Bolívar fue uno de los primeros en advertir sobre las ambiciones del vecino norteamericano. En poco más de 150 años, Estados Unidos ha intervenido en la casi totalidad de los países latinoamericanos y caribeños mediante invasiones armadas, imposición de dictaduras militares, procesos de desestabilización, aniquilamiento y asesinato de líderes sociales, golpes suaves, bloqueos, y guerras económicas y financieras
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El Libertador Simón Bolívar fue uno de los primeros en advertir y alertar sobre las pretensiones imperiales de Estado Unidos de Norteamérica con respecto a las nacientes repúblicas latinoamericanas liberadas del dominio español. En 1818 tuvo un encontronazo epistolar con el agente de aquel país B. Irving, quien reclamaba la captura por parte de los patriotas de dos goletas estadounidenses en el río Orinoco que pretendían entregar armas y municiones al ejército español. De aquellos años se cita una consideración premonitoria del Libertador acerca del papel futuro del gigante norteño: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”.
A Bolívar también se le atribuyen otros reparos en cuanto a los estadounidenses, a quienes no consideraba apropiado invitarlos al Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826; sin embargo, Francisco de Paula Santander desoyó el consejo de Bolívar y les extendió la invitación. Los historiadores coinciden en sentenciar que en Estados Unidos no era bien vista aquella primera cita continental de las naciones liberadas de España.
“Convidar a los Estados Unidos para aparentar desprendimiento y animar a los convidados: después que estemos reunidos será la fiesta de los Lapitas y ahí entrará el león a comerse a los convivos”, refiere otra expresión atribuida a Bolívar. Una tercera indica: “Y, así, yo recomiendo a Usted que haga tener la mayor vigilancia sobre esos americanos que frecuentan las costas: son capaces de vender a Colombia por un real”.
El 1 de abril de 1811, Luis de Onís, representante español en Washington, envía un carta al Virrey de España, en la que describe lo que observa en suelo norteamericano. La carta se incluye en un artículo de análisis publicado en el portal web del Ministerio del Poder Popular para la Información.
“Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República (…), este Gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Tejas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la provincia de Nueva Viscaya y la Sonora. Parecería un delirio este proyecto, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan de estas provincias por orden del Gobierno, incluyendo la isla de Cuba, como una pertenencia natural de la República”, señala Onís.
Con la Doctrina Monroe, surgida en el siglo XIX, Estados Unidos dispone del argumento conceptual e ideológico para intervenir en las para entonces débiles e inestables repúblicas latinoamericanas y caribeñas, bajo el pretexto de instaurar el orden, detener el caos o proteger sus intereses.
En algo más de 150 años de intervenciones directas e indirectas de Estado Unidos en América Latina, el saldo de muertos supera largamente la cifra de 800 mil, entre invasiones de los marines, dictaduras militares, guerras de liberación, desaparecidos, fosas comunes, torturados. En esas estadísticas no se incluyen los desplazados, las víctimas de la pobreza derivadas del impuesto sistema económico, ni la devastación provocada por guerras e invasiones ejecutadas o promovidas por Estado Unidos.
Una famosa carta atribuida a Smedley Butler, general del cuerpo de marines ilustra de modo claro las verdaderas intenciones de los batallones que portan la bandera de 50 estrellas que ondea en el viento, como se muestra en el cine de Hollywood.
“He servido durante 30 años y cuatro meses en las unidades más combativas de las Fuerzas Armadas estadounidenses: en la Infantería de Marina. Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo de bandido altamente calificado al servicio de las grandes empresas de Wall Street y sus banqueros. En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo. De tal manera, en 1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del National City Bank podía birlar tranquilamente los beneficios. Participé en la “limpieza” de Nicaragua, de 1902 a 1912, por cuenta de la firma bancaria internacional Brown Brothers Harriman. En 1916, por cuenta de los grandes azucareros estadounidenses, aporté a la República Dominicana la ‘civilización’. En 1923 ‘enderecé’ los asuntos en Honduras en interés de las compañías fruteras estadounidenses. Cuando miro hacia atrás considero que pude haber dado a Al Capone algunas sugerencias. Él, como gángster, operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como marine, operé en tres continentes”.
El “gran garrote”
En una extensa cantidad de artículos y análisis, tanto de investigadores, historiadores, académicos, universidades e institutos, se califica a Estados Unidos de “policía” que a comienzos del siglo XX aplicaba la política del gran garrote” o “big stick” para arrogarse el derecho de intervenir en América Latina para resolver asuntos internos y proteger sus intereses. En Centroamérica es bien conocido el papel que jugó la empresa United Fruit Co., y el término “repúblicas bananeras”, aplicada a los países de la zona. La expresión “patio trasero” es otra con la que, en términos despectivos, se ha designado a todo un continente.
