Bolsonaro consolida en EE.UU. su alianza conservadora con Trump: Estos son los principales asuntos de interés
Publicado: 19 mar 2019 12:23 GMT | Última actualización: 19 mar 2019 19:03 G
El presidente brasileño ha roto con lo establecido por los anteriores Ejecutivos de izquierdas, que efectuaban su primer viaje de Estado a Argentina.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante un discurso en EE.UU.. 18 de marzo de 2019.
Erin Scott / Reuters
La visita, la primera de carácter oficial y bilateral, tiene una especial carga simbólica porque el presidente –acompañado por seis ministros y su hijo, el diputado federal Eduardo Bolsonaro– ha roto con lo establecido por los anteriores gobiernos de izquierdas, que efectuaban su primer viaje de Estado a Argentina.
"Por primera vez en mucho tiempo, un presidente brasileño que no es antiestadounidense llega a Washington", se jactó en su cuenta de Twitter Bolsonaro, que el lunes protagonizó una polémica y sorpresiva visita a la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Desde EE.UU., el excapitán ha lanzado un mensaje conciso: "Nuestro objetivo es claro, queremos un Brasil entre las economías más libres del mundo". Lo repitió también el domingo durante una intervención en una cena organizada en su honor por el embajador brasileño, Sérgio Amaral, tras su llegada a Washington, y en la que estuvieron invitados Steve Bannon, antiguo estratega de la Casa Blanca, y el escritor brasileño Olavo de Carvalho.
"Hay un intento abierto y transparente de alinear la política externa brasileña con la estadounidense en muchos aspectos, pero también hay cierto interés por parte de Trump de reforzar los lazos con la principal economía en América Latina", explica a RT el analista Thomaz Favaro, de la consultoría estratégica Control Risks.
Asuntos de interés
La Casa Blanca ya adelantó que, además de la crisis venezolana, ambos líderes abordarían temas como la cooperación en defensa, la biodiversidad, el crimen trasnacional y políticas comerciales, entre otros puntos.
"La gran duda es: ¿qué forma va a tener esa relación bilateral en los siguientes años?", se pregunta Favaro, para quien más allá de las medidas concretas anunciadas, lo esencial "será la definición de una agenda en común".
Estos son algunos de los asuntos de esta visita.
Venezuela
Ambos países fueron de los primeros en reconocer al líder opositor venezolano Juan Guaidó como "presidente encargado" de Venezuela. Pero mientras Washington no excluye una intervención militar, Brasil ha aclarado que esa opción no está entre sus planes.
El lunes, en la Cámara de Comercio de EE.UU., Bolsonaro afirmó que ambos países "están trabajando en conjunto" sobre la situación de Venezuela, y reconoció la "capacidad económica y bélica" de Washington.
Jair Bolsonaro con Thomas Donohue, presidente de la Cámara de Comercio EE.UU. 18 de marzo de 2019. / Erin Scott / Reuters
"Venezuela no puede continuar de la manera en la que se encuentra. Aquel pueblo tiene que ser liberado y creemos y contamos, obviamente, con el apoyo norteamericano para que ese objetivo sea alcanzado", dijo Bolsonaro en un discurso en el que, como de costumbre, hubo constantes referencias a Dios y críticas "a los enemigos de izquierdas".
Brasil, aliado "no OTAN"
EE.UU. podría nombrar a Brasil como "un aliado no OTAN", un papel que ya tienen 17 países, entre ellos Israel o Argentina. El acuerdo no ha sido confirmado por ninguno de los dos gobiernos, pero de llevarse a cabo, el gigante sudamericano entraría a formar parte de la lista de compradores preferenciales de equipamiento militar y tecnológico de Estados Unidos, así como de cooperación prioritaria en la capacitación de las Fuerzas Armadas.
Centro de Lanzamiento espacial de Alcántara
Como ya se adelantó en Brasil la semana pasada, ambos países firmaron el Acuerdo de Salvaguardas Tecnológicas (AST) con EE.UU., que permite el uso comercial por parte de Washington de la base espacial brasileña de Alcántara, situada en el estado de Maranhao, para el lanzamiento de satélites, misiles y cohetes. El acuerdo fue firmado el lunes durante una ceremonia en la Cámara estadounidense de Comercio, y en la que estuvo presente Bolsonaro.
El AST protege el contenido con tecnología estadounidense usado en el lanzamiento de cohetes y misiles a partir de la base de Alcántara, y destaca la no proliferación de tecnologías de uso dual, es decir, cuando estas son usadas para fines civiles o militares. La base seguirá bajo jurisdicción brasileña. El AST tiene que ser aprobado por el Congreso Nacional de Brasil.
