SEGUNDO TEMA
Y EL HOMBRE, ¿QUÉ?
Con la colaboraciòn de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo.
Todo el plan de Dios sobre el hombre mira a todo su ser. No habrá salvación plena hasta que venga "un cielo nuevo y una tierra nueva... y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido". (Ap. 21, 1-4)El hombre, como persona libre, debe colaborar con el plan de Dios para llegar a esa salvación plena. Y lo debe hacer en todos los planos en que se mueve el hombre: a nivel espiritual, a nivel psíquico y a nivel físico,
Nivel espiritual:
Vida de fe.
Sacramentos.
Conciencia recta.
Nivel psíquico:
Perdonar y pedir perdón.
Sanación de viejas heridas .
Nivel físico:
Y en todos los casos, buscar la sanación a través de la oración, supeditándola, siempre, a la Voluntad de Dios.
Como se ve a través de este breve esquema, son muchas las facetas y medios a través de los cuales el hombre tiene que ir caminando a su salvación plena. Nosotros, intentaremos desarrollarlos en los próximos temas desde esta página Web. Dios quiera bendecir este trabajo y le daremos infinitas gracias si puede ser de utilidad, para gloria de Dios.
Hoy nos centraremos en dos puntos que, en todo momento, debemos tener presente:
1)- El hombre debe buscar su sanación integral.
Si Dios quiere la salvación integral del hombre, también el hombre debe buscar esa salvación en todo orden, a todo nivel de su persona.
Hay que tener una idea clara y precisa si queremos caminar hacia la felicidad:
EL HOMBRE FORMA UNA UNIDAD DENTRO DE LA COMPLEJIDAD QUE TIENE CON SU CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU.
Cualquier parte de este complejo que esté dañado, repercutirá en todo el resto, algo parecido a lo que se sucede cuando golpeamos a una telaraña. Dicho en otras palabras, conseguiré mi felicidad cuando todo mi ser esté sano. Si bien esa felicidad no será plena en este mundo, sí que puedo caminar hacia la misma, intentando trabajar en todas las áreas de mi ser. Mis esfuerzos no conseguirán frutos si no busco sanar todas las heridas que tengo en cualquier área. Esta es la razón de la tan conocida pregunta: "¿Por qué no termino de sanarme?".
Veamos unos ejemplos.
En la mayor parte de los milagros de Jesús, la sanación va condicionada a la fe de la persona. Por el contrario, Jesús no pudo obrar signo alguno de sanación en Nazaret, por la falta de fe de sus paisanos (Mc. 5, 21-34). Vemos también que Jesús sana y pide conversión de vida: "No peques más". Los médicos confirman que las personas de fe se sanan con más facilidad. Muchas enfermedades de artrosis graves se han curado a través del perdón. La alabanza, poniendo la vista en Dios, libera de muchas preocupaciones.
La falta de perdón o la no-aceptación de un contratiempo, repercute en el sistema nervioso y en el organismo, incluso desarrollando el cáncer. El encerrarse, buscando solo la sanación física, es causa de obsesión y agrava el mal. Una vida de fe y sacramental, alivia las mismas enfermedades y pone en el corazón y en los labios una alegría que el mundo no puede entender.
La lista se podría alargar y no cabe duda que muchos tendràn experiencias al respecto. A nosotros solamente nos cabe añadir que, si somos uno en la diversidad de facetas que tenemos, no olvidemos lo siguiente:
Vivamos una vida espiritual, llena de fe, apoyada en una vida sacramental. Que el amor guíe todos nuestros pasos cuando nos relacionemos con los demás. Llevemos una vida sana y equilibrada. En una palabra, que nos sintamos hijos de Dios y que descansemos confiadamente en los brazos de nuestro Padre, a quien le debemos llamar, con todo cariño, "ABBA", Padre querido (Mt. 6, 25,26; 31,33).
2). - Otro punto a tener muy en cuenta, responde al famoso dicho:
"A Dios rogando y con el mazo dando". En general, somos muy propensos a pedir y no a dar; a exigir que Dios nos sane y no poner los medios de nuestra parte, para sanarnos. Deseamos que los demás nos mimen, mientras nosotros nos encerramos; vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro; pedimos la sanación física y nos olvidamos de nuestra sanación interior porque nos exige renuncias.
En una palabra, acudimos a la oración de sanación como una receta mágica; que ella lo haga todo, pero que me deje tranquilo en el proceder de mi vida.
En la parte espiritual, la sanación, tanto física como interior, siempre debe ir unida a una renovación, a un cambio de vida. Jesús sana a un enfermo y le pide: "No peques más". Jesús se queja de los nueve leprosos a los que ha sanado y que no han vuelto a dar gracias y a alabar a Dios.
Si no entendemos que toda sanación conlleva algo más de nuestra parte, es posible que ello mismo sea un freno a cualquier sanación. En la parte humana, Dios no rechaza lo natural para conseguir nuestro bienestar. Sería un absurdo no ir al médico, porque vamos a las misas de sanación, pensando que Dios está por encima de todos y esto basta. Dios se puede valer del médico o de cualquier otro medio natural para sanarnos; siempre será Él el artífice último de la sanación.
Debemos orar confiadamente por nuestra sanación, pero nunca debemos dejar los medios humanos y lícitos que estén a nuestro alcance.
Jesús manda a los diez leprosos que se presenten a los sacerdotes. Al ciego, Jesús le pone barro en los ojos y le dice que vaya a lavarse a la fuente Siloé. Eliseo manda a Naamán, el sirio, a bañarse siete veces en el río Jordán si quiere sanar de la lepra; lo hizo y sanó.
Que el Espíritu nos haga entender que Dios quiere nuestra salvación integral, pero que también nosotros debemos procurarla.
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