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Temas de Sanaciòn: 13.- Sanaciòn Interior del Miedo ( Tercera parte)
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: PazenlaTormenta  (Mensaje original) Enviado: 12/08/2009 02:24

 

Nota de la Administraciòn:

Su fecunda labor pastoral abarcò muchas àreas: impulsò vocaciones sacerdotales y religiosas, fundò seminarios, asociaciones sacerdotales, grupos de misioneros y obras de ayuda social, creo la Universidad Catòlica de Oriente para la formaciòn de profesionales cristianos. Ha sido, ademas, uno de los eminentes miembros del Movimiento de Renovacion Carismatica Catolica.
Fuè autor de numerosos libros y otros escritos sobre temas bìblicos, eclesiàsticos y espirituales, de estos ùltimos destacan aquellos referidos al ministerio de sanaciòn. Falleciò en 1993.


SANACION INTERIOR DEL MIEDO.

Con la colaboracion de Siervos de Cristo Vivo.

Mons. Uribe Jaramillo.
Parte 3 de 3


La Renovación Carismática nos coloca de una manera muy clara frente al amor del Señor, frente al amor del Espíritu y estamos experimentando la verdad de aquellas palabras de S. Pablo a los Romanos: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado". Por eso, muchas personas cuando tienen la experiencia del Espíritu, cuando se dejan invadir por este Río de Aguas Vivas, cuando se dejan de veras abrazar por su amor, se van viendo liberadas de los recuerdos dolorosos en todos los campos, pero concretamente en el del miedo.

Este es uno de sus grandes beneficios, no lo sabremos apreciar nunca debidamente.

Un psicólogo americano ha escrito: " A menos que podamos aceptar que, el amor de Dios nos envuelve ahora con todas nuestras faltas, debilidades y limitaciones, no seremos mejores mañana ni siquiera un ápice de lo que somos hoy; a menos que podamos creer en un Dios que es Amor no podremos llegar a ser honestos. El temor siempre nos separará del poder curativo". Pero el método concreto y fácil para recibir, de una manera progresiva, a través de un proceso, la curación interior del miedo como

don de Cristo, es acercarnos a El con fe, creer verdaderamente que El está resucitado en nosotros y con nosotros, que El es el Salvador, el Salvador del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Que Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Después de este acto de fe, nosotros en horas especiales nos dedicamos a recorrer toda nuestra vida con Cristo, a recorrer todos los momentos dolorosos, penosos, en el campo del miedo; a repasar todos aquellos recuerdos medrosos que nos han ido enfermando paulatinamente. Pero, ¿para qué? No para amargarnos nuevamente con ellos, no para acumular temor, sino para detenernos con Cristo delante de cada una de estas escenas, de cada uno de esos acontecimientos que nos causaron pavor o miedo, para pedirle que derrame su paz, que comunique seguridad, que borre con su presencia amorosísima el trauma que dejó en nosotros ese acontecimiento doloroso. No se trata de no recordar ya aquella escena, sino de recordarla con tranquilidad, de recordarla con paz, seguros como estamos de que el Señor, el Salvador, la ha curado, la ha sanado perfectamente.

En este proceso de sanación del miedo, como manifestación del amor de Cristo y de su Espíritu, es muy conveniente hacer un inventario de las personas a quienes, por una u otra causa, tememos más. De las cosas que nos causan más miedo, de lo que interiormente nos hace sentir más inseguridad. Esto ¿para qué? Para también, de una manera concreta, pedirle al Señor en la oración que sane el miedo que tenemos a "Fulano de tal", a "Zutano", a tal o cual superior, a tal o cual compañero, a tal o cual enemigo, para pedirle que destruya el miedo que tenemos, por ejemplo, a determinada enfermedad, a montar en avión, a ir a tal o cual lugar, a enfrentarnos con tal o cual circunstancia. El Señor que se interesa concretamente por todo lo nuestro irá destruyendo esos distintos miedos, irá aumentando a través de un proceso maravilloso nuestra curación interior y cada día recobraremos más seguridad en nosotros, tendremos más seguridad en los demás, pero todo como fruto de la seguridad en Cristo, de la seguridad en su amor, en su poder y en su fidelidad.

