La Revolución de Xinhaien, en China, entre 1911-1912 acababa con 2.000 años de dinastías, el punto final a un país atrasado y en miseria, en el que la invasión de productos europeos frenaba el desarrollo de las riquezas de la nación y colocaba en decadencia a la potencia cultural en pleno siglo XIX.
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El estallido de ese proceso revolucionario fundó la China republicana en lo que se considera uno de los sucesos históricos más relevantes de la humanidad, liderado por Sun Yat Zen, quien fundó el partido nacionalista, permitió que esa nación resaltara en áreas como la invención del papel, la imprenta, la seda, el sismógrafo, entre otros.
Sin embargo, vivió una “Segunda Revolución” hacia 1913 que desencadenó en una guerra civil en 1927. Desde entonces, en el país se registraron levantamientos y enfrentamientos entre el Partido Nacionalista con Chang Kai-shek como jefe y el Partido Comunista, bajo el liderazgo de Mao Tze Tun, quien proclamó el 1° de octubre de 1949: “El pueblo chino se ha puesto de pie”.
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