Hay algo raro allí, quizás macabro, donde el silencio opaca el sonido del viento, el murmuro del mar o el llanto de la gente. No hay nadie en las calles, nadie en la playa, nadie en los barcos, nadie excepto el sonido ensordecedor de la ausencia. Nazábal es un pueblo de silencios, de pocas familias y redes de recuerdos bañados de sal.