La imaginación popular hace presencia santa de un hombre real, que convoca y forja ciertos temples del alma. Millones de peregrinos han acudido a sus “guerrilleros huesos”, en busca de una fuerza que protege y provee. En una Plaza en Santa Clara —tribuna, refugio y altar para un hereje de todos los dogmas— nacen ofrendas del amor y los credos. Vive el Che.