Por Víctor de Currea-Lugo | Resumen Latinoamericano, 23 de mayo de 2021
Victoria es una amiga con la que nos llamamos tocayos y que cada vez que me habla de su situación usa la expresión “de parte de Victoria”. Ahora, hablando del paro nacional recuerdo su frase más usada y decido contarles a ustedes el “parte de Víctor”.
Lo primero que hay que decir es que este paro nacional es per se una victoria porque le dijeron a la gente que era más grande el riesgo de contagio en espacios abiertos que en un sitio de trabajo cerrado o el transporte público, porque le dijeron a la gente que marchar no sirve para nada, porque algún precandidato tibio decía que no es momento para grandes marchas. Y a pesar de todas esas advertencias, la gente salió a las calles y se mantiene en ellas.
Tal vez la culpa la tengan esos jóvenes que en 2011 tumbaron una reforma a la educación y, entonces, 10 años después vuelven las marchas, vuelve la muchachada y vuelve el arte de tumbar políticas injustas.
Hasta ahora, el solo hecho de que la gente hubiera salido a las calles a protestar el 28 de abril, el 12 y 19 de mayo es un gran triunfo y no es cualquier cosa en un país de miedos, de paramilitarismo, de abusos policiales, de asesinatos en las marchas, de bombas lacrimógenas lanzadas en la cara, de ojos extraídos, de violencia sexual y desapariciones. Es decir, el hecho de mantenerse en la calle ya es un logro y, para el Gobierno, la realidad contundente de no haber sido capaz de controlar la protesta es un fracaso, así no quiera aceptarlo.
Aparte de eso hay otro hecho importante y es la movilización plural. No solamente protestan unos estudiantes organizados, unos sindicatos con un pliego o unos indígenas con una histórica capacidad movilizadora. No, son sectores populares: es el barrio, es el desempleado, es el reciclador, son los viejos y las viejas que están en las calles y eso también es un logro.
En términos de formación política, tal vez el principal logro es que la gente ha ido identificando cada vez más la relación entre el desempleo y las políticas neoliberales. Ya no se trata más de que un hijo o el sobrino no quiere trabajar, que es un problema de voluntad o que el pobre es pobre porque quiere.
Mucha gente ahora entiende que el desempleo obedece a una forma de entender la política y de administrar el país. Lo mismo ocurre con los precios, las dinámicas sociales y la atención de la salud.
El paro nacional y sus logros tangibles
Si se trata de hacer un balance sobre cosas más concretas, esas que son más tangibles, empecemos por decir que finalmente el Gobierno tuvo una gran derrota con la principal bandera del paro nacional: el retiro de la reforma tributaria.
Además, también se dio la salida del ministro de Hacienda, pocos días después renunció la ministra de Relaciones Exteriores (quien trató de presentar el paro como un asunto de terrorismo internacional) y, de una forma poco clara, también renunció el director general de la Policía de Cali.
El 19 de mayo, mientras estábamos en las calles celebrando estos triunfos, llegó el resultado de las votaciones en el Congreso que archivaron la reforma a la salud, la cual ahondaba en la privatización.
Como le decía a mis colegas médicos, algunos de ellos realmente escépticos frente al paro nacional y que afirman que protestar no sirve para nada: ahora con esa caída de esa nueva reforma a la salud no vamos a conseguir mejores condiciones laborales (no se trataba de eso), pero sí se logró impedir que la precarización en el sector aumentara y que el derecho a la salud se embolatara aún más. Eso no es poca cosa.
La segunda reforma retirada representa una buena noticia. Es posible que eso no lo entiendan del todo los pacientes que esperan para ser atendidos ahora mismo en una EPS o que están en una cama de un hospital, pero los que salieron a luchar contra ella no lo hicieron por un interés propio, sino por justica.
Quienes marchan hoy aquí lo hacen por la misma razón que lo hicieron los obreros hace varias décadas para conseguir ocho horas como jornada laboral: pensando en el futuro, no solo en el presente. Por supuesto, ahí vale recordar que algunos durante el paro nacional han pensando no en la próxima generación sino en las próximas elecciones.
Lo aprendido: balance a 26 días del paro nacional
La gente se dio cuenta de que es posible tumbar reformas, de que es posible sacar ministros. Eso no es cualquier cosa, y es tal vez el balance más importante. Ahora, quienes protestan sienten el desgaste del paso de los días, pero no hacen mella en las formas creativas de manifestación. Los muchachos de manera espontánea se concentran en diferentes ciudades y permanecen en las tarde hablando de política o arte.
Para un país que lleva más de 32 masacres en lo que va de año, más de 50 muertos y más de 2.500 casos de abuso policial en medio de las protesta, ha sido un precio muy alto, pero no ha sido en vano.
El paro nacional también nos permitió descubrir a los tibios y a los timoratos, ubicó a los cobardes, arrinconó a los dudosos, envalentonó a los soñadores, abrió espacio a los creativos y puso en su sitio a los teóricos.
Conseguimos una solidaridad mundial sin precedentes, con marchas de compatriotas en calles de nombres impronunciables, logramos que políticos influyentes de Estados Unidos pidieran suspender la ayuda de esa nación a la policía, pudimos confrontar las teorías neoliberales con las realidades cotidianas, conseguimos desnudar en público una creciente fractura entre las élites, volvimos a mirar a esa unidad social que es el barrio popular.
Aprendimos que no se necesita una ruta oficial para marchar sino que la gente espontáneamente puede organizar su propia ruta, aprendimos que hay muchas formas de protestar, que no todo el que se posiciona en primera línea es un vándalo, aprendimos de las madres saliendo a ocupar los puestos de sus hijos en las marchas, aprendimos a correr, a gritar consigas que desconocíamos, a escuchar personas que nos han compartido muchas experiencias en las tardes de paro y a quienes en otro contexto no hubiéramos puesto tanta atención; aprendimos incluso a desenmascarar la terrible represión policial a través de los medios de comunicación; aprendimos a volver las redes una herramienta de solidaridad y de información, y no de odio.
Aprendimos que el neoliberalismo tiene cuerpo propio, que no es solamente una teoría de los libros, sino una realidad de nuestras familias y que la represión policial no es un invento de la izquierdas sino una realidad que han sufrido los jóvenes.
Creo que eso es bastante, no lo es todo; ya lo sé. No se explica todo con el paro nacional, pero eso pesa y mucho. Es posible que mañana el desgaste nos mande a casa, es posible que la represión haga lo suyo, también es posible que el movimiento crezca o nos dividamos.
Independientemente de cualquier destino, hoy los jóvenes volvieron realidad aquella profecía que parecía un círculo vicioso y que dice: Los pueblos solo se levantan el día en que son conscientes de su fuerza, pero solamente son conscientes de su fuerza el día en que se levantan. Pues, ese día ha llegado.
PD: El Gobierno, como una fiera herida ante esas derrotas, solo opta por desatar la violencia contra la gente en Pasto, Buenaventura, Medellín y Popayán. En Bucaramanga han atacado especialmente a los estudiantes, en Bogotá han ido contra las madres de los muchachos de la primera línea. Ojalá cada reforma tumbada y cada ministro caído no se siga cobrando con una masacre en las calles. Fin del parte de Víctor.
0 COMMENTS