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General: AGRESIONES BIOLÓGICAS DE EEUU CONTRA CUBA IMPOSIBLES DE OLVIDAR
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 21/03/2020 12:10
El moho azul del tabaco fue una de las plagas introducidas por el Gobierno de Estados Unidos al país. Foto: Fernando Lezcano

Los enormes daños causados por la guerra biológica desatada contra Cuba por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, dirigida a afectar programas de salud, y frustrar planes de desarrollo enfocados en el aumento de la producción agrícola, el incremento de la capacidad exportadora, y el fortalecimiento de la base alimentaria de nuestro pueblo, no se pueden borrar de la memoria histórica de la nación.

El 18 de enero de 1962 en un documento secreto titulado Proyecto Cuba, donde se ex­pusieron las 32 tareas originales de la O­pe­ración Mangosta, apareció la siguiente formulación: Tarea 21: “Para el 15 de febrero la CIA tiene que someter a aprobación un plan para inducir errores en las cosechas alimentarias en Cuba”.1  La Tarea 33 que no fue incluida en ese instante planteaba: “... un plan para incapacitar a los trabajadores azucareros cubanos durante la zafra mediante el empleo de me­dios químicos bélicos”.2

Posteriormente el jefe de Operaciones del Plan Mangosta, general Edward Lansdale redactó un borrador con las misiones a ejecutar por la CIA donde enunció: “... desplegar el bajo mundo cubano contra Castro, fracturar al régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en Noviembre de 1962”.3

El 2 de junio de 1964 el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó la probabilidad de que el gobierno estadounidense estuviera utilizando la guerra biológica contra Cuba.4  Durante los próximos años azotaron el territorio nacional la fiebre porcina, la seudodermatosis nodular bovina, la brucelosis del ganado, el carbón y la roya de la caña, el moho azul del tabaco, la roya del café, el new castle y la bronquitis infecciosa de las aves de corral, la conjuntivitis hemorrágica, la disentería, y el dengue serotipo 02 que provocó 158 muertos, incluyendo 101 niños, el mayor daño causado a nuestro pueblo por este tipo de agresiones.

El 15 de septiembre de 1981, durante la inauguración de la 68 Conferencia Mundial de la Unión Interparlamentaria, celebrada en el Palacio de Convenciones de La Habana, Fidel insistió en que Estados Unidos estaba utilizando armas biológicas contra Cuba.

En 1984 Eduardo Arocena Pérez, cabecilla de la organización terrorista Omega-7 —conocido por sus vínculos con la CIA— fue declarado culpable del asesinato del diplomático cubano Félix García Rodríguez, y de otros actos violentos cometidos dentro del territorio norteamericano. Durante el juicio, el jurado federal no hizo mención a sus declaraciones en el sentido de que la misión de su grupo era “obtener ciertos gérmenes e introducirlos en Cuba”.5

En julio de 1987, cuando Cuba comenzó a desclasificar un grupo de agentes de la Se­guridad del Estado, se conoció que oficiales de los servicios de inteligencia norteamericanos les habían preguntado por las enfermedades que afectaban a los cubanos y los programas para adquirir medicamentos en el extranjero. Uno de los males por el que más se interesaron fue por el dengue hemorrágico y su impacto en la población.6

Tras la desaparición del campo socialista europeo en el otoño de 1989 y la desintegración de la URSS a finales de 1991, la economía cubana se vio afectada, debido a que el 85 % de su intercambio comercial era con esa na­ción. Comenzó para nuestro pueblo el de­nominado periodo especial en tiempos de paz, el Gobierno norteamericano recrudeció el bloqueo económico, comercial y financiero, y se desataron nuevas agresiones.

En octubre de 1990, cuando se desarrollaban los planes de producción agrícola para apoyar el programa alimentario y dar respuesta a las necesidades básicas de la población, apareció la sigatoka negra en lotes de plátanos de varias provincias. Unos meses después fue detectada la acarosis, una enfermedad que acorta el ciclo de vida de las abejas.

