Quetzalcóatl significa literalmente “serpiente de pluma rica” pues se forma de las palabras nahuas quetzal o quetzalli, “pluma rica” y cóatl “serpiente”.
Desde los inicios de la civilización, la serpiente es un reptil ampliamente representado en relación con la tierra, el agua y los poderes fecundadores. Entre las culturas antiguas mesoamericanas, la serpiente fue un animal fundamental dentro del imaginario mítico. Prácticamente en todos los periodos y en todas las culturas hubo representaciones de este animal, al que se asoció con el ámbito terrestre y con aspectos como el inframundo y la renovación de la vegetación. Se le consideraba también como el ser que conducía a los humanos por diferentes sitios del cosmos y como ordenador del tiempo y del calendario; asimismo relacionado con la tierra y sus frutos, los orígenes y los destinos, la luz y los colores, la legitimidad y el poder. Como dueña de los reflejos iridiscentes, la serpiente está directamente relacionada con el rayo y el fuego, como fuerza creadora de vida.
La serpiente emplumada es uno de los seres míticos mesoamericanos más complejos, pues en su naturaleza divina se mezclan las cualidades de una criatura del cielo y una de la Tierra. Es un ser en el que se unen los dominios terrestre y celeste. A la serpiente emplumada se le relacionó inicialmente con la renovación de la vegetación porque se le vinculó con el agua que corre por la tierra, ríos y manantiales. En tanto que el plumaje verde se refiere a las aves de plumaje precioso que, al igual que las nubes, surcan el cielo y son portadoras de la lluvia. El culto a la serpiente emplumada se difundió principalmente durante los períodos preclásico (2500 a.C. a 200 d.C.) y clásico (200 a 900 dC) en Mesoamérica. Las representaciones conocidas en Teotihuacan, Xochicalco o Cacaxtla parecen atender a este carácter agrícola.
Este monstruo mítico acumuló múltiples significados y, según diversos relatos indígenas, participó activamente en la obtención de los dones que fueron otorgados a los humanos. La evocación de la serpiente sagrada y sus relaciones con los hombres y los dioses se convirtió en parte de la historia misma de muchos pueblos, que la personificaron y plasmaron en escultura, arquitectura, pintura mural, cerámica, así como en tradiciones orales.
En la antigüedad mesoamericana, y aún en el presente, la serpiente emplumada se relaciona con el ciclo de crecimiento del maíz, cuyas hojas verdes se comparaban con las plumas del quetzal y las mazorcas con las escamas de su cuerpo. Según otro mito de origen, Quetzalcóatl arrancó a los dioses del mundo subterráneo el maíz para entregárselo a los hombres. Los huastecos actuales cuentan que su héroe, “el corazón del maíz”, fue quien trajo este alimento a la humanidad, ayudado por las hormigas y los peces.
Quetzalcóatl también se conoce como divinidad del viento. Una de sus insignias principales es la joya del viento o ehecacózcatl, un caracol cortado con un diseño en espiral que sugiere el movimiento rotatorio del aire y también de la serpiente.
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