al anunciar la medida que beneficia a las industrias de petróleo y del carbón de EEUU.
Imagen: AFP
“No quiero que nadie se interponga en nuestro camino”, manifestó el presidente estadounidense Donald Trump al hacer el anuncio que ya se sabía que iba a hacer: el retiro de su país del Acuerdo Climático de París. El mandatario dijo que la decisión es para cumplir su deber de “proteger a Estados Unidos y sus ciudadanos”.
Tras señalar que tuvo un viaje “muy exitoso” por Medio Oriente y Europa, Trump confirmó la salida del pacto firmado en 2015 por 195 países para reducir las emisiones de dióxido de carbono para limitar el calentamiento global tan cerca de los 1,5 grados Celsius como sea posible. Estados Unidos es uno de los mayores emisores de dióxido de carbono en el mundo “Nos retiramos. Empezaremos a renegociar y veremos si logramos un acuerdo mejor. Si lo conseguimos, genial. Si no lo logramos, está bien”, sentenció Trump.
“Una por una hemos mantenido las promesas hechas al pueblo estadounidense durante la campaña”, remarcó el magnate, quien se había comprometido a tomar la medida durante los primeros 100 días de su gestión como un impulso a la industria del petróleo y del carbón estadounidenses. El jefe de Estado se definió como “alguien que se preocupa profundamente por el medio ambiente” pero que no puede “apoyar un acuerdo que castiga a Estados Unidos”.
El proceso para retirarse del Acuerdo Climático dura tres años y culminaría en noviembre de 2020, cuando se realicen las nuevas elecciones presidenciales, en las que Trump podría buscar la reelección. El mandatario precisó que su país dejará de implementar de inmediato todas las cláusulas no vinculantes de lo firmado en París. Afirmó que eso incluye el final de las metas de reducción de emisiones de dióxido de carbono y de los aportes al Fondo Verde para el Clima de Naciones Unidas.
Trump ya había tomado otra serie de medidas que van en el camino contrario al de su antecesor, Barack Obama, en lo que respecta al calentamiento global. Primero nombró a Scott Pruitt, un aliado de la industria de las energías fósiles y escéptico del cambio climático, al frente de la Agencia de Protección Ambiental, (EPA, en inglés). Luego presentó un presupuesto federal con recortes de casi el 30 por ciento para la EPA y adelantó que planea también reducir el presupuesto de la Guardia Costera, que se encarga de la conservación del océano, la vida marina y la protección de las especies en peligro.
Esta mañana grandes empresas estadounidenses como Apple, Facebook y Microsoft habían hecho un llamamiento conjunto al presidente para que no abandonara el Acuerdo de París. Lo hicieron a través de un anuncio de gran formato publicado en varios periódicos nacionales. Anteriormente, los gerentes de más de 600 empresas habían escrito una carta abierta para pedirle a Trump no abandonar el pacto climático.
Mientras tanto, China y Alemania reforzaron su alianza en defensa del Acuerdo del Clima. El primer ministro chino, Li Keqiang, de visita en Berlín, reiteró ante la canciller Angela Merkel su compromiso de mantenerse fiel al pacto alcanzado en 2015.
"China va a cumplir con su responsabilidad, China va a cumplir con sus compromisos climáticos y no está sola, espera ver que otros países la acompañan", recalcó el mandatario en la sede de la Cancillería alemana, donde fue recibido con honores militares. La dirigente alemana, por su parte, calificó de "muy satisfactorio" el anuncio, realizado un par de horas antes de que Trump confirmara la previsible salida de su país del acuerdo.
Nixon está imbuido dentro de la cultura política de Estados Unidos tan profundamente como el hot-dog del 4 de julio. Tanto es así, que el escándalo de corrupción y crimen del expresidente de EEUU en los años setenta quedó para siempre grabado con un nuevo adjetivo del inglés: “nixonian”. El concepto simboliza de forma superlativa todo lo que legó el exmandatario, quien renunció justo a tiempo para evitar ser expulsado de la presidencia por una acusación constitucional del Congreso: paranoia profunda contra sus enemigos, un narcisismo enfermizo, irrespeto patológico por las leyes de la misma república que él lideraba.
