“El acceso al agua potable es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”. (Papa Francisco, Encíclica Laudato Si).
“Todo lo que facilita el negocio facilita la especulación, los dos en muchos casos están tan interrelacionados que es difícil decir dónde termina el negocio y empieza la especulación”. (Karl Marx, El Capital, tomo III, citando a un banquero inglés).
Un Wall Street líquido
Al inicio de la pandemia del coronavirus se llegó a pensar –hasta ingenuamente – que la cruel pedagogía del Covid-19 dejaría enseñanzas a la Humanidad que motivarían al surgimiento de cambios significativos, sobre todo en las lógicas de la economía mundial (responsables de transformar la pandemia en una sindemia [1]). Incluso se dijo en algún momento que, con la pandemia, la Naturaleza podría tomarse “un respiro”. Pero no. Con o sin pandemia, la reproducción del capital continúa ampliando la mercantilización de toda dimensión de la vida. Uno de los ejemplos más explícitos al respecto es el inicio de la cotización del agua en los mercados de futuros de Wall Street, tal como ocurre con el petróleo, los minerales, el trigo u otros productos primarios.
Desde octubre de 2018, Nasdaq junto con empresas financieras y consultoras especializadas en la valoración del agua (Veles Water y WestWater Research) lanzaron el índice Nasdaq Veles California Water Index (NQH20). En su formulación original, el NQH20 se enfocaba en brindar un índice que estime semanalmente el precio spot (precio por pago inmediato) de los derechos (de uso) de agua [2] negociados en los cinco principales mercados del estado de California (siendo los mercados de agua más grandes de la costa oeste de Estados Unidos). Dichos derechos de agua permiten a sus propietarios desviar o bombear el líquido vital de ríos, arroyos y cuencas de aguas subterráneas. Entre los principales participantes de dichos mercados de agua están las municipalidades, las empresas con fines agrícolas e industriales y compradores ambientales [3]. Cabe indicar que en California existe un problema de escasez de agua por varias sequías desde 2016 [4].
La novedad se hizo noticia mundial el 7 de diciembre de 2020 cuando en la bolsa de valores de Nueva York oficialmente se empezaron a cotizar contratos futuros de agua basados en el índice NQH20 [5], arrancando con una cotización en bolsa de 486,53 dólares por 1.233 metros cúbicos (alrededor de 1,4 millones de litros) (cuando el índice se presentó en octubre de 2018, tuvo una cotización de 371,11 dólares; es decir, el precio sufrió un aumento de 131% [6]). Si bien en estricto rigor las cotizaciones de los futuros de agua rigen sobre todo en las transacciones agrícolas, industriales y de municipalidades en el estado de California, el índice NQH20 puede convertirse en un referente para la estimación del precio del agua en varios rincones del mundo, de forma similar a los indicadores empleados en otras materias primas [7].
Varias son las lecturas posibles sobre esta nueva “innovación financiera” propia de un Wall Street líquido. Empecemos por destacar que hasta en Wall Street, es decir en el mundo de las grandes finanzas globales, se constata los problemas existentes con la escasez de agua. Se habla abiertamente de un problema de iliquidez que debe abordarse con urgencia, e incluso han surgido análisis para los cuales la cotización del líquido vital en bolsa puede llevar a un uso “más eficiente” [8](además que supuestamente se transparentarían los precios del agua, permitiendo que los participantes de estos mercados puedan cubrir mejor sus riesgos [9]).
