San Ignacio daba mucha importancia a los últimos pensamientos antes de dormirnos.
Es lo que llamaba la “primera adición”, gracias a la cual nos mantenemos en oración durante la noche.
Los sueños varían según hayan sido los últimos pensamientos de la vigilia; por eso es tan importante la oración al acostarnos.
No es lo mismo quedarse con las imágenes de un frívolo programa de televisión que acostarse en oración como quien se duerme en el regazo de Dios.
“En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces descansar tranquilo” (Salmo 4,9)
Para Gandhi la oración debía ser el cerrojo de la noche y la llave de la mañana.
La oración que se hace por la noche, adaptada a ese momento, es una higiene teológica del espíritu.
Si no los exorcizamos, los sentimientos negativos del día pueden anidar durante la noche en la zona más profunda de la conciencia, y seguir allí activos ejerciendo su poder destructivo.
Por eso, es importante drenar todos los sentimientos e imágenes negativas antes de acostarnos.
San Pablo nos invita a ello cuando nos dice: “Que no se ponga el sol sobre vuestra ira” (Efesios 4,26)
DE LA RED !
DIOS NOS BENDIGA !
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