Rosita donó a los afectados por el terremoto. Nadie se lo pidió. Llegó al centro de acopio sin anuncios ni proclamas. Hubo quienes le ofrecieron ayuda de inmediato pero ella se negó. Cierto que la necesita: vive sola y su esposo encamado no puede trabajar. Nadie sabe tampoco cuánto caminó para llegar. Dejó todo lo que tiene: ropa desgastada por el uso, cinco pesos, oraciones por los necesitados.