Sin embargo, tales lecturas optimistas dejan de lado cuán grave puede llegar a ser la dinámica especulativa del capitalismo contemporáneo aplicada al caso del líquido vital. En particular, no se puede olvidar que varias de las más grandes crisis de la economía mundial nacieron justamente de procesos especulativos (el ejemplo más claro es la crisis financiera internacional de 2007-2009). Dichas dinámicas probablemente empujarán a que, en el futuro, se extiendan los mercados de futuros de agua, aumente su volatilidad, surjan múltiples agentes económicos que busquen ganancias especulativas (incluyendo quienes junten los futuros de agua con otros contratos de futuros creando complejos derivados financieros) y hasta emerjan burbujas financieras asociadas a un recurso vital y estratégico (como sucede en varias ocasiones con el petróleo, por ejemplo). Y que, por supuesto, cuando suban los precios, como es lo normal en los mercados capitalistas, muchas personas se queden marginadas del acceso al líquido vital… Por cierto, algunas de estas tendencias, en especial sobre burbujas especulativas alrededor del agua, han sido denunciadas incluso desde Naciones Unidas, a través de Pedro Arrojo, relator especial de este organismo internacional [10].
La situación del acceso al liquido vital es dramática en varias partes del planeta. Según la FAO, el agua dulce disponible por persona ha caído en más del 20% en las últimas dos décadas; más de 3.000 millones de personas viven en áreas agrícolas con severas limitaciones de agua; en América Latina, el agua por persona ha disminuido un 22%, en el sur de Asia un 27% y en África Subsahariana un 41%; el 41% del riego mundial se produce afectando los ecosistemas; los biocombustibles para alimentar automóviles requieren de 70 a 400 veces más agua que los combustibles fósiles que reemplazan. Según Naciones Unidas, “en el mundo, una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre, dos de cada cinco personas no disponen de una instalación básica para lavarse las manos con agua y jabón, y más de 673 millones de personas aún defecan al aire libre”. En medio de la pandemia del coronavirus es cada vez más destacada la importancia del saneamiento, la higiene y el acceso a agua limpia para salvar vidas [11].
Definitivamente es un despropósito dejar a merced de la vorágine especulativa un bien tan sensible para la vida en el planeta y, alrededor del cual, han surgido hasta graves conflictos socioambientales (incluyendo las llamadas “guerras por el agua” [12] que, a futuro, pueden devenir en auténticos conflictos bélicos [13]). Asimismo, recordemos que la especulación puede generar problemas serios en la provisión de productos esenciales para los pueblos, como es el caso tan conocido de las crisis alimentarias estrechamente vinculadas con la especulación financiera de alimentos [14].
A más de la especulación, la cotización del agua en un mercado financiero como Wall Street puede exacerbar aún más su privatización alrededor del mundo. El simple hecho de asignar un precio al agua en la principal bolsa de valores del planeta puede debilitar las múltiples luchas que buscan el reconocimiento del acceso al agua como derecho humano fundamental [15]. Hasta podrían surgir dinámicas perversas donde los Estados otorguen gratuitamente a capitales privados los derechos de uso del agua y luego esos derechos puedan venderse en los mercados financieros. Por cierto, un punto de indudable gravedad que puede emerger por normalizar al líquido vital como una mercancía cualquiera es la afectación de las funciones ecosistémicas al menospreciar el papel del agua en la Naturaleza; es decir podrían afectarse las funciones que son vitales para la vida, los cuales no propiamente representan derechos de las personas, sino Derechos de la Naturaleza.
Pese a los múltiples riesgos, en diversas partes del planeta el agua ya es manejada bajo la óptica de la oferta y la demanda. Aún en países donde el agua es asumida como un bien común o bien público, hay mecanismos que posibilitan su manejo privado vía concesiones, por ejemplo. Allí, los derechos de uso se otorgan a cambio de compensaciones que, de una u otra forma, permiten el enriquecimiento privado a partir del aprovechamiento del uso del agua. Un caso extremo y perverso se da en Chile que, a través de la Constitución de 1980 (la Constitución de Pinochet), abiertamente privatizó el agua transformándola en mercancía. En otros países, como Ecuador, pese a existir una legislación que recupera al agua como Derecho Humano fundamental, la ausencia de voluntad política y la sumisión a los intereses de grandes capitales transnacionales (en particular mineros),ponen en riesgo la garantía de ese derecho. Sobre ambos casos deseamos reflexionar un poco más a detalle.
