Ni aprobado ni querido. Michel Temer cuenta con una tasa de popularidad que no supera los 5 puntos porcentuales y el 70% de los ciudadanos considera que su gestión es “mala o pésima” [1]. Lo peor es que aun siendo acusado de corrupción pasiva, el presidente de facto de Brasil ha logrado sacar adelante uno de sus dos proyectos bandera: la reforma laboral.