Entre 1990 y 1994 la neuropatía se convirtió en una epidemia con la declaración de un promedio de 2 000 casos anuales. Los estudios realizados demostraron el papel desempeñado en la aparición de esta enfermedad por el estado nutricional de la población a causa del bloqueo, uno de cuyos objetivos es rendir por hambre a nuestro pueblo. El problema quedó solucionado al distribuirse gratuitamente su­plementos vitamínicos.

El 10 de febrero de 1995, en el Aeropuerto Internacional José Martí, fueron hallados en el equipaje de un científico extranjero, varios tubos de ensayo con el virus de la tristeza del cítrico. El 21 de febrero apareció la broca del cafeto en zonas rurales de Santiago de Cuba, coincidiendo con la visita de un grupo de norteamericanos pertenecientes a una Or­ga­ni­ zación No Gubernamental. Después se de­tectaron en La Habana varios focos del aedes albopictus (tigre asiático) transmisor del dengue. El 18 de diciembre de 1996 aparecieron los primeros indicios de la presencia de la plaga Thrips palmi karny sobre cultivos de papa en la Empresa de Cultivos Varios, en Jo­vellanos, Matanzas.

El 8 de octubre de 1997, durante la clausura del V Congreso del Partido Fidel expresó: “Un especialista, miembro de un organismo internacional […] y presunto oficial de la CIA, en 1975 había realizado estudios sobre la enfermedad del dengue (serotipo 01), que azotó nuestro país en 1977 y obtuvo información sobre la no existencia de anticuerpos serotipo 02 de la enfermedad en Cuba. Por eso es tan importante, incluso, los datos relacionados con los anticuerpos que tiene el cubano, porque pueden ser utilizados para un tipo de guerra bacteriológica. […] estamos seguros de que durante un largo periodo de tiempo el Gobierno de Estados Unidos era responsable de estos hechos, […] porque ellos inventaron todo: cómo contaminar el azúcar que iba en los transportes de los barcos, cómo afectar el comercio, cómo afectarlo todo. […] Son muchas plagas seguidas contra cultivos esenciales: arroz, cítricos, papa, vianda, plátano, caña, café, tabaco, […]  ¿Tenemos o no tenemos derecho a denunciar cuando ocurre algo de esto?”7

En 1999, en el inciso séptimo de la De­manda del Pueblo de Cuba al Gobierno de Estados Unidos por Daños Humanos se señala: “Que durante todos estos años de Re­volución, las acciones agresivas del Gobierno de Estados Unidos han afectado de manera significativa la salud de nuestro pueblo. Esta política criminal ha estado encaminada a entorpecer y obstaculizar los impresionantes logros que la política social cubana ha conquistado. Para ello se ha empleado, entre otras vías, la agresión biológica, que ha cobrado valiosas vidas humanas, incluidos niños y mujeres embarazadas”.8

Hasta diciembre del 2000 el Gobierno Re­volucionario cubano se había visto obligado a gastar 2 158 millones de dólares, con gastos adicionales cada uno de los años en el orden de los 59 millones de dólares para enfrentar las agresiones biológicas.9

El 6 de mayo del 2002 el presidente George W. Bush tuvo el cinismo de acusar a Cuba de desarrollar armas biológicas ofensivas, y de proveer sus conocimientos sobre estas a países enemigos de Estados Unidos. Cuatro días después en una conferencia de prensa Fidel respondió: “En lo que se relaciona con las armas de destrucción masiva, la política de Cuba ha sido intachable. Nunca nadie ha presentado una sola prueba de que en nuestra patria se haya concebido un programa de desarrollo de armas nucleares, químicas o biológicas. Para los que no entiendan de ética, apego a la verdad y transparencia en la conducta de un gobierno como el de Cuba, podrían comprender al menos que hacer lo contrario habría constituido una colosal estupidez. […] Cualquier programa de esa índole arruina la economía de cualquier pequeño país; Cuba nunca habría estado en condiciones de transportar tales armas; cometería adicionalmente el error de introducirlas en combate contra un adversario que cuenta con miles de veces más armas de ese carácter, el cual recibiría, como un regalo, el pretexto de usarlas”.10

