Saber sufrir
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
En la catedral de Reims hay un ángel realmente singular: despedazado, destruido, surcado por cicatrices y heridas. Con el paso del tiempo se ha quedado sin una de sus alas.
Pero lo sorprendente de este ángel es que, pese a todas las lesiones, sonríe al que lo mira. Jesús nos enseña a sonreír desde nuestro sufrimiento, a saber llevarlo como él.
Según el Evangelio, Cristo recorría ciudades y aldeas enseñando y curando toda enfermedad y dolencia. Se extendía su fama, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; a todos los curaba (Mt 8,16). La gente le admiraba y exclamaba: “Todo lo ha hecho bien: a los sordos hace oír y a los mudos hablar” (Mc 7,37). Jesús, con su presencia, sembraba la paz, el bien, el amor. El dolor, el odio y el mal se alejaban de él.
Pero Jesús conoció en su carne el rechazo y la traición. En momentos de sufrimiento gritó a Dios: “Padre, que pase de mí este cáliz” (Lc 22,42). En su espíritu sintió no sólo el abandono de los suyos, sino hasta de Dios. Por eso, desde la cruz exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (Mt 27,46).
El ser humano se revela contra el sufrimiento y se pregunta: ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? ¡No hay derecho!
Pero es bueno no quedarse ahí. No se adelanta nada con quejarse. Tampoco se adelanta nada con echarse la culpa. Aceptar la realidad y el perdón que ofrece el Señor libera de todas las culpas y pesadillas.
El miedo a lo que pueda ocurrir paraliza a la persona para confiar en Dios. Una de las mejores recetas para cualquier sufrimiento es confiar en Él, abandonarse en las manos del Padre. Él ha prometido cuidarnos y estar con nosotros hasta el final de nuestros días, pase lo que pase.
¿Para qué sirve el sufrimiento? C. S. Lewis decía que el dolor es el altavoz de Dios ante un mundo sordo”. Dios quiere hablarnos, pero el placer, la vida muelle, los triunfos... nos impiden escucharlo. Efectivamente, cuánta gente ante una dificultad, una enfermedad, una limitación, ha cambiado el rumbo de su vida empleando todas las energías en proyectos que verdaderamente merecen la pena. El dolor hace que prestemos atención a lo esencial e importante.
“Las cosas que duelen, enseñan” (B. Franklin). El sufrimiento puede jugar un papel importante en el crecimiento del ser humano.
La fe, la oración, la paciencia, la alegría, la esperanza y la mirada puesta en el cielo pueden ayudarnos a aceptar nuestro sufrimiento.
Saber sufrir y tener
el alma recia y curtida
es lo que importa saber.
La ciencia del padecer
es la ciencia de la vida.
No hay como saber sufrir
con entereza el dolor,
para saber combatir.
Que el dolor es la mejor
enseñanza del vivir.
(J. M. Pemán).