Muchos son los analistas, escritores o cineastas que esbozan o han esbozado, de forma más o menos acertada, la guerra del futuro. Una guerra que, de producirse a gran escala, podría ser la última de la humanidad, o la penúltima, pero que muy probablemente se enmarcará, o se enmarcarán, en la no tan ficción tan magistralmente descrita por George Orwell en 1984: guerras marginales en aquellos territorios que no hayan logrado convertirse en una superpotencia.
Sea de forma marginal o global lo cierto es que ya tenemos los suficientes indicios como para plantear que las guerras del futuro serán, al menos, robotizadas. Como si de fábricas se trataran, los humanos cederán competencias a las máquinas.
Los drones
El mayor atractivo de los aviones no tripulados o drones radica en el bajo coste de fabricación y de vuelo (una hora de avión cuesta unos 2.000 euros y una hora de vuelo de un dron unos 20 euros) y, sobre todo, en la reducción de esas bajas militares que tanto coste mediático suponían a los países más poderosos. Por ello, los drones ya se han utilizado en conflictos bélicos como Irak, Afganistán o Siria y son poseídos por hasta 60 países, aunque solo nueve de ellos los municionan.
Imagen del pequeño drone Black Hornet, que cabe en la palma de la mano. / Neil Hall / Reuters
Por ejemplo, España cuenta con más de 13 tipos de drones, de los que los más destacados son el modelo Searcher, que realizó casi mil misiones en Afganistán, y los cuatro Pedrator que acaban de incorporar. Un modelo, este último, que pesa 2.223 kilos y tiene 20 metros de envergadura, lo que le convierte en un aparato más grande que un reactor F5. Justo lo contrario que el Black Hornet, un pequeño dron que cabe en la palma de la mano. Todos ellos sin municionar.
Sin embargo, no todos los países usan estos aparatos sin municionar: Estados Unidos lanzó un misil hace 16 años terminando con la vida de seis miembros de Al Qaeda que circulaban en un vehículo en Yemen. En el mismo Yemen que hoy se desangra. Desde entonces, según el Buró de Periodismo de Investigación, han fallecido entre 7.584 y 10.918 personas en ataques con drones, de ellos, entre 751 y 1.555 civiles.
Una de las grandes ventajas de los drones, su bajo coste de fabricación y mantenimiento, también supone uno de los grandes inconvenientes, pues casi cualquiera puede fabricar uno. En mejores o peores condiciones. Y usarlo. Lo que comenzó siendo un arma mortífera usada en exclusiva por los Estados Unidos y sus aliados, ahora se ha transformado en una preocupación para estos: Hezbollah los ha usado con éxito en Siria y el Estado Islámico hizo lo propio contra combatientes kurdos. Rusia, por ejemplo, sufrió este mismo año el ataque de hasta trece drones en la Base Aérea de Jmeimim (Siria). Ataque que, si bien pudo ser neutralizado, reveló la problemática a la que se enfrentan las grandes potencias: el coste de las defensas necesarias para repeler ataques de drones es mucho más elevado que fabricarlos.
Una vez abierta la caja de Pandora por los norteamericanos, nadie quiere quedar atrás. Ni en la fabricación de drones ni en la de fusiles anti-drones y otras armas, fundamentalmente ondas, que inutilizan estos dispositivos. Por ello, tanto China como Rusia están fabricando drones y la carrera, a día de hoy, se encuentra abierta, pues si bien distintos medios consideran al MQ-9 Reaper norteamericano superior al CH-5 Rainbow, lo cierto es que han sido los chinos los que han conseguido un mayor enjambre de drones: hasta 119 (por 103 de los norteamericanos). Porque el futuro, de momento, no son los drones, sino los enjambres de drones. Cientos, y seguramente miles, de máquinas capaces de volar de forma coordinada. Un futuro terrorífico: ¿imaginan miles de drones armados entrando en una ciudad? De momento, EE.UU. posee 7.000 y China 1.300.
Vehículos terrestres y marítimos no tripulados
La robotización no va a quedar recluida solo a vehículos áreos no tripulados, sino que también alcanzará los vehículos terrestres y las embarcaciones marítimas (y submarinas). Por ejemplo, España ha proyectado, junto a la empresa Urovesa, la fabricación de un vehículo que pueda ser controlado a distancia y tanto Estados Unidos como Rusia o China llevan, con toda seguridad, ventaja en este sentido. Es el primer paso para que los avances introducidos en los ejércitos aéreos lleguen a los terrestres. Y del vehículo terrestre a la 'máquina-soldado terrestre controlada' solo hay un paso.
La embarcación no tripulada estadounidense Sea Hunter, en el puerto de Portland, Oregón, EE.UU., 7 de abril de 2016. / Steve Dipaola / Reuters
Porque una vez fabricado con éxito un vehículo militar terrestre gobernado por control remoto, solo habrá que variar el tamaño y las capacidades de los vehículos para que puedan cumplir de forma satisfactoria los cometidos que hasta ahora han desarrollado los soldados.
El mar también está siendo colonizado por embarcaciones no tripuladas, pues EEUU recibió en enero de 2018 la embarcación no tripulada más grande del mundo. El Sea Hunter es un buque especializado en detectar y destruir submarinos que cuenta con 40 metros de eslora y alcanza hasta 27 nuevos (unos 50 km/h). La mayor ventaja, de nuevo, se centra en el coste de mantenimiento diario. Una embarcación convencional, como un destructor, requiere unos 700.000 dólares diarios mientras que las embarcaciones no tripuladas solo alcanzan los 20.000 dólares de mantenimiento.
El futuro: los vehículos autónomos
Con todo, los vehículos no tripulados a control remoto solo son el primer paso en la robotización de los ejércitos, pues el siguiente será el uso de la tecnología autónoma. De hecho, los drones autónomos ya son una realidad (como los vehículos). En la Universidad de Bristol se ha creado un dron independiente que no requiere del uso del GPS y que vuela gracias a cámaras, acelerómetros y giroscopios. Y lo más importante, solo necesita de los humanos para despegar.
A control remoto o autónomos, la robotización de los ejércitos genera una gran controversia, pues los pilotos de drones no encuentran la justificación moral para matar que sí podían encontrar los antiguos soldados que arriesgaban sus vidas. Al fin y al cabo, lo hacían para sobrevivir. Justificación ya por completo innecesaria para robots autónomos. Lo que nos lleva a un futuro que pudiera ser aterrador, pues como bien explicaba Russell Musk, "el uso de armas nucleares es una frontera catastrófica que desde 1945 no hemos cruzado, a menudo por pura suerte, pero con las armas autónomas no existe esa frontera: los ataques pueden empezar con la muerte de 100 personas y de ahí ir pasando progresivamente a 1.000, 10.000 o 100.000 muertes". Asesinar selectivamente puede constituir la mayor fantasía de más de un gobierno y la pesadilla de más de un ciudadano.
El Primer Mundo ya puede matar a distancia y, seguramente, dentro de poco pueda hacerlo autónomamente, lo que no genera gran contrariedad para la mayoría de la ciudadanía, pero nadie puede asegurar que esos mismos robots no sean utilizados en el futuro para controlar a esa misma población.