Bolivia ha quedado sumida en manifestaciones de protesta durante más de tres semanas, que han dejado un balance de al menos tres muertos y cientos de heridos. La insatisfacción de una parte de la población tiene que ver con los resultados de las elecciones que se celebraron el pasado 20 de octubre.
Según el conteo oficial, Morales ganó con el 47,1% de los votos, lo que significaba que no hacía falta una segunda vuelta. De acuerdo con la legislación boliviana, es posible ganar en la primera vuelta si uno de los candidatos obtiene más del 50% de los votos o al menos el 40% de los votos con una diferencia de 10 puntos respecto al candidato que quedó segundo.El aspirante que ocupó la segunda plaza fue el expresidente Carlos Mesa —gobernó el país entre 2003 y 2005—. Mesa recibió el 36,51% de los votos, es decir, un 10,59% menos que Morales. Los opositores denunciaron fraude electoral, ya que los resultados preliminares mostraban que Morales tenía una ventaja inferior a 10%. Como consecuencia, la oposición decidió no reconocer los resultados del escrutinio.
Bolivia celebró en 2016 un referéndum en el que los votantes se opusieron a la posibilidad de que el presidente pudiera optar a la reelección una segunda vez. De manera que, por voluntad popular, Evo Morales no podía ser candidato a las elecciones del 2019. Sin embargo, el Tribunal Constitucional dio luz verde a esta posibilidad en 2017.
Los auditores de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizaron un análisis preliminar de los comicios del 20 de octubre y después publicaron un informe. El documento cuestionaba la validez de los resultados al haber encontrado ciertas irregularidades y señalaba que hubo "una clara manipulación del sistema" del Tribunal Supremo Electoral (TREP). Los auditores de la OEA recomendaron repetir los comicios.
Morales aceptó celebrar nuevas elecciones e inicialmente subrayó que iba a cumplir su mandato hasta el final —el 21 de enero de 2020— porque es su "papel constitucional". Entonces la Policía inició una cadena de amotinamientos a la que se sumaron los manifestantes. Simultáneamente, el comandante general de la Policía Nacional de Bolivia, Vladimir Yuri Calderón, "sugirió" al entonces mandatario presentar su renuncia.
El comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Williams Kaliman Romero, también le pidió a Morales que renunciase.
Caos total
Las protestas, que comenzaron el 22 de octubre, se tornaron violentas y hubo víctimas mortales. En esas condiciones, Evo Morales tomó la decisión de dimitir para evitar más sangre en las calles de las ciudades del país.
La reacción no se hizo esperar. Después del anuncio de la dimisión, los detractores de Morales salieron a las calles a festejar. Los medios de comunicación locales informaron sobre destrozos y saqueos. El propio exmandatario informó en su cuenta de Twitter que grupos violentos habían asaltado su domicilio y la casa de su hermana.
Después de su dimisión, Venezuela y Cuba expresaron su apoyo a Evo Morales. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, y el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, denunciaron un golpe de Estado en Bolivia. Entretanto, el ministro de Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, informó Evo Morales aceptó la invitación de México para recibir asilo político.
Moscú, por su parte, expresó esperanza en que la crisis política en Bolivia se resuelva sin injerencia externa y llamó "a todas las partes a la tranquilidad". Al mismo tiempo, la Cancillería rusa afirmó que vio elementos de "un golpe de Estado orquestado" en Bolivia.
Durante el mandato de Morales, el país andino logró disminuir la pobreza extrema en casi un 20%. Otros logros del presidente saliente incluyen el crecimiento del PIB per cápita en 3,5 veces, así como la reducción de la desigualdad en los ingresos de la población. Hoy en día, Bolivia es uno de los países con mayor crecimiento económico de América del Sur.
"La lucha sigue", dijo el propio Morales.