¿Suena familiar? El último escándalo mayúsculo de Trump ha reflotado, ahora personificado en carne y hueso, el viejo adjetivo de “nixoniano”. De otra forma no se puede explicar el sinsentido político y comunicacional de haber despedido al director del FBI, James Comey. Para aclarar un tema vital: el director del FBI dura en el cargo 10 años, y es una de esas funciones “sagradas e intocables” que prueba la voluntad de los presidentes de EEUU de ser supervisados judicialmente, presión que están obligados a observar. Esto es debido a que se supone que el director del Buró de Investigaciones Federales goza de independencia, y debe estar (en teoría) al margen de las presiones políticas, para garantizar que las investigaciones que realiza sean imparciales y lleguen hasta el final, no importa las consecuencias. Por supuesto, esto da origen a deformaciones (el poder sin trabas sin duda corrompe), y la historia reciente dio origen a reyezuelos como J. Edgar Hoover, quien abusó por años de su poderío y espió sin restricciones legales, manipuló a políticos y opinión pública, creó perfiles secretos de sus enemigos y en fin, gobernó el área oscura del país por décadas. El único director del FBI que ha sido expulsado es William Sessions, despedido por Bill Clinton en 1993 debido a malversación de fondos públicos.
Trump, la verdad, cometió una serie de hechos esta semana, tan extraordinariamente extraños, que deja cimentada la idea de que su administración no tiene, en realidad, una agenda programática inteligente y meditada. Nuevamente, como otros escándalos anteriores, su equipo comunicacional quedó a la deriva y las acciones “trumperas” no pudieron ser defendidas ante las cámaras por sus subalternos, que intentaron reaccionar de forma apresurada y sin un mensaje central. Su jefe, Trump, tampoco ayuda. La Casa Blanca aún no se pone de acuerdo en quien tomó la decisión, ni cuándo, ni cómo, ni las razones “reales” del despido. Trump pasó en cosa de semanas, desde alabar fuertemente a Comey (recordemos que las acciones del director del FBI perjudicaron a la entonces candidata Hillary Clinton), para luego expulsarlo repentinamente. Todo esto, una semana después de que Comey declarara ante el Congreso de forma pública que en efecto el FBI está investigando a Trump y sus asesores por los contactos ilegales de su campaña con el gobierno ruso. No solo eso (y la verdad, es sorprendente): al otro día de expulsar a Comey, el miércoles, Trump se reunió en la Casa Blanca con el ministro de relaciones exteriores ruso, Sergey Lavrov. Pero incluso más (siquiera escribirlo causa conmoción): se reunió y retrató en una foto a plena carcajada de ambos, con el embajador ruso Sergey Kislyak, el mismo polémico diplomático cuyos contactos con el general Michael Flynn provocaron su despido como asesor de seguridad de la Casa Blanca. El mismo embajador que ha puesto en aprietos al yerno de Trump, Jared Kushner, que también se reunió con él, sin ser parte del gobierno de EEUU aún, mientras las sanciones contra Rusia estaban vigentes. El mismo embajador es también protagonista de los problemas de imagen de Carter Page y J.D. Gordon, todos ex asesores de Trump. El propio ex gerente de campaña de Trump, Paul Manafort, tuvo que dejar la campaña en 2016 debido al escándalo de sus vínculos rusos y con personajes cercanos al propio Putin.
¿Qué pasa con un equipo de comunicaciones o de asesoría política de Trump, que no logra detener un acto tan abiertamente riesgoso como reunirse con las autoridades máximas de la política exterior rusa, al otro día del despido del principal fiscalizador en el tema? ¿Y en momentos en que justamente el Congreso, el FBI y la prensa están investigando con fuerza los vínculos con el gobierno de Putin, que se supone es el enemigo número uno de EEUU?