A lo largo de estos años, Estados Unidos ha utilizado todo tipo de modalidades para mantener y lograr su dominio sobre el patio trasero y meter en el redil a revoluciones, gobiernos nacionalistas y progresistas: invasión directa con marines, promoción de golpes militares, políticas de aniquilamiento, desaparición y asesinato de líderes políticos y sociales con perfil de izquierda; bloqueo financiero y económico (Cuba y Venezuela), apoyo a grupos internos de perfil violento (guarimbas en Venezuela y en Nicaragua), adoctrinamiento de jóvenes de derecha, utilización de organismos regionales (OEA, CIDH), cerco diplomático de países aliados (Grupo de Lima), corte de suministros alimenticios, repuestos y medicinas (guerra económica); desaparición y ataque a la moneda, hiperinflación, golpe suave o guerra de cuarta, quinta y hasta sexta generación y ayuda humanitaria, tras lo cual se esconde una invasión encubierta. La lucha contra el comunismo fue una de sus principales banderas para barrer países e imponer dictaduras en países con gobiernos moderados o progresistas.
La defensora de derechos humanos y periodista brasileña María Luisa Mendonca señala en un artículo al respecto: “La intervención militar de Estados Unidos, en sus diversas formas, es uno de los mecanismos del imperialismo, que tiene como objetivos la apropiación de recursos estratégicos, el control territorial, la explotación de la fuerza de trabajo, la expansión del modelo económico neoliberal”.
Y agrega: “La estrategia militar incluye la implementación de bases militares, entrenamiento y presencia de tropas en territorio extranjero, inversiones en tecnologías de monitoreo, espionaje y proyectos de infraestructura. Esta estrategia está basada en diversos pilares, desde la intervención directa hasta campañas de propaganda y difamación, pasando por procesos de las llamadas ‘guerras de baja intensidad’, que promueven la opresión y estimulan la violencia contra poblaciones de baja renta, urbanas y rurales”.
La periodista brasileña detalla que en el libro Confesiones de un asesino económico, John Perkins revela que “desde la II Guerra Mundial, los asesinos económicos construyeron el primer imperio verdaderamente global. Eso fue hecho sobre todo por medios económicos, no militares”. Los asesinos económicos son expertos en identificar países donde existen recursos estratégicos, adquirir préstamos del Banco Mundial o del FMI y, a partir del endeudamiento de estos países, chantajear para conseguir contratos de estos gobiernos con empresas estadounidenses para mega proyectos como centrales de energía, carreteras, puertos, etc. Algunas de las empresas citadas en el libro son Bechtel, Halliburton, Stone and Webster, Brown and Root, Nike, Monsanto, General Electric, y Chas T. Main, donde Perkins trabajó”.
Perkins cita además la actuación de agentes para organizar la oposición social a gobiernos contrarios a los intereses de Estados Unidos. Cuando los saboteadores fallan, entran en escena agentes conocidos como “chacales”, para derrumbar o asesinar gobernantes. Él revela que los chacales fueron enviados a Venezuela en 2002 para articular el golpe contra el presidente Chávez.
El largo prontuario de intervenciones de Estados Unidos en América Latina se remonta a 1846-1848, cuando se anexionan la mitad del territorio mexicano formado por Texas, California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y parte de Colorado, Oklahoma y Wyoming. En 1891 intervienen en Chile las fuerzas navales tras la muerte de dos marineros estadounidense del crucero USS Baltimore y Estados Unidos amenazó a Chile con un ultimátum. En 1894 se meten en Nicaragua, en Bluefields, con el fin de proteger sus intereses, en 1898 se produce la guerra hispano-estadounidense y en 1915 ocupan Haití. Actúan en República Dominicana con acciones en los años 1903,1904 , 1914 y desde 1916 hasta 1924. En Honduras se estableció el modelo original de República bananera durante 1903, 1907, 1911, 1912, 1919, 1924 y 1925. Secesión de Panamá de Colombia en 1903 y en 1926 se establecen tropas de ocupación en Nicaragua.
De sus intervenciones en Suramérica, Centroamérica y el Caribe hay documentación detallada de sus operativos en Nicaragua, Guatemala, Honduras, Grenada, República Dominicana, Puerto Rico, Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, Cuba, Haití y Bolivia.
Según el portal de Telesur, en uno de sus tantos análisis sobre el tema, “para explicar la política injerencista de Estados Unidos hacia Latinoamérica se debe partir de cinco argumentos, comenzando por el llamado Destino Manifiesto el cual reza que ‘Estados Unidos es la nación elegida por Dios para proteger al mundo”.