Comercio bilateral
El comercio bilateral entre ambos países estará encima de la mesa en las conversaciones entre los dos mandatarios. Además, Bolsonaro podría barajar la entrada de Brasil en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Visados
En un gesto hacia Trump, el lunes el Gobierno brasileño publicó un decreto –que entrará en vigor el 17 de junio de este año y que no es recíproco– en el que elimina las visas a los turistas de EE.UU., Canadá, Australia y Japón. El Ministerio de Turismo de Brasil aseguró que la medida generará empleos al atraer a más turistas.
Tras esta visita, que culminará este martes, el presidente brasileño viajará a Chile y a finales de este mes a Israel, donde se sabrá si finalmente Brasil traslada su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, una decisión que ha tenido constantes idas y venidas.
"Ya con la definición de sus destinos, el Gobierno quiere pasar una idea clara de cuáles son sus alianzas en términos de geopolítica", dice Favaro, para quien de todas las visitas "Israel es la que tiene un lazo ideológico más fuerte".
En Latinoamérica arden dos bastiones del pinochetismo neoliberal: Chile y Colombia, mientras que en Brasil, Jair Bolsonaro —quien intenta eludir una guerra comercial con Trump— tiene miedo de aplicar las reformas pinochetistas de su ministro de finanzas, Paulo Guedes, que pueden abrasar al país cuando Lula ha salido de su encarcelamiento.
Antes de que estallaran en forma espectacular las manifestaciones en Francia por el repudio a la reforma de pensiones del presidente Emmanuel Macron, en Brasil, en forma no menos sorprendente, el presidente Bolsonaro hizo aprobar por el Congreso las reformas a las pensiones que estaban atoradas dos décadas, lo cual fue festejado ruidosamente por su ministro neoliberal de finanzas, Paulo Guedes, un Chicago boy remoldeado en Chile por el pinochetismo dictatorial.
Los adictos al neoliberalismo, como el rotativo Financial Times, arguyeron que "sin la reforma a las pensiones, la deuda pública de Brasil se hubiera incrementado en forma atroz" y hubiera desembocado en un "colapso social".
Las revueltas de los millennials en Sudamérica, que exhibieron la flagrante disparidad de sus índices Gini —la brecha entre pudientes y pobres— ha frenado la marcha triunfal de las reformas neoliberales de la dupla Bolsonaro/Guedes, ya que la mayoría de las fronteras de Brasil han sufrido fuertes sacudidas.
A nivel electoral, el caso de Argentina, donde Mauricio Macri, aliado de Bolsonaro, sufrió una humillante derrota ante el retorno del peronismo del binomio de los Fernández (Alberto/Cristina).
Las revueltas caleidoscópicas de los millennials, que hoy carecen de futuro, incendiaron sus fronteras: Perú, Colombia, Venezuela y Bolivia. También Ecuador y, sobre todo, Chile, con quienes carece de fronteras, están incendiadas y sus llamas planean alrededor del Congreso de Brasilia y de las calles desde Sao Paulo hasta Río de Janeiro cuando el incendio social de Brasil —el mayor país de Latinoamérica en territorio y su principal economía— puede ser de mayor envergadura que el reciente incendio del Amazonas.
El gasto en seguridad social en Brasil es uno de los mayores del mundo: en 2018, constituyó el 44% del presupuesto federal y el 8,6% de su PIB.
El triunfo de la reforma de las pensiones en el Congreso fracturado, formaba parte de un paquete de reformas neoliberales —que han fracasado en sus países vecinos en Sudamérica y que conforman la privatización de la empresa eléctrica estatal, la austeridad automática que obliga a estados y municipios a topes en sus gastos, un nuevo sistema tributario— hoy ininteligible y de los más regresivos del mundo, el fin del monopolio del Gobierno para acuñar su divisa, y una "reforma administrativa" para la poda de salarios de los mimados empleados públicos.
El "pacto federativo" aboga crear un Consejo Fiscal conformado por el presidente, la cabeza de la Suprema Corte, los líderes de ambas cámaras del Congreso, el jefe de la Corte de Auditoría y los gobernadores estatales, con el fin de vigilar los presupuestos federal/estatal/municipal que tendrían un botón rojo para declarar 'una emergencia fiscal' en caso de rebasar el tope y así propinar una serie de medidas de austeridad que recorten los salarios y las horas de trabajo de los servidores públicos.