La verdad sea dicha, para opositores y admiradores: quienes pensaban que el ímpetu que catapultó a Trump a la Casa Blanca estaba basado en una conspiración cuidadosamente planeada, y que iba a poner en práctica una estrategia de genialidad para operar discretamente desde la Casa Blanca para sus objetivos políticos y financieros, deberían estar decepcionados. Trump no es Nixon, un maestro de las operaciones estratégicas, un gurú de lo clandestino, del golpe secreto contra sus enemigos, del ajedrez de causa y efecto. Trump, muy a su pesar, se está convirtiendo en algo tan transparente como el agua en su praxis política, simplemente porque no es un “genio político” ni es un “genio negociador”, como hizo creer a millones en la campaña electoral. Es con toda apertura y claridad, un empresario menor con varias bancarrotas a su haber, que ha luchado a punta de estrategia mediática, imagen pública y fanfarronería para llegar a ser quien es (los millones de dólares de su padre no estuvieron mal como salvavidas, por cierto), y que no tiene ni la menor idea de qué está haciendo con el poder omnipotente que tiene entre las manos. En ese sentido, aunque ambos terminen sus presidencias de forma dramática, es lamentable, pero lo “nixoniano” le queda grande al actual presidente Trump.
EE UU creció a un ritmo del 1,6% en el conjunto de 2016. La Casa Blanca calcula que por cada décima de incremento del producto interior bruto, el Gobierno podrá recaudar 300.000 millones de dólares adicionales en el curso de una década. Por tanto, al proyectar que la economía crecerá con más vigor de lo visto durante la administración de Barack Obama se generarán 2,1 billones en ingresos extras. El déficit crecerá 3,1 billones en ese periodo.
El documento presentado el martes anticipa una expansión superior al 4% en el ejercicio 2018, momento en el que supuestamente deberían entrar en vigor las medidas de estímulo económico. La promesa de Trump es que con sus iniciativas se podrá recuperar una tasa sostenida a largo plazo próxima al potencial que tenía EE UU antes de la crisis, lo que generará ahorros al contribuyentes. Esencialmente busca recuperar el vigor de la era de las puntocom.
La última vez que se vio un crecimiento superior al 3% fue en 2005, con el republicano George Bush como presidente. La Oficina Presupuestaria del Congreso es menos optimista y proyecta en el mejor de los casos un crecimiento anual del 1,9% a lo largo de la próxima década. La propia presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, admite públicamente hay que acostumbrarse a convivir con una tasas que rondarán el 2%. La proyección del banco central es de un 1,8%.
La previsión es incluso más optimista que la que hizo Ronald Reagan en el primer presupuesto que presentó en 1981. Steve Mnuchin, el secretario del Tesoro, insiste sin embargo que la reforma fiscal, la rebaja de la regulación y la inversión en infraestructuras darán un impulso. “Un 3% no es demasiado optimista”, añade Mick Mulvaney, el director de la oficina de gestión presupuestaria de la Casa Blanca. Este mayor crecimiento, dice, permitirá costear el recorte de impuestos.
Cálculo confuso
“Es crecimiento se puede conseguir”, opina Mohamed El-Erian, asesor económico de Allianz, “pero es necesario que las medidas procrecimiento se adopten rápido”. Ahí está precisamente la vulnerabilidad de la propuesta presupuestaria de Donald Trump, porque asume que sus iniciativas se van a adoptar. El objetivo de equilibrio en las cuentas públicas se apoya, además, en un cálculo confuso que no tiene en cuenta precisamente el coste de los recortes de impuestos.
EE UU creció a un ritmo entre el 4% y el 5% al final de la década de los años 1990. Entonces la fuerza laboral crecía rápido y también la productividad. La situación ahora es completamente la opuesta. La tasa de participación laboral está estancada al nivel más bajo en tres décadas y la productividad no crece, por la combinación de varios factores, como el inicio de las jubilaciones entre la generación del baby boom. Las restricciones a la inmigración también juegan en contra.