Chile, el fracaso de la especulación con el agua
Chile es un ejemplo paradigmático del manejo privatizador del agua. Aunque el agua se considera un bien nacional de uso público, en la práctica se asume como mercancía. En el artículo 24 de la Constitución chilena se dice que “los derechos de los particulares sobre las aguas, reconocidos o constitucios en conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos”. Y esta disposición se complementó en el Código de Aguas.[16]
Así, se separó al agua de la propiedad de la tierra y se le transformó en mera mercancía, sujeta a la oferta y la demanda; en realidad funciona una lógica que favorece a pequeños grupos de poder con sobreprecios de hasta 600%. [17] Al margen quedaron especialmente los derechos de las comunidades víctimas del despojo del agua en sus territorios. Es más, el propietario de los derechos sobre el agua no paga costos por su mantenimiento, tenencia o uso y no se le exige proteger el cauce ni compensaciones por potenciales efectos negativos sobre la cantidad y calidad del agua, que podría afectar a otros usuarios. En la reforma al Código de Aguasen 2005 se estableció una suerte de multa por el “no uso” de los derechos de agua, para intentar desincentivar la acumulación ociosa de derechos concedidos; todo esto generó una multiplicación de proyectos y una aceleración de transacciones en el mercado del agua [18]. Esta lógica mercantilista ha llegado a aberraciones extremas cuando, por ejemplo, en el valle de Copiapó en el norte de Chile se negociaron más derechos de uso que el agua efectivamente disponible en la cuenca.
La demanda por agua creció en un 400% los últimos 30 años yla demanda por derechos de agua subterránea (por agotamiento de agua superficial) en un 60%. [19]De 101 cuencas hidrográficas que tiene el país, la mayoría están agotadas con los derechos de agua severamente sobre-otorgados. Sin embargo, el tema no es solo de cambio climático o de sequía, Chile, un país rico en recursos hídricos, se encuentra en pleno proceso de desertificación con casi todas sus aguas privatizadas; una situación que se agrava cuando ya no hay aguas superficiales disponibles y se rematan las aguas subterráneas. Cabe destacar que los extractivismos son los principales responsables de esta situación. Afectadas están las zonas del Norte y de “la zona central” dónde se concentra la mayor parte de la población. Más de las tres cuartas partes del agua dulce se ocupan en la agroindustria, es decir, se exportan. En “la segunda región”, muy seca, la megaminería es la que ocupa más agua.
Además, de conformidad con la información otorgada por Ingrid Wehr, quien fuera directora de la Fundación Heinrich Böll por muchos años en Chile, sabemos que las leyes chilenas no limitan estos derechos de aprovechamiento del agua en el tiempo ni establecen prioridades de uso. Es decir, no se prioriza el uso humano del agua. Una vez que el Estado entregó gratuitamente los derechos de agua y perpetua su propiedad en personas individuales, estos derechos se pueden vender y comprar en un mercado según dictaminen demanda y oferta. Así surgen problemas graves en medio de un contexto de creciente escasez, sin prioridades de uso y con nula regulación del Estado.
Como saldo de esta realidad, hay más de un millón de personas a lo largo de Chile sin acceso a agua potable. Cerca de un millón de personas en el sector rural aún no cuentan con infraestructura que les permita abastecerse de este elemento en forma estable, lo que equivale a casi un 50% de este sector. Y de esta manera, el costo del acceso al agua vía tanqueros representa un egreso muy oneroso para muchos sectores populares y también los presupuestos de los municipios que se hacen cargo de los costos, aunque legalmente los gobiernos provinciales son los responsables de proveer el agua.
No hay duda, como demuestra la experiencia chilena (o en Australia, apenas para mencionar otro ejemplo), que reducir el agua a nivel de una mercancía puede generar consecuencias nefastas. Es más, semejante manejo privatizador del agua, junto con otros legados del neoliberalismo chileno, han exacerbado la disconformidad y la protesta de una sociedad movilizada que está sacudiendo las estructuras del país.