Palabras de su hermano Humberto Vélez Ramírez:
Después del disfrute intenso y generoso durante siete décadas y media de esa experiencia maravillosa y misteriosa que es la vida humana, el pasado 6 de junio hizo el tránsito a una forma superior y definitiva de vida nuestra hermana Marta Vélez Ramírez. Linda y extraordinaria persona, el desenlace ineludible de la enfermedad que sufrió le había cortado la mirada, mas no la actitud vital con el mundo material que la rodeaba.
Bellamente vestida, se sentaba cada mañana en un sillón y ella misma decía que lo que más le dolía era la ceguera, pero que qué se iba a hacer, que esa era la penita que su Dios le había mandado, que eran multitud los que sufrían más que ella, que la vida había que seguirla, pues era bella y había que vivirla.
¡Corajuda esta hermanita nuestra! Para vivir la existencia que su Dios le había dado, se sobreponía más allá de sí misma para aceptar el dolor que le había enviado.
En las últimas semanas nos lo repetía a diario: que invitada por su papá y su mamita se iba ir, ella sola sin llevarnos a nosotros, a un largo y placentero paseo en el que la premiarían con la recuperación de la visión perdida.
Ya se lo dijimos esta semana en la iglesia de su Dios: Martica, cómo nos alegramos todos los que te queremos al saber que en adelante con los ojos del alma verás, como te lo mereces, cosas más lindas e insospechadas.
Como nota destacada del perfil de su personalidad, Marta fue la mujer de la una y mil sonrisas. Pero no era la sonrisa abstracta y estereotipada impuesta por la conveniencia o la hipocresía social. No. A cada quien, de acuerdo con su requerimiento, le distribuía la sonrisa que necesitaba. Hasta ella llegaba el adolorido a contarle sus cuitas y dolores y se iba con una sonrisa desparramada por todo el cuerpo. También hasta su sala llegaban los amigos y amigas a compartirle sus victorias y éxitos y se iban con todos ellos multiplicados. Pero a quienes recibía con más afecto y dedicación era a los pobres y necesitados. De acuerdo con su enfoque de solidaridad humana, su opción era por ellos. Sobre esta materia, su vida fue ejemplar.
Quisiera nombrar en esta corta nota a todos los que la hemos querido. Pero, como me quedaría corto, solo haré referencia a una persona que, solícita y solidaria, la acompañó durante los últimos años. Gracia por ello, mi querido cuñado y amigo Enrique Londoño Montoya. Ahora sí, en representación de todos y todas, podemos decir: Martica, gracias por haber sino nuestra hermana, gracias por haber sido nuestra tía, gracias por haber sido nuestra prima y gracias por haber sido nuestra amiga.