- La matanza en Las Vegas, un síntoma grave del conflicto de la sociedad estadounidense, fue caracterizada como el peor caso de tiroteo masivo de los últimos tiempos. (Foto: infobae)
Por MARTA G. SOJO
La reciente masacre ocurrida en Las Vegas, Estados Unidos, es una muestra del conflicto social que padece esa nación, y aunque puede haber una pausa, continúa imparable, como describe una vieja canción infantil, que remata diciendo y “si este cuento te parece corto, lo volveremos a empezar”.
Y así es, una y otra vez se reiteran estos tipos de agresiones masivas. Tiroteos de igual talante y con cuantiosas pérdidas de vidas. En los últimos 25 años, la única masacre más cercana a la actual, en la que perecieron 59 personas y hay más de 500 heridas, fue la cometida en junio de 2016 en la discoteca gay Pulse, en Orlando, Florida, en la que murieron 49 personas, más el atacante.
Otras que podemos rememorar fueron la de la escuela secundaria de Columbine, en Colorado, en 1999, hasta la dramática matanza de niños en Sandy Hook, Connecticut, en 2012.
Solo en lo que va del año murieron dentro de los Estados Unidos 11 000 personas en 273 tiroteos. Un semanario progresista The Nation, escribió un artículo acerca del tema que tituló: “La compulsión norteamericana por asociar armas con libertad y masculinidad con violencia nos está matando”.
El perpetrador del asesinato en masa de Las Vegas, Stephen Paddock, era un hombre blanco norteamericano, de 64 años, quien abrió fuego sobre los 22 000 asistentes que se recreaban de un festival al aire libre de música country. Este dato parece ser el más fidedigno de los que se dieron a conocer después del hecho, pues de inmediato comenzaron a circular informaciones contradictorias. Incluso los terroristas del Estado Islámico, EI, se adjudicaron la autoría, a través de un comunicado de la agencia Amaq, indicando que el tirador, pocos meses antes, se convirtió a la fe musulmana.
Pero en realidad, no hay definición ni claridad en los acontecimientos, especialmente porque el asesino se suicidó. Aunque el Buró de Investigación Federal (FBI) afirmó que “no existe hasta ahora ningún vínculo conocido entre el tirador y ningún grupo extranjero”, ni siquiera el nombre de Paddock aparece registrado en ninguna base de datos del FBI.
El uso indiscriminado de armas de fuego, un debate añejo estadounidense, resurgió. Es algo de lo que se habla pero nunca se resuelve, debido a grandes intereses, como los de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), un poderoso grupo que se opone a reforzar el control de armas. Visto así es comprensible que nunca avance ningún proyecto tendiente a su eliminación, entonces queda como un juego retórico entre los dos partidos políticos. Los demócratas piden un refuerzo del control de armas después de cada tiroteo, y los republicanos les acusan de “politizar” la tragedia y evitan, así, cualquier debate sobre el asunto.
Tampoco prestan oídos a los múltiples reclamos de los ciudadanos que están en contra de la propagación y la venta cómoda de armas. Así es la política estadounidense, ensordece para unas cosas y sobredimensiona otras, según sus intereses.
El actual presidente es reticente a cualquier medida, y con razón, porque durante la pasada campaña la NRA le dio su respaldo tempranamente, ahora es momento de pagar lo que se debe.
Por tanto, las posibilidades de que alguna legislación marche durante su administración, sería arar en el mar, pues como expresara un experto en control de armas y política presidencial en la Universidad Estatal de Nueva York, Robert Spitzer, “no creo que sea una prioridad para Trump, pero le gusta recompensar a sus amigos, y la NRA fue prácticamente el primer grupo de interés en respaldarle durante las primarias”, declaró a EFE el académico.
Así que esperemos nuevos siniestros de este tipo, incluso que superen el reciente, porque se ha vuelto una constante en ese país.