Como en los mejores tiempos de la histórica rivalidad futbolística, la prensa británica se burla de Alemania para presumir de organización y efectividad en su plan de vacunación nacional. La denostada NHS (Servicio británico de salud), ridiculizada por los defensores de la sanidad pública continental, ha demostrado con cifras su superioridad no solo frente a su rival alemán, sino también frente a la sanidad francesa, eterno ejemplo de óptima protección social en Europa.
El premier británico, Boris Johnson, y todos los que apoyaron el Brexit se relamen ahora ante la incapacidad vergonzosa del club de Bruselas. Mientras en la Unión Europea (UE) no se había llegado a los 7 millones de personas vacunadas, en el Reino Unido se sobrepasaba ya la cifra de 32 millones. El Gobierno británico ya ha anunciado el fin de todas las medidas anti-COVID para el 21 de junio. Sus exsocios continentales no se atreven a poner fecha a tres meses del inicio del verano.
Rebelión contra Bruselas
Se podrá decir que es más fácil organizar este tipo de campaña en solo un país y no en 27 a la vez. Muy bien; en ese caso, ante crisis como la del COVID, que implica la muerte de millones de ciudadanos, la decisión ideal sería dejar a cada gobierno buscar la mejor solución para sus compatriotas.