Está bien hacer regalos de Navidad y vivir muchos otros gestos festivos de esta celebración, con tal que no perdamos de vista el espíritu que debe animar la fiesta misma que conmemoramos. La Navidad de las luces y propagandas, la de las vitrinas y escaparates, la de la publicidad excesiva y llamativa, está muy presente entre nosotros, y a veces hasta con demasiado ruido. ¿Está igualmente presente entre nosotros, en nuestros corazones, el espíritu de la Navidad?
Este es el que brota de la misma realidad eje central de la fecha recordada: el Niño Jesús nace pobre en un pobre pesebre de la comarca de Belén. Este hecho, si es que de verdad lo tomamos en cuenta, se constituye en una llamada a vivir la Navidad de otra manera que nos lleva, a su vez, a vivir toda nuestra vida de otra manera.
El Jesús que nace pobre nos recuerda que la pobreza tiene hoy muchas caras y facetas relacionadas con el sentimiento de exclusión vivido por muchas personas: condiciones duras y frágiles de trabajo, sentimiento de soledad de personas ancianas, esclavitud en víctimas de adicción al alcohol y otras drogas, sufrimiento a causa de problemas de salud mental, fragilidad psicológica y afectiva oculta en cuerpos aparentemente robustos y rebosantes de belleza física, relaciones humanas superficiales que no ofrecen seguridad ni garantía de acompañamiento real ante las dificultades, relaciones matrimoniales o de pareja que no llegan a consolidarse en un gozoso proyecto de amor permanente “hasta que la muerte nos separe”. La lista no es exhaustiva, pero estos son algunos de los rostros de las nuevas pobrezas.
Ante la proximidad de la Navidad bien estaría que todos nos hiciéramos un cuestionamiento para ver si pertenecemos a alguno de estos nuevos rostros de pobreza, o para ver cómo respondemos en alivio de quienes son víctimas de la misma. Son muchas las personas que padecen hambre, verdadera hambruna más allá de la necesidad de alimento físico. ¿Cómo respondemos a esa realidad?
Vivir la Navidad de otra manera significa estar atentos a todos aquellos que no pueden darse el gusto de ver satisfechos sus derechos más elementales en campos como la salud, trabajo, vivienda, educación. Vivir la Navidad de otra manera significa que nuestra vida entera, la de todo el año y no sólo en estas fechas, tiene que cobrar un estilo distinto marcado por el sentido de justicia, sobriedad y solidaridad; significa ser conscientes de que en nuestra sociedad se viven realidades de injusticia distributiva (inequidad) que claman al cielo. El sólo hecho de ser conscientes es ya el primer paso para hacer algo en busca de soluciones.
Está bien que confeccionemos regalos y cestas familiares de Navidad para los más pobres, pero el espíritu de Navidad es mucho más que eso. Es un estilo y manera de vivir que tiene que llegar a lo más profundo de nuestros corazones, estilo extensivo a todos los días de nuestra existencia. La Navidad nos invita a una renovación de nuestra personalidad para llegar a ser más sencillos, sobrios, austeros, cuidadosos de la naturaleza, trabajadores conscientes y responsables, amables en el tráfico urbano tanto cuando somos conductores como peatones. En una palabra, el espíritu de Navidad nos invita a ser mejores personas. ¡Feliz Navidad!.
José Luis Ysern de Arce
Psicólogo