Los economistas del Council on Foreign Relations coinciden en que no es posible potenciar el crecimiento si no se consigue que haya más gente trabajando y sin una mejora de su productividad. Eso sin tener en cuenta que es probable que debe esquivar una recesión en el curso de 10 años. El equipo de Trump cree, sin embargo, que recortando los programas de asistencia social movilizará a la gente a buscar trabajo, porque no dependerán tanto de los subsidios públicos.
Hay otras propuestas en la agenda de Trump que, por el contrario, limitan la expansión de la fuerza laboral. La más evidente es la política migratoria. Y en este momento ni la propia Yellen, experta en cuestiones de empleo, no es capaz de explicar por qué la productividad es tan baja en EE UU. El-Erian considera, por tanto, que el presupuesto tiene “un problema de diseño”, porque no prioriza bien el plan para potenciar el crecimiento y ve imposible que prospere.
Trump desafía a China al mandar un buque de guerra a aguas en disputa
La incursión junto a las islas Spratly es la primera durante el Gobierno del republicano, que busca un acercamiento a Pekín
La tripulación a bordo del destructor Dewey en el mar de China, a principios de Mayo.
El destructor Dewey navegó este miércoles a menos de doce millas náuticas del arrecife Mischief en las islas Spratly. Era el primer desafío de este tipo desde que Donald Trump asumió en enero la presidencia estadounidense, y se produce cuando ambas partes, socios comerciales y rivales estratégicos, intentan una difícil aproximación.
Pekín suele protestar enérgicamente en esas ocasiones, y esta no ha sido una excepción. El portavoz de Exteriores, Lu Kang, insistió en que el buque de guerra estadounidense se había adentrado en esas aguas “sin permiso” y los barcos chinos le reclamaron que diera media vuelta.
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Este tipo de actos “es muy probable que causen accidentes inesperados, marítimos o aéreos”, subrayó Lu, que exigió que Washington ponga fin a sus “acciones provocadoras”. En el Ministerio de Defensa, el portavoz Ren Guoqiang ha indicado que China ha presentado una protesta oficial ante Estados Unidos.
Que el destructor se haya dirigido a esas aguas en estos momentos es significativo. A finales de la próxima semana se celebrará en Singapur la nueva edición del Diálogo Shangri-La, que cada año reúne a ministros y jefes de Estado Mayor de todo el mundo en el principal foro sobre seguridad y defensa en Asia Pacífico. En las últimas ediciones se ha hecho habitual que los representantes de Estados Unidos y de China intercambien en sus intervenciones duros mensajes sobre la libertad de navegación en el mar del sur.
China se atribuye cerca del 90% de esas aguas, en reclamaciones que se solapan con las de otros cinco países costeros: Filipinas, Vietnam, Brunéi, Malasia y Taiwán. Washington asegura que no toma partido en las disputas de soberanía pero defiende la libertad de navegación por unas aguas por las que pasa cerca de un tercio del comercio mundial, en torno a los cinco trillones de euros anuales.
Jamie Davis, portavoz del Pentágono, evitó confirmar la operación alegando que el resumen de todas ellas se anuncia anualmente. Pero defendió el derecho de Washington a actuar. “Las fuerzas de EE. UU. operan diariamente en la región de Asia Pacífico, incluyendo el mar del sur de China. Todas las operaciones se llevan a cabo de acuerdo con la ley internacional”, señaló en un correo electrónico.
Davis subrayó que las operaciones de navegación no van dirigidas contra ningún país concreto sino que, alegó, buscan “retar reclamaciones marítimas excesivas con el objetivo de preservar los derechos, libertades y usos del mar y el aire garantizados a todas las naciones bajo la ley internacional”.
El buque estadounidense navegó dentro de un área a 12 millas náuticas de distancia de las islas Spratly. Las 12 millas de distancia determinan por ley el territorio marítimo de un Estado. Según la convención de ley marítima de la ONU, ese límite no es aplicable a islas levantadas sobre arrecifes previamente sumergidos, lo que lleva a EE. UU. a argumentar que cumple la ley.
