Cuando se cumplen cuatro décadas de la muerte de Omar Torrijos, su vida y su obra son evocadas por un cronista que vivió durante años al lado del líder militar y político que recobró para Panamá la soberanía del canal interoceánico
De los numerosos géneros del periodismo, el que más se aproxima a la literatura es, sin duda, el de la crónica. Así lo demuestra su base narrativa que, unida a su despliegue descriptivo, redondea con colores, olores y sabores aquello que secuencialmente relata, ceñida a una actualidad apremiante o pretérita, pero nunca distante. La mirada que la crónica proyecta sobre los hechos incorpora un dinamismo propio que, en manos de los maestros, genera una sensación de totalidad que traslada de un tirón a quien la lee hasta el origen mismo de los hechos tratados. Ningún otro género periodístico procura tal vitalidad.
El cronista es, en este caso, Zoilo Gutiérrez Martínez de la Vega, periodista asturiano cuya veteranía, adquirida en Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Paraguay, se cinceló durante cinco décadas también sobre tierras centroamericanas: allí fue destinado como redactor y delegado luego de la agencia española de noticias EFE, una de las diez grandes agencias informativas mundiales. Sobre el terreno, Zoilo Gutiérrez acuñó una experiencia irrepetible que, ahora, ofrece al lector en un libro de los que imprimen carácter: Las guerras del general Omar Torrijos, que lleva por subtítulo La reconquista del Canal de Panamá.
Dictador nacional-progresista panameño “convicto, confeso y converso”, como a sí mismo se reconocía, Torrijos descendía del general y político liberal español fusilado en 1831 en la playa de Málaga por la reacción absolutista de Fernando VII.E l futuro líder panameño había nacido en Santiago de Veraguas, agro de Panamá, en febrero de 1929, octavo de una familia con 12 hijos, compuesta por los maestros José María Torrijos y Joaquina Herrera. Infancia y adolescencia entre estrecheces, Omar, accede a una beca para la Guardia Nacional. Asciende velozmente. Casa con Raquel Pauzner, con la que tuvo dos hijos y una hija. La represión dirigida por él contra una manifestación estudiantil le deja una honda huella. Transformará la Guardia Nacional de represora en fuerza pacificadora. A finales de los años 60, ya como líder de su país, será mentor, autor y campeón de una de las mayores gestas políticas –con armas diplomáticas- de la historia contemporánea del hemisferio americano: la de recobrar para su país el canal transoceánico de Panamá, en manos estadounidenses desde 1904.
La crónica que describe la gesta de Omar Torrijos cobra grandes cimas de expresividad narrativa y descriptiva de la mano de Zoilo Gutiérrez por mor de la cercanía que el periodista mantuvo con el líder panameño. Tal amistad podría ser interpretada por algunos como un déficit de la objetividad exigida a todo cronista. Mas, lejos de rebajar la justeza del relato y de su objetividad –esa forma suprema de honestidad-, Zoilo Gutiérrez lo colma de plenitud periodística: en ningún momento sucumbe a la fascinación acrítica que el personaje generaba en su entorno por su carisma, su capacidad de generar adhesiones y afectos. El cronista se ciñe a narrar los fundamentos factuales, su raigambre en el pueblo, la trayectoria vital, las contradicciones, las anécdotas, los ambientes sociales que, combinados sabiamente, fraguaron la rica personalidad y erigieron la peana simbólica sobre la que se irguió la figura de Torrijos y sobre la que sigue irradiando desde su accidentada muerte en 1981.
Torrijos ha sido paradigma de lo que un David de nuestro tiempo supo hacer con el Goliat imperial, Estados Unidos, al que Panamá –un país pequeño, pobre y expoliado- se enfrentaba de la mano de su líder en demanda de su soberanía arrebatada. La honda con la que aquel David panameño cegó al cíclope fue urdida con singular astucia: consistió en una réplica de orfebrería política y diplomática, labrada por Torrijos con la sabiduría de quien ha de combatir en desventaja una asimetría tan pronunciada como la existente entre el país del istmo y el gigante norteamericano. Con talento, supo Torrijos oponerle una asimetría moral y también geopolítica, de solidaridad con su causa obtenida entre muchos de los Estados doloridos por situaciones de indefensión semejantes. Elaboró una estrategia vivaz, eficacísima, gracias también a un equipo humano signado por una abnegación, una inteligencia y un patriotismo sin apenas límites. Y llevó su causa a Naciones Unidas, donde, acorralado el representante estadounidense, ganó el pulso. El canal volvió a soberanía panameña.