Cuba ha sido agredida con una guerra biológica que ha afectado directamente a las personas, los animales y los cultivos, ocasionando daños humanos irreparables, y pérdidas millonarias a la economía nacional. La firme decisión y la voluntad política del Gobierno Revolucionario, al destinar los recursos necesarios para combatir estas plagas y enfermedades, la dedicación de los especialistas de prestigiosas instituciones científicas, y el apo­yo de los CDR, la FMC y la ANAP, han posibilitado el enfrentamiento exitoso de nuestro pueblo a estas agresiones.



* Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 24/03/2020 12:45
  • Un científico estadounidense observa una placa de Petri con cepas de un microorganimso.
Publicada: miércoles, 18 de marzo de 2020 18:15
Actualizada: miércoles, 18 de marzo de 2020 19:55

Mientras muchos indagan por la fuente de la pandemia del COVID-19, hay quienes sostienen que esta plaga es un arma biológica de EE.UU. para dominar el mundo.

Es natural que a cada nueva crisis que aparece en el mundo le surja diferentes hipótesis, opiniones e interpretaciones por los motivos que le originaron y no hay duda de que la crisis del nuevo coronavirus, denominado COVID-19, y su prevalencia en el mundo no es una excepción y, es por eso que, ha llegado a suscitar entre una gran parte de la población mundial diversas conjeturas y conclusiones sobre las verdaderas causas de la creación y propagación de esta letal enfermedad, que dio la cara por primera vez en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a fines de diciembre.

¿Quién saca tajada de la epidemia de coronavirus en China?

Una de las teorías que más se está barajando sobre las posibles razones de la aparición de este mortal patógeno es de una guerra biológica que alguna superpotencia mundial, como EE.UU. o China podrían haber estado detrás de la creación de su cepa y su posterior propagación con el único objetivo de materializar sus objetivos geoestratégicos y económicos a nivel mundial.

El investigador estadounidense experto en armas biológicas Francis Paul asegura que este coronavirus es un subconjunto de los virus llamados “agentes biológicos” que su ADN —ácido desoxirribonucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos— es manipulado en los laboratorios científicos para mutar su estructura nociva en una más agresiva para los seres vivos y destinarlo así a actividades de guerras biológicas.

Entre los virus que se engendran mediante manipulación humana, este experto señala que el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgido en 2002 también en China y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS, por sus siglas en inglés) aparecido en 2012 en Arabia Saudí al igual que el carbunco, más conocido como ántrax, todos se han producido en laboratorios de la Universidad de Carolina del Norte.

En tal sentido, Paul sostiene que los experimentos e investigaciones sobre estos virus o armas biológicas se llevan a cabo en laboratorios llamados “niveles biológicos de salud” y en particular se desarrollan en los de Nivel 4. Cabe destacar que Estados Unidos cuenta con 12 laboratorios de este Nivel 4 en toda su red de laboratorios de este tipo.

Con estos datos conocidos, se puede decir con cierta certeza que el término de guerra biológica se refiere en gran medida al COVID-19, y, desde luego, esta afirmación no se basa en el resultado de varios análisis y artículos en concreto, sino que se fundamenta a partir de las declaraciones oficiales hechas por funcionarios chinos, incluido el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Jiao Lee-jan, en los últimos días.

Las autoridades chinas acusan a sus homólogos estadounidenses de haber creado este nuevo coronavirus en sus laboratorios pertinentes y, posteriormente, con el pretexto de la participación del equipo deportivo de las Fuerzas Armadas de EE.UU. en los Juegos Mundiales Militares de 2019 que se celebró en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre, habrían trasladado una cepa del letal patógeno a la referida urbe para libéralo allí con el fin de contagiar a una gran parte de los 13 millones de residentes en esta ciudad.