Desde que se reunió en abril en Florida con el presidente chino, Xi Jinping, Trump ha aparcado su retórica agresiva contra Pekín, que antes de su toma de posesión como mandatario incluyó un acercamiento a Taiwán y amenazas de imponer elevados aranceles comerciales a China y declararla como manipuladora de su moneda. El republicano ha frenado desde entonces todas esas ofensivas con el objetivo de que el Gobierno de Xi se involucre más en la resolución de la crisis nuclear de Corea del Norte. Y ambos gigantes han logrado recientemente acuerdos en material comercial.
Aunque en enero Rex Tillerson cuando era el nominado a ser secretario de Estado de Trump, había lanzado una dura advertencia. “Vamos a tener que mandar a China una señal clara de que, primero, se ha acabado la construcción de islas y, segundo, tampoco su acceso a esas islas tampoco se va a permitir”, dijo. Por ahora, Washington no ha tomado ninguna medida para frenar ni la construcción ni el acceso chino a esas islas. Entonces, Pekín replicó a Tillerson que podría abrir “el camino a una confrontación devastadora.
Hace un año, el entonces gobernador de Indiana, Mike Pence, dio un giro radical en la escena internacional cuando Donald Trump lo escogió para ser su vicepresidente. Hoy es la persona que más cerca está de la presidencia estadounidense, ya sea por sustituir de forma automática a Trump en caso de que renuncie o por ser su sucesor natural en 2020 o 2024.
27 psiquiatras: "Creemos que Trump es el hombre más peligroso del mundo"
Publicado: 30 sep 2017 17:46 GMT
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En un nuevo libro varios profesionales estadounidenses de la salud mental han calificado a su mandatario de narcisista, sociópata, hedonista, impulsivo, inmaduro e incompetente, entre otras lindezas.
Carlos Barria / Reuters
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En el libro 'El peligroso caso de Donald Trump: 27 psiquiatras y profesionales de la salud mental evalúan a un presidente'. ('The dangerous case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Professionals Assess a President') 27 médicos han analizado la parte pública de la vida del líder norteamericano y han calificado al mandatario del "hombre más peligroso del mundo".
La obra, que saldrá a la venta el 3 de octubre, califica a Trump de narcisista, sociópata, hedonista, impulsivo, inmaduro e incompetente, entre otros 'halagos'. Algunas de las partes más destacadas del libro han sido citadas por la revista 'Newsweek'.
Lance Dodes, analista emérito del Instituto Psicoanalítico de Boston especializado en adicciones, opina en el libro que las acciones de Trump evidencian que tiene "profundos rasgos sociópatas" y que el presidente sufre "una pérdida persistente de la realidad".
"Mientras que seguramente hubo presidentes estadounidenses de los que se podría decir que son narcisistas, ninguno ha mostrado cualidades sociópatas en el grado visto en Trump", ha afirmado Dodes.
Otra de sus conclusiones es que: "La paranoia de la sociopatía severa crea un profundo riesgo de guerra, ya que los jefes de otras naciones inevitablemente estarán en desacuerdo o desafiarán al líder sociópata, que verá en el desacuerdo un ataque personal, lo que conllevará reacciones de rabia y acción impulsiva para destruir a ese 'enemigo'. Las características sociópatas de Trump son innegables y altamente peligrosas para América".
Por su parte, Philip Zimbardo, profesor emérito en la Universidad Stanford (California), ha advertido que Trump es propenso a convertirse en un tirano. "En [el caso de] Trump, tenemos un diagrama de Venn aterrador que consta de tres círculos: el primero es el hedonismo extremo presente; el segundo, el narcisismo; y el tercero, el comportamiento de intimidación. Estos tres círculos se superponen en el centro para crear una persona impulsiva, inmadura e incompetente que, cuando está en una posición de poder supremo, se desliza fácilmente hacia el papel de tirano", ha anotado.
"Creemos que Trump es el hombre más peligroso del mundo, un poderoso líder de una nación poderosa que puede ordenar disparar misiles contra otra nación debido a la angustia personal que siente él o un miembro de su familia al ver escenas tristes de personas que han sido gaseadas hasta la muerte", ha constatado el profesor.