Quienes observamos con atención los procesos políticos de América Latina sabemos que muchas cosas están cambiando, pero también sabemos que hay una que se mantiene igual: Cuba siempre nos sorprende.
Efectivamente, a pesar del criminal bloqueo, del acoso permanente, de la agobiante asfixia y los más variados ataques que esta pequeña nación ha debido soportar por décadas, una misteriosa energía que pareciera ser su recurso natural inagotable hace que la Isla siempre nos dé sorpresas. Sorpresas que, a menudo, se convierten en ejemplos a seguir.
Ha vuelto a ocurrir: Cuba nos asombra desde ahí mismo desde donde más la han agredido. Esa es otra constante de la Isla, de donde más la atacan surgen los mejores contrataques; es la impronta de Fidel. Por ejemplo, le niegan la posibilidad incluso de importar una aspirina y se responde con medicina y biotecnología de nivel mundial, capaz de mostrar los mejor índices de manejo sanitario en esta crisis pandémica, el más bajo número de fallecidos del continente, e incluso el desarrollo de cinco candidatos vacunales contra el Covid 19.
Y una de las más peligrosas y constantes agresiones que la Isla debe soportar en la actualidad ocurre en el terreno comunicacional. Tanto Raúl Castro como el Presidente Díaz Canel lo han advertido con claridad: después del ataque económico, el comunicacional, promovido y financiado por EE.UU. y sus servicios de inteligencia, es el más peligroso al que se enfrenta este territorio libre de América.
Los protagonistas de estos ataques comunicacionales contemporáneos son los medios digitales y las redes sociales; y la doctrina que orienta sus métodos es la llamada Guerra de Cuarta Generación (G4G). Se trata de una mezcla peligrosa. Las redes sociales son hoy la mayor fuente de información de amplios segmentos de la población; su atractivo hace que sobre todos los jóvenes y niños pasen gran parte del día en ellas. La batalla se libra en la palma de la mano, donde los dispositivos móviles nos muestran tendencias, modas, famas efímeras y popularidad que se despliegan en las redes sociales, todas ellas en manos de pocas corporaciones con asiento en EE.UU., son los “gigantes tecnológicos”.
La G4G los necesita y los usa. Se trata de un tipo de guerra cuyo campo de batalla no es el frente militar, sino la sociedad en su conjunto, con predilección en atacar sus dimensiones culturales. El objetivo es claro: promover un colapso interno, sicológico, moral de las personas; es decir, socavar por dentro. Hacer la guerra de este modo es una forma de expandir la agresión a todo el espectro de la vida cotidiana. Para ello se emplean, entre otros, operaciones psico-sociales ejecutadas a través de los dispositivos de comunicación, como los medios digitales o las redes sociales.
En esa lógica decenas de medios, activistas, bots, trolls, cyborgs y fake news se encuentran en movilización permanente para tensionar, inventar, exagerar y distorsionar la realidad cubana. La operación de San Isidro es una muestra de botón.
Pero, como decíamos, Cuba siempre sorprende, y más aún cuando se reacciona en lógica de contrataque. Y el contrataque revolucionario en el plano tecno-comunicacional ha comenzado y lleva en sus entrañas las marcas de una revolución: audacia, educación, profesionalismo y creatividad.
El lanzamiento del documental “La Dictadura del Algoritmo” se inserta en este contrataque. Bien lo sabe Cuba: hay que educar para resistir y triunfar. Y en esta excelente e interesantísima pieza audiovisual de 52 minutos, producida por un equipo de profesionales cubanos y cubanas, dirigida por Javier Gómez Sánchez, vemos una realización con un alto valor didáctico para toda audiencia. A lo largo de casi una hora y en el marco de un impecable y destacable trabajo de edición, nos enteramos por la boca de cubanos y cubanas del rol que la actividad automatizada, los algoritmos, las redes sociales, las fake news y las comunidades virtuales juegan hoy en esta batalla por la verdad que se libra en la Isla.
En la variedad de estos testimonios radica una parte importante del valor de este documental: escuchamos expertos y expertas en el tema, tanto en cuestiones relacionadas con la infraestructura tecnológica como con el uso político de las redes. No puede uno dejar se asombrarse de la claridad y del conocimiento que tienen estos y estas profesionales acerca de lo tecno-digital, a pesar del bloqueo tecnológico sobre Cuba. También vemos testimonios de isleños que han sido víctimas de lo que se conoce como el troleo en redes sociales, es decir, la publicación masiva, acosadora, de mensajes ofensivos, degradantes y provocadores contra comunicadores revolucionarios, en el marco de ataques coordinados y aupados por plataformas y medios digitales financiados desde Miami.
Pero el documental no se queda sólo en la denuncia. También observamos una autocrítica directa y sin maquillaje al modo y a la tardanza en cómo el campo revolucionario ha enfrentado esta variante del ataque contra-revolucionario. Es una deuda que se tiene y se llega con atraso a saldarla, debido, a menudo, a rigideces conservadoras e improductivas que la fuerza de los hechos nos obligan a revisar y derrumbar.
Ese camino que ya se inició en Cuba, los discursos de Raúl y de Díaz Canel en la apertura y en el cierre del Octavo Congreso fueron, en ese sentido, claros, críticos y autocríticos: debemos hacerlo mejor que hasta ahora y reaccionar en la dimensión comunicacional de la batalla con agudeza, firmeza y creatividad. Lo podemos hacer porque Cuba siempre da sorpresas.
Pase a ver “La Dictadura del Algoritmo” y déjese sorprender.
Trailer de "La Dictadura del Algoritmo"