Muchos venden que el ministro de finanzas Guedes es el segundo hombre más poderoso, después del presidente, debido a que concentra otros cuatro ministerios: Comercio, Trabajo, Industria y Desarrollo. Hasta cierto punto, ya que la estructura militarizada del presente Gobierno exhibe como vicepresidente al muy influyente exgeneral Hamilton Mourao, de 66 años, de mayor jerarquía militar que el excapitán Bolsonaro de 64 años.
El exgeneral Mourao es el primer vicepresidente que proviene de una etnia indígena y pertenece al conservador Partido Renovador de los Trabajadores del Brasil (PRTB), quien desde el punto de vista geopolítico ha impedido el pleito de Bolsonaro con China y las aventuras de Bolsonaro presidente, un evangelista sionista, que emprendió con el atribulado primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Por cierto, la reciente onceava cumbre de los BRICS en Brasil reanudó sus optimas relaciones con China y Rusia, lo cual quizá indispuso a Trump quien propone elevar las tarifas del acero y aluminio importados tanto de Brasil como de Argentina (en la fase del saliente Macri).
El Consejo Editorial del rotativo neoliberal Financial Times, que controlan los banqueros esclavistas Rothschild, alentó a propinar golpes militares en Brasil y Latinoamérica para intentar salvar de su colapso al neoliberalismo pinochetista que es el modelo que mejor beneficia los intereses de la plutocracia anglosajona.
El rotativo británico hizo la ditirámbica apología del ministro de finanzas, Paulo Guedes, quien amenazó con reinstaurar el Acta Institucional 5 (AI-5) del Gobierno militar de 1968 con el fin de frenar las movilizaciones sociales encabezadas por el recientemente liberado de la cárcel, el expresidente Lula da Silva.
Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, sugirió la reinstauración del AI-5 que tendría la facultad de despedir al Congreso y reinstalar la tortura, además de emprender arrestos masivos de la oposición.
Para el editorial del Financial Times, Bolsonaro debe tener control de sus nervios y no ser asustado por el "populismo", ya que, con el riesgo de no aplicar las reformas económicas, "las ventanas para el cambio (sic) se cerrarán, quizá por años, y los inversionistas internacionales voltearán a otro lado".
Financial Times se acongoja de que sea probable que "las reformas en Brasil hayan perdido su momento para Bolsonaro" debido a las revueltas en Chile (sic) y a la confusión política doméstica.
Más que las revueltas en sus otras fronteras incendiadas, las erupciones del volcánico país a seguir son las de Chile debido a la compenetración de Paulo Guedes con su modelo pinochetista/neoliberal fracasado del que abrevó durante mucho tiempo.
El problema de Guedes no es solo su ultrareduccionismo mental, sino su adicción al fracasado neoliberalismo colapsado por doquier, al exhibir una grave ausencia de sensibilidad política llegando a creer, cuando fue aprobada la reforma de pensiones, que existía "una nueva (sic) política en Brasil".
En su entrevista al Financial Times, Guedes proclamó que la "ideología es el verdadero enemigo", como si el monetarismo de Milton Friedman y sus Chicago boys, al unísono de su misántropo neoliberalismo fiscalista no constituyera, más que una ideología, una verdadera teología de intoxicación que solo favorece a una voraz plutocracia.
Las alucinaciones financieristas de Guedes no tienen limite y, sobre su experiencia en Chile, comenta que cuando vivió en su capital Santiago, "Chile era más pobre que Cuba y Venezuela que hoy, y los Chicago boys la arreglaron. Ahora (sic) Chile es como Suiza", desechando los costos sociales de un desempleo del 21% en 1983.
Por lo pronto, la reforma para podar los salarios de los empleados públicos, ha sido pospuesta por temor al castigo en las urnas de cara a las próximas elecciones municipales de octubre del 2020.
Lo peor de todo es que Guedes carece de cultura geopolítica y no sabe que en caso de una reelección de Trump puede ser desechado al basurero por los militares de Brasil, sea por su mismo hoy aliado el excapitán Bolsonaro, sea por el exgeneral Mourao.
Guedes no oculta que busca crear una sociedad abierta popperiana, al estilo del economista austriaco Karl Popper, cuyo principal palafrenero global es el megaespeculador George Soros. Con su determinismo ideológico, el Gobierno brasileño no solamente augura su fractura, sino también su perdición.
Dejando de lado a Mourao y sus opciones geopolíticas contrarias al presidente, la esquizofrenia gubernamental alcanza niveles inconcebibles entre la alianza maldita de Bolsonaro con Guedes al carecer de viabilidad operativa.