A lo largo de este proceso irá creciendo en nosotros el amor al Señor y ese amor, recordémoslo, irá echando fuera el temor. Para que este proceso de curación del miedo tenga más eficacia en nosotros es muy importante emplear la visualización. Visualizar por el recuerdo las escenas, las personas, los acontecimientos que nos causaron miedo y visualizar la presencia de Jesús en ese momento y su acción tranquilizadora en cada uno de nosotros. Bill dice que "es difícil, por no decir imposible, que una curación o cambio se realice sin una imagen mental". Con los ojos de la mente nosotros deberíamos mirarnos e imaginarnos tal como quisiéramos ser. Si constantemente tenemos presente esta imagen y la reiteramos, tenderemos a ser semejantes a esta imagen. Mediante una imaginación positiva nuestra vida puede convertirse en una revelación y desarrollo continuos, ello dependerá en definitiva de la integridad de nuestra personalidad y no de palabras ni de frases hechas. Encontramos que la oración afirmativa es más poderosa que la oración de petición, y esto por razones obvias. La oración positiva nos sitúa del lado de la voluntad de Dios, trae y traduce de lo invisible a lo visible de nuestras vidas aquello que implica santidad, perfección e integridad. Por eso, visualizar la acción de Cristo que está con nosotros, que al presentarse nos dice: "Yo soy, no temáis", que nos ofrece su brazo protector, que nos invita a descansar en su regazo, es un elemento y un método de sanación maravilloso.

Tenemos que pedir la gracia de que nuestra fe en Cristo sea una fe verdaderamente viva, una fe actuante, una fe que abarque toda nuestra persona, una fe que nos lleve a experimentar realmente la presencia y la acción amorosa del Señor en nuestras personas y a lo largo de todas nuestras vidas.

Puede servirnos mucho seguir la terapia que los Dres. Parker y Johns aconsejan en su obra "La oración en la psicoterapia":

Primero: Reconocemos al Dios de amor dentro de nosotros mismos como el poder curativo del miedo y director de nuestras vidas.

Segundo: Conscientemente nos despojamos de cualquier cualidad negativa, motivo, impulso, sentimiento, pensamiento, que no queremos.

Tercero: Invitamos a este poder divino, a este amor del Señor, para que llene el vacío que nuestro despojo ha creado.

Cuarto: En los tiempos específicos de oración y durante el día tendremos delante de nosotros mismos pensamientos e imágenes positivas, sanas, plenas, estando ciertos que solamente ellos y ellas están de acuerdo con la voluntad de Dios acerca de sus criaturas.

Quinto: Cuando oramos creemos que hemos recibido aquella ayuda especial que hemos pedido y actuamos como si la hubiéramos recibido.

Sexto: Meditamos en Dios como Amor, en el mandamiento de Jesús de amar y buscamos la entrada a este círculo de perfección. El amor de Dios, el amor a nosotros como hijos de Dios y el amor del prójimo como a nosotros mismos

.

Séptimo: Escuchamos y esperamos un cierto sentido de victoria, una cierta sensación de presencia que nos dice: "Yo estoy aquí, todo está bien, no temáis".

Octavo: Ya se ha cumplido. ¡Gloria a Dios en las alturas! Te damos gracias, Señor, porque eres la paz, porque eres nuestro Salvador.