 

Algunos expertos dicen que China culpó a Estados Unidos de la propagación de la enfermedad por su incapacidad para contener el virus desde su inicio, pero si eso fuera cierto, los estadounidenses podrían haber argumentado fácilmente valiéndose de sus potentes centros de investigación científica para aclarar que el origen del germen era por causas naturales.

De hecho, en un primer momento se decía que este virus que contagio al ser humano provenía de los murciélagos, cuya carne de este mamífero pertenece a la cadena alimentaria de los humanos, pero con el paso del tiempo tomó fuerza la teoría de que este patógeno se habría creado en un laboratorio.

Los expertos y científicos coinciden en que este coronavirus, que pertenece a la generación del virus del SARS, puede considerarse un arma biológica, y concluyen que si el murciélago es la fuente del virus coronario, ¿por qué en los países donde la sopa de murciélago es una de las comidas principales, no se ha extendido el brote del COVID-19?

Son muchos los que opinan que estos coronavirus se han estado produciéndo desde los años sesenta en el contexto de la guerra biológica que los estadounidenses iniciaron con fines políticos, sociales y económicos, y, en este preciso momento, la dimensión económica de la teoría de la guerra biológica del COVID-19, emprendida por Washington es bastante prominente.

Desde antes de que el actual presidente de EE.UU., Donald Trump, ocupara la Casa Blanca, allá en enero de 2017, ya venía avisando durante sus campañas electorales de que si él llegaba al poder no dudaría en promover medidas drásticas para contrarrestar el poderío económico, tecnológico y militar de los chinos, ya que, según él, estos están a un paso de sobrepasar a los estadounidenses en los campos que estos últimos son una referencia vanguardista a nivel mundial.

Es por ello que Trump comenzó nada más pisar la Casa Blanca una lucha sin cuartel de ámbito económico-comercial contra el gigante asiático y de cuyos efectos también sufrieron otros actores internacionales.

Es muy probable que Washington para llevar la delantera en el marco de su disputa comercial con los chinos decidiera debilitar a la potente economía del gigante asiático ante los ojos del mundo planteando introducir este nuevo coronavirus dentro del territorio chino con esperanza de que una vez que el brote hiciera mella entre la población local y se hiciera público sus resultados mortales, la maquinaria propagandística de los medios de comunicación estadounidense entrarían en juego para lanzar una campaña de desinformación en contra de Pekín haciendo creer a la opinión pública global que este patógeno se habría originado en el ya citado mercado de Wuhan, y el resto se iría sobre ruedas, porque todos los demás países rebajarían al mínimo posible sus contactos comerciales con China por temor a que sus conciudadanos se contagiaran de la letal afección.

 

A este primer paso dado por Washington contra Pekín, le seguiría los esfuerzos de Estados Unidos por monopolizar los resultados de todas las investigaciones en cursos de las grandes corporaciones farmacéuticas del país norteamericano para desarrollar la vacuna contra el nuevo coronavirus, si es que ya no está producida desde antes de que esta plaga se liberara en Wuhan, con el objetivo de enarbolar ante el mundo entero el poderío tecnológico de EE.UU., y de este modo, demostrar a la comunidad internacional que ellos todavía son la primera potencia mundial.

De hecho, si los laboratorios estadounidenses llegaran a desarrollar la vacuna efectiva para contener el COVID-19 antes de que los chinos lo consigan, es muy probable que la Casa Blanca use el antídoto como una medida de presión contra todos aquellos países que no se encuentran en su ámbito de influencia al tener en su mano el destino de cientos de millones de personas contagiadas que necesitarían de esta vacuna para currase.

Estados Unidos y China han pisado el acelerador esta semana en la búsqueda de una vacuna para combatir el nuevo coronavirus, que ha causado una pandemia global, según declaró recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta la fecha, la cifra de contagios confirmados por todo el mundo es de 208 349 personas, incluyendo 8272 fallecidos.

En las últimas horas, han llegado noticias desde ambos países de pasos importantes de cara a la consecución de una vacuna y que estarían realizando ensayos clínicos con humanos.