Bolsonaro, es el aliado evangelista sionista de Trump y de Netanyahu, mientras que Paulo Guedes, es epígono de George Soros. Quizá Bolsonaro y Guedes ignoren que Soros es el peor enemigo en el planeta de los aliados de Trump y Netanyahu.
Siempre que un cobarde se siente acosado distribuye al aire amenazas que sabe que no podrá cumplir y manotazos que se pierden en el viento.
Siempre que un psicópata se siente amenazado reacciona mostrándose aún más desequilibrado.
Es exactamente esa la actitud del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro: cada vez más aislado, trata de mostrarse poderoso.
Frente a la pandemia que ya afectó a casi 14 millones de habitantes y mató a casi 400 mil, a la falta de coordinación nacional para actuar e impedir que sigan muriendo más de tres mil brasileños a cada día, Bolsonaro perdió parte substancial de la aceptación que tenía en las clases más elevadas.
Hace pocas semanas 500 de los más reconocidos empresarios, agentes financieros y economistas firmaron un manifiesto con duras críticas a él y a su gobierno. Los sectores de la clase media que lo respaldaban, a su vez, también se alejan, en parte por la devastación de vidas, por el colapso que amenaza las redes de salud y por la creciente crisis económica.
Ya las clases más populares padecen, además de los efectos de la economía, de algo que había sido extirpado en tiempos de Lula da Silva: el hambre. Si Lula sacó al país del mapa mundial del hambre, estudios recientes indican que ahora 59,8% de los brasileños – 125 millones 600 mil personas – no tuvieron, desde el inicio de la pandemia, alimentos en cantidad y calidad recomendadas. Y que para 44% de ellas la carne desapareció del cotidiano.
Acosado cada vez más desde el último trimestre del año pasado, Bolsonaro aceptó lo que había jurado no hacer jamás: buscar apoyo, en el Congreso, del grupo de partidos de derecha conocido como “centrão”. Son diputados y senadores que se aliaron, a cambio de puestos y presupuestos, a todos – literalmente todos – los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1985, luego de 21 años de dictadura militar.
Ocurre que ese tipo de alianza no es nada fiable. Basta con recordar lo sufrido por la entonces presidente Dilma Rousseff en 2016: fue depuesta en el Congreso con votos de sus hasta entonces aliados, inclusive de quien habín integrado su gobierno.
Son partidos que no se venden: se alquilan. Y que cambian de actitud según las conveniencias ocasionales.
Ahora mismo el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la justicia en Brasil, determinó que se instaure, en el Senado, una comisión destinada a investigar la conducta del gobierno nacional durante la pandemia. Todos los desastres llevados a cabo por el entonces ministro de Salud, general (activo) del Ejército Eduardo Pazuello, serán blanco de la comisión. Si es llevado a fondo, el trabajo de la comisión seguramente será un flechazo al corazón no solo del general, también del mismo presidente.
A Bolsonaro no le queda otra que intentar comprar más respaldo.
El Supremo, a propósito, dejó claro de toda claridad que actuará con rigor extremo para reprimir – con evidente retraso – los reiterados excesos que Bolsonaro intenta llevar a cabo.
Ahora mismo determinó que se investiguen supuestas vinculaciones del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, con minerías e invasores de tierras públicas en la Amazonia, que sufre la peor devastación en décadas. Frío, metódico y de gran eficacia, Salles no hace más que seguir de manera estricta lo determinado por Bolsonaro.
La reciente crisis provocada con las Fuerzas Armadas dejó claro que el presidente no contará con cualquier tipo de respaldo para cumplir sus seguidas amenazas de golpe de Estado. Los más de seis mil uniformados, muchos de ellos activos, esparcidos por todos los rincones del gobierno, de ministerios y secretarías nacionales a autarquías y empresas públicas, no cuentan con la simpatía de los altos mandos de las Fuerzas.
Hasta el vicepresidente, el general reformado Hamilton Mourão, viene cada vez más distribuyendo declaraciones frontalmente críticas a iniciativas – o la constante inercia – tanto del gobierno cuanto a Bolsonaro.
A todas esas señales que indican el creciente aislamiento del ultraderechista mandatario, hay que sumar otro aspecto que significa una clara presión sobre Bolsonaro, principalmente con los ojos puestos en las elecciones del año que viene: la vuelta de Lula da Silva al ruedo.
En cada nuevo sondeo de opinión pública crece más y más el porcentaje de los electores que declaran su voto a favor del expresidente.
La perspectiva cada vez más clara es que el aislamiento de Bolsonaro no dejará de crecer. Y también su agresividad y sus amenazas en las que menos gente cree cada día.