Si seguimos esta técnica, realmente no podemos fallar al fin de cuentas, ¿por qué? Porque Dios no puede fallar. Si nosotros nos despojamos de todo lo negativo, de lo destructivo, de todo lo que esté distorsionando y aceptamos lo positivo, el amor de Dios, la paz de Dios, nuestra victoria está asegurada y no puede ser de otra manera. Dios no puede retener el bien, Él lo comunica constantemente, entonces lo que se requiere es que nosotros quitemos el impedimento y recibamos el río del amor, el torrente de la paz del Señor, el perdón, el amor, la confianza, la fe y la paz brotarán en nosotros como de una fuente inextinguible y siempre presente, si nosotros podemos hacernos a un lado y damos cabida al Espíritu del Señor que quiere colmarnos, que quiere cambiarnos y que quiere dirigirnos.

También podemos pedir el ministerio de la sanación del miedo, que tanto daño nos hace. Muchas veces el Señor quiere comunicar su salvación por medio de otras personas a quienes escoge como ministros suyos. En este campo de la sanación del miedo, el Señor usa con frecuencia ese medio. Nosotros con humildad nos acercamos a personas que han recibido este carisma, nos ponemos a orar con ellas, pedimos la gracia de discernir, de descubrir las causas y fuentes principales de nuestro miedo interior y luego pedimos la oración para esta liberación. Estas personas guiadas por el Espíritu del Señor orarán como Él les sugiera, irán descubriendo quizá causas que están ocultas, irán viendo con claridad dónde está el principal problema en el campo del miedo. Su súplica, unida a la nuestra, alcanzará aquello que nosotros necesitamos, anhelamos y ahora pedimos con humildad.

Los efectos del ministerio de sanación interior aparecen en esta Renovación Carismática cada día con mayores posibilidades, es algo verdaderamente asombroso lo que se está consiguiendo, causa verdadera alegría ver cómo van cambiando muchas vidas, cómo se van curando interiormente a través de este ministerio de sanación interior. ¡Ojalá que esta luz llegue a muchas personas y que crezca el número de equipos de personas consagradas a este ministerio que tanto glorifica al Señor y que tantos beneficios reportan para las personas!

Sí, reconozcamos que estamos enfermos, quizá muy enfermos interiormente de miedo, reconozcamos que el miedo se ha ido acumulando en nosotros y nos impide muchas veces entregarnos al Señor, servir generosamente a los hermanos, llevar una vida tranquila. Pero reconozcamos también, con la gracia del Señor, que Él puede sanar este mal y puede calmar todas las tempestades que el miedo levante en nosotros. Recordemos lo que nos dice el evangelista S. Mateo: " Subió después Jesús a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto, se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas llegaban a cubrir la barca, pero Él estaba dormido. Acercándose, pues, se acercaron diciendo: "Señor, sálvanos que perecemos". Díceles: " ¿Por qué estáis con miedo, hombres de poca fe?". Entonces, se levantó e increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran bonanza, y aquellos hombres maravillados decían: ¿ Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Señor Jesús, que yo nunca recorra el mar de la existencia solo, que yo te lleve siempre en mi vida y en mi barca, que yo disfrute siempre, Señor, de tu compañía amorosísima, que cuando arrecie la tempestad, cuando el miedo levante olas que amenacen sumergirme, yo te mire, Señor, yo te invoque con fe y con confianza. Que Tú, Señor, ordenes a esos vientos y a esa mar que se calmen, que no me destruyan, que no me atormenten. Señor, tú eres la paz, Tú dijiste: "Mi paz os dejo, mi paz os doy", dime estas palabras, Señor: "Te doy mi paz, te dejo mi paz". Destruye, Señor, el miedo y el odio que se han acumulado en mí, disipa tantos temores infundados que me atormentan, calma Señor la tempestad que con frecuencia se levanta en mi interior, que se manifieste tu paz, Señor, en mi vida, que aparezca tu Señorío, que Tú domines mis emociones, que Tú me tranquilices interiormente. Tú eres mi paz, Tú eres la paz, Tú eres el Amor. Gracias, Señor, porque me amas, gracias Señor porque me curas, gracias Señor porque me salvas. ¡Bendito seas, Señor, gloria a Ti Señor!



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