Entonces, según la teoría del atentado biológico descrita por Paul cuyas armas se fabricaron produciéndose en los laboratorios estadounidenses bajo la atenta mirada de los oficiales médicos del Ejército de EE.UU. con la colaboración de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del país norteamericano, se puede sugerir que la actual situación creada por la crisis del nuevo coronavirus es a toda vista una guerra biológica emprendida por Washington.

Un guerra biológica con dimensiones económicas-políticas que se rige bajo una política para beneficiar a las grandes empresas armamentísticas, ya sean militares o biológicas, y farmacéuticas de Estados Unidos, y sin importales ni siquiera la seguridad de la propia población estadounidense expuesta al contagio como el resto del mundo.


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 24/03/2020 12:55
  • Dos sanitarios de EE.UU. vestidos con traje especial de anticontagio del nuevo coronavirus, denominado Covid-19, en las inmediaciones del Capitolio en Washington.
Publicada: domingo, 15 de marzo de 2020 14:38

EE.UU. es un experto en “bioterrorismo” al usar plagas infectadas con su programa de armas biológicas contra sus adversarios e incluso sobre su población civil.

Las armas biológicas incluyen cualquier tipo de microorganismo (como bacterias, virus u hongos) o toxinas (compuestos tóxicos producidos por microorganismos) que se encuentran en la naturaleza y que pueden usarse para matar o dañar a las personas.

La práctica del “bioterrorismo” puede variar desde un simple engaño hasta el uso real de estas armas biológicas contra poblaciones enteras de alguna nación del mundo y el hecho de que varios países no cesan en su empeño de obtener agentes de guerra biológica preocupa mucho a los expertos de que los grupos o individuos terroristas puedan aprovecharse de las tecnologías y la experiencia necesarias para usar estas armas destructivas.

Los agentes biológicos pueden usarse para un asesinato selectivo, así como para matar y atacar a miles; si el medio ambiente está contaminado, puede representar una amenaza a largo plazo para la población.

El historial de este tipo de asesinatos se remonta a los siglos XV y XVI, cuando para tal empresa se añadía algún tipo de veneno a los alimentos de las víctimas, empero, con el avance de la tecnología y los experimentos químicos a principios del siglo XX, estos atentados entraron en una nueva fase.

El portal The Conversation escribió en un informe que el uso generalizado de armas biológicas se remonta a la Primera Guerra Mundial, donde el Estado alemán se benefició de esta práctica de naturaleza destructiva para lograr sus objetivos bélicos.

Otros países han tratado de obtener y probar armas biológicas durante y después de la Segunda Guerra Mundial, siendo el pionero de ellos Estados Unidos que ha estado probando tales armas durante mucho tiempo.

El programa de armas biológicas del país norteamericano se inició durante la Segunda Guerra Mundial, pero la primera prueba real sobre una población en concreto tuvo lugar en 1949, cuando los científicos colocaron bacterias inofensivas en el sistema de aire acondicionado del Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono) para ver qué efectos producía su exposición sobre los humanos.

Investigadores científicos en los laboratorios del Ejército de EE.UU., situado en Camp Detrick, Maryland, en 1940.

 

Un año después, la Marina de Estados Unido realizó una operación de rociado de dos cepas de bacterias Bacillus globi y Serratia marsensis en la costa de San Francisco (California) para comprobar sus secuelas sobre los residentes de esta zona costera, en aquel momento se pensaba que estos gérmenes eran inofensivos, pero luego se comprobó que se trata de unas toxinas peligrosas que debilitan el sistema inmunitario.

Pasados 12 meses de este experimento biológico, 11 personas sufrían de una enfermedad infecciosa que se detectó en un laboratorio de San Francisco al percatarse que estas personas tenían restos de Serratia Marsensis en sus cuerpos.

En 1997, el Consejo de Investigación de EE.UU. (NRCA, por sus siglas en inglés) reveló que el Pentágono también usó productos químicos para probar el potencial de las armas biológicas en la década de 1950 en ciudadanos estadounidenses.