El presidente del Instituto Butantan, Dimas Covas, ha afirmado este jueves que los ataques del Gobierno de Bolsonaro a China ya causan retrasos y reducciones en la entrega de las materias primas necesarias para fabricar vacunas. Según Covas, solo hay dosis disponibles de Coronavac, la principal vacuna utilizada en Brasil, hasta el próximo 14 de mayo. El instituto esperaba recibir un nuevo cargamento de ingredientes activos, también utilizados en la producción de AstraZeneca, el 10 de mayo, pero la fecha ha sido pospuesta para el 13 de mayo. El volumen inicial, que era de 6.000 litros, también se ha reducido a 2.000 litros. “Claramente, hay cambios que no son cambios en la producción de Sinovac [laboratorio chino asociado al instituto], sino consecuencias de la falta de alineación del Gobierno federal”, afirmó, tras entregar el jueves por la mañana un millón de dosis de Coronavac a la Secretaría de Sanidad del Estado de São Paulo.
Después de que el ministro de Economía, Paulo Guedes, fuera grabado a finales de abril afirmando que los chinos “inventaron” el coronavirus y que la vacuna que el país asiático desarrolla es menos eficaz que la de la estadounidense Pfizer —después reconoció haber utilizado una “imagen desafortunada”—, Bolsonaro insinuó el miércoles, sin mencionar a China, que ese virus habría sido creado “en un laboratorio”. “Es un virus nuevo, nadie sabe si ha nacido en un laboratorio o si ha nacido porque algún ser humano ingirió un animal inadecuado. Pero está ahí. Los militares saben lo que es la guerra química, bacteriológica y radiológica. ¿No estaremos quizás ante una nueva guerra? ¿En qué país ha crecido más el PIB? No se lo diré”, dijo el presidente. China es el país que presentó un mayor crecimiento económico en 2020.
Dimas Covas ha refutado este jueves las afirmaciones del presidente: “Estas declaraciones contienen numerosas falsedades. Primero, que el virus se produjo en China y que forma parte de una guerra biológica, eso es delirante”. El gobernador de São Paulo, João Doria, opositor político de Bolsonaro, expresó su “preocupación” por la postura del Gobierno federal. “Se ha creado un profundo malestar en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en la diplomacia con China”, lamentó el gobernador durante la entrega de nuevas dosis de Coronavac.
Las declaraciones también han generado descontento en la agroindustria brasileña. Este jueves, los senadores de la Comisión de Relaciones Exteriores le preguntaron al canciller brasileño, Carlos Alberto França, que había sido convocado, sobre las declaraciones del presidente. La presidenta de la comisión, la senadora Kátia Abreu, que representa a los productores rurales, afirmó que había recibido numerosos mensajes “del sector de la agroindustria” que expresaban su preocupación por las afirmaciones del presidente. El canciller, sin embargo, minimizó el discurso del Bolsonaro y dijo que “confía en que la asociación [con China] será cada vez mayor”.
El exministro de Sanidad Luiz Henrique Mandetta, que estuvo presente el pasado martes en la comisión parlamentaria de investigación de la covid-19, que investiga en el Senado la responsabilidad de Bolsorano en la pandemia, señaló que el Ministerio de Relaciones Exteriores y el diputado Eduardo Bolsonaro también dañaron las relaciones con China cuando estaba en el ministerio. Según Mandetta, la ausencia de un documento de Brasil dirigido al país asiático fue el germen de la crisis diplomática que luego trajo problemas para la importación de suministros médicos al país.
El colegiado también expresó el miércoles su preocupación por el hecho de que el enfrentamiento con el país asiático dificulta la importación de la materia prima de las vacunas desde China precisamente cuando hay escasez de dosis en Brasil. “No es el momento de atizar a nadie”, bramó el presidente de la comisión de investigación, Omar Aziz, que considera que la postura del presidente puede traer otros problemas por la importancia de China como socio económico del país. El exministro de Relaciones Exteriores Ernesto Araujo declarará la próxima semana y probablemente será interrogado sobre los conflictos con China en plena crisis. “No se puede despreciar a un socio comercial como China”, argumentó Aziz.
Este jueves, João Doria ha afirmado que ha entrado en contacto directamente con la Embajada de China en Brasil para subrayar que el “Instituto Butantan no tiene nada que ver” con las declaraciones del presidente. “Estamos a merced de esta situación. Después del día 14, no tendremos más materia prima que procesar. La culpa la tiene nuestro Gobierno federal, que, por desgracia, rema en dirección contraria”, insistió Dimas Covas.