Cuando se acerque el momento de mi muerte, cuando las tinieblas bajen sobre mis ojos, cuando todo el Infierno se prepare para darme su último combate y tratar así de perderme para siempre; te suplico, Madre, que vengas en mi auxilio. Porque en ese momento estaré muy confundido y temeroso, mis pecados volverán a mi memoria y tal vez me hagan perder la confianza en la Misericordia divina. Por eso Madre querida te suplico que vengas presurosa en mi socorro y me defiendas de todo temor y angustia. Y ya desde ahora te invoco para ese momento supremo en que se decidirá mi suerte eterna: Cielo o Infierno. Madre amada, te espero para dicho momento y sé que no me fallarás.
Felipe de Urca -Jardinero de Dios-
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