Para tal ensayo, el informe anota que los militares estadounidenses rociaron el cadmio, un elemento químico muy tóxico, desde el aire sobre varias ciudades del país, entre ellas, St. Louis en el estado de Missouri y Minneapolis en el estado de Minnesota; estas urbes fueron elegidas por la similitud que poseía su tipología de tierra, clima y población con Moscú, la capital de Rusia.

En su escrito, el NRCA concluyó que la prueba no atañía peligro alguno para los habitantes de St. Louis y Minneapolis, empero en 2012 una doctora llamada Lisa Martino-Taylor reveló que había una alta incidencia de cáncer en estas dos ciudades mencionadas a causa de sustancias radiactivas.

Además de las pruebas al aire libre, el Ejército de EE.UU. tiene un historial de uso de insectos infectados en sus armas; como ejemplo, en 1954 estas fuerzas hicieron uso de bombas contagiadas con estos insectos durante la Guerra de Corea.

Unos años después del experimento, las autoridades de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) acusaron a los estadounidenses de utilizar estas bombas y lanzarlas contra China y Corea durante dicha guerra.

Un tiempo después y más concretamente en 1962, la Casa Blanca se planteó poner en marcha una serie de pruebas de armas biológicas en Estados Unidos y el entonces Secretario de Defensa, Robert McNamara, aprobó un proyecto llamado “Proyecto 112” que fue el preámbulo de los extensos ensayos en este país norteamericano.

En esa tesitura, los científicos en 1966 realizaron un experimento en el metro de la ciudad de Nueva York al rellenar las bombillas que iluminaban la red subterránea con la bacteria Bacillus globi con objetivo de librar y exponer a los usuarios de este transporte público con estos elementos tóxicos.

En 2008, la Oficina de Responsabilidad de Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés) de EE.UU. reconoció que decenas de miles de civiles pueden haber estado expuestos a agentes biológicos debido al “Proyecto 112” y otras pruebas, no obstante, el Pentágono negó que hubiera infectado a la población al respecto.

Mientras el Ejército estadounidense se lava las manos en admitir su parte de responsabilidad en este contagio colectivo, resulta que muchas de las pruebas de individuos muestran que algunos de estos que sufren de enfermedades infecciosas han estado expuestos a agentes biológicos durante años.

Estas revelaciones publicadas dejan en evidencia que EE.UU. ha realizado muchos experimentos biológicos para sus propios fines de ámbito tecnológico-militar, y mientras que otros tantos ensayos de este tipo se han estado desarrollándose en secreto o en el caso de que fueran descubiertos, las autoridades estadounidenses lo han ido negando, son muchos los expertos que consideran que el nuevo brote del coronavirus, denominado COVID-19, que por primera vez apareció en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a finales de diciembre de 2019 contagiando a miles de residentes de esta bulliciosa urbe, podría haber sido creado en un laboratorio científico de Estados Unidos.

De hecho, los analistas recurren al largo historial de crímenes biológicos que pesa sobre EE.UU. para sostener que es muy probable que el primer contagio con la cepa del letal virus se produjera durante los Juegos Mundiales Militares de 2019 que se celebraron en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre, en los cuales participaron una amplia delegación estadounidense.

Estos entendidos, recuerdan como ejemplo uno de los ataques biológicos de EE.UU. más connotados contra Cuba, cuando el Instituto de Medicina Veterinaria de la isla diagnosticó en mayo de 1971 la presencia de la fiebre porcina africana en un cebadero del municipio de Boyeros, en La Habana (capital), del cual se alimentaban una piara de cerdos.

Un total de 500 de esta especie animal murió a causa del contagio registrado y tras las oportunas pesquisas del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado cubano se pudo confirmar la veracidad de que el ataque biológico se perpetró intelectual y materialmente por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) cuando el 9 de enero de 1977 un cable de la agencia cablegráfica UPI, en Washington, informó que una fuente no identificada de la CIA reveló al diario Newsday que a principios de 1971 se le entregó un recipiente que contenía este virus en Fuerte Gulick, base del Ejército de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá, también utilizada por la CIA, y que este fue llevado en un pesquero a agentes que operaban clandestinamente en Cuba.