Desde luego, Torrijos tuvo la suerte de dar con un presidente estadounidense como Jimmy Carter quien, dotado de una estatura moral tan rara en estos tiempos en la Casa Blanca, se avino a negociar y transigir ante la justa reivindicación que Panamá demandaba. Su gesto, empero, constituyó para Carter un clavo en el ataúd de su reelección, truncada asimismo por la insolvencia de la crisis de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán. Contra los lesivos efectos de aquellos hechos sobre Jimmy Carter, Omar Torrijos se aprestó solidariamente a contribuir a paliarlos, como cuando se brindó a acoger a un apestado Sha de Persia en fuga, Reza Pahlavi, al que nadie quería asilar tras ser derrocado por la revolución iraní en 1979.
La historia del istmo y de la América hispana en su amplitud, encuentra en este libro un poderoso ajuar de argumentos, testimonios y hechos certeramente narrados. Como sugiere el autor, algunos, como Omar Torrijos, pagaron con su muerte –un accidente de aviación en 1981, seis meses después del acceso de Ronald Reagan a la Casa Blanca- el precio de su sueño, descrito con mano maestra en estas memorables páginas.
EE.UU. manda un destructor a la zona económica exclusiva de la India sin su consentimiento y promete seguir haciéndolo, pese al rechazo de Nueva Delhi
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El Ministerio de Exteriores de la India ha expresado su preocupación al Gobierno de EE.UU. por el paso de un buque de guerra de la Armada estadounidense por aguas indias.
El 7 de abril, el destructor de misiles guiados USS John Paul Jones navegó a unos 240 kilómetros del archipiélago de las Laquedivas, en el océano Índico, dentro de la zona económica exclusiva del país asiático.
En un comunicado emitido este viernes, la Cancillería india subrayó que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar "no autoriza" a otros Estados realizar ejercicios o maniobras militares en ese tipo de zonas "sin el consentimiento del país ribereño".
Agregó que el buque estadounidense fue monitoreado continuamente desde que salió del golfo Pérsico en dirección al estrecho de Malaca, en el sudeste de Asia. "Hemos transmitido nuestras preocupaciones […] al Gobierno de EE.UU. a través de canales diplomáticos", concluye el comunicado.
La respuesta de EE.UU.
El portavoz del Pentágono, John Kirby, declaró este viernes durante una rueda de prensa que el barco de guerra realizó "un paso inocente" que no iba dirigido contra la India.
"El USS John Paul Jones, un destructor de la Armada, aseguró los derechos de navegación y libertades en las inmediaciones de la República de Maldivas, realizando un paso inocente a través de su mar territorial y operaciones normales dentro de su zona económica exclusiva sin solicitar una autorización previa, conforme a la ley internacional", dijo.
A continuación, Kirby destacó que las acciones al respecto son "una parte de nuestra responsabilidad para defender la libertad de navegación, […] libertades del uso legal de los mares, reconocidos por la ley internacional".
El vocero hizo hincapié en que este paso se da "no contra una nación", sino "por un principio", agregando que lo hacen "en todo el mundo".
Previamente, la Séptima Flota de la Armada estadounidense había confirmado que el USS John Paul Jones pasó por dicha zona "sin solicitar el consentimiento previo de la India, de conformidad con el derecho internacional". Nueva Delhi requiere el permiso previo para las maniobras militares en su zona económica exclusiva, "una afirmación incompatible" con las normas internacionales, aseveró ese brazo de la Marina.
Además señaló que defiende los derechos, libertades y usos legales del mar "al cuestionar los excesivos reclamos marítimos" de la India. Todas las operaciones de la Séptima Flota se realizan de acuerdo con el derecho internacional y "demuestran que EE.UU. volará, navegará y operará donde lo permitan" las normas internacionales, advirtió.
"Realizamos operaciones rutinarias y regulares de libertad de navegación, como hemos hecho en el pasado y continuaremos [haciendo] en el futuro", destacó, agregando que en este caso no se trata de "un país".