Este artículo hace parte de la serie Leer un poema, una selección de poesía colombiana hecha en colaboración con los lectores. Participa recomendando la lectura de un poema colombiano.
Considerada por los lectores y críticos colombianos como la precursora de la poesía social, la poeta colombiana Matilde Espinosa (1910-2008) escribió más de 14 libros de poesía en los que retrató la crudeza de la violencia en Colombia durante el siglo XX.
Ella misma describió así sus inicios en la poesía, a mediados de la década de los años cincuenta: “De pronto empecé a escribir poesía en prosa, sentí muy honda la lucha del pueblo, pero no hice poesía política ni de protesta, sino de solidaridad con la gente”.
Como describió en este ensayo la escritora colombiana Gloria Cepeda Vargas, la poeta Matilde Espinosa “Vino al mundo en una región solitaria y abandonada. Por eso, desde que abrió los ojos, las diferencias sociales y económicas del país (…) le salieron al paso. Ahí surgió su canto que venía del hondón de una tierra abrasadoramente bella y desamparada. Ahí encontraron eco el grito de dolor del indio, el trabajo desconocido y heroico de la maestra rural, el tañido del hambre, de la desnudez, de la miseria endémica y sobre todo la denuncia de la carga biológica y cultural que soporta la mujer en el mundo“.
En 1955, a sus 45 años, Matilde Espinosa publicó su primer libro Los ríos han crecido. Este es el poema que lleva su nombre:
¡Los ríos han crecido!
Su torrentera insomne
desdibuja los rostros
de párpados abiertos,
en su delirio de piedras y raíces.
Crecen sobre las olas
los cuerpos arrancados
de la noche,
sin luceros ni orillas,
sin el aire caliente
que hincharon las palabras,
las últimas palabras.
En su vientre, los ríos
levantan cementerios
y la muerte se cierra
en círculos morados
que sacuden los peces
y devoran la sangre.
En cada espuma verde
viajan los niños muertos,
y en cada brazo de agua
se preguntan las madres:
¿dónde sus nidos tiernos?
¿dónde su arteria rota
clamorosa de arrullos?
En las gradas del alba
van subiendo esqueletos
con su carga madura
de grávidos espinos,
y una afrenta de espigas
que hace temblar la yerba.
¡Los ríos han crecido!
Un bosque humano lanza
sus yemas al océano
y las venas desatan
palpitantes cordajes
donde se estrella el viento
y ensancha el corazón.
Volverán de los ríos,
crecidos por la sangre
y los hondos suspiros,
en madurez violenta
de secreta victoria
Para que sea más cierta
la pureza del agua.