Muchos de estos expertos opinan que la derrota de Estados Unidos en sus guerras de cuarta fase contra sus adversarios, como China o Rusia, principalmente, ha provocado que este país norteamericano se lanzara a una cruzada de quinta generación, como lo fue su reciente disputa económica-comercial que apuntaba en una primera instancia al gigante asiático, y al verse fracasado en este nuevo intento de imponerse a sus contrapartes, a Washington se le ocurrió recurrir a sus armas biológicas en busca de materializar sus objetivos e iniciando, de este modo, el escenario de una confrontación de sexta generación.

El conocido analista político palestino Abdel Bari Atwan, asegura al respecto que los estadounidenses deben responder y aclarar su papel en la propagación del COVID -19 en China, que hasta el momento ha dejado tras de sí a más de 80 500 infectados, de los cuales han fallecido unos 3199 ciudadanos chinos.

Desde que las autoridades chinas informaron a fines de diciembre de los primeros contagios del nuevo coronavirus en Wuhan ya han transcurrido dos meses y medio y en este tiempo se han confirmado más de 157 000 casos infectados por esta plaga en más de 140 países de todo el mundo y convirtiéndose así en una pandemia mundial, según ha declarado recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una emergencia sanitaria que hasta este momento ha matado a más de 5800 personas infectadas.  

Los chinos han venido advirtiendo que el origen de este patógeno mortal no emana desde dentro de sus fronteras, sino que proviene de otro lugar que podría ser fácilmente desde EE.UU., y es por ello que exigen explicaciones a Washington.

En este contexto, Atwan dice que la pregunta planteada recientemente por un portavoz chino a EE.UU. al respecto parece legítima y debe considerarse, especialmente porque dice: “¿Cuándo comenzó el caso cero (primer caso) en los Estados Unidos? ¿Cuántos han sido afectados? y ¿Cuál es el nombre de los hospitales donde están recibiendo tratamiento los infectados? ¡Sé transparente! ¡Haz públicos tus datos! Washington nos debe una explicación”.

Dos investigadores observan y analizan el contenido de un tubo de ensayo en un laboratorio científico de Estados Unidos.

 

El mundo entero está esperando que estas preguntas sean respondidas, y más cuando Estados Unidos, con una población de más de 300 millones, ha sufrido el menor daño por el contagio del COVID-19, con el presidente Donald Trump viendo a China como su principal enemigo y declarando una guerra comercial para destruir su economía, y los ancestros de Trump haciendo uso en su día de la plaga de la peste para exterminar a la comunidad indígena que habitaba en el territorio estadounidense, anota el periodista.

Desde la Segunda Guerra Mundial, la economía de China ha estado a la vanguardia de la economía mundial, minando la economía de los Estados Unidos. El liderazgo chino se ha reforzado con su proyecto de la Ruta de la Seda y la creación de un sistema financiero alternativo para terminar con la dominación del dólar en los próximos cinco años, escribe el experto palestino para luego resaltar que todos estos factores pueden haber llevado al mandatario imprudente como Trump a cometer tal crimen de guerra.

China ha demostrado ser realmente una superpotencia global; logró contener el coronavirus en cuestión de semanas al reducir el número de víctimas mortales por el brote coronario que alcanzó los 3199 casos, y curó con éxito a 80 500 personas. El epicentro del contagio, la ciudad de Wuhan ahora está completamente libre de la enfermedad.

Atwan sentencia que Estados Unidos es el único país en la historia de la humanidad que ha usado bombas nucleares en Japón, y no es nada extraño que sea el primero en el mundo en usar la cepa del nuevo coronavirus y armas biológicas. 

krd/ktg/rba


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 31/05/2020 17:07

Guerra bacteriológica contra Cuba

Fidel ponía en evidencia lo que sería el inicio de más de medio siglo de agresiones bacteriológicas durante todas las administraciones norteamericanas que tuvieron como blanco al propio líder de la Revolución, otros altos dirigentes, así como al pueblo y la economía de la Isla, con el costo de la vida a muchos cubanos y pérdidas millonarias en recursos y medios.
Fidel denuncia guerra bactereológica de EEUU

Foto: ACN

Por JORGE WEJEBE COBO / ACN

El primero de junio de 1964, el Comandante en Jefe Fidel Castro denunció públicamente el empleo por la administración estadounidense de la guerra bacteriológica contra el pueblo cubano, lo que Estados Unidos negó e inició la tradición de obviar y tratar de descalificar esas denuncias.

Fidel ponía en evidencia lo que sería el inicio de más de medio siglo de agresiones bacteriológicas durante todas las administraciones norteamericanas que tuvieron como blanco al propio líder de la Revolución, otros altos dirigentes, así como al pueblo y la economía de la Isla, con el costo de la vida a muchos cubanos y pérdidas millonarias en recursos y medios.

Aspectos importantes de la campaña de guerra bacteriológica contra Cuba, la más larga de la historia, fueron conocidos al desclasificarse los resultados de la Comisión del Senado de La Unión que investigó las acciones ilegales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en 1975 y otros documentos que darían la razón histórica a las denuncias sobre estos hechos que inició Fidel en el ya lejano 1964, cuando alertó sobre el riego de sustancias sospechosas en los campos.

Dos años antes de la denuncia de ese año, el propio líder cubano comenzó a ser blanco de un plan de la CIA, solo desclasificado por EE.UU. en 1975, para contaminar un traje de buceo que supuestamente sería utilizado por él, con la bacteria de la tuberculosis y con el hongo llamado pie maduro que provoca la muerte bajo una necropsia que va descomponiendo en vida los tejidos de la víctima hasta hacerla fallecer bajo una horrible agonía.

Tampoco faltaron los intentos por hacerle llegar tabacos contaminados con una mortal bacteria y envenenarlo con unas pastillas de cianuro expresamente fabricadas para no dejar rastros.

Después de la derrota de Playa Girón, Washington pensaba tomar la revancha y crear las condiciones para invadir directamente la ínsula bajo el llamado Plan Mangosta, hecho público muchos años después y que incluía “destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en noviembre de 1962”.

Para seguir con este plan se contaminaron prácticamente todos los sembrados y la totalidad de la producción ganadera y avícola fueron objeto de plagas y enfermedades preparadas en los laboratorios de la CIA.

En las décadas de 1970 y 1980 la población fue afectada principalmente por la conjuntivitis hemorrágica, la disentería y el dengue serotipo 02, que provocó 158 muertos, incluyendo niños, en la década de 1980, el peor daño infligido al pueblo cubano por el terrorismo biológico estadounidense.

Después de la desaparición de la URSS y el campo socialista, los servicios especiales de Estados Unidos y la derecha cubano-americana consideraron que había llegado el momento de provocar el hambre y la desesperación en la difícil situación económica que afrontaba el país y continuaron con sus esfuerzos por contaminar cultivos, animales, y se registró un rebrote de dengue hemorrágico en Santiago de Cuba, entre otras acciones.

Nuestro país se encuentra haciendo frente, como la inmensa mayoría de la humanidad, a la Covid-19, considerada la pandemia más peligrosa de los últimos siglos, y en esas condiciones EE.UU. realiza acciones dirigidas muy especialmente para impedir que el país adquiera medicinas e insumos como respiradores artificiales en Suiza, indispensables para la sobrevivencia de pacientes graves.

Así, la Casa Blanca hace de la actual situación sanitaria su inesperado aliado para continuar, por otras vías y formas, su guerra contra la Antilla Mayor provocando muerte y sufrimiento al pueblo cubano de manera indirecta, al hacer todo lo posible para que Cuba no acceda a los recursos elementales para salvar vidas.



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